Pedro L. Cascales López
El alcalde de Alcantarilla Joaquín Buendía
Gómez está promoviendo unas obras de desenterramiento del acueducto de la noria
o de la cequeta, apareciendo así un nuevo paisaje, único, de la Huerta de
Murcia. Faltan palabras.
Y esta noticia hay que leerla dos o tres
veces porque cuesta creerla, llevamos muchos años, demasiados años,
acostumbrados a que los alcaldes de Alcantarilla fueran noticia por otros
asuntos situados a años luz de una administración “normal”; y no digamos ya el
hacer algo sobre la historia de este pueblo, que todo eso era absolutamente
impensable; en el granero no había ningún grano de trigo. Era inútil el buscar.
Y en estos momentos hay necesariamente que
recordar, entre otros muchos, a Diego Riquelme y a Mariano Ballester, y como
les gustaría a ellos el ver realizado algo que en aquellos años era una pura
fantasía inalcanzable, una fantasía de la que se hablaba muy a menudo pero que
no había posibilidad alguna de alcanzarla; lo único que se pudo hacer fue el
zonificar esta zona como parque en el Plan de Ordenación del año 1982 para
obtener el suelo y esperar años mejores, como así ha sucedido.
Pero es rara la fruta que no tiene la
picadura del pájaro, y que por lo tanto procede quitar con el cuchillo la parte
afectada y ahuyentar al pajarito; y todo esto viene al caso porque en los
trabajos de desenterramiento se ha contratado a un arqueólogo –al parecer
recomendado desde la Comunidad Autónoma– que está al frente de unas visitas
guiadas que se realizan periódicamente y que además imparte sus “enseñanzas” a
los funcionarios del Ayuntamiento y del Museo de la Huerta.
Pues bien, nada mejor para conocer la
“picadura” que ver el escrito que a tal efecto fue presentado al alcalde el
pasado día 8 de marzo. Solamente una aclaración: el nombre del arqueólogo, que
no se conocía, y que aparece en los medios de comunicación, ya se sabe, se llama Juan Antonio
Ramírez Águila, y es de Alhama de Murcia. Una duda menos.
Este es el escrito presentado.
AL SR. ALCALDE DE ALCANTARILLA
Asunto:
Escrito dirigido a la Alcaldía. Acueducto de La Rueda
PEDRO
L. CASCALES LÓPEZ, con DNI-----------------, domicilio postal a estos efectos
en el Apartado de Correos nº 3, C.P. 30820 de Alcantarilla, correo electrónico info@plcascales.com
ante esa Alcaldía
E X P O N E
En el año 2004 fue editado un libro
denominado “La huerta antigua del Segura”
cuyo autor era D. Francisco J. Flores Arroyuelo en colaboración con D. Ángel L.
Riquelme Manzanera entonces director o encargado del Museo de La Huerta, en el
que se vierten las siguientes afirmaciones: “es
muy posible que quedase aislado (el Cabezo del Agua Salada) por el propio Río Segura que lo circundaba
por su izquierda mientras que por su derecha quedaba la rambla de La Cañá (sic) por la que en ocasiones discurrían cursos
de agua procedentes del Sangonera que por allí vertía una parte de sus aguas al
Segura, y que hoy está colmatada en varios metros por los aportes de tierras de
aluvión de las sucesivas riadas y avenidas de dicho río durante cientos de
años, y de lo que tenemos buena prueba por la profundidad de los arcos del
acueducto de la acequia de nombre Alcantarilla así como a la altura de éstos a
que llega” (Pág. 250).
Es decir, según estos autores, los
llamados “aluviones” que cegaban el acueducto procedían de las avenidas y
riadas del Río Sangonera, y esto es algo que no tiene la más mínima veracidad
ni se sostiene históricamente ni geomorfológicamente hablando.
El Guadalentín discurría por
entonces en las cercanías del caserío de La Voz Negra, y la pendiente natural
del terreno discurría hacia el Segura directamente por donde ahora se encuentra
el Puente de las Pilas. Su margen derecha es un terreno casi llano que solía
absorber las crecidas de forma natural. Su margen izquierda estaba flanqueada
por una serie de altos que marcaban la línea divisoria de aguas por la parte
norte.
