sábado, 19 de noviembre de 2016

LA PRESENCIA ROMANA EN ALCANTARILLA




Pedro L. Cascales López


Adenda
Sobre este tema puede consultarse
de fecha 23-12-2019


            De manera sistemática se ha adjudicado a los árabes la creación del regadío de la huerta de Murcia y esto es algo que resulta evidente, pero solamente en parte. Algunos historiadores consideran que los regadíos iniciales, que marcaron la idea y comenzaron a desarrollarla, fueron obra del imperio romano, y este pensamiento parece que poco a poco va adquiriendo mayor consistencia ante las pruebas incuestionables y a pesar de existir no pocas reticencias de ciertos sectores medievalistas. Pero los hechos están ahí y muchas incógnitas no explicadas también. Sobre este tema se han escrito decenas de trabajos y cientos de páginas.

            La ingeniería hidráulica romana estaba muy por encima de la árabe, no tanto, si se quiere, en cuanto a conocimientos como a poder de ejecución. El imperio romano funcionaba como una sola máquina que ejecutaba sin fisuras cualquier proyecto que se ordenaba realizar, mientras que los árabes, aun conociendo perfectamente el interés de una obra, eran mucho más dados a luchas tribales y fratricidas que tenían como consecuencia que el ejecutar grandes proyectos resultase las más de las veces inviable.

            Los romanos estudiaron y conocieron España de una manera como no volvería a conocerse hasta pasados más de mil años y realizaron obras increíbles tanto por su envergadura como por su ubicación; e incluso a veces con una supuesta escasa rentabilidad, por lo que resulta poco creíble que pasaran por alto un enclave agrícola tan potencialmente productivo como el valle del Guadalentín y del Segura, que además se encontraba tan cercano a Cartagena y a las minas de Mazarrón y de La Unión, que eran pozos sin fondo para consumir toda clase de productos agrícolas, con una población estimada por los historiadores en unas 200.000 personas. Y este valle, entre Lorca y Orihuela, era el punto más cercano que se encontraba dotado de agua por dos ríos y numerosos manantiales.

            Este tema lo abordo en “Topografía y evolución urbana de Alcantarilla” (1999) (www.plcascales.com), teniendo en cuenta lo que los historiadores e investigadores dictaminan pero aplicando a todo ello una realidad tan contundente como es la topografía de la zona, por lo que no hace falta incidir ahora en ello; pero todo esto viene a colación para, moviéndonos siempre en el terreno de hipótesis basadas en sólidos indicios, tratar de exponer lo que ocurrió en el espacio físico de la hoy Alcantarilla antes de la llegada de los árabes.


Los romanos en la Huerta de Murcia

            Que en la huerta de Murcia existió una importante ocupación romana es algo ya probado por la arqueología; y enclaves como Monteagudo, Espinardo, Cabezo de Torres, La Alberca, Algezares, Los Garres e incluso la Voz Negra y Alcantarilla con una importancia más que notable, han presentado numerosos restos de esa ocupación; y hemos de tener en cuenta, por pura lógica, que se ha descubierto solamente una pequeña parte de lo que todavía debe encontrarse sepultado (y lo que es peor: destruido), especialmente en la zona de la Voz Negra, en donde, bajo dos o tres metros de sedimentos debe de existir una importante cantidad de restos romanos tal y como documenta el canónigo Lozano e incluso el acta de amojonamiento de 1728.
            Y cercano a la Voz Negra, en la zona de la Calle Cartagena y avenida de Santa Ana está documentada una necrópolis y un poblado del que de este último no quedan restos porque ya se encargaron las excavadoras de hacerlos desaparecer. En escasamente un mes Alcantarilla perdió para siempre una importantísima página de su historia.

            Este poblado de la Avenida de Santa Ana posiblemente fuese el receptor de los habitantes del asentamiento del Cabezo del Agua Salada, toda vez que los romanos, sistemáticamente, desalojaban aquellos lugares que por su ubicación topográfica y defensas pudiesen favorecer cualquier tipo de resistencia. Pero eso nunca lo sabremos. La destrucción realizada lo ha evitado para siempre.

            Todos estos asentamientos, los ya existentes e incluso los creados por los romanos, tenían su fundamento en los aprovechamientos agrícolas, sobre todo de cereal, olivo y vid, en los extensos valles del Segura y del Guadalentín.
            Pero desde luego no pudieron pasar por alto la enorme riqueza agrícola que significaba un río como el Segura y sus afluentes con un caudal de agua muy superior al actual al no tener ningún tipo de aprovechamientos desde su nacimiento y existir un régimen de pluviosidad superior al ahora existente. Los asentamientos romanos no existían si no existía agua, y ese agua que discurría por el fondo del valle era necesaria elevarla hasta las cotas más altas de las costeras norte y sur de ese valle; y sobre todo era necesario que Monteagudo-Cabezo de Torres-Espinardo y La Alberca-Algezares dispusiesen de agua en abundancia, tanto para los asentamientos humanos existentes como para el riego de sus zonas agrícolas, de manera que necesariamente se tuvo que crear una infraestructura para ello, y esa infraestructura debía partir del Río Segura. No existía otra posibilidad. El problema consiste en saber cómo lo hicieron.

            El valle era una zona atravesada por el lecho de un río, con varios cauces por divagación, que varias veces al año inundaba amplias zonas dentro de su lecho natural entre terrazas, ayudando con ello a mantener almarjales que sobrevivieron hasta el siglo XVIII en algunas zonas del Segura y hasta mediados del siglo XX en algunas zonas del Guadalentín.
            El Segura no discurre por el talweg o línea de menor profundidad del valle, sino que a partir del Rincón de Beniscornia el río abandona ese talweg y llega a encontrarse en alguna ocasión unos 6/7 metros más alto, sin que esa causa pueda achacarse al abombamiento geomorfológico por arrastres de las avenidas. Esa línea del talweg discurre a partir del citado Rincón de Beniscornia por Monteagudo y la Orilla del Azarbe  (ver “Topografía y...”, pág. 23 y ss.).
            Los asentamientos agrícolas romanos buscaron por lo tanto las zonas altas del valle que estaban a salvo de avenidas y de insalubres almarjales pero que en su contra estaban afectadas por el problema del necesario abastecimiento de agua para sus cultivos y personas.


Altimetría de la Huerta de Murcia con equidistancia de 1 metro según restitución aereofotogramétrica del año 1993 con resolución de centímetros (vuelo del año 1990, y plano realizado según las hojas topográficas del Ayuntamiento de Murcia. Servicio de Cartografía). Son muchos los datos que este plano aporta a pesar de los históricos aluviones, y esos datos explican algunas incógnitas tanto de época romana como de época árabe 


 
 Plano anterior al que se le han aplicado tintas hipsométricas de 5 metros de equidistancia para lograr una visión de conjunto, a la vez que se han rotulado los núcleos de la huerta


Plano convencional con el lecho aterrazado del Segura y su cauce divagante dentro del mismo con las más que posibles difluencias por la parte norte (alguna de ellas documentada), así como las sucesivas afluencias históricas del Guadalentín hasta la construcción de El Reguerón

            Dentro de la huerta de Murcia, los restos de centuriación parecen detectarse en áreas de Monteagudo-Cabezo de Torres y Alcantarilla, tal y como ha ocurrido en bastantes lugares de España, alguno tan cercano como Elche (ver “Topografía y…”, pág. 58; y el profesor Robert Pocklington cree detectar otras en la zona de La Alberca-Algezares, algo muy lógico), lo que podría apoyar el hecho de que estas zonas estaban dotadas de regadío; y si estaban dotadas de regadío debían existir unos canales que llevasen el agua hasta esos lugares. Pero aun cuando se pueda poner en duda esta centuriación, lo que no puede negarse es lo anteriormente expuesto de que esos importantes asentamientos necesitaban agua y en abundancia.


