jueves, 21 de marzo de 2019

SOBRE EL ACUEDUCTO DE LA NORIA



Pedro L. Cascales López

El alcalde de Alcantarilla Joaquín Buendía Gómez está promoviendo unas obras de desenterramiento del acueducto de la noria o de la cequeta, apareciendo así un nuevo paisaje, único, de la Huerta de Murcia. Faltan palabras.
Y esta noticia hay que leerla dos o tres veces porque cuesta creerla, llevamos muchos años, demasiados años, acostumbrados a que los alcaldes de Alcantarilla fueran noticia por otros asuntos situados a años luz de una administración “normal”; y no digamos ya el hacer algo sobre la historia de este pueblo, que todo eso era absolutamente impensable; en el granero no había ningún grano de trigo. Era inútil el buscar.
Y en estos momentos hay necesariamente que recordar, entre otros muchos, a Diego Riquelme y a Mariano Ballester, y como les gustaría a ellos el ver realizado algo que en aquellos años era una pura fantasía inalcanzable, una fantasía de la que se hablaba muy a menudo pero que no había posibilidad alguna de alcanzarla; lo único que se pudo hacer fue el zonificar esta zona como parque en el Plan de Ordenación del año 1982 para obtener el suelo y esperar años mejores, como así ha sucedido.

Pero es rara la fruta que no tiene la picadura del pájaro, y que por lo tanto procede quitar con el cuchillo la parte afectada y ahuyentar al pajarito; y todo esto viene al caso porque en los trabajos de desenterramiento se ha contratado a un arqueólogo –al parecer recomendado desde la Comunidad Autónoma– que está al frente de unas visitas guiadas que se realizan periódicamente y que además imparte sus “enseñanzas” a los funcionarios del Ayuntamiento y del Museo de la Huerta.

Pues bien, nada mejor para conocer la “picadura” que ver el escrito que a tal efecto fue presentado al alcalde el pasado día 8 de marzo. Solamente una aclaración: el nombre del arqueólogo, que no se conocía, y que aparece en los medios de comunicación, ya se sabe, se llama Juan Antonio Ramírez Águila, y es de Alhama de Murcia. Una duda menos.

Este es el escrito presentado.
 
   


AL SR. ALCALDE DE ALCANTARILLA


Asunto: Escrito dirigido a la Alcaldía. Acueducto de La Rueda


PEDRO L. CASCALES LÓPEZ, con DNI-----------------, domicilio postal a estos efectos en el Apartado de Correos nº 3, C.P. 30820 de Alcantarilla, correo electrónico info@plcascales.com ante esa Alcaldía


E X P O N E

            En el año 2004 fue editado un libro denominado “La huerta antigua del Segura” cuyo autor era D. Francisco J. Flores Arroyuelo en colaboración con D. Ángel L. Riquelme Manzanera entonces director o encargado del Museo de La Huerta, en el que se vierten las siguientes afirmaciones: “es muy posible que quedase aislado (el Cabezo del Agua Salada) por el propio Río Segura que lo circundaba por su izquierda mientras que por su derecha quedaba la rambla de La Cañá (sic) por la que en ocasiones discurrían cursos de agua procedentes del Sangonera que por allí vertía una parte de sus aguas al Segura, y que hoy está colmatada en varios metros por los aportes de tierras de aluvión de las sucesivas riadas y avenidas de dicho río durante cientos de años, y de lo que tenemos buena prueba por la profundidad de los arcos del acueducto de la acequia de nombre Alcantarilla así como a la altura de éstos a que llega” (Pág. 250).

            Es decir, según estos autores, los llamados “aluviones” que cegaban el acueducto procedían de las avenidas y riadas del Río Sangonera, y esto es algo que no tiene la más mínima veracidad ni se sostiene históricamente ni geomorfológicamente hablando.

            El Guadalentín discurría por entonces en las cercanías del caserío de La Voz Negra, y la pendiente natural del terreno discurría hacia el Segura directamente por donde ahora se encuentra el Puente de las Pilas. Su margen derecha es un terreno casi llano que solía absorber las crecidas de forma natural. Su margen izquierda estaba flanqueada por una serie de altos que marcaban la línea divisoria de aguas por la parte norte.