Resulta absolutamente imposible que
el Guadalentín o Sangonera vertiera sus aguas o parte de ellas a la vaguada de
La Cañada. Es imposible que las aguas “escalaran” el cabezo de San Roque, al
menos hasta ahora. Si los citados autores hubiesen consultado, aunque hubiese
sido de una manera elemental cualquier mapa topográfico, habrían advertido la
falsedad de lo que publicaban.
No es esta la única falsedad e
incluso disparates que sobre Alcantarilla contiene esa publicación, pero su
relación se aparta del tema que nos ocupa.
Ahora bien, con este hecho parece
que se inicia para Alcantarilla una época en la que cada día ha estado
surgiendo un nuevo historiador o un nuevo buscador de fama y de gloria. La lista
es extensa.
Y en los últimos días, una acción
tan importante, histórica y merecedora de los mayores elogios y apoyos como es
el desenterramiento por parte del Ayuntamiento del acueducto de La Noria o de
La Rueda, que ojalá pudiera haberlo visto Diego Riquelme Rodríguez y otros
muchos que ya no están, se está enturbiando por las declaraciones y/o
actuaciones de un arqueólogo contratado para ese trabajo –se ignora por quién y
cuál es su nombre– con respecto a los siguientes apartados:
A)- Dice que: “El acueducto está
semienterrado por los aluviones de una rambla”.
Resulta demasiado contundente y temeraria esa
afirmación; y muy grave, ya que incluso la verbaliza en visitas guiadas, con la
desinformación que ello implica y que se vierte además desde la oficialidad. Esa
rambla, cañada o vaguada, es una pequeña cuenca hidrográfica que nace
aproximadamente en la actual estación del ferrocarril de Alcantarilla. Cruza el
Huerto de los Frailes, pasa bajo el acueducto y desembocaba en el Río Segura
cuando este tenía su cauce más cercano de lo que ahora está.
Su superficie total es de unos 320.000 m2,
pero que pudiesen afectar al acueducto son solamente unos 250.000 m2.
Su característica es el que se inicia en unos suelos formados en su mayor parte
por conglomerados terciarios, para discurrir posteriormente sobre suelos
sedimentarios formadores del valle fluvial del Segura y finalizados hacia el
final de la última glaciación, o sea, hace unos 10.000 años.
Es decir, la formación topográfica
de esta vaguada por erosión hídrica sobre sedimentos aluviales antiguos se
comenzó a producir una vez que la zona fue colmatada; pero nunca se “colmató”
con posterioridad a lo anterior, por el arrastre de unos supuestos “aluviones”,
ya que ese arrastre no podía existir por encontrarse la base de la vaguada fundada
sobre materiales compuestos por conglomerados de alta granulometría, muy
diferentes a los que aparecen en la zona, y cuyo potencial de erosión es
extremadamente bajo y desde luego insuficiente para crear ningún tipo de “aluvión”
de las características que tenemos en ese lugar.
Además, tanto su escasa cuenca como el
estar dotada de un perfil de equilibrio geomorfológicamente estable, falto de
potencial erosivo, hacen del todo imposible que, en todo caso, esa pequeña
vaguada hubiese podido aportar en muy poco espacio de tiempo los miles y miles
de metros cúbicos de esos “aluviones” al que este señor hace alusión. Es
absolutamente imposible y los cálculos volumétricos son elementales.
Los sistemas hídricos existentes en el
trazado de lo que luego sería el curso del Río Segura en época terciaria dieron
paso, ya en época cuaternaria, a un sistema estable formado por el hoy citado
Río Segura y sus afluencias, que crearon todo el valle aluvial de la Huerta de
Murcia una vez que sobrepasaron, mediante rápido o cascada, la barrera
orográfica ubicada en donde actualmente se sitúa el Azud o Contraparada.
No podemos desligar el nacimiento
del valle aluvial del Segura con la afección que ello tuvo para Alcantarilla, y
en concreto a la zona que nos ocupa. Las áreas topográficamente más bajas se
vieron colmatadas creándose una clara línea divisoria entre los antiguos
conglomerados y costras calizas y las nuevas aportaciones sedimentarias,
subsistiendo no obstante pequeñas zonas, como es el caso del solar de la
antigua Alcantarilla, que precisamente basaban su existencia en apoyarse sobre
un estrato resistente y estable a orillas del río.