Los túneles del Azud

            Y es aquí en donde entra en escena el testimonio de al-Himyari, que en el siglo XV, recogiendo testimonios de escritos mucho más antiguos (al parecer de los siglos XI y XII) dice que “en la parte derecha construyeron los antiguos un canal que sale del río en las proximidades de Qantarat Askaba (Alcantarilla) con un primer tramo excavado en la montaña con una longitud de una milla (1.437 metros) y ese canal es el que riega la parte sur de Murcia. En la parte izquierda se construyó otro canal bajo la montaña de una longitud de unas dos millas (2.874 metros) con el que se riega la parte norte de Murcia”. Los “antiguos” son identificados por los historiadores como anteriores a la llegada de los árabes.

            Algunos autores parece que en su búsqueda de esos canales los identifican con cierta cueva cercana a la presa del Azud que nada tiene que ver con los túneles descritos por al-Himyari; pero lo cierto es que no existe, o al menos no se ha podido localizar, una descripción y un estudio sobre esta estructura hidráulica. Este túnel de la margen derecha se encuentra algo escondido, eso sí, y por lo tanto poco visible, y posiblemente por esa razón los historiadores se hayan sistemáticamente equivocado de túnel. Cuando yo tenía 15 o 16 años ya nos metíamos por él unos treinta metros hasta que el relleno acumulado nos impedía el paso más allá. E incluso un día nos pusimos, ingenuamente, a tratar de abrirnos paso para buscar el “tesoro que sin duda tenía que estar enterrado”. Ese relleno parecía haberse producido por la entrada de sedimentos por una pequeña lumbrera o derrumbe que coincidía con un ramblizo hoy terraplenado. La dirección de ese túnel apuntaba hacia la cercana población de Javalí Nuevo.


Julio 1968. En la boca del túnel, buscando una vez más, sin encontrarla, la explicación a su existencia. De espaldas el luego arquitecto de Alcantarilla Andrés Terol Díaz (†)

            Bastantes años después, y tras conocer los escritos de al-Himyari, comenzó a fraguarse la idea de que este túnel podía corresponder al descrito por el citado autor árabe, pero no fue hasta la década de los ochenta cuando pareció verse una relación directa entre el túnel, el acueducto de Los Arcos y la acequia del Turbedal.

            Pero antes de tratar sobre este túnel vamos a apuntar brevemente algunos datos sobre el que se supone canal de la margen izquierda del Segura y que según al-Himyari tenía una longitud de unas dos millas (unos 2.800 metros).
            Sobre este túnel sabemos, o podemos asociar, lo siguiente:
            1º. Tenía que llevar el agua a la zona de Cabezo de Torres-Espinardo y sobre todo a Monteagudo.
            2º. Lozano (1794) dice que “el grande acueducto de firme argamasa corre por un olivar y atraviesa las inmediaciones de este pueblo (Monteagudo), y dicen los labradores que el mismo se divisa cerca de La Ñora”.
            3º. Hacia 1970, haciendo un aljibe en la población de La Ñora, más abajo del cruce de las carreteras de Guadalupe y Murcia, “apareció a unos 6 metros de profundidad un túnel de aproximadamente metro y medio de anchura por algo menos de dos metros de altura que se dirigía hacia Los Gerónimos. Los obreros penetraron unos metros por él y no viendo nada que les pareciera de interés lo cegaron” (de testigo presencial).

            Esto es lo que hasta el momento conocemos de ese túnel, vamos a ver ahora si topográficamente es posible que pudiese existir ese canal.
            La toma en el río debía situarse a unos 56 metros de cota, ahora bien, las características topográficas de la margen izquierda del Segura en ese punto son muy distintas a las de la margen derecha, por lo que no es posible el poder determinar en qué lugar pudo existir esa entrada o toma de agua del túnel.
            El lugar citado en La Ñora se encuentra a 57 metros de cota, y si le descontamos 6 metros que es a la profundidad aproximada a la que apareció el túnel, tenemos una cota de unos 51 metros. Es decir, en unos 2´5 km el túnel tendría una pendiente aproximada del 2 ‰. Perfectamente viable y ésta era además una pendiente clásica en las obras romanas (entre el 1 y el 2 ‰).
            A partir de esa zona de La Ñora, y hasta Monteagudo, pasando por los lugares con hallazgos romanos de Espinardo y Cabezo de Torres, la topografía presenta una serie de vaguadas que obligan, caso de seguir una línea recta, a ejecutar acueductos, pero todo son hipótesis, con indicios que parecen coincidir, es cierto, como que también es cierto que tenía que existir un canal que unía el río con Monteagudo, aunque su trazado exacto no es posible conocerlo hoy en día con los datos que se disponen.
La diferencia de cota entre el Azud y Monteagudo es de 20 metros para una longitud de unos 10 km, por lo que la pendiente del canal sería del 2 ‰. De nuevo una curiosa coincidencia.


Hipotético trazado del canal romano de la margen izquierda del Segura para llevar el agua a los asentamientos de Monteagudo, Cabezo de Torres y Espinardo e indicios de centuriaciones en Cabezo de Torres-Monteagudo y Alcantarilla

            En todo caso, lo que ahora nos interesa es el canal de la margen derecha que se iniciaba, según al-Himyari en un “primer tramo excavado en la montaña”, y si suponemos que ese túnel se corresponde con el ahora existente, con unas dimensiones aproximadas de unos 1´40 m de ancho por unos 1´70 m de alto, éste debía tener una continuidad mediante un canal hasta la zona de La Alberca-Algezares, por lo que una vez sobrepasada esa milla de longitud que se describe como subterránea, ese canal debía desarrollarse a cielo abierto, encontrándose con un primer obstáculo que era, y es, la Rambla de las Zorreras o de Los Arcos. La topografía es algo contundente que no admite réplica, y solamente existe un punto en el que ese paso es posible con un menor coste y sobre todo manteniendo la cota necesaria para obtener la oportuna pendiente. No es posible desplazarlo hacia el oeste porque nos encontramos con dos ramblas, a la vez que aumentamos la cota; y no es posible desplazarlo hacia el este porque nos encontramos con el Río Segura.


Boca del túnel con restos de revestimiento de cal (1998)

            Así en el citado trabajo (“Topografía y…”, pág. 53) se marca el supuesto trazado de ese túnel aplicándole una pendiente del 2 ‰ y siendo su dirección hacia el acueducto medieval existente en la actualidad sobre la citada Rambla de las Zorreras, en donde ya el profesor D. Antonio González Blanco había detectado en el año 1994 indicios de un acueducto anterior al realizado en época árabe.
            Por lo tanto teníamos dos puntos: el de origen y el de destino del supuesto canal; uno en su toma del río y otro en el actual acueducto de Los Arcos, pero faltaba algo más para poder asegurar con certeza el origen de ese conducto.
            Y esa certeza era posible obtenerla de dos formas: una adentrándose por el túnel desde el Azud eliminando los rellenos acumulados, y otra el excavar una cata, que sería de poca profundidad y fácilmente realizable, por el lugar final que se suponía que discurría el túnel. Pero en ambos casos existían problemas económicos, de voluntad política y sobre todo de exacta localización, por lo que lógicamente nada se hizo.

