Pedro L. Cascales López
Adenda
Sobre este tema puede consultarse
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de fecha 23-12-2019
De manera sistemática se ha
adjudicado a los árabes la creación del regadío de la huerta de Murcia y esto
es algo que resulta evidente, pero solamente en parte. Algunos historiadores
consideran que los regadíos iniciales, que marcaron la idea y comenzaron a
desarrollarla, fueron obra del imperio romano, y este pensamiento parece que
poco a poco va adquiriendo mayor consistencia ante las pruebas incuestionables y
a pesar de existir no pocas reticencias de ciertos sectores medievalistas. Pero
los hechos están ahí y muchas incógnitas no explicadas también. Sobre este tema
se han escrito decenas de trabajos y cientos de páginas.
La ingeniería hidráulica romana
estaba muy por encima de la árabe, no tanto, si se quiere, en cuanto a
conocimientos como a poder de ejecución. El imperio romano funcionaba como una
sola máquina que ejecutaba sin fisuras cualquier proyecto que se ordenaba
realizar, mientras que los árabes, aun conociendo perfectamente el interés de una
obra, eran mucho más dados a luchas tribales y fratricidas que tenían como
consecuencia que el ejecutar grandes proyectos resultase las más de las veces inviable.
Los romanos estudiaron y conocieron
España de una manera como no volvería a conocerse hasta pasados más de mil años
y realizaron obras increíbles tanto por su envergadura como por su ubicación; e
incluso a veces con una supuesta escasa rentabilidad, por lo que resulta poco
creíble que pasaran por alto un enclave agrícola tan potencialmente productivo
como el valle del Guadalentín y del Segura, que además se encontraba tan
cercano a Cartagena y a las minas de Mazarrón y de La Unión, que eran pozos sin
fondo para consumir toda clase de productos agrícolas, con una población
estimada por los historiadores en unas 200.000 personas. Y este valle, entre
Lorca y Orihuela, era el punto más cercano que se encontraba dotado de agua por
dos ríos y numerosos manantiales.
Este tema lo abordo en “Topografía y evolución urbana de
Alcantarilla” (1999) (www.plcascales.com), teniendo
en cuenta lo que los historiadores e investigadores dictaminan pero aplicando a
todo ello una realidad tan contundente como es la topografía de la zona, por lo
que no hace falta incidir ahora en ello; pero todo esto viene a colación para,
moviéndonos siempre en el terreno de hipótesis basadas en sólidos indicios, tratar
de exponer lo que ocurrió en el espacio físico de la hoy Alcantarilla antes de
la llegada de los árabes.
Los
romanos en la Huerta de Murcia
Que en la huerta de Murcia existió
una importante ocupación romana es algo ya probado por la arqueología; y
enclaves como Monteagudo, Espinardo, Cabezo de Torres, La Alberca, Algezares,
Los Garres e incluso la Voz Negra y Alcantarilla con una importancia más que
notable, han presentado numerosos restos de esa ocupación; y hemos de tener en
cuenta, por pura lógica, que se ha descubierto solamente una pequeña parte de
lo que todavía debe encontrarse sepultado (y lo que es peor: destruido),
especialmente en la zona de la Voz Negra, en donde, bajo dos o tres metros de
sedimentos debe de existir una importante cantidad de restos romanos tal y como
documenta el canónigo Lozano e incluso el acta de amojonamiento de 1728.
Y cercano a la Voz Negra, en la zona
de la Calle Cartagena y avenida de Santa Ana está documentada una necrópolis y
un poblado del que de este último no quedan restos porque ya se encargaron las
excavadoras de hacerlos desaparecer. En escasamente un mes Alcantarilla perdió
para siempre una importantísima página de su historia.
Este poblado de la Avenida de Santa
Ana posiblemente fuese el receptor de los habitantes del asentamiento del
Cabezo del Agua Salada, toda vez que los romanos, sistemáticamente, desalojaban
aquellos lugares que por su ubicación topográfica y defensas pudiesen favorecer
cualquier tipo de resistencia. Pero eso nunca lo sabremos. La destrucción
realizada lo ha evitado para siempre.
Todos estos asentamientos, los ya
existentes e incluso los creados por los romanos, tenían su fundamento en los
aprovechamientos agrícolas, sobre todo de cereal, olivo y vid, en los extensos
valles del Segura y del Guadalentín.
Pero desde luego no pudieron pasar
por alto la enorme riqueza agrícola que significaba un río como el Segura y sus
afluentes con un caudal de agua muy superior al actual al no tener ningún tipo
de aprovechamientos desde su nacimiento y existir un régimen de pluviosidad
superior al ahora existente. Los asentamientos romanos no existían si no
existía agua, y ese agua que discurría por el fondo del valle era necesaria
elevarla hasta las cotas más altas de las costeras norte y sur de ese valle; y
sobre todo era necesario que Monteagudo-Cabezo de Torres-Espinardo y La
Alberca-Algezares dispusiesen de agua en abundancia, tanto para los
asentamientos humanos existentes como para el riego de sus zonas agrícolas, de
manera que necesariamente se tuvo que crear una infraestructura para ello, y
esa infraestructura debía partir del Río Segura. No existía otra posibilidad.
El problema consiste en saber cómo lo hicieron.
El valle era una zona atravesada por
el lecho de un río, con varios cauces por divagación, que varias veces al año inundaba
amplias zonas dentro de su lecho natural entre terrazas, ayudando con ello a
mantener almarjales que sobrevivieron hasta el siglo XVIII en algunas zonas del
Segura y hasta mediados del siglo XX en algunas zonas del Guadalentín.
El Segura no discurre por el talweg
o línea de menor profundidad del valle, sino que a partir del Rincón de
Beniscornia el río abandona ese talweg y llega a encontrarse en alguna ocasión
unos 6/7 metros más alto, sin que esa causa pueda achacarse al abombamiento
geomorfológico por arrastres de las avenidas. Esa línea del talweg discurre a
partir del citado Rincón de Beniscornia por Monteagudo y la Orilla del Azarbe (ver “Topografía
y...”, pág. 23 y ss.).
Los asentamientos agrícolas romanos
buscaron por lo tanto las zonas altas del valle que estaban a salvo de avenidas
y de insalubres almarjales pero que en su contra estaban afectadas por el
problema del necesario abastecimiento de agua para sus cultivos y personas.
Altimetría de la Huerta de Murcia con equidistancia de 1
metro según restitución aereofotogramétrica del año 1993 con resolución de
centímetros (vuelo del año 1990, y plano realizado según las hojas topográficas
del Ayuntamiento de Murcia. Servicio de Cartografía). Son muchos los datos que
este plano aporta a pesar de los históricos aluviones, y esos datos explican
algunas incógnitas tanto de época romana como de época árabe
Plano anterior al que se le han aplicado tintas
hipsométricas de 5 metros de equidistancia para lograr una visión de conjunto,
a la vez que se han rotulado los núcleos de la huerta
Plano convencional con el lecho aterrazado del Segura y
su cauce divagante dentro del mismo con las más que posibles difluencias por la
parte norte (alguna de ellas documentada), así como las sucesivas afluencias
históricas del Guadalentín hasta la construcción de El Reguerón
Dentro de la huerta de Murcia, los
restos de centuriación parecen detectarse en áreas de Monteagudo-Cabezo de
Torres y Alcantarilla, tal y como ha ocurrido en bastantes lugares de España, alguno
tan cercano como Elche (ver “Topografía
y…”, pág. 58; y el profesor Robert Pocklington cree detectar otras en la
zona de La Alberca-Algezares, algo muy lógico), lo que podría apoyar el hecho
de que estas zonas estaban dotadas de regadío; y si estaban dotadas de regadío
debían existir unos canales que llevasen el agua hasta esos lugares. Pero aun
cuando se pueda poner en duda esta centuriación, lo que no puede negarse es lo
anteriormente expuesto de que esos importantes asentamientos necesitaban agua y
en abundancia.
