Juan Cánovas Orcajada
Pedro L. Cascales López
Cada generación, cada etapa de la
pequeña historia de los pueblos y ciudades, siempre han tenido una serie de
protagonistas que han formado parte de esa sociedad y han impregnado todo el
entorno vecinal de unas características propias sin ellos pretenderlo. Así ha
sido durante siglos. Hasta ahora. Hasta que desde hace más o menos un par de
generaciones todo ha cambiado. Esos aspectos sociales y humanos que daban personalidad
a cada agrupación urbana y hacían posible unas relaciones y una convivencia muy
estrecha entre vecinos de un determinado barrio o población,
han desaparecido por completo y para siempre.
En
los últimos cincuenta años hemos visto como, a causa del exponencial crecimiento
demográfico, la falta de relación y cohesión vecinal, la tremenda falta de educación
cívica –cuando ahora todo el mundo va a la escuela, tremenda contradicción–, las
llamadas “nuevas tecnologías” que en algunos casos absorben en vano demasiados
cerebros, el “todo vale por dinero o por figurar”, la continua delincuencia
gratuita con sus adicciones, la desaparición de la “sabiduría popular”, y sobre
todo el gran monstruo de las “necesidades creadas”, que todo se lo come, han
hecho desaparecer todo un sistema de vida y de convivencia en el que
evidentemente existían muchas faltas, estrecheces y problemas, pero esas cosas
no estaban causadas por querer participar en una loca carrera sin final, en la que
cada día hay que obtener más y más cosas de esas que nos pretenden hacer creer
de manera artera e interesada que no se puede vivir sin ellas. Y esa absurda
competitividad y loca búsqueda de falsas necesidades, se quiera o no, implica
el que la gente de hace unos años, dentro de sus graves carencias, pero con una
vida sencilla y unas normales aspiraciones, pudiese gozar de un grado de convivencia,
tranquilidad y felicidad superior al actual.
Alcantarilla no podía ser
lógicamente en eso una excepción, y desde luego, la población de hoy en día no
tiene absolutamente nada que ver con la de hace unas décadas. Nada. Y de forma
simultánea a cómo ha cambiado su aspecto urbano, también han desaparecido esos
vecinos que impregnaban de humanidad y personalidad el pueblo. Eran tenderos,
taberneros, funcionarios, albañiles, barberos, obreros, oficinistas, agricultores…,
personas que eran de todos conocidas y con los que se mantenía una conversación
y una relación diaria en una sociedad sin casi televisión, algo de prensa, algo
más de radio, y desde luego en la que nadie podía llegar a imaginarse que un
día podrían hacerse esas cosas que ahora se hacen con esos artilugios que se
llaman teléfonos móviles y ordenadores.
De la mayoría de estas personas no
han quedado imágenes ni datos, sólo el recuerdo mientras que vivan los que los
conocieron; pero de unos pocos sí, y uno de ellos es José Cánovas Férez, “Joselito el del Kiosco” y su mujer Esperanza Marín García.
En una fecha indeterminada a
mediados del siglo XVII se supone que llegó a Alcantarilla un hombre llamado Lázaro Cánovas. Se ignora su
procedencia, pero el nombre propio de Lázaro y el apellido de Cánovas hacen
pensar, no sin fundamento, que su origen fuese Alhama de Murcia, teniendo en
cuenta que el nombre de Lázaro está muy ligado a Alhama y que el apellido
Cánovas era prácticamente inexistente en Alcantarilla en esa época y sin
embargo sí era abundante en Alhama. Aquí solamente existían un par de familias
con ese apellido, y los nombres propios, además, no son coincidentes. Lázaro
Cánovas casó con María Molina, y
este apellido sí que era abundante en la población de Alcantarilla en el siglo
XVII.
El matrimonio tuvo un hijo (entre
otros): Juan Cánovas Molina, nacido
en el año 1702 que contrajo matrimonio el día 2-8-1740 con María Contreras Cascales, nacida en el año 1699.