            Sin embargo, suponiendo la existencia de ese túnel y habiendo llevado a cabo su trazado sobre el papel, en el año 2001 surgió algo inesperado: se inició una promoción de viviendas en Javalí Nuevo, término de Alcantarilla, en lo que fue la fábrica de conservas de Gambín, por lo que avisé a su propietario, el amigo José Javier Gambín Murcia, incansable buscador de restos arqueológicos en su pueblo, de que se prestara atención a la hora de realizar los cimientos y excavación de la obra ya que era muy posible que el túnel, que tan bien conocíamos y que ingenuamente habíamos querido desenterrar años atrás buscando tesoros, pasase por ese punto (yo lo había trazado unos 60 metros más hacia el este, más por defecto de dibujo que otra cosa, pensando que el canal podía hacer una suave curva antes de llegar al acueducto, porque si se hubiese trazado la línea recta hasta Los Arcos, el túnel pasaba exactamente sobre el solar de la fábrica).
            El resultado del estudio geotécnico no pudo ser más contundente ya que a una profundidad de 5´7 m y hasta los 7´25 m se detectó una “oquedad” poco explicable técnicamente. Es decir, existía un claro “hueco” de 1´55 m de altura.



Hojas correspondientes al sondeo geotécnico que detectó una oquedad de 1´55 metros de altura

            No podemos asegurar que esa oquedad corresponda al túnel, pero necesariamente hay que reconocer que: 1º. Ha aparecido en el lugar que se sospechaba debía estar, 2º. Su altura coincide con la del túnel del Azud, 3º. Si trazamos una línea recta desde la boca del túnel hasta el acueducto de Los Arcos, los tres puntos están perfectamente alineados, 4º. Si medimos la longitud de este supuesto túnel, nos da aproximadamente la cifra de 1.500 metros cuando al-Himyari daba una longitud de unos 1.437 metros, y 5º. Su pendiente es del 2´4 ‰. Parecen demasiadas coincidencias.


Trazado del supuesto túnel que forma una alineación perfecta entre la boca existente en el Azud, la oquedad detectada en el sondeo geotécnico y el acueducto de Los Arcos, con una longitud de unos 1.500 metros. Los datos del perfil siguiente permiten localizar la hipotética boca o salida del túnel


 
 Sección con la nivelación del túnel y su relación con la superficie geométrica del terreno, el ferrocarril y la rambla, así como la oquedad detectada y el posible punto de finalización del túnel

            Naturalmente que todo este planteamiento puede ser puesto en duda por historiadores e investigadores, pero posiblemente no sería así si no existiera un gran divorcio entre los aspectos literarios y gráficos. Generalmente los historiadores e incluso abogados, notarios, registradores y hasta jueces (he sido testigo) sienten una enfermiza aversión a toda descripción gráfica, a todo plano, a toda curva de nivel, cuando resulta evidente e innegable que no puede existir historia sin planos, sin mapas; en resumen: sin una cartografía técnica y exacta. Que se lo digan a Cristóbal Colón.
            Un buen amigo e historiador ha publicado que al-Himyari “no se refería a Murcia” cuando hablaba de los túneles “porque a él las cuentas de los metros del túnel no le salían”, o que la curva erosionada del río “no es cierta” cuando la erosión por corriente de agua le entra por los ojos hasta al más neófito, o que los romanos en todo caso, antes de hacer un túnel habrían hecho un canal “junto a la pared rocosa”.
           

La erosión producida por el paso de las aguas forma una curva geomorfológica característica en el lateral de uno de los cerros que flanquean el cauce del río en su margen derecha. Se señala la ubicación de la entrada del túnel
  
Pero eso no es así, la descripción de al-Himyari no admite dudas. El que el cauce del Segura describía un amplio círculo tampoco, ya que la geología lo dice muy claramente. Y con respecto a hacer un canal perimetral por la pared rocosa, esto es infinitamente más costoso de realizar y de mantener que un túnel. Cualquier técnico e incluso cualquier maestro de obras puede certificarlo.
            Como simple detalle puedo asegurar, como testigo de ello, que tres obreros realizaron, hace unos 50 años, un túnel de 1´10 x 2 metros y 500 metros de longitud en poco más de diez meses en un terreno muy similar al que nos ocupa. Podemos imaginarnos lo que los romanos, con una mano de obra inagotable, turnos de 24 horas y sin fiestas, podían hacer. Y además los túneles eran su especialidad. Nos basta, sin ir más lejos, con hacer un recorrido por las obras romanas en España.


Pared rocosa erosionada por las aguas que obliga a esas aguas a dirigirse a la presa. No es necesario ser un técnico en estas cuestiones para darse cuenta de las dificultades, costes y mantenimiento, que significaría el intentar realizar un canal exactamente nivelado y adosado a esa pared (1968)


El acueducto de Los Arcos

            El acueducto de Los Arcos es una pieza fundamental en el asunto que estamos tratando, por lo que es una lástima que el profesor D. Antonio González Blanco no pudiese realizar un estudio detallado en el año 1994 de lo que presuntamente podría ser un acueducto romano en un lugar coincidente con el que siglos después construyeron los árabes, pero lo que sí se pudo hacer fue un exhaustivo y documentado estudio arqueológico de Los Arcos (1994-2001) por parte del profesor D. Manuel López Campuzano que probó su origen medieval al menos con referencia a las estructuras a las que pudo tener acceso; pero a la vez sembró algunas dudas al establecer que por ese acueducto se detectaba el paso de tres acequias: la de Barreras o Alquibla, el Turbedal y la Daba, de forma paralela y a diferentes niveles (todo comenzó cuando ante los trabajos de entubamiento de acequias llevados a cabo por la CHS ocurrieron una serie de discusiones aireadas en la prensa). Las continúas reparaciones y acoples de los tres acueductos a lo largo del tiempo hicieron muy difícil la labor de investigación de los arqueólogos, aún así, de su trabajo se desprenden, simplificando, los siguientes considerandos:
A-   El acueducto más antiguo es el correspondiente a la Alquibla.
B-   Le sigue el del Turbedal.
C-   El llamado de la Daba es el más moderno.
D-   El del Turbedal es de “crecida” cuando venga agua por el “azud mayor”.
E-   También se dice que posiblemente se hace rafa (parada) en la acequia Mayor para llevar agua al Turbedal y regar los campos de Sangonera.
F-    La Daba es acequia antigua (s. XIII) pero sin embargo su acueducto es el más moderno.

Planta y sección de Los Arcos según datos de los planos realizados por López Campuzano. En ellos claramente nombra a las acequias de Barreras, Turbedal y Daba, con un estudio incompleto de todo ello por no haber podido profundizar en las estructuras según manifiesta el citado profesor
           
 La estructura, tanto en su realidad física como en su interpretación presenta varias dudas, teniendo en cuenta que tanto el Turbedal como la Daba son consideradas acequias antiguas al igual que la acequia Mayor de Barreras o Alquibla.
            Vemos que nos encontramos con tres acequias que discurren por tres acueductos adosados de diferentes épocas, pero que no se encuentra justificación para la existencia de dos de ellas: Turbedal y Daba.