Los
túneles del Azud
Y es aquí en donde entra en escena
el testimonio de al-Himyari, que en el siglo XV, recogiendo testimonios de
escritos mucho más antiguos (al parecer de los siglos XI y XII) dice que “en la parte derecha construyeron los
antiguos un canal que sale del río en las proximidades de Qantarat Askaba (Alcantarilla) con un primer tramo excavado en la montaña
con una longitud de una milla (1.437 metros) y ese canal es el que riega la parte sur de Murcia. En la parte
izquierda se construyó otro canal bajo la montaña de una longitud de unas dos
millas (2.874 metros) con el que se
riega la parte norte de Murcia”. Los “antiguos” son identificados por los
historiadores como anteriores a la llegada de los árabes.
Algunos autores parece que en su
búsqueda de esos canales los identifican con cierta cueva cercana a la presa del
Azud que nada tiene que ver con los túneles descritos por al-Himyari; pero lo
cierto es que no existe, o al menos no se ha podido localizar, una descripción
y un estudio sobre esta estructura hidráulica. Este túnel de la margen derecha
se encuentra algo escondido, eso sí, y por lo tanto poco visible, y
posiblemente por esa razón los historiadores se hayan sistemáticamente equivocado
de túnel. Cuando yo tenía 15 o 16 años ya nos metíamos por él unos treinta
metros hasta que el relleno acumulado nos impedía el paso más allá. E incluso
un día nos pusimos, ingenuamente, a tratar de abrirnos paso para buscar el “tesoro
que sin duda tenía que estar enterrado”. Ese relleno parecía haberse producido
por la entrada de sedimentos por una pequeña lumbrera o derrumbe que coincidía
con un ramblizo hoy terraplenado. La dirección de ese túnel apuntaba hacia la
cercana población de Javalí Nuevo.
Julio 1968. En la boca del túnel, buscando una vez más, sin
encontrarla, la explicación a su existencia. De espaldas el luego arquitecto de
Alcantarilla Andrés Terol Díaz (†)
Bastantes años después, y
tras conocer los escritos de al-Himyari, comenzó a fraguarse la idea de que
este túnel podía corresponder al descrito por el citado autor árabe, pero no
fue hasta la década de los ochenta cuando pareció verse una relación directa
entre el túnel, el acueducto de Los Arcos y la acequia del Turbedal.
Pero antes de tratar sobre este
túnel vamos a apuntar brevemente algunos datos sobre el que se supone canal de
la margen izquierda del Segura y que según al-Himyari tenía una longitud de
unas dos millas (unos 2.800 metros).
Sobre este túnel sabemos, o podemos
asociar, lo siguiente:
1º. Tenía que llevar el agua a la
zona de Cabezo de Torres-Espinardo y sobre todo a Monteagudo.
2º. Lozano (1794) dice que “el grande acueducto de firme argamasa corre
por un olivar y atraviesa las inmediaciones de este pueblo (Monteagudo), y dicen los labradores que el mismo se
divisa cerca de La Ñora”.
3º. Hacia 1970, haciendo un aljibe
en la población de La Ñora, más abajo del cruce de las carreteras de Guadalupe
y Murcia, “apareció a unos 6 metros de
profundidad un túnel de aproximadamente metro y medio de anchura por algo menos
de dos metros de altura que se dirigía hacia Los Gerónimos. Los obreros
penetraron unos metros por él y no viendo nada que les pareciera de interés lo
cegaron” (de testigo presencial).
Esto es lo que hasta el momento
conocemos de ese túnel, vamos a ver ahora si topográficamente es posible que
pudiese existir ese canal.
La toma en el río debía situarse a
unos 56 metros de cota, ahora bien, las características topográficas de la
margen izquierda del Segura en ese punto son muy distintas a las de la margen
derecha, por lo que no es posible el poder determinar en qué lugar pudo existir
esa entrada o toma de agua del túnel.
El lugar citado en La Ñora se
encuentra a 57 metros de cota, y si le descontamos 6 metros que es a la
profundidad aproximada a la que apareció el túnel, tenemos una cota de unos 51
metros. Es decir, en unos 2´5 km el túnel tendría una pendiente aproximada del
2 ‰. Perfectamente viable y ésta era además una pendiente clásica en las obras
romanas (entre el 1 y el 2 ‰).
A partir de esa zona de La Ñora, y
hasta Monteagudo, pasando por los lugares con hallazgos romanos de Espinardo y
Cabezo de Torres, la topografía presenta una serie de vaguadas que obligan,
caso de seguir una línea recta, a ejecutar acueductos, pero todo son hipótesis,
con indicios que parecen coincidir, es cierto, como que también es cierto que
tenía que existir un canal que unía el río con Monteagudo, aunque su trazado
exacto no es posible conocerlo hoy en día con los datos que se disponen.
La
diferencia de cota entre el Azud y Monteagudo es de 20 metros para una longitud
de unos 10 km, por lo que la pendiente del canal sería del 2 ‰. De nuevo una
curiosa coincidencia.
Hipotético trazado del canal romano de la margen
izquierda del Segura para llevar el agua a los asentamientos de Monteagudo,
Cabezo de Torres y Espinardo e indicios de centuriaciones en Cabezo de
Torres-Monteagudo y Alcantarilla
En todo caso, lo que ahora nos
interesa es el canal de la margen derecha que se iniciaba, según al-Himyari en
un “primer tramo excavado en la montaña”,
y si suponemos que ese túnel se corresponde con el ahora existente, con unas
dimensiones aproximadas de unos 1´40 m de ancho por unos 1´70 m de alto, éste
debía tener una continuidad mediante un canal hasta la zona de La
Alberca-Algezares, por lo que una vez sobrepasada esa milla de longitud que se
describe como subterránea, ese canal debía desarrollarse a cielo abierto,
encontrándose con un primer obstáculo que era, y es, la Rambla de las Zorreras
o de Los Arcos. La topografía es algo contundente que no admite réplica, y
solamente existe un punto en el que ese paso es posible con un menor coste y
sobre todo manteniendo la cota necesaria para obtener la oportuna pendiente. No
es posible desplazarlo hacia el oeste porque nos encontramos con dos ramblas, a
la vez que aumentamos la cota; y no es posible desplazarlo hacia el este porque
nos encontramos con el Río Segura.
Boca del túnel con restos de revestimiento de cal (1998)
Así en el citado trabajo (“Topografía y…”, pág. 53) se marca el
supuesto trazado de ese túnel aplicándole una pendiente del 2 ‰ y siendo su
dirección hacia el acueducto medieval existente en la actualidad sobre la
citada Rambla de las Zorreras, en donde ya el profesor D. Antonio González
Blanco había detectado en el año 1994 indicios de un acueducto anterior al
realizado en época árabe.
Por lo tanto teníamos dos puntos: el
de origen y el de destino del supuesto canal; uno en su toma del río y otro en
el actual acueducto de Los Arcos, pero faltaba algo más para poder asegurar con
certeza el origen de ese conducto.
Y esa certeza era posible obtenerla
de dos formas: una adentrándose por el túnel desde el Azud eliminando los
rellenos acumulados, y otra el excavar una cata, que sería de poca profundidad
y fácilmente realizable, por el lugar final que se suponía que discurría el
túnel. Pero en ambos casos existían problemas económicos, de voluntad política
y sobre todo de exacta localización, por lo que lógicamente nada se hizo.