Y de ellos nació Antonio Cánovas Contreras, que casó con
Francisca García Mercader. La
familia se emparentaba así, en muy poco tiempo, con los habitantes más antiguos
de la población de Alcantarilla
Nació después, el 25-8-1773, Luis Cánovas García, que casó el
4-10-1801, con Salvadora Huertas
Hernández, nacida el día 25-6-1778; y tuvieron un hijo, Diego Cánovas Huertas el 8-10-1807, que
casó a su vez el día 25-2-1830 con Francisca
Martínez Carrillo (otro apellido primitivo de Alcantarilla) nacida el día
25-4-1807. A estas alturas, los Cánovas ya tenían más componentes de las
familias más abundantes como eran los Contreras, Cascales, Mercader y Carrillo,
que de los propios Cánovas. Y esto no había terminado, ya que Aroca también era
apellido antiguo, todos antes de 1595. De los García y Martínez lógicamente no
puede aventurarse nada; y los Férez y Huertas llegaron a Alcantarilla con la
bonanza borbónica a principios del siglo XVIII.
De este último matrimonio nació Ignacio Cánovas Martínez el día
7-2-1844, que casó el 21-8-1871 con María
Concepción Aroca González, nacida el día 26-12-1849. Y de ahí vino al mundo
Juan Cánovas Aroca el día 14-8-1888,
que casó el 7-3-1915 con Salud Férez
Asensio, nacida el día 16-1-1895.
Y ya llegamos al final, puesto que
de este matrimonio nacieron los siguientes hijos: en 1917 Ignacio, el 13-3-1921 Antonio,
el 18-5-1924 María, el 14-7-1927 José, y el 15-1-1935 Isabel.
Y ese José nacido en el año 1927 es
precisamente el protagonista de todo esto. Es José Cánovas Férez “Joselito el del Kiosco”.
José era Cánovas por parte de padre
y Férez por parte de madre, y los Férez parece ser que eran todos procedentes
de una sola familia que se había establecido en Alcantarilla hacia 1720,
llegando ya a formar hacia el año 1800 cuatro familias que tenían todas el
mismo origen.
La madre de José era, como ya se ha dicho, Salud
Férez Asensio, y su abuelo materno era Francisco
Férez Lorente, casado con Isabel
María de las Mercedes Asensio, y esto nos lleva a un escenario en el que
nos aparece la antiguamente llamada Calle Alta y ahora Calle Jara Carrillo.
Esta calle comenzó a formarse con un
par de casas a mediados del siglo XVIII y un siglo después ya estaba totalmente
edificada.
La Calle Alta según datos del Catastro de la Ensenada
Y venimos a esta calle porque en
ella vivían los abuelos de José, los citados Francisco e Isabel, y su casa era
la marcada con el nº 2, pero esa calle ha tenido a lo largo de los años, a pesar
de su corta longitud, sensibles alteraciones en su parcelario. Por lo tanto,
para poder identificar la casa que habitó el citado matrimonio es necesario
remontarnos a mediados del siglo XIX e intentar representar su parcelario en
esa época para después seguir avanzando hasta los días en que habitó en ella
José Cánovas Férez.
En el padrón del año 1868 la Calle
Alta contaba con las siguientes casas y familias:
Acera de poniente:
Nº 1 – Juan Lorente y Blasa Martínez
Nº 3 – María López, viuda de Jara,
con sus hijos
Nº 5 – Antonio Carrillo y Catalina
Giménez con sus hijos
Nº 7 – Francisco Hernández e Isabel
Ruiz con su hijo
Nº 9 – Ignacio Sáez y María Dolores
Carrillo con sus hijos y su madre
Nº 11 – Juan Sáez y Josefa Férez con
hijo y hermano
Acera de levante:
Nº 2 – Fernando Pérez y Ginesa
Hernández con sus hijos
Nº 4 – Francisca Martínez
Nº 6 – Cerrada
Nº 8 – Pedro Matías Corbalán y María
Giménez con sus hijos
Nº 10 – Francisco García y María
Salud Férez con sus hijos
Nº 12 – Cerrada
Es decir, la calle contaba con un
total de 12 viviendas, 6 en un lado y seis en otro. Y nos encontramos con un
Juan Lorente, de 69 años, en la nº 1; una María Dolores Férez, viuda, de 43
años, en la nº 9; una María Salud Férez, de 40 años, en la nº 10; y una Josefa
Férez, de 26 años, en la nº 11. Con estos datos intentamos reconstruir el
parcelario de las casas de la calle. Y observamos que el apellido Férez lo
encontramos en tres de las viviendas, así como el apellido Lorente, el mismo
del segundo apellido del abuelo materno de José (Férez-Lorente).