La creencia popular en una Huerta de
Murcia llana y homogénea en la que el Río Segura discurre por su parte más
profunda o talweg no es cierta. El
vuelo fotogramétrico realizado por el Ayuntamiento de Murcia en el año 1993,
con nivelaciones de hasta diez centímetros, ha permitido el realizar un plano
de toda la huerta e intercalar curvas de nivel de un metro de equidistancia.
Y ello aporta algunas conclusiones;
entre ellas el poder detectar el abombamiento del valle; el observar el cauce
de un río que discurre divagador dentro de un lecho entre terrazas aluviales;
detectar el verdadero talweg de ese
valle; observar los indicios de difluencias; y en el caso de Alcantarilla
confirmar el que se trataba del único punto de todo el valle en el cual era
posible el poder disponer de la doble posibilidad de construir un puente entre
terrazas aluviales, debido a la estrechez del lecho, y a la vez contar con la existencia
de un vado y/o puente de barcas gracias a los sotos fluviales. Y ambas opciones
separadas solamente por unas decenas de metros. Un lugar único; y como tal, era
el exclusivo paso de las vías de comunicación ya mucho antes de que los romanos
llegaran a Hispania.
Todo ello es apreciable en el
siguiente plano y en las secciones transversales que se acompañan.
Por lo tanto, no es cierto el que
los llamados “aluviones” enterraran y cegaran el acueducto de La Rueda. La
vaguada de La Cañada jamás pudo crear ningún tipo de aluvión. Ni grande ni
chico. El origen de esa tierra de aluvión en la vaguada hay que buscarlo en una
etapa geológica muy anterior, una época en la que se terminó de formar el valle
aluvial del Río Segura.
Cuando se construyó el acueducto,
esa vaguada mantenía su perfil topográfico milenario; eran terrenos de secano
que no gozaban de dotación de agua para regadío de ninguna acequia. La
construcción de la noria, y con ella la de la cequeta o acequia de Alcantarilla
supuso el que estas tierras pudiesen tener acceso a regadío, y ello
necesariamente implicaba el que los terrenos tenían que ser nivelados a traílla
al igual que a lo largo de cientos de años lo habían sido miles de parcelas en
toda la Huerta de Murcia.
Con la base del plano fotogramétrico
del año 1973 realizado por el Ayuntamiento de Alcantarilla (una copia de poca
calidad milagrosamente encontrada pues el original ha sido destruido) se ha
representado la altimetría de la zona con curvas de nivel de equidistancia de
un metro a las cuales se han aplicado tintas hipsométricas para una mejor
comprensión. Puede apreciarse perfectamente como los terrenos han sido
desmontados y terraplenados buscando la nivelación absoluta de los mismos. Y no
solamente en esta zona, también en toda la huerta de regadío, la más cercana y
la más lejana.
En concreto, la vaguada ha
desaparecido y el terreno ha sido nivelado desde el Camino de Javalí Nuevo a la
acequia de El Turbedal y desde la Cuesta de Mareo al Cabezo del Agua Salada.
Esta nivelación prueba de manera indiscutible y contundente que los sedimentos
milenarios de la zona se alteraron para poder ser susceptibles de regadío, y
con ello, se cegaron parte de los arcos del acueducto.
No hay más. Todo lo demás son
solamente vanas fantasías muy alejadas de cualquier rigor técnico y
conocimiento histórico.
En los siguientes planos puede
apreciarse la altimetría correspondiente al año 1973; la altimetría interpuesta
histórica con el apoyo en puntos fijos; y las zonas de desmonte y terraplenado
en la zona del acueducto. Realidades.
Pero existe además otro factor que
no parece haberse tenido en cuenta, posiblemente por un desconocimiento
elemental de la historia de Alcantarilla.
Aproximadamente desde el año 1725
los frailes de la Orden de San Francisco de Paula, o frailes Mínimos,
construyeron un muro alrededor de toda la propiedad cedida al convento por el
cardenal Belluga. Este muro tenía una altura de unos dos metros y era de sólida
mampostería. Subsistió aproximadamente, ya en muy malas condiciones, hasta los
años sesenta del siglo XX.
