Pedro L. Cascales López
Durante más de cien años ha existido
en Murcia una recalcitrante discusión sobre el grado de implicación y de las consecuencias
que tuvo, o pudo tener, la ocupación romana con respecto a establecimientos de
poblaciones, y sobre todo con respecto al aprovechamiento para regadíos de las
aguas de los ríos Segura y Guadalentín. Y posiblemente esta situación se haya
producido ante la evidente ausencia de restos arqueológicos de entidad correspondientes
a época romana en la vega del Segura, así como el hecho de que la propia
capital, Murcia, fuese fundada por orden de persona conocida y en una fecha
concreta, muy posterior a esa época de romanización.
Parece estar fuera de toda duda que
en el valle no existió ningún asentamiento romano de entidad fuera de los
posibles puestos o campamentos militares y de dos enclaves perimetrales que sí
parece que alcanzaron un cierto grado de ocupación romana de alguna
importancia, sin que posiblemente podamos llegar a hablar de verdaderas
ciudades. Estas zonas son las de Algezares-La Alberca y la de Espinardo-Cabezo
de Torres-Monteagudo, por las que además discurrían sendas calzadas que unían
Elche con Lorca, Mazarrón y Begastri.
Ahora bien, no parece creíble que
Roma, que tantas y costosas obras de infraestructuras realizó, y a veces para
lograr objetivos de escasa importancia, dejara pasar por alto el
aprovechamiento de las aguas de un río como el Segura, que si bien presentaba un
valle central de almarjales, con una topografía complicada por las avenidas
dentro de su lecho, sí tenía en cambio unas amplias costeras norte y sur de
tierras fértiles, de suaves pendientes, y perfectamente aptas para su
utilización como suelo de producción agrícola de la que tan necesitada estaba
la poblada y cercana zona de Cartagena-Mazarrón.
A la detección de centuriaciones en
las citadas zonas de Cabezo de Torres y Algezares hay que añadir las detectadas
en la zona de Alcantarilla, lo que necesariamente implica, junto a la lógica
más aplastante, que en estas zonas, aparte de las pequeñas agrupaciones urbanas
ya mencionadas, tuvieron que existir las clásicas villas romanas ligadas a
explotaciones agrícolas.
A pesar de ser tan conocida, no está
de más el reproducir, una vez más, la descripción que en el siglo XVIII realiza
el canónigo Juan Lozano Santa sobre la zona de Alcantarilla:
“La
Buznegra contigua a la citada Alcantarilla, hoy reducida a señorío de cuarenta
casas y una granja, posesión de la acendrada Casa de Rocamora, ofrece monedas
romanas, barros de Sagunto y otras antigüedades con abundancia. Entre las
monedas descubiertas en la Buznegra sólo han llegado algunas a mi mano, y son
romanas, tanto del bajo como del alto imperio.
He
visto además fragmentos de pared bien antiguos y dispersos. Su plaza tiene
cuajado el suelo de barro saguntino; las reliquias y pedazos de ese barro son
finos hasta lo último. Después de una lluvia el suelo brilla con la
reverberación de tantos espejuelos, según informa el Vicario. Traje conmigo
algunos de estos casquillos delicadamente bruñidos. Por el ocaso de esta aldea,
como por el de la villa de Alcantarilla, población de cinco mil habitantes,
corre la calzada romana con total rectitud y bien conservada. La sencillez de
aquellos buenos labradores dice que por este camino se iba a Roma en lo
antiguo. Este es el Camino Romano que parte de Cartagena para Archena, busca
las inmediaciones de Caudete y Alpera corriendo a Setabi, o San Felipe, que
parece su término. Vanamente se buscaría en el itinerario de Antonino.
La
Alcantarilla, casi unida a la Buznegra, nos ha rendido iguales testimonios. Es
lugar nuevo, según el nombre, como también Buznegra. Pero aún que sus
denominaciones sean arábigas, los vestigios del suelo deciden por lo romano.