Sin embargo, suponiendo la
existencia de ese túnel y habiendo llevado a cabo su trazado sobre el papel, en
el año 2001 surgió algo inesperado: se inició una promoción de viviendas en
Javalí Nuevo, término de Alcantarilla, en lo que fue la fábrica de conservas de
Gambín, por lo que avisé a su propietario, el amigo José Javier Gambín Murcia, incansable
buscador de restos arqueológicos en su pueblo, de que se prestara atención a la
hora de realizar los cimientos y excavación de la obra ya que era muy posible
que el túnel, que tan bien conocíamos y que ingenuamente habíamos querido desenterrar
años atrás buscando tesoros, pasase por ese punto (yo lo había trazado unos 60
metros más hacia el este, más por defecto de dibujo que otra cosa, pensando que
el canal podía hacer una suave curva antes de llegar al acueducto, porque si se
hubiese trazado la línea recta hasta Los Arcos, el túnel pasaba exactamente
sobre el solar de la fábrica).
El resultado del estudio geotécnico
no pudo ser más contundente ya que a una profundidad de 5´7 m y hasta los 7´25
m se detectó una “oquedad” poco explicable técnicamente. Es decir, existía un
claro “hueco” de 1´55 m de altura.
Hojas correspondientes al sondeo geotécnico que detectó
una oquedad de 1´55 metros de altura
No podemos asegurar que esa oquedad
corresponda al túnel, pero necesariamente hay que reconocer que: 1º. Ha
aparecido en el lugar que se sospechaba debía estar, 2º. Su altura coincide con
la del túnel del Azud, 3º. Si trazamos una línea recta desde la boca del túnel
hasta el acueducto de Los Arcos, los tres puntos están perfectamente alineados,
4º. Si medimos la longitud de este supuesto túnel, nos da aproximadamente la
cifra de 1.500 metros cuando al-Himyari daba una longitud de unos 1.437 metros,
y 5º. Su pendiente es del 2´4 ‰. Parecen demasiadas coincidencias.
Trazado del supuesto túnel que forma una alineación
perfecta entre la boca existente en el Azud, la oquedad detectada en el sondeo
geotécnico y el acueducto de Los Arcos, con una longitud de unos 1.500 metros.
Los datos del perfil siguiente permiten localizar la hipotética boca o salida
del túnel
Sección con la nivelación del túnel y su relación con la superficie
geométrica del terreno, el ferrocarril y la rambla, así como la oquedad
detectada y el posible punto de finalización del túnel
Naturalmente que todo este
planteamiento puede ser puesto en duda por historiadores e investigadores, pero
posiblemente no sería así si no existiera un gran divorcio entre los aspectos
literarios y gráficos. Generalmente los historiadores e incluso abogados,
notarios, registradores y hasta jueces (he sido testigo) sienten una enfermiza
aversión a toda descripción gráfica, a todo plano, a toda curva de nivel, cuando
resulta evidente e innegable que no puede existir historia sin planos, sin
mapas; en resumen: sin una cartografía técnica y exacta. Que se lo digan a
Cristóbal Colón.
Un buen amigo e historiador ha
publicado que al-Himyari “no se refería a Murcia” cuando hablaba de los túneles
“porque a él las cuentas de los metros del túnel no le salían”, o que la curva
erosionada del río “no es cierta” cuando la erosión por corriente de agua le
entra por los ojos hasta al más neófito, o que los romanos en todo caso, antes
de hacer un túnel habrían hecho un canal “junto a la pared rocosa”.
La erosión producida por el paso de las aguas forma una
curva geomorfológica característica en el lateral de uno de los cerros que
flanquean el cauce del río en su margen derecha. Se señala la ubicación de la
entrada del túnel
Pero
eso no es así, la descripción de al-Himyari no admite dudas. El que el cauce
del Segura describía un amplio círculo tampoco, ya que la geología lo dice muy
claramente. Y con respecto a hacer un canal perimetral por la pared rocosa,
esto es infinitamente más costoso de realizar y de mantener que un túnel.
Cualquier técnico e incluso cualquier maestro de obras puede certificarlo.
Como simple detalle puedo asegurar,
como testigo de ello, que tres obreros realizaron, hace unos 50 años, un túnel
de 1´10 x 2 metros y 500 metros de longitud en poco más de diez meses en un
terreno muy similar al que nos ocupa. Podemos imaginarnos lo que los romanos, con
una mano de obra inagotable, turnos de 24 horas y sin fiestas, podían hacer. Y
además los túneles eran su especialidad. Nos basta, sin ir más lejos, con hacer
un recorrido por las obras romanas en España.
Pared rocosa erosionada por las aguas que obliga a esas
aguas a dirigirse a la presa. No es necesario ser un técnico en estas
cuestiones para darse cuenta de las dificultades, costes y mantenimiento, que
significaría el intentar realizar un canal exactamente nivelado y adosado a esa
pared (1968)
El
acueducto de Los Arcos
El acueducto de Los Arcos es una
pieza fundamental en el asunto que estamos tratando, por lo que es una lástima
que el profesor D. Antonio González Blanco no pudiese realizar un estudio
detallado en el año 1994 de lo que presuntamente podría ser un acueducto romano
en un lugar coincidente con el que siglos después construyeron los árabes, pero
lo que sí se pudo hacer fue un exhaustivo y documentado estudio arqueológico de
Los Arcos (1994-2001) por parte del profesor D. Manuel López Campuzano que
probó su origen medieval al menos con referencia a las estructuras a las que
pudo tener acceso; pero a la vez sembró algunas dudas al establecer que por ese
acueducto se detectaba el paso de tres acequias: la de Barreras o Alquibla, el
Turbedal y la Daba, de forma paralela y a diferentes niveles (todo comenzó
cuando ante los trabajos de entubamiento de acequias llevados a cabo por la CHS
ocurrieron una serie de discusiones aireadas en la prensa). Las continúas
reparaciones y acoples de los tres acueductos a lo largo del tiempo hicieron
muy difícil la labor de investigación de los arqueólogos, aún así, de su
trabajo se desprenden, simplificando, los siguientes considerandos:
A- El acueducto
más antiguo es el correspondiente a la Alquibla.
B- Le
sigue el del Turbedal.
C- El
llamado de la Daba es el más moderno.
D- El
del Turbedal es de “crecida” cuando venga agua por el “azud mayor”.
E- También
se dice que posiblemente se hace rafa (parada) en la acequia Mayor para llevar
agua al Turbedal y regar los campos de Sangonera.
F- La Daba es acequia antigua (s. XIII) pero sin
embargo su acueducto es el más moderno.
Planta
y sección de Los Arcos según datos de los planos realizados por López
Campuzano. En ellos claramente nombra a las acequias de Barreras, Turbedal y
Daba, con un estudio incompleto de todo ello por no haber podido profundizar en
las estructuras según manifiesta el citado profesor
La estructura, tanto en su realidad
física como en su interpretación presenta varias dudas, teniendo en cuenta que
tanto el Turbedal como la Daba son consideradas acequias antiguas al igual que
la acequia Mayor de Barreras o Alquibla.
Vemos que nos encontramos con tres
acequias que discurren por tres acueductos adosados de diferentes épocas, pero
que no se encuentra justificación para la existencia de dos de ellas: Turbedal
y Daba.