            Resulta absolutamente imposible que el Guadalentín o Sangonera vertiera sus aguas o parte de ellas a la vaguada de La Cañada. Es imposible que las aguas “escalaran” el cabezo de San Roque, al menos hasta ahora. Si los citados autores hubiesen consultado, aunque hubiese sido de una manera elemental cualquier mapa topográfico, habrían advertido la falsedad de lo que publicaban.

            No es esta la única falsedad e incluso disparates que sobre Alcantarilla contiene esa publicación, pero su relación se aparta del tema que nos ocupa.
            Ahora bien, con este hecho parece que se inicia para Alcantarilla una época en la que cada día ha estado surgiendo un nuevo historiador o un nuevo buscador de fama y de gloria. La lista es extensa.

            Y en los últimos días, una acción tan importante, histórica y merecedora de los mayores elogios y apoyos como es el desenterramiento por parte del Ayuntamiento del acueducto de La Noria o de La Rueda, que ojalá pudiera haberlo visto Diego Riquelme Rodríguez y otros muchos que ya no están, se está enturbiando por las declaraciones y/o actuaciones de un arqueólogo contratado para ese trabajo –se ignora por quién y cuál es su nombre– con respecto a los siguientes apartados:

A)- Dice que: “El acueducto está semienterrado por los aluviones de una rambla”.
Resulta demasiado contundente y temeraria esa afirmación; y muy grave, ya que incluso la verbaliza en visitas guiadas, con la desinformación que ello implica y que se vierte además desde la oficialidad. Esa rambla, cañada o vaguada, es una pequeña cuenca hidrográfica que nace aproximadamente en la actual estación del ferrocarril de Alcantarilla. Cruza el Huerto de los Frailes, pasa bajo el acueducto y desembocaba en el Río Segura cuando este tenía su cauce más cercano de lo que ahora está.
Su superficie total es de unos 320.000 m2, pero que pudiesen afectar al acueducto son solamente unos 250.000 m2. Su característica es el que se inicia en unos suelos formados en su mayor parte por conglomerados terciarios, para discurrir posteriormente sobre suelos sedimentarios formadores del valle fluvial del Segura y finalizados hacia el final de la última glaciación, o sea, hace unos 10.000 años.


            Es decir, la formación topográfica de esta vaguada por erosión hídrica sobre sedimentos aluviales antiguos se comenzó a producir una vez que la zona fue colmatada; pero nunca se “colmató” con posterioridad a lo anterior, por el arrastre de unos supuestos “aluviones”, ya que ese arrastre no podía existir por encontrarse la base de la vaguada fundada sobre materiales compuestos por conglomerados de alta granulometría, muy diferentes a los que aparecen en la zona, y cuyo potencial de erosión es extremadamente bajo y desde luego insuficiente para crear ningún tipo de “aluvión” de las características que tenemos en ese lugar.
            Además, tanto su escasa cuenca como el estar dotada de un perfil de equilibrio geomorfológicamente estable, falto de potencial erosivo, hacen del todo imposible que, en todo caso, esa pequeña vaguada hubiese podido aportar en muy poco espacio de tiempo los miles y miles de metros cúbicos de esos “aluviones” al que este señor hace alusión. Es absolutamente imposible y los cálculos volumétricos son elementales.

            Los sistemas hídricos existentes en el trazado de lo que luego sería el curso del Río Segura en época terciaria dieron paso, ya en época cuaternaria, a un sistema estable formado por el hoy citado Río Segura y sus afluencias, que crearon todo el valle aluvial de la Huerta de Murcia una vez que sobrepasaron, mediante rápido o cascada, la barrera orográfica ubicada en donde actualmente se sitúa el Azud o Contraparada.
            No podemos desligar el nacimiento del valle aluvial del Segura con la afección que ello tuvo para Alcantarilla, y en concreto a la zona que nos ocupa. Las áreas topográficamente más bajas se vieron colmatadas creándose una clara línea divisoria entre los antiguos conglomerados y costras calizas y las nuevas aportaciones sedimentarias, subsistiendo no obstante pequeñas zonas, como es el caso del solar de la antigua Alcantarilla, que precisamente basaban su existencia en apoyarse sobre un estrato resistente y estable a orillas del río.