En
efecto, desde Alcantarilla o Cantariella hasta el Puente de las Ovejas sobre el
Segura, que hace su norte, y de quien dista sobre un cuarto de legua, todo es
población romana. Los colladitos de su intermedio, plantío de olivos y vides,
señalan la ciudad arruinada que yace bajo estas prominencias, las cuales se ven
salpicadas de tejos, ladrillos y cascos de vasijas, no obstante de ser labrado
frecuentemente el terreno. Barro saguntino esparcido y derramado se halla aquí,
de cuya especie traje conmigo algunos cascos.
En
el mismo intermedio, no lejos del Javalí, cedió la tierra a la reja de un
arado, hace como dos años, ante una hermosa y bien conservada ánfora romana. Es
angosta y de cinco palmos de longitud, sobre tres dedos, y con su punta larga
por remate”.
Los “colladitos” de los que habla
Lozano no eran otra cosa que las estribaciones del Cabezo Verde y del Cabezo
del Ángel, desde el actual Javalí Nuevo hasta la hoy Plaza de San Francisco en
Alcantarilla, y que desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX
fueron sistemáticamente allanados para plantaciones agrícolas; y en los cuales,
efectivamente, se encontraban ladrillos, cerámica, monedas, vasijas, ruedas de
molinos y numerosa mampostería hasta hace pocos años. Todavía hoy en día es
posible encontrar por toda esta zona pequeños restos de cerámica romana en las
parcelas de cultivo a pesar de haber sido tantas veces labradas y allanadas.
Por lo tanto, está fuera de duda que
esta zona de Alcantarilla tuvo una ocupación romana de carácter agrícola basada
en dos factores o lugares: el amplio valle del Guadalentín, del cual se
pudieron captar aguas mediante boqueras; y el más caudaloso Río Segura que no
permitía este tipo de captación de aguas dada su menor pendiente y el
estrangulamiento topográfico a la entrada del valle (actual zona del azud).
Se tuvo que presentar entonces el
problema de cómo abastecer de agua a las tierras fértiles de las dos costeras
del valle, y ello solamente era posible mediante una captación de las aguas del
Segura a una cota suficiente para que permitiera llegar a las aguas a ambas
zonas del valle mediante la aplicación de la pendiente aproximada y
característica del 2‰ utilizada por los ingenieros romanos.
Y sobre esta cuestión nos aparece la
descripción del egipcio al-Himyari, que en el siglo XV, siguiendo a geógrafos
árabes más antiguos como al-Udri del siglo XI y a al-Edrisi, dice:
“En la parte derecha (del río) construyeron los antiguos un canal que sale
del río en las proximidades de Qantarat Askaba (Alcantarilla) con un primer tramo excavado en la montaña
con una longitud de una milla (1.437 metros) y ese canal es el que riega la parte sur de Murcia. En la parte
izquierda se construyó otro canal bajo la montaña de una longitud de unas dos
millas (2.874 metros) con el que se
riega la parte norte de Murcia”.
Al-Himyari dice además que “todos los regadíos abastecidos desde el río
de Murcia se derivan de estos dos canales, exceptuando los que se benefician de
agua elevada mediante ruedas hidráulicas o de tracción animal. Entre el lugar
de estas dos perforaciones y Murcia hay 6 millas”. Si medimos en línea
recta la distancia señalada por al-Himyari nos arroja la cifra de 8 km al
centro de Murcia, es decir, 5´6 millas. Naturalmente al-Himyari habla en
presente ya que sus escritos son copia, como ya se ha dicho, de autores muy
anteriores.
Los primeros años tras la invasión
árabe no fueron precisamente de normalidad entre los invasores, más bien todo
lo contrario, y los enfrentamientos sin cuartel (tal y como actualmente ocurre
en Arabia) entre mudaríes, instalados en la costera norte y yemeníes,
instalados en la costera sur, desde luego no propiciaban el mejor escenario
para poder embarcarse en obras de infraestructuras de regadío ni de cualquier
otro tipo; simplemente siguieron utilizando todo lo ya existente y que había
sido construido por los romanos casi mil años antes, hasta que Abderramán II y
su hijo Muhammad o Mohamed I lograron imponer una etapa de normalidad que
supuso la creación, no sólo de la ciudad de Murcia, sino de acequias y nuevas
tierras regables a partir de la segunda mitad del siglo IX para continuar
durante todo el siglo X, por lo que tanto anteriormente como posteriormente a
esa etapa, los árabes seguirían sirviéndose, en las citadas zonas de Monteagudo
al norte, Algezares (¿Ello?) al sur, y Alcantarilla en el trayecto, de los ya
centenarios canales descritos por sus propios geógrafos como “construidos por los antiguos”.