            En primer lugar nos encontramos con la acequia de Barreras. No parece existir problema. La acequia nace en el Azud y discurre claramente hasta llegar a la Rambla de Las Zorreras en donde es necesario construir un acueducto. Perfecto.

            En segundo lugar nos aparece la acequia del Turbedal presentando un recrecimiento de la solera de más de dos metros con respecto a la solera de la Alquibla, y se dan las razones de que podía corresponder a una rafa en la acequia Mayor para dar agua a las tierras de Sangonera o bien, porque tenemos versiones contradictorias, esta acequia llevaba agua solamente cuando el “azud venía crecido” (Torres Fontes sobre el Turbedal para finales del siglo XIV).
Lo de la rafa no se entiende, porque para elevar el nivel unos 2 metros tendríamos que remontarnos acequia arriba varios centenares de metros requiriendo una estructura de la que no existe rastro, y además lo tendríamos mucho más sencillo con hacer una toma abierta una vez pasados Los Arcos, tal y como está en la actualidad, sin necesidad de hacer un costoso acueducto para unos metros más abajo llegar al mismo punto de cota sin coste ni mantenimiento alguno. No existe por lo tanto ninguna ganancia. Carece absolutamente de sentido ese argumento.
            Más enigmático y desconcertante es lo aportado por Torres Fontes sobre el que esta acequia solamente funcionaba cuando el “azud venía crecido”. Sencillamente no se comprende (luego veremos el porqué). No se entiende qué relación puede tener que al Azud llegue más o menos agua con el que en Los Arcos exista un recrecimiento de 2 metros de la obra a partir de la solera de la acequia de Barreras. No tiene explicación. Como no tiene explicación el decir que la acequia del Turbedal pasaba por Los Arcos y que no se defina su cauce aguas arriba, que no se diga de dónde venía, si venía del río o venía de la Alquibla; en fin, cuál era su origen, porque desde luego entre el Azud y Los Arcos no existe documentada más acequia que la de Barreras, ni puede haberla.


Situación que encontrarnos en Los Arcos con el paso de tres acequias y su posible conexión con el canal procedente del túnel que no corresponde a otra cosa que a la acequia del Turbedal. A la derecha fotografía de Los Arcos en 1968. En la parte derecha de la foto se aprecia la toma abierta de la acequia de la Daba, y a la izquierda la solera, en seco, que se llama del Turbedal y que no puede ser otra cosa que los restos del antiguo canal romano procedente del túnel. Supuestamente. Plano 1/25.000 de la Huerta de Murcia. Instituto Geográfico Nacional

            Llegados a este punto, si tenemos en cuenta todo lo visto hasta ahora sobre el túnel del Azud y observamos en detalle los planos realizados de Los Arcos por el profesor López Campuzano, podemos plantear la siguiente hipótesis:
            1º. Lo que se llama acueducto del Turbedal no es otra cosa que el acueducto del canal continuación del túnel romano. De ahí su situación oeste en el acueducto general y sobre todo sus dimensiones. Si en el anterior plano de la sección colocamos un muro (hoy desaparecido, y lo señalamos en tono rojizo) vemos que la anchura restante que nos queda es exactamente igual a la del túnel. Otra curiosa coincidencia.
            2º. Su diferencia de nivel respecto a la acequia Mayor corresponde al nivel que arrastraba ese canal desde el río, a través del túnel, diferente del nivel que traía la acequia Mayor que tenía un punto de captación más bajo (56 metros la acequia y 59´70 metros el túnel).
            3º. Cuando se hizo el acueducto de la acequia Mayor ese acueducto llamado ahora del Turbedal ya debía de existir, pero supuestamente reparaciones y revestimientos sucesivos han ocultado o hecho desaparecer su fábrica original.
            4º. Ese canal se mantuvo independiente de la nueva acequia ya que llevaba el agua directamente a la costera sur del valle y tenía sus propios derechos.
            5º. En un determinado momento, posiblemente en el siglo XV, al hacer unas rectificaciones en el cauce de la Alquibla, se unieron ambos cauces entre Los Arcos y el emplazamiento de la actual noria (unos 200 metros), para luego seguir independiente cada uno de ellos tal y como siempre habían estado. El mismo caudal que esporádicamente entraba a la Alquibla desde el Turbedal, salía de la Alquibla hacia el Turbedal unos metros más abajo, porque en esa época ya el funcionamiento autónomo de esta acequia hacía tiempo que había cesado y ahora se alimentaba de la acequia Mayor.
            6º. Cuando en el año 1393 se dice que los Fajardo rompen el acueducto de la acequia Mayor y dejan sin agua a la huerta, no destrozan sin embargo el Turbedal ni la Daba, cuando éstos aparecen unidos. No encaja. Pero es que los Fajardo no debieron romper el acueducto sobre la Rambla de las Zorreras, sino que posiblemente rompen otro más débil, el acueducto del Azarbón, o el de La Cañada (lugar del actual acueducto de La Rueda) o bien un posible acueducto sobre el cauce del Guadalentín cerca de su desembocadura en el Segura, junto a la aldea de Alcantarilla.
            7º. La enigmática frase de Torres Fontes de que los herederos de el Turbedal riegan sólo cuando “el azud venía crecido” (finales del siglo XIV), a la que no es posible encontrarle explicación alguna, sí que podemos encontrársela si tenemos en cuenta que ese Turbedal era en realidad el canal que procedía del túnel del Azud, y que dada su altura sobre las aguas, no era abastecido de una corriente continua de agua, sino que solamente entraba agua en el túnel cuando el nivel del río subía lo suficiente, porque ya en esas fechas los riegos por acequias árabes estaban en pleno funcionamiento y el sistema de abastecimiento de agua a los túneles de forma continúa por una posible presa ya no existía. Don Juan Torres Fontes, cuando publiqué “Topografía y evolución urbana de Alcantarilla” en el año 1999 tuvo la deferencia de enviarme una atenta carta felicitándome y diciéndome que muchas de las dudas que existían sobre este tema quedaban para él aclaradas, comentando la necesidad de que los historiadores debían de tener en consideración más a menudo los condicionantes cartográficos y técnicos. 
            8º. Este canal, unido con el túnel, estuvo en funcionamiento esporádico posiblemente hasta los inicios del siglo XVI en el que ya se habla de que sus aguas son también utilizadas desde hacía tiempo por los regantes en el trayecto hasta La Alberca. Deja de ser un canal exclusivo. Al-Himyari, siglo XV, habla de los riegos del túnel en presente, no en pasado (así al menos se expresa en las traducciones), y de su descripción parece desprenderse una cierta separación entre los riegos “antiguos” y los “modernos” realizados por los árabes.
            9º. En esa época se derriba el muro que lo separaba de la acequia Mayor en Los Arcos por carecer ya de sentido y se abandona el canal del túnel al haber quedado inutilizado por posibles problemas de mantenimiento o de cota de entrada de aguas en función de las sucesivas obras del Azud. La sección del plano de Los Arcos queda entonces como lo está actualmente, con un necesario muro de refuerzo lateral de un metro de anchura entre ambos acueductos para evitar los empujes laterales de la acequia Mayor sobre ese antiguo acueducto, más estrecho y más débil, y desde luego no diseñado para soportar ese tipo de empujes laterales.
            10º. El profesor López Campuzano no detecta restos de obra romana posiblemente porque el acueducto original, tras varias roturas, pudiese haber sido paulatinamente sustituido, aunque manteniendo la cota de la solera. Pero sí detectó algo el profesor González Blanco en la base del acueducto. Y es posible que ocultos tras los revestimientos realizados a lo largo del tiempo o en la propia cimentación pueda detectarse parte de la obra romana.
            11º. El relacionar el Turbedal con el Guadalentín como recogedor de las aguas de éste es algo que no se sostiene: la capacidad de esta acequia comparada con una avenida del Guadalentín es irrisoria; y en el propio Guadalentín, conforme se fue desviando su cauce cada vez más hacia la derecha, se fueron creando sus propios sistemas hídricos. Cuando se hizo el canal del Turbedal, el Guadalentín, con un cauce definido, desembocaba en el Segura junto a la población de Alcantarilla (a la que un día destruyó) y el Turbedal debió tener un acueducto para sortearlo. No parece tampoco sostenible el identificar por separado el que llaman canal del Turbedal como recogedor de las aguas del Guadalentín, y la acequia del Turbedal procedente del Azud, porque en ese caso se descartarían los riegos de la zona sur de Murcia tal como prueba la arqueología y los escritos de al-Himyari, y tendríamos el problema de identificar de en dónde se encontraba entonces el canal romano.
            12º. Al-Himyari dice además que “todos los regadíos abastecidos desde el río de Murcia se derivan de estos dos canales, exceptuando los que se benefician de agua elevada mediante ruedas hidráulicas o de tracción animal. Entre el lugar de estas dos perforaciones y Murcia hay 6 millas”. Si medimos en línea recta la distancia señalada por al-Himyari nos arroja la cifra de 8 km al centro de Murcia, es decir, 5´6 millas.  
            13º. El Turbedal es además, en cuanto a su trazado, una acequia atípica (a pesar de las alteraciones modernas de su último tramo), ya que al contrario de las acequias árabes mantiene sus tramos rectos. No divaga, no se adapta al terreno tal y como nos encontramos en las acequias árabes, que no buscaban un destino final sino un aprovechamiento a todo lo largo de su recorrido. Sus cometidos eran diferentes.