            La creencia popular en una Huerta de Murcia llana y homogénea en la que el Río Segura discurre por su parte más profunda o talweg no es cierta. El vuelo fotogramétrico realizado por el Ayuntamiento de Murcia en el año 1993, con nivelaciones de hasta diez centímetros, ha permitido el realizar un plano de toda la huerta e intercalar curvas de nivel de un metro de equidistancia.

            Y ello aporta algunas conclusiones; entre ellas el poder detectar el abombamiento del valle; el observar el cauce de un río que discurre divagador dentro de un lecho entre terrazas aluviales; detectar el verdadero talweg de ese valle; observar los indicios de difluencias; y en el caso de Alcantarilla confirmar el que se trataba del único punto de todo el valle en el cual era posible el poder disponer de la doble posibilidad de construir un puente entre terrazas aluviales, debido a la estrechez del lecho, y a la vez contar con la existencia de un vado y/o puente de barcas gracias a los sotos fluviales. Y ambas opciones separadas solamente por unas decenas de metros. Un lugar único; y como tal, era el exclusivo paso de las vías de comunicación ya mucho antes de que los romanos llegaran a Hispania.

            Todo ello es apreciable en el siguiente plano y en las secciones transversales que se acompañan.     





          
              Por lo tanto, no es cierto el que los llamados “aluviones” enterraran y cegaran el acueducto de La Rueda. La vaguada de La Cañada jamás pudo crear ningún tipo de aluvión. Ni grande ni chico. El origen de esa tierra de aluvión en la vaguada hay que buscarlo en una etapa geológica muy anterior, una época en la que se terminó de formar el valle aluvial del Río Segura.

            Cuando se construyó el acueducto, esa vaguada mantenía su perfil topográfico milenario; eran terrenos de secano que no gozaban de dotación de agua para regadío de ninguna acequia. La construcción de la noria, y con ella la de la cequeta o acequia de Alcantarilla supuso el que estas tierras pudiesen tener acceso a regadío, y ello necesariamente implicaba el que los terrenos tenían que ser nivelados a traílla al igual que a lo largo de cientos de años lo habían sido miles de parcelas en toda la Huerta de Murcia.

            Con la base del plano fotogramétrico del año 1973 realizado por el Ayuntamiento de Alcantarilla (una copia de poca calidad milagrosamente encontrada pues el original ha sido destruido) se ha representado la altimetría de la zona con curvas de nivel de equidistancia de un metro a las cuales se han aplicado tintas hipsométricas para una mejor comprensión. Puede apreciarse perfectamente como los terrenos han sido desmontados y terraplenados buscando la nivelación absoluta de los mismos. Y no solamente en esta zona, también en toda la huerta de regadío, la más cercana y la más lejana.

            En concreto, la vaguada ha desaparecido y el terreno ha sido nivelado desde el Camino de Javalí Nuevo a la acequia de El Turbedal y desde la Cuesta de Mareo al Cabezo del Agua Salada. Esta nivelación prueba de manera indiscutible y contundente que los sedimentos milenarios de la zona se alteraron para poder ser susceptibles de regadío, y con ello, se cegaron parte de los arcos del acueducto.
            No hay más. Todo lo demás son solamente vanas fantasías muy alejadas de cualquier rigor técnico y conocimiento histórico.

            En los siguientes planos puede apreciarse la altimetría correspondiente al año 1973; la altimetría interpuesta histórica con el apoyo en puntos fijos; y las zonas de desmonte y terraplenado en la zona del acueducto. Realidades.  