Todo esto es algo que desde siempre
ha sido de sobra conocido por historiadores e investigadores, por lo que no se
comprende el que alguno de ellos no intentase localizar las entradas de estos
túneles y conformarse con copiar una y otra vez, con mayor o menor acierto, lo
ya publicado por otros con anterioridad. Hay que tener en cuenta que la
constatación de la existencia de esos túneles (al menos el de la margen derecha,
que es el que nos interesa) acabaría de una vez con la centenaria y vana
discusión sobre el origen romano o árabe de la huerta de Murcia.
La boca del túnel existente en el
azud se encuentra en el punto exacto en el que la curvatura del cauce del río
favorece la entrada de agua en el mismo de forma tangencial, que sería ayudada
por la presencia de una presa que sirviera para estabilizar el nivel con
independencia de las subidas y bajadas de las aguas.
Foto Google Maps con la ubicación del túnel en forma
tangencial al curso del río
Boca del túnel con paredes revestidas de mortero de cal
(CascalesLópez 12/1998)
Parece que ningún historiador
conocía la entrada de ese túnel, pero muchos la conocíamos desde pequeños, y si
solamente nos pudimos adentrar por él unas decenas de metros era porque el
conducto se hallaba obstruido a causa de aluviones de un ramblizo que discurría
sobre él y que con el tiempo había llegado a provocar una oquedad por la que se
introducían los arrastres. Una vez se intentó quitar el obstáculo, pero
enfocando con las linternas por la parte superior, se apreciaba que la cantidad
de escombros sobrepasaban las posibilidades de 'trabajo' de que se disponía.
Solamente se desenterró el esqueleto de un gran perro.
Años después, tras conocer la
descripción de al-Himyari, de manera inmediata se relacionó con el túnel que
tan bien conocíamos, y todo ello se publicó finalmente en el año 2000 en el
libro “Topografía y evolución urbana de
Alcantarilla”, páginas 51 y sucesivas. En internet: http://www.plcascales.com/topografia-y-evolucion-urbana-de-alcantarilla/ y en 2016 en
que se publicó “La presencia romana en Alcantarilla” en http://historiasdealcantarilla-murcia.blogspot.com/2016/11/la-presencia-romana-en-alcantarilla.html. En
ambos lugares pueden ampliarse datos sobre el tema que se está tratando.
Plano publicado en el libro “Topografía y evolución
urbana de
Alcantarilla” en el año 2000
Por lo tanto, hace veinte años que
por primera vez se hizo público el hecho de que uno de los canales (el que
afecta a Alcantarilla), descrito por los geógrafos árabes desde el siglo XI,
podía pasar por el lugar en el que en la actualidad se encuentra el acueducto
medieval sobre la Rambla de Las Zorreras conocido como Los Arcos, y que ese
canal habría podido dar regadío a la zona de Alcantarilla comprendida por
debajo de su nivel topográfico (e incluso en niveles superiores mediante el uso
de artes hidráulicas), debiendo corresponder ese canal con el trazado de la hoy
conocida como acequia de El Turbedal.
[Llegados
a este punto, con mucho pesar del que esto suscribe, pero ante la necesidad de
desmentir y desenmascarar a quienes publican falsedades en esas llamadas “redes
sociales” autodenominándose
“historiadores”, y que precisamente hace poco tiempo, a pesar de conocer sobradamente todo lo anteriormente publicado
sobre el túnel del azud, y diciendo que siguen esos 'indicios', resulta que ahora 'han descubierto' el túnel al que
ellos llaman 'La Alquibla' (cuando en
realidad esa acequia se hizo mil años después), manifestando, entre otras
lindezas, que 'tras varios intentos y con
la ayuda del arqueólogo (eso 'viste' mucho) Juan Antonio Rodríguez localizamos
(podían haberme preguntado dónde estaba, digo yo) el nacimiento de esta longeva acequia de prácticamente hace 1.000 años (esa
'acequia' resulta que tiene 2.000 años). Fue
un auténtico placer redescubrir y
ver esta 'lumbrera vieja' (¿qué?). Fue
un gran descubrimiento para nuestra historia'.