Trazado del Turbedal desde el túnel del Azud hasta la zona de La Alberca-Algezares

            14º. Por lo tanto, todo parece indicar que el Turbedal fue un canal romano, el correspondiente a la margen derecha del Segura, que nacía en un túnel y llegaba directamente, sin riegos intermedios de entidad, hasta La Alberca-Algezares, manteniéndose en funcionamiento hasta la actualidad excepto en su primer tramo de unos 2 kilómetros. Se presupone por lo tanto que es la acequia más antigua de la Huerta de Murcia, ya que la correspondiente al canal norte ha desaparecido.

            Y en tercer lugar tenemos el asunto de la Daba. Esta acequia fue creada para abastecer de regadío una zona de cota superior a la acequia de la Alquibla e inferior a la del Turbedal (una zona denominada El Fondón hasta el siglo XIX y de ahí posiblemente proceda su nombre, o debido a la escasa velocidad de sus aguas y no de fantasiosas albercas, lagos o lagunas en la zona de Las Zorreras); y esta zona no podía ser regada por el Turbedal por estar en esa época sus aguas destinadas íntegramente (o casi) a la zona de La Alberca-Algezares. Posteriormente no, evidentemente.
            La Daba rodea el Cabezo del Agua Salada buscando el conseguir una pendiente mínima para abarcar un territorio mayor, llegando a pasar por encima de su acequia madre unos metros más allá del actual Museo de la Huerta.
            El que se denomine en Los Arcos a uno de los acueductos como el “de la Daba” puede dar lugar a varias interpretaciones que no procede ahora considerar por no afectar al tema que nos ocupa. Sin embargo pueden enumerarse varias hipótesis: pudo tratarse de un acueducto fallido al elevar demasiado la cota; pudo ser un acueducto de socorro ante reparaciones de la acequia Mayor (difícil, por la diferencia de cota), o se trató de un acueducto utilizado y luego abandonado. Sea como fuere, el tema está pendiente de un estudio y posiblemente, caso de que un día este paraje sea adecentado como sería de desear y deje de ser un vertedero como lo es actualmente, podría valorarse su demolición para dejar libres los acueductos originales, siempre en función y consideración del criterio del Servicio de Patrimonio Histórico.
           

La toma de agua del túnel

            Hemos visto todo lo referente a los túneles en cuanto a planta geométrica e hipótesis sobre su funcionamiento se refiere, y hemos llegado a la conclusión de que este sistema hidráulico debía ser de origen romano y convivió durante centenares de años con el sistema de regadío árabe del cual era complementario para las zonas de las costeras norte y sur de la Huerta de Murcia, pero nos queda comprobar algo muy importante que es el cómo el agua del río accedía a los túneles, al menos al de la margen derecha que es el que podemos conocer, porque el correspondiente a la margen izquierda, como ya se ha dicho, no ha sido localizada su entrada.

            Que el río discurría junto al escarpe de su margen derecha está fuera de toda duda porque la geomorfología así lo confirma, mientras que su margen izquierda acumulaba aluviones de acuerdo con el funcionamiento normal del cauce de un río que discurre dentro de un lecho sujeto a regulares avenidas. Sin embargo, ese normal funcionamiento del cauce de un río en una curva se ve anormalmente alterado ya desde antes de la llegada de los árabes, posiblemente por una disminución de caudal, y los niveles y situación de los aterramientos prueban que ese cauce se fue separando paulatinamente de su margen derecha. Sería interesante conocer los proyectos para la construcción del ferrocarril hacia el año 1860 para conocer cuál era el cauce del río en esos momentos.
            Basta ver el plano de la zona para advertir como un forzado cauce y un forzado desmonte en la margen izquierda canalizan al río de forma paralela al ferrocarril alejándolo de su cauce natural.


Al río se le obliga a mantenerse paralelo al nuevo trazado del ferrocarril, eliminando para ello parte de su margen izquierdo y dando lugar con ello a la existencia de una curva acodada absolutamente forzada 

            En cualquier caso, lo primero es estudiar la nivelación del río, antes y después de la presa con referencia a la entrada del túnel, ya que de sus resultados se podrá suponer una u otra hipótesis de cómo el agua se introducía en ese túnel y por lo tanto en el canal de regadío que abastecía la zona de La Alberca-Algezares y parte de Alcantarilla, ya que los rastros de centuriación están ahí, detectados sobre el terreno, así como la presencia romana en la margen derecha de ese canal.
            Para esa nivelación se ha utilizado el vuelo aereofotogramétrico del Ayuntamiento de Murcia así como planos antiguos de la Contraparada, coincidiendo todos ellos en que tenemos una altura de presa de seis/siete metros, similar a la que existe en otros documentos (como ejemplos, Cascales da una altura de 8´35 metros, Díaz Cassou 7´60 metros y en un plano de 1938 se dan 7´13 metros). Aparte se ha realizado nivelación taquimétrica de la boca del túnel como comprobación.