En primer lugar nos encontramos con la
acequia de Barreras. No parece existir problema. La acequia nace en el Azud y
discurre claramente hasta llegar a la Rambla de Las Zorreras en donde es
necesario construir un acueducto. Perfecto.
En segundo lugar nos aparece la
acequia del Turbedal presentando un recrecimiento de la solera de más de dos
metros con respecto a la solera de la Alquibla, y se dan las razones de que
podía corresponder a una rafa en la acequia Mayor para dar agua a las tierras
de Sangonera o bien, porque tenemos versiones contradictorias, esta acequia
llevaba agua solamente cuando el “azud
venía crecido” (Torres Fontes sobre el Turbedal para finales del siglo XIV).
Lo
de la rafa no se entiende, porque para elevar el nivel unos 2 metros tendríamos
que remontarnos acequia arriba varios centenares de metros requiriendo una
estructura de la que no existe rastro, y además lo tendríamos mucho más
sencillo con hacer una toma abierta una vez pasados Los Arcos, tal y como está
en la actualidad, sin necesidad de hacer un costoso acueducto para unos metros más
abajo llegar al mismo punto de cota sin coste ni mantenimiento alguno. No existe
por lo tanto ninguna ganancia. Carece absolutamente de sentido ese argumento.
Más enigmático y desconcertante es
lo aportado por Torres Fontes sobre el que esta acequia solamente funcionaba
cuando el “azud venía crecido”.
Sencillamente no se comprende (luego veremos el porqué). No se entiende qué
relación puede tener que al Azud llegue más o menos agua con el que en Los
Arcos exista un recrecimiento de 2 metros de la obra a partir de la solera de
la acequia de Barreras. No tiene explicación. Como no tiene explicación el
decir que la acequia del Turbedal pasaba por Los Arcos y que no se defina su
cauce aguas arriba, que no se diga de dónde venía, si venía del río o venía de
la Alquibla; en fin, cuál era su origen, porque desde luego entre el Azud y Los
Arcos no existe documentada más acequia que la de Barreras, ni puede haberla.
Situación que encontrarnos en Los Arcos con el paso de
tres acequias y su posible conexión con el canal procedente del túnel que no
corresponde a otra cosa que a la acequia del Turbedal. A la derecha fotografía
de Los Arcos en 1968. En la parte derecha de la foto se aprecia la toma abierta
de la acequia de la Daba, y a la izquierda la solera, en seco, que se llama del
Turbedal y que no puede ser otra cosa que los restos del antiguo canal romano
procedente del túnel. Supuestamente. Plano 1/25.000 de la Huerta de Murcia. Instituto
Geográfico Nacional
Llegados a este punto, si tenemos en
cuenta todo lo visto hasta ahora sobre el túnel del Azud y observamos en
detalle los planos realizados de Los Arcos por el profesor López Campuzano,
podemos plantear la siguiente hipótesis:
1º. Lo que se llama acueducto del
Turbedal no es otra cosa que el acueducto del canal continuación del túnel
romano. De ahí su situación oeste en el acueducto general y sobre todo sus
dimensiones. Si en el anterior plano de la sección colocamos un muro (hoy
desaparecido, y lo señalamos en tono rojizo) vemos que la anchura restante que
nos queda es exactamente igual a la del túnel. Otra curiosa coincidencia.
2º. Su diferencia de nivel respecto
a la acequia Mayor corresponde al nivel que arrastraba ese canal desde el río, a
través del túnel, diferente del nivel que traía la acequia Mayor que tenía un
punto de captación más bajo (56 metros la acequia y 59´70 metros el túnel).
3º. Cuando se hizo el acueducto de la
acequia Mayor ese acueducto llamado ahora del Turbedal ya debía de existir,
pero supuestamente reparaciones y revestimientos sucesivos han ocultado o hecho
desaparecer su fábrica original.
4º. Ese canal se mantuvo
independiente de la nueva acequia ya que llevaba el agua directamente a la
costera sur del valle y tenía sus propios derechos.
5º. En un determinado momento,
posiblemente en el siglo XV, al hacer unas rectificaciones en el cauce de la
Alquibla, se unieron ambos cauces entre Los Arcos y el emplazamiento de la
actual noria (unos 200 metros), para luego seguir independiente cada uno de
ellos tal y como siempre habían estado. El mismo caudal que esporádicamente entraba
a la Alquibla desde el Turbedal, salía de la Alquibla hacia el Turbedal unos
metros más abajo, porque en esa época ya el funcionamiento autónomo de esta
acequia hacía tiempo que había cesado y ahora se alimentaba de la acequia
Mayor.
6º. Cuando en el año 1393 se dice
que los Fajardo rompen el acueducto de la acequia Mayor y dejan sin agua a la
huerta, no destrozan sin embargo el Turbedal ni la Daba, cuando éstos aparecen
unidos. No encaja. Pero es que los Fajardo no debieron romper el acueducto
sobre la Rambla de las Zorreras, sino que posiblemente rompen otro más débil,
el acueducto del Azarbón, o el de La Cañada (lugar del actual acueducto de La
Rueda) o bien un posible acueducto sobre el cauce del Guadalentín cerca de su
desembocadura en el Segura, junto a la aldea de Alcantarilla.
7º. La enigmática frase de Torres
Fontes de que los herederos de el Turbedal riegan sólo cuando “el azud venía crecido” (finales del
siglo XIV), a la que no es posible encontrarle explicación alguna, sí que
podemos encontrársela si tenemos en cuenta que ese Turbedal era en realidad el
canal que procedía del túnel del Azud, y que dada su altura sobre las aguas, no
era abastecido de una corriente continua de agua, sino que solamente entraba
agua en el túnel cuando el nivel del río subía lo suficiente, porque ya en esas
fechas los riegos por acequias árabes estaban en pleno funcionamiento y el
sistema de abastecimiento de agua a los túneles de forma continúa por una
posible presa ya no existía. Don Juan Torres Fontes, cuando publiqué “Topografía y evolución urbana de
Alcantarilla” en el año 1999 tuvo la deferencia de enviarme una atenta
carta felicitándome y diciéndome que muchas de las dudas que existían sobre
este tema quedaban para él aclaradas, comentando la necesidad de que los
historiadores debían de tener en consideración más a menudo los condicionantes
cartográficos y técnicos.
8º. Este canal, unido con el túnel,
estuvo en funcionamiento esporádico posiblemente hasta los inicios del siglo
XVI en el que ya se habla de que sus aguas son también utilizadas desde hacía
tiempo por los regantes en el trayecto hasta La Alberca. Deja de ser un canal
exclusivo. Al-Himyari, siglo XV, habla de los riegos del túnel en presente, no
en pasado (así al menos se expresa en las traducciones), y de su descripción
parece desprenderse una cierta separación entre los riegos “antiguos” y los
“modernos” realizados por los árabes.
9º. En esa época se derriba el muro
que lo separaba de la acequia Mayor en Los Arcos por carecer ya de sentido y se
abandona el canal del túnel al haber quedado inutilizado por posibles problemas
de mantenimiento o de cota de entrada de aguas en función de las sucesivas obras
del Azud. La sección del plano de Los Arcos queda entonces como lo está
actualmente, con un necesario muro de refuerzo lateral de un metro de anchura
entre ambos acueductos para evitar los empujes laterales de la acequia Mayor
sobre ese antiguo acueducto, más estrecho y más débil, y desde luego no
diseñado para soportar ese tipo de empujes laterales.
10º. El profesor López Campuzano no
detecta restos de obra romana posiblemente porque el acueducto original, tras
varias roturas, pudiese haber sido paulatinamente sustituido, aunque
manteniendo la cota de la solera. Pero sí detectó algo el profesor González
Blanco en la base del acueducto. Y es posible que ocultos tras los
revestimientos realizados a lo largo del tiempo o en la propia cimentación
pueda detectarse parte de la obra romana.