Tanta
idiotez, ignorancia y cursilería no serían merecedoras de la más mínima
atención si no fuese por el daño que se hace a personas de buena fe, e incluso
por los apoyos que les llegan a otorgar entidades públicas y privadas. Y lo que
aquí se relata es sólo un simple ejemplo de su trayectoria.
Y para
terminar, necesariamente, y con sumo desagrado, porque no es de esa clase el
que esto suscribe, pero los hechos a veces te obligan, se reproducen a
continuación unas pocas frases contenidas en una larga carta que un gran historiador
medievalista de Murcia tuvo la deferencia de enviar al que esto suscribe tras
la publicación del libro “Topografía y
evolución…” en el año 2000: “Un
trabajo espléndido, extenso y denso (…) un estudio en profundidad que bien
puede clasificarse de decisivo (…) cartografía, planos y fotografías ayudan
mucho al mejor conocimiento de cuanto expone con precisión y seguridad”.
Don Juan Torres Fontes a Pedro L. Cascales López. 23-11-2001]
Don Juan Torres Fontes, que tanto se
interesaba por Alcantarilla y que tanto ayudó al amigo Salvador Frutos Hidalgo
en la redacción de su libro “El Señorío
de Alcantarilla” en el año 1973, estudió una serie de documentos de finales
del siglo XIV en los que existen unas frases, que a primera vista pueden
resultar enigmáticas, como que “los
herederos de El Turbedal sólo riegan cuando éste viene crecido”, o “esta acequia solamente lleva agua cuando el
río viene crecido”, y estos hechos se fueron repitiendo de manera
esporádica hasta los inicios del siglo XVI.
Es decir, había un heredamiento que
solamente regaba de El Turbedal cuando este llevaba agua. Cuando a éste “le
entraba el agua”. En caso contrario no podía regarse. Entonces, si ese canal no
gozaba de un curso de agua constante, ¿para qué hacerlo? La respuesta no puede
ser otra que la presa o azud, que en su día construyeron los romanos, ya estaba
casi o totalmente destruida, por lo que para que el agua pudiese alcanzar la
cota de entrada al túnel dependía únicamente de que el Segura subiese su nivel,
es decir, que existiesen avenidas importantes.
Toma de las aguas del túnel y situación de la hipotética
presa o azud romana
Porque todos sabemos que El Turbedal
“nace” unos metros antes de la actual noria, por lo que esa acequia depende de
la acequia Mayor de La Alquibla y su caudal no tenía motivos para venir o dejar
de venir crecido, y menos depender del caudal del río. Ahora bien, ¿y si eso no
era antes así?, ¿y si durante un tiempo ambas acequias fueron independientes?
Esa hipótesis explicaría los datos contenidos en la documentación encontrada
por Torres Fontes; y algo más importante, que la descripción de al-Himyari
sobre los túneles del azud nos llevaría directamente a considerar que la
acequia de El Turbedal era el canal o acequia a cielo abierto que era la
continuación del túnel que partía desde el río y que llevaba sus aguas hasta la
zona de Algezares-La Alberca pasando antes por el espacio de la actual Alcantarilla.
Esta acequia de El Turbedal tiene además un trazado rectilíneo que no coincide
con los sinuosos trazados de las acequias árabes, coincidiendo además sus
medidas con las del túnel del azud.
En el año 1994, con motivo de las
obras de entubamiento de la acequia Mayor, se realizaron unos estudios
arqueológicos de urgencia en el acueducto sobre la Rambla de Las Zorreras a
cargo del profesor D. Manuel López Campuzano que concluyeron con certificar el
origen medieval de las estructuras estudiadas. Esto es algo sobre lo que desde
luego no puede existir duda alguna. Ahora bien, este estudio no pudo ser todo lo
exhaustivo que hubiese sido deseable, y así, el profesor D. Antonio González
Blanco detectó bajo la obra medieval restos de estructuras de otro acueducto
más antiguo que no pudo ser excavado ni estudiado.