La Calle Alta en el año 1868
El padrón de 1892 mantiene
prácticamente inalterado el parcelario y enumera a los siguientes vecinos:
Acera de poniente:
Nº 1 – Andrés Jover Cascales
Nº
3 – Cerrada
Nº
5 – Salvador Bernal y Clara de San Isidoro con sus hijos
Nº
7 y 9 – Francisco Jara Carrillo y Josefa Carrillo Férez con sus hijos
Nº
11 – Matías Sáez Férez y Dolores Hurtado Bernal
Acera
de levante:
Nº
2 – Antonio Baños Giménez y Josefa Cascales con sus hijos
Nº
4 – Juan Salinas y Carmen Garrido con sus hijos
Nº
4 – María Salud Martínez
Nº
6 – Francisca Martínez Sandoval y dos más
Nº
8 – Isabel Cascales García
Nº
10 – Andrés Aulló y Eugenia de Santa Florentina con su hija
Nº
12 – Pedro González y Antonia Hernández con sus hijos
Seguimos
contando con 12 viviendas, pero la Nº 4 se ha dividido, en bajo y alto, y las
nº 7 y 9 pertenecen al mismo propietario: Francisco Jara Carrillo, de 50 años,
tratante, casado con Josefa Carrillo Férez, de 44 años, con sus hijos Pascual,
de 27 años, subdiácono, Dolores de 18 y Pedro de 16, estudiante.
Esta
familia se ausentaría el siguiente año de 1893, y el hijo citado en último
lugar, Pedro, es el que posteriormente resultaría ser un conocido escritor.
Y
vemos que su madre es de segundo apellido Férez, y también en la casa nº 11
vive otro Férez, Matías Sáez Férez, hijo del propietario que aparecía en el
padrón anterior de 1868, Juan Sáez, casado con Josefa Férez. Parece ser que
todos los Férez ubicados en esta calle deberían de ser familia.
La Calle Alta en el año 1892
Con
respecto al escritor Pedro Jara Carrillo, ya que nos lo hemos encontrado en la
familia Férez, no podemos resistirnos a referir, y necesariamente recordar,
cuando en el año 1904, contando el escritor 27 años, ofrece al Ayuntamiento de
Alcantarilla unos ejemplares de su libro Gérmenes,
y el Ayuntamiento dice que no ve medios para hacer frente a ese gasto. Era
alcalde Diego García López “Diego Romano”.
El
escritor, que no debía lógicamente andar sobrado de medios, insiste ante el
Ayuntamiento, ese Ayuntamiento del pueblo que lo había visto nacer, y que Jara
Carrillo siempre llevaba por bandera. Y al final, como si de una limosna se
tratara, y haciendo “rebuscados” equilibrios presupuestarios, acuerdan darle 50
pesetas (debemos saber que el gasto de papel y tinta del Ayuntamiento al mes
era de 100 pesetas, y 50 pesetas significaba el sueldo de un jornalero en 11
días). La capital murciana lo trató infinitamente mejor.
Ni
el escritor, ni ese alcalde podían imaginar que años después se le llenaría la
boca al Ayuntamiento de Alcantarilla alabando a Pedro Jara Carrillo hasta la
saciedad, haciéndole bustos de bronce, poniéndole su nombre a una calle y a una
plaza, dando premios en su nombre, imprimiendo sus obras, y presumiendo por
todas partes de que el escritor “era de Alcantarilla”. Eso sí, una vez que
estaba muerto. Un ejemplo perfecto de
como son casi siempre las cosas y del grado de visión de algunos de los que nos
administran.
Nos
remitimos para este tema al Anexo de este artículo.
Sigamos.
En
el año 1915 se trasladan a vivir a esta Calle Alta Juan Cánovas Aroca “el Enero” y Salud Férez Asensio “la Avilesa” cuando contaban 26 y 22 años de
edad respectivamente instalándose en el nº 11 de la calle.
Ya
en esta calle, en el nº 10, vivían sus suegros y padres respectivamente Francisco Férez Lorente y su mujer Isabel María de las Mercedes Asensio
con sus otros hijos, Vicente, Francisco, Mateo, Antonio, Isabel y Luz Férez
Asensio. Los Férez tenían de profesión el pastoreo de ganados.