Y este muro cerraba absolutamente la
vaguada. Y era doble. Por lo tanto, los pobres “aluviones”, procedentes de
ninguna parte, tenían algo complicado el pasar. Y así, los cientos y cientos de
toneladas de tierra que según el citado arqueólogo fueron a enterrar el
acueducto, lo tuvieron que hacer de manera muy rápida y espectacular, entre
1451 y 1725. Después nada de nada. Estaban los muros. Daria miedo el ver las
grandes tormentas y avenidas que arrastraban esos miles de toneladas por una
rambla que no existía, dentro de una “enorme” cuenca de unos 200.000 m2
que tampoco existía. Curiosamente, en los muros del Huerto de los Frailes nunca
existieron “aluviones”. Misterio.
Nos queda la incógnita, que sería muy
interesante que nos aclarase el tan citado arqueólogo, de cómo se colmató el
resto de la vaguada hasta llegar al río. De dónde procedían los miles y miles
de toneladas de “aluviones” que terraplenaron todo.
Parece que nunca, en la historia de la
geología, una vaguada tan pequeña ha dado para tanto.
B)- Dice que: “La acequia de Barreras se
llama así porque había 'barro' y alfareros”.
Bien, aparte de la aparente simpleza, ya que por
la misma regla de tres podríamos asegurar y jurar que la Rambla del Potrox se
llama así porque había potros salvajes corriendo por ella, en vez de
remontarnos a los beni-Potrox; la acequia Mayor de Alquibla o Barreras ha sido
reiteradamente tratada por numerosos y solventes historiadores desde hace ya
muchos, muchos años, coincidiendo todos ellos en que su nombre de Barreras
tiene su origen en que durante su trayecto atravesaba las tierras de la tribu
morisca de los beni-Arriras o beni-Barriras, ubicados entre la actual Puebla de
Soto y Nonduermas.
Un especialista en el origen de la toponimia
murciana, R. Pocklington, que se supone habrá estudiado el tema, así lo dice, e
incluso lo aporta gráficamente en una de sus publicaciones.
Ahora bien, si alguien tiene pruebas de lo
contrario, que las aporte, porque aparte del chascarrillo de mezclar el barro
con las barreras, hay que demostrar las cosas o al menos presentar hipótesis
aceptables. Todo o casi todo es posible.
Y una cuestión que no es menor: la
granulometría de los aluviones del Segura no los hace precisamente aptos para
la alfarería, al contrario de lo que ocurre con los del Río Guadalentín. A los
hechos nos remitimos.
Y resulta además realmente difícil el creer
que una supuesta actividad alfarera pudiera dar nombre a una acequia Mayor de
la huerta. No se ha detectado que un caso semejante haya ocurrido en ningún
lugar. Al contrario, son una gran mayoría las acequias que deben su nombre al
de las tribus o comunidades humanas que regaban de ellas o que pasaban por su
territorio.
C)- Antecedentes y proyectos futuros.
Se ignora si este tan citado arqueólogo es el
mismo que ha actuado en el Puente de las Pilas y que tras hacer una excavación,
fuera del puente, ha asegurado que ese puente se hizo en el siglo XVIII.
No se pone en duda, e incluso se puede estar
de acuerdo con referencia a la construcción existente, pero nos encontramos
ante dos incógnitas:
a) Según se pudo apreciar, la excavación se
hizo “fuera” del puente, no bajo las pilas o machones del mismo, se ignora si
esto es un nuevo procedimiento arqueológico o que se tenía miedo a que viniese
el agua, pero nos quedamos sin saber qué hay bajo las pilas.
Y el decir que una vez construidas esas pilas
se salvaba el vano mediante troncos o 'tablas' –que ya tenían que ser
resistentes para soportar el peso de las carretas que bajaban o subían desde el
río– parece sencillamente poco o nada creíble, ya que nada se aporta que lo
justifique y además tampoco resulta creíble que los antiguos, que no eran
tontos, tras acometer la obra de las pilas para solucionar sin duda el paso de una vía importante, colocaran
'tablas' en vez de hacer unos simples arcos de medio punto.