Además, la propia obra medieval
presenta incógnitas sobre las que no incidimos ahora porque ya fueron
publicadas en 2016 y a ello nos remitimos, en cuanto a que todo parece indicar
que ese acueducto medieval contenía dos canales: uno para la Alquibla y otro,
en cota superior, para otro canal cuyas dimensiones coinciden exactamente con
las del túnel del azud, siendo ambos cauces unidos en una época indeterminada.
Sección del acueducto según datos del profesor López
Campuzano.
Se aprecia la existencia de dos acueductos diferentes
para diferentes
acequias así como un tercero, posiblemente para desviar
las aguas
en caso de roturas. Se aprecia igualmente que debería
haber existido
un muro de separación entre ambas acequias que tuvo que
ser derruido.
La sección del llamado acueducto de El Turbedal coincide
con la sección
del túnel de el azud
Fotografía de la Alquibla sobre el acueducto de Los
Arcos.
A la izquierda aparece una plataforma a mayor altura que
la solera
de la acequia y que además no tiene continuidad una vez
sobrepasado el acueducto (CascalesLópez 8/1968)
Seguían pues apareciendo sólidos
indicios que confirmaban lo dicho por los geógrafos árabes, y en el año 2001,
un año después de publicar el supuesto trazado del túnel, se iban a iniciar
unas obras en la que fue fábrica de conservas de Gambín, en Javalí Nuevo,
término de Alcantarilla, por lo que este autor le advirtió a su promotor y
amigo José Javier Gambín Murcia que se observase en la cimentación de la obra
si aparecía algo anormal, ya que según los cálculos realizados, el túnel del
azud debía pasar por esa zona y a una profundidad que oscilaría entre los 6 y
los 8 metros.
Pues bien, “milagrosamente”, porque
así hay que considerarlo, uno de los estrechos sondeos geotécnicos realizados
en el solar el día 25-4-2001 detectó “una oquedad” entre los 5´70 y los 7´25
metros, es decir, de 1´55 metros de altura. La misma altura que tiene el túnel
del azud.
Hojas del estudio geotécnico en los terrenos de la
antigua fábrica
de conservas de Gambín
Teníamos la entrada en el azud,
teníamos los indicios aportados por el profesor González Blanco en el
acueducto, y ahora teníamos también un punto exacto, coincidente en planta y en
sección, en el que estaba probado que existía una “oquedad”. Y uniendo la base
de esa oquedad con la base o solera del túnel del azud nos daba una pendiente
del 2´4‰, y si continuábamos esa pendiente hasta el acueducto nos conducía
exactamente a la solera de mayor altura de ese acueducto. Y esa pendiente
estaba dentro del margen habitual utilizado por los técnicos romanos.
Sección del trazado general del túnel
El demostrar de forma definitiva la
existencia de ese túnel y canal romano pasaba por localizar, entre el punto del
sondeo geotécnico y el acueducto, una serie de puntos en que se detectara bien
el túnel o bien restos de un canal.
De localizar esos puntos, y efectuar
la oportuna excavación, quedaría probada la existencia de ese canal construido
por los romanos que abastecería de agua a la zona de Algezares-La Alberca y
desde luego a la zona de Alcantarilla, siendo además esta zona de Alcantarilla
la que tuvo que recibir las aguas en primer lugar, dado que el canal de la
margen izquierda era más largo y más lento de construir, tanto por la longitud
del túnel como por la necesidad de salvar con acueductos las diferentes ramblas
y ramblizos de la costera norte, por lo que podría afirmarse que en
Alcantarilla, con riego de un canal llamado hoy Turbedal, nació la Huerta de
Murcia, y ello unos 1000 años antes de que los árabes iniciaran su propia red
de acequias.
Ahora bien, los terrenos sobre los
cuales había que intentar buscar indicios sobre el paso del canal eran suelos
de minifundio en plena producción de agrios y generalmente cercados, por lo que
no era posible el realizar ningún tipo de búsqueda.