            
         Pero existe además otro factor que no parece haberse tenido en cuenta, posiblemente por un desconocimiento elemental de la historia de Alcantarilla.
            Aproximadamente desde el año 1725 los frailes de la Orden de San Francisco de Paula, o frailes Mínimos, construyeron un muro alrededor de toda la propiedad cedida al convento por el cardenal Belluga. Este muro tenía una altura de unos dos metros y era de sólida mampostería. Subsistió aproximadamente, ya en muy malas condiciones, hasta los años sesenta del siglo XX.
            Y este muro cerraba absolutamente la vaguada. Y era doble. Por lo tanto, los pobres “aluviones”, procedentes de ninguna parte, tenían algo complicado el pasar. Y así, los cientos y cientos de toneladas de tierra que según el citado arqueólogo fueron a enterrar el acueducto, lo tuvieron que hacer de manera muy rápida y espectacular, entre 1451 y 1725. Después nada de nada. Estaban los muros. Daria miedo el ver las grandes tormentas y avenidas que arrastraban esos miles de toneladas por una rambla que no existía, dentro de una “enorme” cuenca de unos 200.000 m2 que tampoco existía. Curiosamente, en los muros del Huerto de los Frailes nunca existieron “aluviones”. Misterio.






Nos queda la incógnita, que sería muy interesante que nos aclarase el tan citado arqueólogo, de cómo se colmató el resto de la vaguada hasta llegar al río. De dónde procedían los miles y miles de toneladas de “aluviones” que terraplenaron todo.
Parece que nunca, en la historia de la geología, una vaguada tan pequeña ha dado para tanto.


B)- Dice que: “La acequia de Barreras se llama así porque había 'barro' y alfareros”.
Bien, aparte de la aparente simpleza, ya que por la misma regla de tres podríamos asegurar y jurar que la Rambla del Potrox se llama así porque había potros salvajes corriendo por ella, en vez de remontarnos a los beni-Potrox; la acequia Mayor de Alquibla o Barreras ha sido reiteradamente tratada por numerosos y solventes historiadores desde hace ya muchos, muchos años, coincidiendo todos ellos en que su nombre de Barreras tiene su origen en que durante su trayecto atravesaba las tierras de la tribu morisca de los beni-Arriras o beni-Barriras, ubicados entre la actual Puebla de Soto y Nonduermas.
Un especialista en el origen de la toponimia murciana, R. Pocklington, que se supone habrá estudiado el tema, así lo dice, e incluso lo aporta gráficamente en una de sus publicaciones.



Ahora bien, si alguien tiene pruebas de lo contrario, que las aporte, porque aparte del chascarrillo de mezclar el barro con las barreras, hay que demostrar las cosas o al menos presentar hipótesis aceptables. Todo o casi todo es posible.
Y una cuestión que no es menor: la granulometría de los aluviones del Segura no los hace precisamente aptos para la alfarería, al contrario de lo que ocurre con los del Río Guadalentín. A los hechos nos remitimos.
Y resulta además realmente difícil el creer que una supuesta actividad alfarera pudiera dar nombre a una acequia Mayor de la huerta. No se ha detectado que un caso semejante haya ocurrido en ningún lugar. Al contrario, son una gran mayoría las acequias que deben su nombre al de las tribus o comunidades humanas que regaban de ellas o que pasaban por su territorio.

C)- Antecedentes y proyectos futuros.
Se ignora si este tan citado arqueólogo es el mismo que ha actuado en el Puente de las Pilas y que tras hacer una excavación, fuera del puente, ha asegurado que ese puente se hizo en el siglo XVIII.
No se pone en duda, e incluso se puede estar de acuerdo con referencia a la construcción existente, pero nos encontramos ante dos incógnitas:

a) Según se pudo apreciar, la excavación se hizo “fuera” del puente, no bajo las pilas o machones del mismo, se ignora si esto es un nuevo procedimiento arqueológico o que se tenía miedo a que viniese el agua, pero nos quedamos sin saber qué hay bajo las pilas.
Y el decir que una vez construidas esas pilas se salvaba el vano mediante troncos o 'tablas' –que ya tenían que ser resistentes para soportar el peso de las carretas que bajaban o subían desde el río– parece sencillamente poco o nada creíble, ya que nada se aporta que lo justifique y además tampoco resulta creíble que los antiguos, que no eran tontos, tras acometer la obra de las pilas para solucionar sin  duda el paso de una vía importante, colocaran 'tablas' en vez de hacer unos simples arcos de medio punto.