Nivelación del túnel respecto al río. La solera del túnel se encuentra a menos de 4 metros de altura sobre el nivel actual de las aguas y de la coronación de la presa, y a 10/11 metros de altura sobre las aguas una vez sobrepasada la presa (no se han tenido en cuenta fracciones de metro ni la profundidad del circunstancial cauce en cada tramo)


Antiguo plano de la presa del Azud con nivelación taquimétrica (hacia 1950)

            Resulta evidente que si toda la parte de poniente de la vía férrea se encuentra a cota de 59 y esta zona era el antiguo cauce del río (con todos los sedimentos que se quiera, y que se calcula sobre un metro máximo), la base del túnel se encuentra a menos de un metro de altura sobre esa cota (los escombros impiden una medición exacta), por lo que era posible la entrada directa de agua desde el río.
            Ahora bien, el actual nivel del río es de 56 metros, el mismo que la acequia de la Alquibla, por lo que la boca del túnel se encuentra a unos 3´50 metros sobre ese nivel actual de las aguas y, por lo tanto, sobre la altura de coronación de la presa.
            Y si en la época romana la cota de las aguas debía oscilar sobre la cota 60/61 (el aterramiento actual tiene cota 59) y ahora el agua tiene una cota sobre los 49 metros después de la presa, resulta evidente que esa diferencia de cota de más de 10 metros no resulta explicable, la construcción del azud evidentemente no lo justifica, y habría sido interesante que cualquier historiador hubiese estudiado el funcionamiento del río teniendo en cuenta estos datos.

            Nada parece encajar, pero antes de analizar los datos históricos conviene hacerse una idea de las características topográficas y geomorfológicas de toda la zona del Azud, porque de ello se podrían obtener algunos factores que permitan considerar las oportunas hipótesis. Hay que tener en cuenta que el paisaje del Azud ha sufrido una gran cantidad de alteraciones, soportando terraplenados, explanaciones, dragados, cultivos, edificaciones, depósitos, cambio de cauce de río, presas y hasta el paso del ferrocarril. Su aspecto hoy es irreconocible del que debía tener en su origen.

 
 Paisaje actual del Azud (1998). Al fondo la autovía bajo la cual llega el Segura, que describía una amplia curva en la parte izquierda, erosionando y modelando las lomas. En el centro, lo que parece un islote, son los restos explanados y desmontados de la antigua loma que procedente de las elevaciones situadas a levante, se unía a los altos de la parte derecha cerrando el paso al río

El Segura, en determinada época geológica, se encuentra en su trayecto con una barrera de materiales terciarios que va socavando para poder entrar en el valle, a la vez que éstos le conducen y dan forma a su cauce. Mientras, esta retención crearía una zona de laguna aguas arriba. Esto es una evidencia que está escrita en la geología y en la topografía.
El río, en su trabajo de rotura de la barrera, tuvo que pasar de un salto brusco en cascada a una zona de rápidos en función temporal del desgaste de la roca, por lo que posiblemente a la llegada de los romanos existiera en este punto una zona de pequeñas cascadas o rápidos de unos ocho a diez metros de altura.

Probable existencia de una represa natural que podría suponer el salvar un desnivel de unos ocho a diez metros

            La existencia de esa represa natural puede perfectamente arrojarnos como cota de las aguas los 58/59 metros antes de llegar a ella, que acabarían, unos 200 metros corriente abajo, en unos 48/49 metros de cota.
            Usando los actuales planos topográficos con nivelación de centímetros, es posible el realizar una aproximación a la topografía primitiva de la zona antes de que el hombre hiciese su aparición y cuál era el punto de encuentro de la barrera rocosa que cerraba el paso al río.
             

Cotas de altimetría actuales en base a las cuales es posible reconstruir una topografía primitiva de la zona


                                   

Altimetría de la zona en una época muy anterior a la actividad humana. La barrera de cabezos y lomas es rota por el río. Este río se ciñe y erosiona su margen derecha mientras acumula aluviones en la margen izquierda. La cota 65 se marca como límite de la zona contemplada y da una idea general de la topografía del terreno. El túnel se marca con una línea recta azul. En la parte alta el lecho estaría sobre la cota 58 y en la parte inferior lo estaría sobre la 55, pasando una arista sobre los 61. Dentro de esta zona del lecho se movería el cauce que lógicamente sería de 4 a 6 metros más profundo. En miles de años, según el río se fue abriendo paso, estas cotas sufrirían la correspondiente reducción y retroceso en la represa hasta llegar a la situación actual

            En época romana, el inicio de este rápido debería encontrarse sobre los 57 metros de cota con algo más de un metro de profundidad del agua, por lo que para que pudiese entrar el agua en el túnel habría bastado con realizar una presa de algo más de 3 metros de altura con altura de coronación en algo más de la cota 60 y cimentando sobre los suelos firmes anteriores al rápido.
            En su momento, ya apunté esa posibilidad (“Topografía y…”, pág. 53 a 55), añadiendo además el posible uso de norias hidráulicas caso de no haberse realizado una presa. Hoy considero que, dada la importancia de los lugares a donde iba destinada el agua y en función de lo últimamente aportado por los arqueólogos: los romanos sí construyeron una presa en el Río Segura.



Plano publicado en 1999 en donde se apuntaba la posibilidad de la existencia de una presa romana para poder suministrar agua a los túneles con los que se regaba la parte norte y sur de la huerta


Ubicación de la posible presa romana sobre el Río Segura, antes de iniciarse el rápido de dicho río, a fin de poder aportar agua a los túneles, con coronación aproximada en algo más de la cota 60. La presa actual la tiene en la cota 55´80 metros

            La decadencia del imperio, y los años difíciles que vinieron a continuación pudo significar que el mantenimiento de la presa o azud no se realizase, y las continuas avenidas del río acabasen dañándola disminuyendo con ello el caudal de agua que entraba en los canales.
            Los árabes se encontraron pues a su llegada con unos canales que funcionaban precariamente y una gran extensión de terreno que podían cultivar si existiese dotación de agua, teniendo en el río un antiguo azud en malas condiciones pero cuya reparación no interesaba puesto que el caudal de agua que podían suministrar esos túneles no era suficiente para sus aspiraciones de crear unas grandes zonas de regadío.
            Se decidió pues el realizar una nueva, o mejor complementaria, red de regadío que incluía acequias y el oportuno azud. Según el profesor Robert Pocklington esto debió ocurrir en la primera mitad del siglo XI (entre los años 1000 y 1050), por lo que hasta ese momento todos los regadíos de la Huerta de Murcia lo habían sido a través de los túneles, tal y como al-Hamyari había dicho, aunque ya posiblemente en esos momentos, de la presa romana solamente debían quedar unos restos que pudieron ser reutilizados en la nueva presa.
            Para la construcción del nuevo azud se buscó la cota mínima para reducir costes y sobre todo hacerle menos vulnerable a las fuertes avenidas del río, dándole una anchura suficiente para evitar socavamientos y adaptarse además al perfil del rápido o represa. Así, el nivel del agua de la toma de la Alquibla coincidente con la coronación de la presa se coloca a 56 metros de cota que obliga a que prácticamente en los primeros 6 kilómetros de su recorrido, girando a levante para buscar las nuevas zonas regables, su pendiente solamente descienda un metro (Puebla de Soto se encuentra a cota 55), para luego bajar 3 metros en sólo 1 km, 2 metros más en otro kilómetro y otros 2 metros en 500 metros ya en Aljucer, buscando el separarse de la sierra que era una zona cubierta por el Turbedal; es decir, pasa de tener un perfil casi plano a tener una pendiente del 2´5 ‰ en los 2 km siguientes.
Aún así, las roturas del azud a lo largo de la historia fueron muy numerosas y precisamente estas continuas roturas y modificaciones han borrado o han dado lugar a que estén enterrados todos los restos que pudiesen existir de estructuras originales.