11º. El relacionar el Turbedal con
el Guadalentín como recogedor de las aguas de éste es algo que no se sostiene:
la capacidad de esta acequia comparada con una avenida del Guadalentín es
irrisoria; y en el propio Guadalentín, conforme se fue desviando su cauce cada
vez más hacia la derecha, se fueron creando sus propios sistemas hídricos.
Cuando se hizo el canal del Turbedal, el Guadalentín, con un cauce definido,
desembocaba en el Segura junto a la población de Alcantarilla (a la que un día
destruyó) y el Turbedal debió tener un acueducto para sortearlo. No parece
tampoco sostenible el identificar por separado el que llaman canal del Turbedal
como recogedor de las aguas del Guadalentín, y la acequia del Turbedal
procedente del Azud, porque en ese caso se descartarían los riegos de la zona
sur de Murcia tal como prueba la arqueología y los escritos de al-Himyari, y
tendríamos el problema de identificar de en dónde se encontraba entonces el
canal romano.
12º. Al-Himyari dice además que “todos los regadíos abastecidos desde el río
de Murcia se derivan de estos dos canales, exceptuando los que se benefician de
agua elevada mediante ruedas hidráulicas o de tracción animal. Entre el lugar
de estas dos perforaciones y Murcia hay 6 millas”. Si medimos en línea
recta la distancia señalada por al-Himyari nos arroja la cifra de 8 km al
centro de Murcia, es decir, 5´6 millas.
13º. El Turbedal es además, en
cuanto a su trazado, una acequia atípica (a pesar de las alteraciones modernas de
su último tramo), ya que al contrario de las acequias árabes mantiene sus tramos
rectos. No divaga, no se adapta al terreno tal y como nos encontramos en las
acequias árabes, que no buscaban un destino final sino un aprovechamiento a
todo lo largo de su recorrido. Sus cometidos eran diferentes.
Trazado del Turbedal desde el túnel del Azud hasta la
zona de La Alberca-Algezares
14º. Por lo tanto, todo parece
indicar que el Turbedal fue un canal romano, el correspondiente a la margen
derecha del Segura, que nacía en un túnel y llegaba directamente, sin riegos intermedios
de entidad, hasta La Alberca-Algezares, manteniéndose en funcionamiento hasta
la actualidad excepto en su primer tramo de unos 2 kilómetros. Se presupone por
lo tanto que es la acequia más antigua de la Huerta de Murcia, ya que la
correspondiente al canal norte ha desaparecido.
Y en tercer lugar tenemos el asunto
de la Daba. Esta acequia fue creada para abastecer de regadío una zona de cota
superior a la acequia de la Alquibla e inferior a la del Turbedal (una zona
denominada El Fondón hasta el siglo XIX y de ahí posiblemente proceda su nombre,
o debido a la escasa velocidad de sus aguas y no de fantasiosas albercas, lagos
o lagunas en la zona de Las Zorreras); y esta zona no podía ser regada por el
Turbedal por estar en esa época sus aguas destinadas íntegramente (o casi) a la
zona de La Alberca-Algezares. Posteriormente no, evidentemente.
La Daba rodea el Cabezo del Agua
Salada buscando el conseguir una pendiente mínima para abarcar un territorio
mayor, llegando a pasar por encima de su acequia madre unos metros más allá del
actual Museo de la Huerta.
El que se denomine en Los Arcos a
uno de los acueductos como el “de la Daba” puede dar lugar a varias
interpretaciones que no procede ahora considerar por no afectar al tema que nos
ocupa. Sin embargo pueden enumerarse varias hipótesis: pudo tratarse de un
acueducto fallido al elevar demasiado la cota; pudo ser un acueducto de socorro
ante reparaciones de la acequia Mayor (difícil, por la diferencia de cota), o
se trató de un acueducto utilizado y luego abandonado. Sea como fuere, el tema
está pendiente de un estudio y posiblemente, caso de que un día este paraje sea
adecentado como sería de desear y deje de ser un vertedero como lo es
actualmente, podría valorarse su demolición para dejar libres los acueductos
originales, siempre en función y consideración del criterio del Servicio de
Patrimonio Histórico.
La
toma de agua del túnel
Hemos visto todo lo referente a los
túneles en cuanto a planta geométrica e hipótesis sobre su funcionamiento se
refiere, y hemos llegado a la conclusión de que este sistema hidráulico debía
ser de origen romano y convivió durante centenares de años con el sistema de
regadío árabe del cual era complementario para las zonas de las costeras norte
y sur de la Huerta de Murcia, pero nos queda comprobar algo muy importante que
es el cómo el agua del río accedía a los túneles, al menos al de la margen derecha
que es el que podemos conocer, porque el correspondiente a la margen izquierda,
como ya se ha dicho, no ha sido localizada su entrada.
Que el río discurría junto al
escarpe de su margen derecha está fuera de toda duda porque la geomorfología
así lo confirma, mientras que su margen izquierda acumulaba aluviones de
acuerdo con el funcionamiento normal del cauce de un río que discurre dentro de
un lecho sujeto a regulares avenidas. Sin embargo, ese normal funcionamiento
del cauce de un río en una curva se ve anormalmente alterado ya desde antes de
la llegada de los árabes, posiblemente por una disminución de caudal, y los
niveles y situación de los aterramientos prueban que ese cauce se fue separando
paulatinamente de su margen derecha. Sería interesante conocer los proyectos
para la construcción del ferrocarril hacia el año 1860 para conocer cuál era el
cauce del río en esos momentos.
Basta ver el plano de la zona para
advertir como un forzado cauce y un forzado desmonte en la margen izquierda
canalizan al río de forma paralela al ferrocarril alejándolo de su cauce
natural.
Al río se le obliga a mantenerse paralelo al nuevo
trazado del ferrocarril, eliminando para ello parte de su margen izquierdo y
dando lugar con ello a la existencia de una curva acodada absolutamente
forzada
En cualquier caso, lo primero es
estudiar la nivelación del río, antes y después de la presa con referencia a la
entrada del túnel, ya que de sus resultados se podrá suponer una u otra
hipótesis de cómo el agua se introducía en ese túnel y por lo tanto en el canal
de regadío que abastecía la zona de La Alberca-Algezares y parte de
Alcantarilla, ya que los rastros de centuriación están ahí, detectados sobre el
terreno, así como la presencia romana en la margen derecha de ese canal.
Para esa nivelación se ha utilizado
el vuelo aereofotogramétrico del Ayuntamiento de Murcia así como planos
antiguos de la Contraparada, coincidiendo todos ellos en que tenemos una altura
de presa de seis/siete metros, similar a la que existe en otros documentos
(como ejemplos, Cascales da una altura de 8´35 metros, Díaz Cassou 7´60 metros
y en un plano de 1938 se dan 7´13 metros). Aparte se ha realizado nivelación
taquimétrica de la boca del túnel como comprobación.
Nivelación del túnel respecto al río. La solera del túnel
se encuentra a menos de 4 metros de altura sobre el nivel actual de las aguas y
de la coronación de la presa, y a 10/11 metros de altura sobre las aguas una
vez sobrepasada la presa (no se han tenido en cuenta fracciones de metro ni la
profundidad del circunstancial cauce en cada tramo)
Antiguo plano de la presa del Azud con nivelación
taquimétrica (hacia 1950)
Resulta evidente que si toda la
parte de poniente de la vía férrea se encuentra a cota de 59 y esta zona era el
antiguo cauce del río (con todos los sedimentos que se quiera, y que se calcula
sobre un metro máximo), la base del túnel se encuentra a menos de un metro de
altura sobre esa cota (los escombros impiden una medición exacta), por lo que
era posible la entrada directa de agua desde el río.