b) La actual obra del puente responde sin duda al resultado de siglos de reparaciones, más reparaciones y añadidos y más añadidos, eso resulta evidente sin realizar ninguna excavación, pero también es cierto que en ese punto, desde que se construyó la acequia Mayor, tenía que existir un puente que diera servicio al paso del vado, de la barca, o el puente de barcas, como se quiera, ya que esa vía de comunicación existía desde época romana aprovechando el bajo nivel de los sotos, en contraposición con una zona situada unos metros más hacia levante en que el estrechamiento del lecho del río lo hacía un punto apto para construir cualquier puente, fuese de madera, o fuese de fábrica (de hecho, en el año 1545 fue destruido el último puente por la riada, estando la zona sin puente durante más de trescientos años. Se usó entonces la barca y el paso por el Camino del Vado, el del Puente de las Pilas). Por lo tanto, la excavación bajo los machones hubiese sido muy esclarecedora.

En todo caso, el hecho de la restauración de ese puente ha chocado, como curiosamente ocurre en demasiados lugares de la Región de Murcia –cabría preguntarse qué está pasando a nivel regional con la actuación de determinados “técnicos”–, con un acabado de cartón piedra de puente de un Belén, un pavimento de calle peatonal y unas protecciones laterales con una albardilla muy “propia y lograda”. Y todo ello decorado con unos maceteros maravillosos. De pena. Todo el entorno hiere la vista. El Puente de las Pilas ya no existe.

Sería también muy importante el conocer si este arqueólogo es el mismo que ha manifestado que va a acometer la excavación del Cabezo del Agua Salada, porque de ser así mucho nos tememos que Alcantarilla va a ser noticia. Y que nos quedemos ahí.

Parece que a este Ayuntamiento le están metiendo demasiados goles.


Por todo lo expuesto


S O L I C I T A

1)- Que se comprueben aquellos aspectos de lo expuesto que, por no tener este ciudadano acceso a documentación oficial, pudiesen ser erróneos o inexistentes. Considerándolos en ese caso como retirados y aplicando las oportunas disculpas.

2)- Qué historial y en qué actuaciones ha trabajado el arqueólogo de los aluviones, del barro y del Puente de las Pilas (caso de ser el mismo), ya que, de coincidir con otras actuaciones de la región que han resultado polémicas –por decirlo suavemente–, sería muy conveniente que todo ello obrara en conocimiento de esa alcaldía.

3)- De quién cobra este señor: Comunidad, Ayuntamiento o empresa. De qué manera ha accedido a este trabajo: méritos o designación directa, en caso de cobrar de dinero público.

4)- Que ese Ayuntamiento, que esa alcaldía, y en su caso la concejalía de Cultura, apliquen los necesarios controles sobre quienes se manifiestan en nombre de este Ayuntamiento para evitar el que se pueda llegar, como hasta ahora ha venido ocurriendo en demasiadas ocasiones, incluso en las páginas oficiales en internet, a verter hacia los ciudadanos falsas historias sobre esta población, enturbiando innecesariamente una labor cultural municipal ejemplar.

5)- La existencia de esos controles supondría una garantía para esa alcaldía, para ese Ayuntamiento, y para la población en general, de que desde el oficialismo no se cuentan falsas historias, y no se daría lugar a que un ciudadano vulgar y corriente se vea obligado a intervenir –porque muchos hablan pero nadie hace nada– para denunciar estos hechos, con lo que ello resulta de desagradable, de empleo de tiempo, mucho tiempo, y de ampliación de la lista de “amigos”, aunque esto último sea lo que menos importe cuando se defiende la verdad y el rigor de actuaciones.

6)- Que de considerarlo conveniente le haga llegar esa alcaldía al tantas veces citado arqueólogo copia de este escrito a fin de que pudiera manifestar, llegado el caso, todo aquello que considerase oportuno.


En Alcantarilla, a 8 de marzo de 2019




SR. ALCALDE PRESIDENTE DEL ILUSTRE AYUNTAMIENTO DE ALCANTARILLA

1 comentario:

  1. Buenas tardes, me encanta su blog, darle la enhorabuena lo primero. Solo me gustaría comentar que algunos autores dicen que Barreras viene de las numerosas paradas que tenía la acequia a consecuencia de los molinos que entorpecían el riego, ¿que opina Ud.?

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