La sequía de 1968 dejó al descubierto parte de los sillares sobre los que se asienta la presa

Quedan lógicamente muchas incógnitas sobre el azud, pero sí puede ser conveniente el exponer una de ellas con referencia al texto que dice: “la presa estaba realizada con fuertes estacas o pilotes clavados al tresbolillo formando filas con maderos longitudinales y transversales que cortaban el río y los huecos rellenos con grandes piedras” (Díaz Cassou).
El pensar que unas estacas y maderos formando un entramado de más de siete metros de altura era suficiente para contener a un río como el Segura, ya de por sí un cauce de peligrosas avenidas y alimentado además por grandes ramblas torrenciales por ambas márgenes, no puede ser creíble. Pero tampoco puede ponerse en duda el contenido del documento. La explicación podría ser el que inicialmente, antes o durante, la construcción de la primera presa árabe, y apoyándose en el suelo del rápido, se hiciese en esa forma, con maderas y piedras recicladas de la presa romana, una presa provisional de retención que tendría sobre 2 metros de altura según puede verse en el perfil que se presenta a continuación. Eso sí podría ser creíble.


Perfil convencional superpuesto representando la línea original existente así como las estructuras hidráulicas supuestamente realizadas en el azud en época romana y árabe de acuerdo con las hipótesis expuestas

            Hemos visto he intentado explicar, aportando una serie de datos, la posibilidad de que los romanos hiciesen una presa en la actual Contraparada, dos túneles con sus correspondientes prolongaciones hasta las costeras norte y sur del valle y regasen con ello unas 400/600 hectáreas (4/6 km2) de suelo, siendo la actual acequia de el Turbedal junto con el túnel lo que nos queda del canal sur. También se ha intentado ver la evolución de las soluciones hidráulicas en la Contraparada a través del tiempo. Al final, los historiadores y sobre todo los arqueólogos, que son los que pisan el terreno, tendrán que decir la última palabra.


Los romanos en Alcantarilla

            Decía el canónigo Don Juan Lozano Santa (1794) sobre Alcantarilla y su época romana unas frases que se considera hay que tener presentes por su importancia, por lo que las reproduzco a continuación:
            “La Buznegra contigua a la citada Alcantarilla, hoy reducida a señorío de cuarenta casas y una granja, posesión de la acendrada Casa de Rocamora, ofrece monedas romanas, barros de Sagunto y otras antigüedades con abundancia. Entre las monedas descubiertas en la Buznegra sólo han llegado algunas a mi mano, y son romanas, tanto del bajo como del alto imperio.
            He visto además fragmentos de pared bien antiguos y dispersos. Su plaza tiene cuajado el suelo de barro saguntino; las reliquias y pedazos de ese barro son finos hasta lo último. Después de una lluvia el suelo brilla con la reverberación de tantos espejuelos, según informa el Vicario. Traje conmigo algunos de estos casquillos delicadamente bruñidos. Por el ocaso de esta aldea, como por el de la villa de Alcantarilla, población de cinco mil habitantes, corre la calzada romana con total rectitud y bien conservada. La sencillez de aquellos buenos labradores dice que por este camino se iba a Roma en lo antiguo. Este es el Camino Romano que parte de Cartagena para Archena, busca las inmediaciones de Caudete y Alpera corriendo a Setabi, o San Felipe, que parece su término. Vanamente se buscaría en el itinerario de Antonino.
            La Alcantarilla, casi unida a la Buznegra, nos ha rendido iguales testimonios. Es lugar nuevo, según el nombre, como también Buznegra. Pero aún que sus denominaciones sean arábigas, los vestigios del suelo deciden por lo romano.
            En efecto, desde Alcantarilla o Cantariella hasta el Puente de las Ovejas sobre el Segura, que hace su norte, y de quien dista sobre un cuarto de legua, todo es población romana. Los colladitos de su intermedio, plantío de olivos y vides, señalan la ciudad arruinada que yace bajo estas prominencias, las cuales se ven salpicadas de tejos, ladrillos y cascos de vasijas, no obstante de ser labrado frecuentemente el terreno. Barro saguntino esparcido y derramado se halla aquí, de cuya especie traje conmigo algunos cascos.
            En el mismo intermedio, no lejos del Javalí, cedió la tierra a la reja de un arado, hace como dos años, ante una hermosa y bien conservada ánfora romana. Es angosta y de cinco palmos de longitud, sobre tres dedos, y con su punta larga por remate”.

            Excepcional descripción de Lozano que solamente incurre en una inexactitud al considerar que el llamado Camino de los Romanos era la vía hacia Cartagena, cuando en realidad era la vía que unía Mazarrón, importante centro pesquero, con la meseta. La vía de Cartagena se encuentra en el lado opuesto, en el llamado Camino de La Morda o Camino de los Soldados, que enfila directamente al Puerto de la Cadena.

            Cuando en el año 1994 se aseguraba en la prensa que por Los Arcos pasaba una calzada romana se cometían en mi opinión dos fallos: uno el considerar que los romanos hicieran un viaducto para cruzar una pequeña rambla que podían cruzar sin problema unos metros más arriba; y otro el que ese punto no coincide con el trazado de ninguna de las vías que podían pasar por la zona.
            En Alcantarilla se encontraban cuatro vías romanas: la de Cartagena hacia Chinchilla por Archena que venía recta desde el Puerto de la Cadena, orilla del Turbedal, Calle Mula y antigua Calle del Cementerio para unirse a la vía de Mazarrón; la de Elche-Monteagudo a Lorca que procedía por la Senda de Granada y cruzaba el río en un puente de barcas junto a la que luego fue Alcantarilla siguiendo luego por la que ahora es Calle Mayor, Calle Ángel Galindo y Calle Menorca; la de Mazarrón a Chinchilla, por el llamado Camino de los Romanos y camino rural pasando la Rambla de Las Zorreras hasta la Calle Real de Javalí Nuevo para seguir a Archena pasando al oeste del azud; y la que comunicaba con Cehegín y la parte alta de Murcia por el llamado Antiguo Camino de Mula por el Cabezo Verde, hoy en parte Calle del perito Juan López.
            A finales del siglo XIX, D. Emilio López Palacios, médico de la población, “le dio” por coleccionar grandes piedras con “rayajos” que depositaba en un solar de su propiedad sito en la Calle Mayor junto a la Posada del Viruta, callejón por medio. Este solar era conocido como “el bancal de las piedras de D. Emilio”. Nunca sabremos si lo que coleccionaba D. Emilio eran miliarios, inscripciones lapidarias romanas u otra cosa, pero él, como persona culta que era, sí debía saber lo que eran cuando se molestó en guardar tantas “piedras”.  
             