Ahora bien, el actual nivel del río
es de 56 metros, el mismo que la acequia de la Alquibla, por lo que la boca del
túnel se encuentra a unos 3´50 metros sobre ese nivel actual de las aguas y,
por lo tanto, sobre la altura de coronación de la presa.
Y si en la época romana la cota de
las aguas debía oscilar sobre la cota 60/61 (el aterramiento actual tiene cota
59) y ahora el agua tiene una cota sobre los 49 metros después de la presa,
resulta evidente que esa diferencia de cota de más de 10 metros no resulta
explicable, la construcción del azud evidentemente no lo justifica, y habría
sido interesante que cualquier historiador hubiese estudiado el funcionamiento
del río teniendo en cuenta estos datos.
Nada parece encajar, pero antes de
analizar los datos históricos conviene hacerse una idea de las características
topográficas y geomorfológicas de toda la zona del Azud, porque de ello se
podrían obtener algunos factores que permitan considerar las oportunas
hipótesis. Hay que tener en cuenta que el paisaje del Azud ha sufrido una gran
cantidad de alteraciones, soportando terraplenados, explanaciones, dragados, cultivos,
edificaciones, depósitos, cambio de cauce de río, presas y hasta el paso del
ferrocarril. Su aspecto hoy es irreconocible del que debía tener en su origen.
Paisaje actual del Azud (1998). Al fondo la autovía bajo
la cual llega el Segura, que describía una amplia curva en la parte izquierda,
erosionando y modelando las lomas. En el centro, lo que parece un islote, son
los restos explanados y desmontados de la antigua loma que procedente de las
elevaciones situadas a levante, se unía a los altos de la parte derecha
cerrando el paso al río
El
Segura, en determinada época geológica, se encuentra en su trayecto con una
barrera de materiales terciarios que va socavando para poder entrar en el
valle, a la vez que éstos le conducen y dan forma a su cauce. Mientras, esta
retención crearía una zona de laguna aguas arriba. Esto es una evidencia que
está escrita en la geología y en la topografía.
El
río, en su trabajo de rotura de la barrera, tuvo que pasar de un salto brusco en
cascada a una zona de rápidos en función temporal del desgaste de la roca, por
lo que posiblemente a la llegada de los romanos existiera en este punto una
zona de pequeñas cascadas o rápidos de unos ocho a diez metros de altura.
Probable existencia de una represa natural que podría
suponer el salvar un desnivel de unos ocho a diez metros
La existencia de esa represa
natural puede perfectamente arrojarnos como cota de las aguas los 58/59 metros
antes de llegar a ella, que acabarían, unos 200 metros corriente abajo, en unos
48/49 metros de cota.
Usando los actuales planos
topográficos con nivelación de centímetros, es posible el realizar una
aproximación a la topografía primitiva de la zona antes de que el hombre
hiciese su aparición y cuál era el punto de encuentro de la barrera rocosa que
cerraba el paso al río.
Cotas de altimetría actuales en base a las cuales es
posible reconstruir una topografía primitiva de la zona
Altimetría de la zona en una
época muy anterior a la actividad humana. La barrera de cabezos y lomas es rota
por el río. Este río se ciñe y erosiona su margen derecha mientras acumula
aluviones en la margen izquierda. La cota 65 se marca como límite de la zona
contemplada y da una idea general de la topografía del terreno. El túnel se
marca con una línea recta azul. En la parte alta el lecho estaría sobre la cota
58 y en la parte inferior lo estaría sobre la 55, pasando una arista sobre los
61. Dentro de esta zona del lecho se movería el cauce que lógicamente sería de
4 a 6 metros más profundo. En miles de años, según el río se fue abriendo paso,
estas cotas sufrirían la correspondiente reducción y retroceso en la represa
hasta llegar a la situación actual
En época romana, el inicio de este
rápido debería encontrarse sobre los 57 metros de cota con algo más de un metro
de profundidad del agua, por lo que para que pudiese entrar el agua en el túnel
habría bastado con realizar una presa de algo más de 3 metros de altura con
altura de coronación en algo más de la cota 60 y cimentando sobre los suelos
firmes anteriores al rápido.
En su momento, ya apunté esa
posibilidad (“Topografía y…”, pág. 53
a 55), añadiendo además el posible uso de norias hidráulicas caso de no haberse
realizado una presa. Hoy considero que, dada la importancia de los lugares a
donde iba destinada el agua y en función de lo últimamente aportado por los
arqueólogos: los romanos sí construyeron una presa en el Río Segura.
Plano publicado en 1999 en donde se apuntaba la
posibilidad de la existencia de una presa romana para poder suministrar agua a
los túneles con los que se regaba la parte norte y sur de la huerta
Ubicación de la posible presa romana sobre el Río Segura,
antes de iniciarse el rápido de dicho río, a fin de poder aportar agua a los
túneles, con coronación aproximada en algo más de la cota 60. La presa actual
la tiene en la cota 55´80 metros
La decadencia del imperio, y los
años difíciles que vinieron a continuación pudo significar que el mantenimiento
de la presa o azud no se realizase, y las continuas avenidas del río acabasen
dañándola disminuyendo con ello el caudal de agua que entraba en los canales.
Los árabes se encontraron pues a su
llegada con unos canales que funcionaban precariamente y una gran extensión de
terreno que podían cultivar si existiese dotación de agua, teniendo en el río
un antiguo azud en malas condiciones pero cuya reparación no interesaba puesto
que el caudal de agua que podían suministrar esos túneles no era suficiente
para sus aspiraciones de crear unas grandes zonas de regadío.
Se decidió pues el realizar una
nueva, o mejor complementaria, red de regadío que incluía acequias y el
oportuno azud. Según el profesor Robert Pocklington esto debió ocurrir en la
primera mitad del siglo XI (entre los años 1000 y 1050), por lo que hasta ese
momento todos los regadíos de la Huerta de Murcia lo habían sido a través de
los túneles, tal y como al-Hamyari había dicho, aunque ya posiblemente en esos
momentos, de la presa romana solamente debían quedar unos restos que pudieron
ser reutilizados en la nueva presa.
Para la construcción del nuevo azud
se buscó la cota mínima para reducir costes y sobre todo hacerle menos
vulnerable a las fuertes avenidas del río, dándole una anchura suficiente para
evitar socavamientos y adaptarse además al perfil del rápido o represa. Así, el
nivel del agua de la toma de la Alquibla coincidente con la coronación de la
presa se coloca a 56 metros de cota que obliga a que prácticamente en los
primeros 6 kilómetros de su recorrido, girando a levante para buscar las nuevas
zonas regables, su pendiente solamente descienda un metro (Puebla de Soto se
encuentra a cota 55), para luego bajar 3 metros en sólo 1 km, 2 metros más en
otro kilómetro y otros 2 metros en 500 metros ya en Aljucer, buscando el
separarse de la sierra que era una zona cubierta por el Turbedal; es decir,
pasa de tener un perfil casi plano a tener una pendiente del 2´5 ‰ en los 2 km
siguientes.
Aún
así, las roturas del azud a lo largo de la historia fueron muy numerosas y
precisamente estas continuas roturas y modificaciones han borrado o han dado
lugar a que estén enterrados todos los restos que pudiesen existir de
estructuras originales.