b) La actual obra del puente responde sin
duda al resultado de siglos de reparaciones, más reparaciones y añadidos y más
añadidos, eso resulta evidente sin realizar ninguna excavación, pero también es
cierto que en ese punto, desde que se construyó la acequia Mayor, tenía que
existir un puente que diera servicio al paso del vado, de la barca, o el puente
de barcas, como se quiera, ya que esa vía de comunicación existía desde época
romana aprovechando el bajo nivel de los sotos, en contraposición con una zona
situada unos metros más hacia levante en que el estrechamiento del lecho del
río lo hacía un punto apto para construir cualquier puente, fuese de madera, o
fuese de fábrica (de hecho, en el año 1545 fue destruido el último puente por
la riada, estando la zona sin puente durante más de trescientos años. Se usó
entonces la barca y el paso por el Camino del Vado, el del Puente de las Pilas).
Por lo tanto, la excavación bajo los machones hubiese sido muy esclarecedora.
En todo caso, el hecho de la restauración de
ese puente ha chocado, como curiosamente ocurre en demasiados lugares de la
Región de Murcia –cabría preguntarse qué está pasando a nivel regional con la
actuación de determinados “técnicos”–, con un acabado de cartón piedra de puente
de un Belén, un pavimento de calle peatonal y unas protecciones laterales con
una albardilla muy “propia y lograda”. Y todo ello decorado con unos maceteros
maravillosos. De pena. Todo el entorno hiere la vista. El Puente de las Pilas
ya no existe.
Sería también muy importante el conocer si
este arqueólogo es el mismo que ha manifestado que va a acometer la excavación
del Cabezo del Agua Salada, porque de ser así mucho nos tememos que
Alcantarilla va a ser noticia. Y que nos quedemos ahí.
Parece que a este Ayuntamiento le están
metiendo demasiados goles.
Por todo lo expuesto
S O L I C I T A
1)-
Que se comprueben aquellos aspectos de lo expuesto que, por no tener este
ciudadano acceso a documentación oficial, pudiesen ser erróneos o inexistentes.
Considerándolos en ese caso como retirados y aplicando las oportunas disculpas.
2)-
Qué historial y en qué actuaciones ha trabajado el arqueólogo de los aluviones,
del barro y del Puente de las Pilas (caso de ser el mismo), ya que, de
coincidir con otras actuaciones de la región que han resultado polémicas –por
decirlo suavemente–, sería muy conveniente que todo ello obrara en conocimiento
de esa alcaldía.
3)-
De quién cobra este señor: Comunidad, Ayuntamiento o empresa. De qué manera ha
accedido a este trabajo: méritos o designación directa, en caso de cobrar de
dinero público.
4)-
Que ese Ayuntamiento, que esa alcaldía, y en su caso la concejalía de Cultura,
apliquen los necesarios controles sobre quienes se manifiestan en nombre de
este Ayuntamiento para evitar el que se pueda llegar, como hasta ahora ha
venido ocurriendo en demasiadas ocasiones, incluso en las páginas oficiales en
internet, a verter hacia los ciudadanos falsas historias sobre esta población,
enturbiando innecesariamente una labor cultural municipal ejemplar.
5)-
La existencia de esos controles supondría una garantía para esa alcaldía, para
ese Ayuntamiento, y para la población en general, de que desde el oficialismo
no se cuentan falsas historias, y no se daría lugar a que un ciudadano vulgar y
corriente se vea obligado a intervenir –porque muchos hablan pero nadie hace
nada– para denunciar estos hechos, con lo que ello resulta de desagradable, de
empleo de tiempo, mucho tiempo, y de ampliación de la lista de “amigos”, aunque
esto último sea lo que menos importe cuando se defiende la verdad y el rigor de
actuaciones.
6)-
Que de considerarlo conveniente le haga llegar esa alcaldía al tantas veces citado
arqueólogo copia de este escrito a fin de que pudiera manifestar, llegado el
caso, todo aquello que considerase oportuno.
En
Alcantarilla, a 8 de marzo de 2019
SR.
ALCALDE PRESIDENTE DEL ILUSTRE AYUNTAMIENTO DE ALCANTARILLA
Buenas tardes, me encanta su blog, darle la enhorabuena lo primero. Solo me gustaría comentar que algunos autores dicen que Barreras viene de las numerosas paradas que tenía la acequia a consecuencia de los molinos que entorpecían el riego, ¿que opina Ud.?
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