La
familia Cánovas-Férez comienza a
aumentar, y tras tener los dos primeros hijos, Ignacio (1917) y Antonio (1921),
deciden dejar la casa nº 11 de la Calle Alta y trasladarse a la Calle Raso nº
6, y allí será donde nazcan los siguientes hijos, María (1924), José (1927) e Isabel (1935).
Mientras
tanto, la familia Férez-Asensio
sigue viviendo en la Calle Alta, y se supone que acudirían a lavar ropa y
vajilla al cercano lavadero de la cequeta, ubicado en el actual cruce de las
calles Antonio Soler y Ramón y Cajal; y también es probable que fuesen de los
primeros clientes del Horno de Monete, inaugurado en el año 1924 en la Calle de
San Roque, cuando el sueldo medio de un jornalero era de 4 pesetas al día (días
trabajados, sin contar los de fiesta), y el kilo de pan estaba en las 0,7 pts.,
el arroz también a 0,7 pts., los garbanzos a 1,2 pts., las judías a 1 pts., el
azúcar a 2 pts., el tocino salado a 5 pts., la butifarra a 5 pts., la longaniza
a 5,5 pts., las morcillas a 2 pts., y los blancos a 7 pts. (Actas Capitulares).
Sin
embargo, Alcantarilla, como todas las poblaciones de la Huerta de Murcia tenía
la ventaja de que sus habitantes, o bien eran propietarios de alguna parcela de
huerta, o bien tenían a algún familiar o amigo que la tenía, y eso significaba
el poder tener acceso a hortalizas y frutas a un coste razonable. Esto mitigaba
mucho una necesidad que sí se hacía patente en otros lugares.
En
la primera y segunda década del siglo XX la Calle Alta sufre un profundo cambio
al desaparecer varias de sus viviendas y repararse y modificarse otras. En
concreto, en el lado de poniente todo indica que se realiza una elevación de
planta en las viviendas nº 5 y 7, así como que la nº 1 se une con la nº 3 y se
construye un nuevo edificio, mientras que en la parte de levante se observa el
cambio más importante al derribarse cinco viviendas, desde la nº 2 a la nº 10,
y se construye en su solar una nave para actividad comercial. En la fotografía
aérea realizada por Julio Ruiz de Alda en el año 1929 queda perfectamente
reflejado ese cambio.
La construcción de esta nave
significa que en la parte de levante, en la que existían seis viviendas,
solamente queda ahora una, la antigua nº 12 que pasa a ser la nº 2; y en la
parte de poniente, la casa nº 9 parece dividirse en dos partes, por lo que ese
lateral pasa de tener 6 viviendas a tener 7.
La familia Cánovas-Férez sigue viviendo en la Calle Raso hasta el año 1935,
tras nacer su última hija, Isabel, momento en el cual se trasladan de nuevo a
la antigua Calle Alta que ahora ya se llamaba, desde el 8 de marzo de 1926,
Calle del escritor Pedro Jara Carrillo, ocupando el nº 2 (antiguo nº 12), el
mismo edificio en el que vivía la familia Férez-Asensio
(sus padres) ya solamente con sus hijos Luz y un recién nacido, José, ya que
los demás hijos habían ido abandonando la casa paterna. Y los Cánovas-Férez ocuparon posiblemente la
planta alta de la vivienda con sus hijos Antonio, María, José e Isabel, ya que
el mayor, Ignacio estaba en Málaga como futbolista siendo conocido como
“Lángara”.
Así, en el padrón del año 1935
tenemos:
Acera de poniente:
Nº 1 – Vicente Matencio y
Encarnación Guillamón con sus seis hijos
Nº 3 – José Guillamón y Candelaria
Hernández con sus hijos
Nº 5 – Francisca Pacheco, viuda de Cascales,
con sus hijos
Nº 7 – Cerrada
Nº 9 – Jesús Fernández e Isabel
Férez con sus hijos
Nº 11 – Francisco Tolmos y Catalina
Hernández con sus hijos
Nº 13 – Santiago Hernández y Luisa
Martínez con sus hijos
Acera de levante:
Nº 2 – Francisco Férez e Isabel
Asensio con su hija y nieto
Nº 2 duplicado – Juan Cánovas Aroca
y Salud Férez con sus hijos
Tenemos a Isabel Férez Montesinos, de
38 años, casada con Jesús Fernández Molina, también de 38 años, viviendo en la
casa nº 9; y nos encontramos en la casa nº 2 a Francisco Férez Lorente, de 74 años, casado con Isabel Asensio García, de 70 años, que
viven con su hija Luz, de 32 años y con un hijo de esta, José, de 1.