Pero pasaron los años, y los que
eran cuidados huertos pasaron a ser tierras abandonadas cubiertas de maleza,
por lo que ya parecía posible el intentar localizar algún indicio del paso del
túnel y/o el canal. Para ello se había unido con una línea recta el punto del
sondeo geotécnico con el acueducto de Los Arcos, y se recurrió a un sistema
rápido, sin costes y no agresivo para ninguna propiedad como es la radiestesia.
Así, el día 7-4-2019 el experto radiestesista y amigo Ramón Castejón Sánchez,
al que en ningún momento se le dijo qué se buscaba, detectó una serie de
anomalías a lo largo de la línea que se le indicó que siguiera, aunque esas
anomalías no coincidían todas ellas exactamente con la línea recta que unía la
oquedad detectada en el sondeo geotécnico con el acueducto, llegando a existir
una variación máxima de 12 metros en una de ellas.
En cada detección invertía el
sentido de la búsqueda y así se encontraba con que la anomalía que detectaba
tenía aproximadamente 1,50 metros de anchura en cada punto analizado, señalando
además la profundidad a que se encontraba, coincidiendo esa profundidad con la
calculada previamente en una sección realizada en la que se consideraba que el
canal discurría de forma recta, algo que él ignoraba.
El radiestesista o zahorí Ramón Castejón Sánchez marcando
los
puntos en los que detectó anomalías en el subsuelo
Con estos datos fue posible trazar
sobre plano el presumible canal romano, que presenta una suave curva antes de
encarar la zona del acueducto de Los Arcos, así como una sección de ese trazado
que permite conocer en cada punto la profundidad a la que supuestamente debe
encontrarse, y también conocer los tramos correspondientes de canal a cielo
abierto y de túnel.
Trazado del canal
Sección del trazado del canal
Existían datos más que suficientes
para poder considerar que nos encontrábamos ante el canal romano descrito por
los árabes, pero hacía falta una prueba final que era el obtener datos, en
cualquiera de los puntos detectados, de que por ahí había discurrido un canal
de agua.
Ello habría sido posible realizando
una simple cata del suelo en la zona de canal abierto a fin de no afectar de
ninguna manera a la estructura del posible túnel, pero las gestiones personales
realizadas en Patrimonio fueron absolutamente inútiles y descorazonadoras. No
interesaba el tema.
Pero ese tema sí que resultaba de
una gran importancia, no solamente para Alcantarilla, sino también para la
historia de la huerta de Murcia, porque probaría su origen romano, por lo que
se recurrió al Ayuntamiento de Alcantarilla, en la persona de su alcalde
Joaquín Buendía Gómez, a fin de poder efectuar una cata del terreno fuera de la
zona en que pudiese existir túnel a fin de no dañar posibles estructuras y en
un lugar en el que durante centenares de años ya había sido allanado y
cultivado por los propietarios de las tierras. Se consideraba que a pesar de
esos allanamientos y cultivos, si había existido por la zona el paso de una
acequia o canal, los estratos del suelo lo delatarían. Y cualquier cata que se
hiciese de ninguna manera podía afectar a yacimiento arqueológico alguno,
porque entre otros motivos, no estaba probada su existencia.
Trazado del túnel, del canal y el lugar de la cata
Si en esa cata se encontraba algún
tipo de estrato que probara ese supuesto, ya existiría base para ponerlo en
conocimiento de Patrimonio a los efectos que fuesen oportunos, mientras que si
no se encontraba rastro alguno, el asunto tendría que ser archivado a esperar
tiempos mejores. Pero aún así, se tenía la plena convicción de que el canal
romano pasaba por ahí, y que Alcantarilla había sido el inicio de la huerta de
Murcia.
El apoyo de la alcaldía fue total, y
tanto las concejalías de Cultura como la de Patrimonio, así como las gestiones
del jefe del Servicio de Obras con el propietario de los terrenos, que no
fueron fáciles, permitió que el día 26-11-2019 una retroexcavadora pudiese
buscar en el punto señalado, en el que, a un máximo de profundidad de 2.50
metros, deberían hallarse restos sedimentarios de un paso de aguas.