Supuestas vías romanas que cruzaban el actual término de Alcantarilla en función de todos los datos documentales y arqueológicos detectados hasta ahora. Se señala como canal romano la luego denominada acequia del Turbedal, así como la situación de los hallazgos ibéricos y romanos y la topografía de la zona


Lugar en la Rambla de las Zorreras por donde debía discurrir la vía romana sin necesidad de salvar desniveles acusados. A un metro de profundidad aproximadamente existen unas grandes losas de piedra. Este sitio se encuentra a unos 300 metros, aguas arriba, del acueducto de Los Arcos

            Esta situación estratégica del solar de Alcantarilla resultó fundamental para su creación y posterior progreso. Ya antes de la llegada de los romanos se daba en ella un caso singular como era la existencia del poblado ibérico del Cabezo del Agua Salada, el único emplazamiento situado en pleno valle, y su posible y obligada reubicación, ya en época romana a la zona de la Avenida de Santa Ana.
            Lozano es categórico en su relato sobre la existencia de restos romanos, pero es que resulta que Lozano decía absolutamente la verdad. Desde siempre, en determinadas zonas de Alcantarilla han estado apareciendo restos a los que no se les daba la menor importancia, tanto de cerámica como de construcciones, y no es hasta los años sesenta, cuando se hace el descubrimiento de la necrópolis en la Calle Hurtado Lorente, cuando comienza a existir una tímida conciencia de que podía haber una historia enterrada de la que nada se conocía.

            Aparte del enorme interés que presenta la Voz Negra (Buznegra), existen dos zonas principales (hay otras localizaciones puntuales) en el actual casco urbano en donde, de siempre, se ha detectado una mayor cantidad de hallazgos: la zona Calle Cartagena-Avenida de Santa Ana y la zona situada entre la actual carretera del Javalí y la vía férrea.
            Caso aparte el citado poblado del Agua Salada que debe encerrar una enorme cantidad de material, en este caso ibérico, y que sería muy interesante que ahora que no tiene cultivos y la propiedad es cooperante, se procediese a su excavación. En ese sentido me consta el interés de la nueva concejal de Cultura Dª María Luisa Martínez León.

            Pero con respecto a la ocupación romana puede decirse que casi todo ha desaparecido debido a encontrarse dentro del casco urbano ya edificado, con la salvedad de la Calle Hurtado Lorente, en la que por tratarse de edificaciones antiguas, con somera cimentación, pudiera encontrarse casi intacta la necrópolis allí existente cuando se proceda a la renovación de edificaciones.
            La zona de la carretera del Javali fue abancalada hace más de 70 años y en esos desmontes aparecieron restos de cimentaciones, molinos, cerámica y monedas. Pero en esos momentos nadie le concedió a este hecho la menor importancia. Eran cosas de “los moros”, y la administración pública carecía de departamento alguno para controlar el patrimonio. Solamente queda sin desmontar una parcela frente a la antigua “Provimi”. Sería oportuno estar atentos al igual que en el caso de la Calle Hurtado Lorente.

            No obstante, a raíz del descubrimiento de esa Calle Hurtado Lorente, surgió una persona en Alcantarilla que por su cuenta, ante la falta de cooperación oficial, pero siempre en contacto con los organismos universitarios, y entre el escepticismo general, visitaba las excavaciones de las obras e intentaba rescatar todo aquello que podía; observando y documentando la estratigrafía que aparecía en esas excavaciones. Gracias a esa persona tenemos ahora sobre Alcantarilla una visión muy diferente e inesperada de la que se le suponía que era, a la vez que sus publicaciones prueban que Alcantarilla tuvo una población romana de una cierta importancia, y todo esto era algo absolutamente desconocido, ya que por regla general se consideraba al canónigo Lozano como una persona “que veía restos romanos por todas partes”.
            Esa persona es el profesor Daniel Serrano Várez, un buen amigo y con el que Alcantarilla siempre tendrá una deuda de gratitud por haber salvado y puesto a disposición de todos sus habitantes sus investigaciones sobre su historia.
            Cabe preguntarse qué habría pasado y cuantos datos y restos arqueológicos tendríamos ahora si, desde el momento en que se detectaron los primeros hallazgos, el ayuntamiento se hubiese erigido en promotor y hubiese solicitado ayuda a los diversos organismos competentes en ello.


Lugares con hallazgos romanos en su mayor parte localizados por Daniel Serrano Várez. Obsérvese la relación entre la topografía y los asentamientos correspondientes a las villas

            Ahora queda por excavar la antigua ubicación de Alcantarilla junto al río. Otro lugar sobre el cual procedería que el ayuntamiento estuviese atento a cualquier movimiento de tierras y que incluso ya, solicitase la oportuna excavación. Podría conocerse con ello la estructura urbana de la población y la posibilidad de localizar niveles romanos anteriores a ella.

            Volviendo a la zona de hallazgos romanos de la carretera de Javalí Nuevo, llama la atención la cantidad de mampuestos, sillarejos y ladrillos que los agricultores han utilizado para reforzar los quijeros de la Rambla de las Zorreras. Resulta extraño que en una zona en la que no existen, ni han existido edificaciones, exista esa cantidad de escombros que presumiblemente eran extraídos de los bancales por estorbar para los cultivos e incluso de una posible calzada romana. Sería interesante la opinión del Servicio de Patrimonio Histórico al respecto.

            Por lo tanto, todo parece indicar que en la zona de Alcantarilla existió una importante ocupación romana de índole agrícola formada por varias villas, aparte de un poblado iberorromano, a la vez que contaba con el paso estratégico del río y el cruce de varias calzadas o vías, por lo que no hay que descartar la existencia de alguna Mansión y de algún puesto militar en el lugar en el que luego nació la Alcantarilla medieval, junto al paso del río.


Quijeros de la Rambla de Las Zorreras reforzados con diferentes tipos de piedras, sillarejos, lajas y ladrillos


Plano general entre la actual carretera de Javalí Nuevo y el Segura, con la localización de los temas que se tratan en el texto. Plano aereofotogramétrico del término de Alcantarilla. 1974. Escala 1/2.000


Conclusiones

            En función de lo anteriormente expuesto se consideran las hipótesis siguientes:

            El asentamiento más antiguo en la zona de Alcantarilla es el poblado ibérico del Cabezo del Agua Salada.
            Este poblado pudo ser trasladado por los romanos a Calle Cartagena-Avenida de Santa Ana.
Los romanos construyeron una presa en el lugar del azud antes de llegar a una represa o rápido natural existente en el río.
            Realizaron dos túneles con los que se regaban las costeras norte y sur del valle del Segura, zonas de Cabezo de Torres-Monteagudo y Alcantarilla-La Alberca-Algezares. Estuvieron en funcionamiento centenares de años.
            En la Rambla de Las Zorreras realizaron un acueducto para ese canal.
            Ese canal de la margen derecha coincide con la actual acequia del Turbedal.
            El término de Alcantarilla era cruzado por varias vías romanas y el río por un puente de barcas.
            Existían villas romanas en la Voz Negra, Avenida de Santa Ana, el Potrox y posiblemente en la antigua Cuesta de Mareo. En la Calle Cartagena pudo existir una Mansión de servicio a las calzadas.

            Por lo tanto, Alcantarilla, en contra de lo que pueda creerse, cuenta con potenciales lugares de interés histórico para los arqueólogos, y por lo tanto para su historia, que son:
            El importantísimo enclave del Cabezo del Agua Salada.
            Solar de la Alcantarilla medieval en la carretera a Puebla de Soto.
            Parcela frente a “Provimi” con posibles restos romanos.
            Calle Hurtado Lorente.
            Calle Cartagena.
            y Cuesta De Mareo.

            Por último quiero rendir un recuerdo a quien me acompañó a excavar en los túneles para “encontrar tesoros”, a quien me avisaba de cualquier indicio arqueológico que se presentaba (que existen muchos más), a quien le pidió a la empresa los estudios geotécnicos, a quien a veces me decía disparates pero que siempre había algo de verdad en el fondo, a quien vivía su vida, a quien era un amigo.