Esta casa estaba anteriormente
habitada por Pedro González y Antonia Hernández, por lo que debió efectuarse
una compraventa o permuta a finales de la segunda década del siglo XX, según
debe constar en el Registro de la Propiedad, y debió ser así, porque ese mismo
edificio fue después ocupado (al parecer en la planta alta) como ya hemos
visto, por la hija de Francisco e Isabel, Salud
Férez Asensio, de 41 años, casada con Juan
Cánovas Aroca, de 46 años, con sus hijos Antonio, de 15 años, María, de 12,
José, de 9, e Isabel, de 1.
La Calle Alta en el año 1935
Alzados de las fachadas de poniente y levante de la Calle
Alta, ahora Jara Carrillo
Solar de la antigua casa nº 13 de la Calle Jara Carrillo
haciendo esquina
Con la Calle Padre Damián, antigua del Convento. 1984-85.
Foto “Rogelio”.
Archivo Histórico Municipal
Esquina de la Calle Jara Carrillo con la antigua del
Convento, ahora Padre
Damián. Esta casa todavía permanece. Es la única junto
con la entonces nº 2
(ahora 6) que era el domicilio de los Férez-Asensio y los
Cánovas-Férez. 1984-85.
Foto “Rogelio”. Archivo Histórico Municipal
Esquina de la Calle Jara Carrillo con la de Ramón y Cajal
o Mula, en donde
Estaba la taberna de “La Patita”. 1984-85. Foto
“Rogelio”. Archivo Histórico Municipal
Almacén construido a finales de los años diez o principio
de los veinte. Hace
esquina de la Calle Ramón y Cajal o Mula con la de Jara
Carrillo. A la izquierda, al fondo,
la casa de los Férez-Asensio y los Cánovas-Férez. 1984-85.
Foto “Rogelio”.
Archivo Histórico Municipal
José
comenzó pronto a trabajar duro, cuando todavía estaba en una edad más propia de
estar jugando que de otra cosa. Se instruyó como matarife y comenzó a trabajar
con el carnicero Francisco Navarro que tenía un puesto en la Plaza de Abastos y
un local para preparar la carne en la Calle de La Cuesta (ahora Eusebio
Martínez) junto a su domicilio.
José
era el encargado de ir al matadero municipal a preparar y recoger la carne para
llevarla hasta el almacén y allí acabar de disponerlo todo. En el trabajo solía
ayudarle Antonio “el Bullas”, marido de “la Patita”, que tenía una célebre y
concurrida taberna en la Calle Mula esquina a la Calle Jara Carrillo, así como
Antonio Iniesta Martínez, José Alcaraz Castillo, y otros.
Matadero Municipal en la hoy Calle Mayor, antigua Calvo
Sotelo, Jardín de Campoamor. Este matadero fue inaugurado el 23 de enero de
1935 y estuvo en funcionamiento hasta el año 1963
en que se trasladó a la Calle General Sanjurjo, ahora
Calle Madrid, hasta que las normas
sanitarias decretaron su cierre. En la actualidad el
edificio es utilizado por los servicios
municipales de obras. Archivo Histórico Municipal
En el patio del matadero. Al fondo, la Iglesia de La
Asunción
En la Calle Mayor, junto a la puerta de San Sebastián de
la Iglesia
En el matadero
En el matadero
En el lateral de la Plaza de Abastos, en la Calle
Matemático Férez, antes Calle Sin Salida
Un
día conoció a Esperanza Marín García,
oriunda de Alcázar de San Juan, que trabajaba en la casa de Alonso Lorente
Yúfera “el Nuevo Rico”, situada en el cruce de las calles Mayor, General Mola
(hoy Nona) y Pasos.