La sequía de 1968 dejó al descubierto parte de los
sillares sobre los que se asienta la presa
Quedan
lógicamente muchas incógnitas sobre el azud, pero sí puede ser conveniente el
exponer una de ellas con referencia al texto que dice: “la presa estaba realizada con fuertes estacas o pilotes clavados al
tresbolillo formando filas con maderos longitudinales y transversales que
cortaban el río y los huecos rellenos con grandes piedras” (Díaz Cassou).
El
pensar que unas estacas y maderos formando un entramado de más de siete metros
de altura era suficiente para contener a un río como el Segura, ya de por sí un
cauce de peligrosas avenidas y alimentado además por grandes ramblas
torrenciales por ambas márgenes, no puede ser creíble. Pero tampoco puede
ponerse en duda el contenido del documento. La explicación podría ser el que
inicialmente, antes o durante, la construcción de la primera presa árabe, y apoyándose
en el suelo del rápido, se hiciese en esa forma, con maderas y piedras
recicladas de la presa romana, una presa provisional de retención que tendría
sobre 2 metros de altura según puede verse en el perfil que se presenta a continuación.
Eso sí podría ser creíble.
Perfil convencional superpuesto representando la línea
original existente así como las estructuras hidráulicas supuestamente
realizadas en el azud en época romana y árabe de acuerdo con las hipótesis
expuestas
Hemos visto he intentado explicar,
aportando una serie de datos, la posibilidad de que los romanos hiciesen una
presa en la actual Contraparada, dos túneles con sus correspondientes
prolongaciones hasta las costeras norte y sur del valle y regasen con ello unas
400/600 hectáreas (4/6 km2) de suelo, siendo la actual acequia de el
Turbedal junto con el túnel lo que nos queda del canal sur. También se ha
intentado ver la evolución de las soluciones hidráulicas en la Contraparada a
través del tiempo. Al final, los historiadores y sobre todo los arqueólogos,
que son los que pisan el terreno, tendrán que decir la última palabra.
Los
romanos en Alcantarilla
Decía el canónigo Don Juan Lozano
Santa (1794) sobre Alcantarilla y su época romana unas frases que se considera
hay que tener presentes por su importancia, por lo que las reproduzco a
continuación:
“La
Buznegra contigua a la citada Alcantarilla, hoy reducida a señorío de cuarenta
casas y una granja, posesión de la acendrada Casa de Rocamora, ofrece monedas
romanas, barros de Sagunto y otras antigüedades con abundancia. Entre las
monedas descubiertas en la Buznegra sólo han llegado algunas a mi mano, y son
romanas, tanto del bajo como del alto imperio.
He
visto además fragmentos de pared bien antiguos y dispersos. Su plaza tiene
cuajado el suelo de barro saguntino; las reliquias y pedazos de ese barro son
finos hasta lo último. Después de una lluvia el suelo brilla con la
reverberación de tantos espejuelos, según informa el Vicario. Traje conmigo
algunos de estos casquillos delicadamente bruñidos. Por el ocaso de esta aldea,
como por el de la villa de Alcantarilla, población de cinco mil habitantes,
corre la calzada romana con total rectitud y bien conservada. La sencillez de aquellos
buenos labradores dice que por este camino se iba a Roma en lo antiguo. Este es
el Camino Romano que parte de Cartagena para Archena, busca las inmediaciones
de Caudete y Alpera corriendo a Setabi, o San Felipe, que parece su término.
Vanamente se buscaría en el itinerario de Antonino.
La
Alcantarilla, casi unida a la Buznegra, nos ha rendido iguales testimonios. Es
lugar nuevo, según el nombre, como también Buznegra. Pero aún que sus
denominaciones sean arábigas, los vestigios del suelo deciden por lo romano.
En
efecto, desde Alcantarilla o Cantariella hasta el Puente de las Ovejas sobre el
Segura, que hace su norte, y de quien dista sobre un cuarto de legua, todo es
población romana. Los colladitos de su intermedio, plantío de olivos y vides, señalan
la ciudad arruinada que yace bajo estas prominencias, las cuales se ven
salpicadas de tejos, ladrillos y cascos de vasijas, no obstante de ser labrado
frecuentemente el terreno. Barro saguntino esparcido y derramado se halla aquí,
de cuya especie traje conmigo algunos cascos.
En
el mismo intermedio, no lejos del Javalí, cedió la tierra a la reja de un
arado, hace como dos años, ante una hermosa y bien conservada ánfora romana. Es
angosta y de cinco palmos de longitud, sobre tres dedos, y con su punta larga
por remate”.
Excepcional descripción de Lozano
que solamente incurre en una inexactitud al considerar que el llamado Camino de
los Romanos era la vía hacia Cartagena, cuando en realidad era la vía que unía
Mazarrón, importante centro pesquero, con la meseta. La vía de Cartagena se
encuentra en el lado opuesto, en el llamado Camino de La Morda o Camino de los
Soldados, que enfila directamente al Puerto de la Cadena.
Cuando en el año 1994 se aseguraba en
la prensa que por Los Arcos pasaba una calzada romana se cometían en mi opinión
dos fallos: uno el considerar que los romanos hicieran un viaducto para cruzar
una pequeña rambla que podían cruzar sin problema unos metros más arriba; y
otro el que ese punto no coincide con el trazado de ninguna de las vías que
podían pasar por la zona.
En Alcantarilla se encontraban
cuatro vías romanas: la de Cartagena hacia Chinchilla por Archena que venía
recta desde el Puerto de la Cadena, orilla del Turbedal, Calle Mula y antigua
Calle del Cementerio para unirse a la vía de Mazarrón; la de Elche-Monteagudo a
Lorca que procedía por la Senda de Granada y cruzaba el río en un puente de
barcas junto a la que luego fue Alcantarilla siguiendo luego por la que ahora
es Calle Mayor, Calle Ángel Galindo y Calle Menorca; la de Mazarrón a
Chinchilla, por el llamado Camino de los Romanos y camino rural pasando la
Rambla de Las Zorreras hasta la Calle Real de Javalí Nuevo para seguir a
Archena pasando al oeste del azud; y la que comunicaba con Cehegín y la parte
alta de Murcia por el llamado Antiguo Camino de Mula por el Cabezo Verde, hoy
en parte Calle del perito Juan López.
A finales del siglo XIX, D. Emilio
López Palacios, médico de la población, “le dio” por coleccionar grandes
piedras con “rayajos” que depositaba en un solar de su propiedad sito en la
Calle Mayor junto a la Posada del Viruta, callejón por medio. Este solar era
conocido como “el bancal de las piedras de D. Emilio”. Nunca sabremos si lo que
coleccionaba D. Emilio eran miliarios, inscripciones lapidarias romanas u otra
cosa, pero él, como persona culta que era, sí debía saber lo que eran cuando se
molestó en guardar tantas “piedras”.
Supuestas vías romanas que cruzaban el actual término de
Alcantarilla en función de todos los datos documentales y arqueológicos
detectados hasta ahora. Se señala como canal romano la luego denominada acequia
del Turbedal, así como la situación de los hallazgos ibéricos y romanos y la
topografía de la zona
Lugar en la Rambla de las Zorreras por donde debía
discurrir la vía romana sin necesidad de salvar desniveles acusados. A un metro
de profundidad aproximadamente existen unas grandes losas de piedra. Este sitio
se encuentra a unos 300 metros, aguas arriba, del acueducto de Los Arcos
Esta situación estratégica del solar
de Alcantarilla resultó fundamental para su creación y posterior progreso. Ya
antes de la llegada de los romanos se daba en ella un caso singular como era la
existencia del poblado ibérico del Cabezo del Agua Salada, el único
emplazamiento situado en pleno valle, y su posible y obligada reubicación, ya
en época romana a la zona de la Avenida de Santa Ana.