El alcalde Joaquín Buendía Gómez con Pedro L. Cascales
López
preparando la marcación del punto para iniciar la
exploración
(Foto: A. Franco. Ayuntamiento de Alcantarilla)
Tras avanzar unos metros de margen
sobre la marca realizada en el suelo, en donde deberían aparecer los rastros
sedimentarios, la pala, que hasta ese momento solamente había extraído arcillas,
comenzó a “arañar” un suelo arenoso de granulometría gruesa y blanquecina, mezclado
con pequeños cantos rodados propios de un cauce fluvial, que abarcaba sobre
metro y medio de anchura por unos 5-10 centímetros de altura según las zonas, y
todo ello exactamente a la profundidad de 2,50 metros prevista. Claramente nos
encontrábamos ante la solera de un paso de aguas que desde luego solamente
podía proceder del Río Segura. Pero no solamente aparecían estos sedimentos, sino
que entre el metro y los dos metros y medio de profundidad aparecían abundantes
restos de mortero de cal con cantos rodados similares a los existentes en la
boca del túnel del azud, a la vez que la capa de arcillas existente sobre esa
capa de arena presentaba una compactación menor que la de los laterales y una
mayor disgregación en terrones una vez sacada a la superficie, lo que probaba
su menor cohesión y grado de humedad.
Momento en que la pala detecta un suelo de arena gruesa y
blanquecina
mezclada con pequeños cantos rodados (Foto: A. Franco.
Ayuntamiento de Alcantarilla)
Sección de la zanja con indicación de la anchura del
canal,
los dos tipos de arcillas y la arena extraída junto a
pequeños cantos rodados (CascalesLópez)
Estrato de sedimento de arena gruesa blanquecina con
cantos rodados
con una anchura media de 1,50 metros y una altura de 5-10
cm. (CascalesLópez)
Restos de mortero de cal y cantos rodados aparecidos en
la cata
realizada (CascalesLópez)
A todos los indicios y pruebas
aportados a lo largo de este escrito se aporta ahora el que se considera
definitivo, y es que en el punto que se había marcado y a la profundidad que
también se había calculado, ha aparecido un claro sedimento de arena de río y
cantos rodados que solamente pueden proceder de un curso de agua fluvial, es
incompatible con el tipo de sedimentos que le rodean, y su anchura, de 1.50
metros, coincide con la anchura del túnel existente en el azud, por lo que no
es aventurado el asegurar que los geógrafos árabes no mentían y que los romanos
construyeron un túnel que desembocaba en una canal, actual acequia de El Turbedal, que llevaba el agua hasta
Algezares regando primero las tierras de Alcantarilla, la primera huerta de
Murcia.
Es
de desear que Patrimonio proceda a desenterrar el túnel, que pueda
cartografiarse, y que de esa forma quede definitivamente probado todo lo que en
este escrito se ha expuesto. No es un simple hallazgo, es algo fundamental para
la historia de Murcia.
Acequia de El Turbedal, primitivo canal romano,
junto al tablacho de El Azarbón,
en lo que hoy es calle de Mariano Ballester
(CascalesLópez – Marzo 1976)
Es un trabajo con el rigor y la minuciosidad a la que nos tiene acostumbrados el autor. Gracias a él y a unos muy pocos, Alcantarilla va a ser un referente en los conocimientos de la historia de la región. Enhorabuena a Don Pedro Cascales y la esperanza en que las autoridades puedan ayudar a las inversiones que estas investigaciones obligan.
ResponderEliminarLlevo tiempo esperando esta publicación, por fin la he podido leer.Mi felicitación Pedro, has hecho un trabajo magnífico.Esperemos que Patrimonio se interese por el tema, pues tiene una gran importancia para la historia de Murcia.
ResponderEliminarSimplemente gracias D.Pedro por su amor desinteresado a nuestro patrimonio. Gracias por su dedicación y por hacer feliz a mi persona, reforzando mi hipótesis de la existencia de un asentamiento romano que controlaría ese punto estratégico que sería la toma del agua en el Rincón del Azud.
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