Lozano es categórico en su relato
sobre la existencia de restos romanos, pero es que resulta que Lozano decía
absolutamente la verdad. Desde siempre, en determinadas zonas de Alcantarilla
han estado apareciendo restos a los que no se les daba la menor importancia,
tanto de cerámica como de construcciones, y no es hasta los años sesenta,
cuando se hace el descubrimiento de la necrópolis en la Calle Hurtado Lorente,
cuando comienza a existir una tímida conciencia de que podía haber una historia
enterrada de la que nada se conocía.
Aparte del enorme interés que
presenta la Voz Negra (Buznegra), existen dos zonas principales (hay otras
localizaciones puntuales) en el actual casco urbano en donde, de siempre, se ha
detectado una mayor cantidad de hallazgos: la zona Calle Cartagena-Avenida de
Santa Ana y la zona situada entre la actual carretera del Javalí y la vía
férrea.
Caso aparte el citado poblado del
Agua Salada que debe encerrar una enorme cantidad de material, en este caso
ibérico, y que sería muy interesante que ahora que no tiene cultivos y la
propiedad es cooperante, se procediese a su excavación. En ese sentido me
consta el interés de la nueva concejal de Cultura Dª María Luisa Martínez León.
Pero con respecto a la ocupación
romana puede decirse que casi todo ha desaparecido debido a encontrarse dentro
del casco urbano ya edificado, con la salvedad de la Calle Hurtado Lorente, en la
que por tratarse de edificaciones antiguas, con somera cimentación, pudiera
encontrarse casi intacta la necrópolis allí existente cuando se proceda a la
renovación de edificaciones.
La zona de la carretera del Javali
fue abancalada hace más de 70 años y en esos desmontes aparecieron restos de
cimentaciones, molinos, cerámica y monedas. Pero en esos momentos nadie le
concedió a este hecho la menor importancia. Eran cosas de “los moros”, y la
administración pública carecía de departamento alguno para controlar el
patrimonio. Solamente queda sin desmontar una parcela frente a la antigua
“Provimi”. Sería oportuno estar atentos al igual que en el caso de la Calle
Hurtado Lorente.
No obstante, a raíz del
descubrimiento de esa Calle Hurtado Lorente, surgió una persona en Alcantarilla
que por su cuenta, ante la falta de cooperación oficial, pero siempre en
contacto con los organismos universitarios, y entre el escepticismo general,
visitaba las excavaciones de las obras e intentaba rescatar todo aquello que
podía; observando y documentando la estratigrafía que aparecía en esas
excavaciones. Gracias a esa persona tenemos ahora sobre Alcantarilla una visión
muy diferente e inesperada de la que se le suponía que era, a la vez que sus
publicaciones prueban que Alcantarilla tuvo una población romana de una cierta
importancia, y todo esto era algo absolutamente desconocido, ya que por regla
general se consideraba al canónigo Lozano como una persona “que veía restos
romanos por todas partes”.
Esa persona es el profesor Daniel
Serrano Várez, un buen amigo y con el que Alcantarilla siempre tendrá una deuda
de gratitud por haber salvado y puesto a disposición de todos sus habitantes sus
investigaciones sobre su historia.
Cabe preguntarse qué habría pasado y
cuantos datos y restos arqueológicos tendríamos ahora si, desde el momento en
que se detectaron los primeros hallazgos, el ayuntamiento se hubiese erigido en
promotor y hubiese solicitado ayuda a los diversos organismos competentes en
ello.
Lugares con hallazgos romanos en su mayor parte
localizados por Daniel Serrano Várez. Obsérvese la relación entre la topografía
y los asentamientos correspondientes a las villas
Ahora queda por excavar la antigua
ubicación de Alcantarilla junto al río. Otro lugar sobre el cual procedería que
el ayuntamiento estuviese atento a cualquier movimiento de tierras y que
incluso ya, solicitase la oportuna excavación. Podría conocerse con ello la
estructura urbana de la población y la posibilidad de localizar niveles romanos
anteriores a ella.
Volviendo a la zona de hallazgos
romanos de la carretera de Javalí Nuevo, llama la atención la cantidad de
mampuestos, sillarejos y ladrillos que los agricultores han utilizado para
reforzar los quijeros de la Rambla de las Zorreras. Resulta extraño que en una
zona en la que no existen, ni han existido edificaciones, exista esa cantidad
de escombros que presumiblemente eran extraídos de los bancales por estorbar
para los cultivos e incluso de una posible calzada romana. Sería interesante la
opinión del Servicio de Patrimonio Histórico al respecto.
Por lo tanto, todo parece indicar
que en la zona de Alcantarilla existió una importante ocupación romana de
índole agrícola formada por varias villas, aparte de un poblado iberorromano, a
la vez que contaba con el paso estratégico del río y el cruce de varias
calzadas o vías, por lo que no hay que descartar la existencia de alguna
Mansión y de algún puesto militar en el lugar en el que luego nació la
Alcantarilla medieval, junto al paso del río.
Quijeros de la Rambla de Las Zorreras reforzados con
diferentes tipos de piedras, sillarejos, lajas y ladrillos
Plano general entre la actual carretera de Javalí Nuevo y
el Segura, con la localización de los temas que se tratan en el texto. Plano
aereofotogramétrico del término de Alcantarilla. 1974. Escala 1/2.000
Conclusiones
En función de lo anteriormente
expuesto se consideran las hipótesis siguientes:
El asentamiento más antiguo en la
zona de Alcantarilla es el poblado ibérico del Cabezo del Agua Salada.
Este poblado pudo ser trasladado por
los romanos a Calle Cartagena-Avenida de Santa Ana.
Los
romanos construyeron una presa en el lugar del azud antes de llegar a una
represa o rápido natural existente en el río.
Realizaron dos túneles con los que
se regaban las costeras norte y sur del valle del Segura, zonas de Cabezo de
Torres-Monteagudo y Alcantarilla-La Alberca-Algezares. Estuvieron en
funcionamiento centenares de años.
En la Rambla de Las Zorreras
realizaron un acueducto para ese canal.
Ese canal de la margen derecha
coincide con la actual acequia del Turbedal.
El término de Alcantarilla era
cruzado por varias vías romanas y el río por un puente de barcas.
Existían villas romanas en la Voz
Negra, Avenida de Santa Ana, el Potrox y posiblemente en la antigua Cuesta de
Mareo. En la Calle Cartagena pudo existir una Mansión de servicio a las
calzadas.
Por lo tanto, Alcantarilla, en
contra de lo que pueda creerse, cuenta con potenciales lugares de interés
histórico para los arqueólogos, y por lo tanto para su historia, que son:
El importantísimo enclave del Cabezo
del Agua Salada.
Solar de la Alcantarilla medieval en
la carretera a Puebla de Soto.
Parcela frente a “Provimi” con
posibles restos romanos.
Calle Hurtado Lorente.
Calle Cartagena.
y Cuesta De Mareo.
Por último quiero rendir un recuerdo
a quien me acompañó a excavar en los túneles para “encontrar tesoros”, a quien
me avisaba de cualquier indicio arqueológico que se presentaba (que existen
muchos más), a quien le pidió a la empresa los estudios geotécnicos, a quien a
veces me decía disparates pero que siempre había algo de verdad en el fondo, a
quien vivía su vida, a quien era un amigo.