Casa de Alonso Lorente Yúfera. Marzo 1983. P. Cascales
La
boda se celebró el día 25 de abril del año 1955, siendo padrinos el hermano del
novio, Antonio, y su mujer Isabel.
Los novios salen de la casa de la Calle Mayor para
dirigirse a la Iglesia. Esperanza del brazo
de su cuñado Antonio y José con su cuñada Isabel
Característica fotografía de la Alcantarilla de aquellos
años. Los novios
se dirigen a la Iglesia bajando por la Calle Mayor.
Primero el padrino Antonio
Cánovas con la novia, seguidos por el novio y su cuñada
Isabel. Están cruzando
la Calle de las Eras y tras de ellos se encuentra la casa
de Gabriel Cobarro
El matrimonio se fue a vivir a la
Calle de la Cruz, a un piso de la casa de Eloisa Cobarro, ahora nº 33, y
casualmente en ese mismo piso había tenido lugar veinte años antes un hecho tan
poco habitual como conocido y único en la historia de Alcantarilla: un avión se
había estrellado contra ese piso.
Ocurrió en los primeros meses de la
Guerra Civil, cuando llegaron a la base militar de Alcantarilla varios pilotos
rusos que pronto despertaron recelos con su aire de superioridad entre los
pilotos españoles, lo que dio lugar a que un piloto llamado Alfredo Cervera les
retara a hacer un “looping” sobre el pueblo. Nada menos.
Buscaron una calle suficientemente
ancha y sin obstáculos y se dispusieron a llevar a cabo semejante disparate. El
desafío consistía en meterse con el avión en la calle y a continuación tirar de
palanca para hacer una circunferencia completa y volver a pasar por la calle.
Perfecto, o eso creían ellos. Pero una ráfaga de viento de levante procedente
de San Roque desplazó el avión de Alfredo Cervera hacia la izquierda y lo hizo
meterse de lleno en una casa. El morro en una habitación, el piloto en otra,
las alas sobre el tejado, las ruedas ni se sabe, y los habitantes de la casa,
incluso un crío pequeño, perplejos sin llegar a entender qué había pasado.
Nadie resultó herido aunque parezca imposible, posiblemente porque San Roque se
arrepintió en el último momento de haber mandado esa ráfaga de viento.
Alfredo Cervera estuvo pilotando
toda la guerra tanto bombarderos Natacha como cazas Polikarpov. Luego vivió en
Alcantarilla con su familia toda su vida. Tras el cambio político se le
reconoció el grado de coronel. Daba gusto hablar con él. Era un buen amigo y
era apreciado por todos.
Sobre este hecho puede consultarse el artículo de Luis Martínez Mira en el número 7 de la "Gaceta de Alcantarilla" de octubre de 2002.
Sobre este hecho puede consultarse el artículo de Luis Martínez Mira en el número 7 de la "Gaceta de Alcantarilla" de octubre de 2002.
Montaje fotográfico sobre el accidente de Alfredo Cervera.
La avioneta De Havilland
Tiger Moth va derecha a su destino: la chatarra. Y
Alfredo Cervera derecho a
una fuerte reprimenda. Y lo peor fue que encima los rusos
se estuvieron riendo
hasta que se cansaron
El trabajo de matarife era duro y
eso resintió la salud de José que no tuvo más remedio que dejarlo por consejo
médico. Pero era joven y quería y necesitaba trabajar, por lo que pensó
solicitar la instalación de un kiosco-cantina en la puerta de la Plaza de
Abastos, junto al ya existente de “La Mariquita” que estaba centrada en el
asunto de la mercería.
Se hicieron las oportunas gestiones,
ayudado por el que había sido su jefe, Francisco Navarro, y para el año 1967
José ya comenzó a trabajar, y con bastante éxito, ya que en aquellos años la
lonja de pescados se realizaba en la misma puerta de la Plaza de Abastos, en la
madrugada, y evidentemente no faltaba la clientela.
José consiguió además un punto de
venta de prensa diaria, y todo ello unido, dio lugar a que el pequeño kiosco
tuviese una afluencia de parroquianos que ya la habrían querido para sí
afamados locales del pueblo. Ahora bien, de poco habría servido todo esto si
José no se hubiera ganado a la gente. Todo habría durado dos siestas. Pero
José, “Joselito”, se sabía granjear el aprecio de todos y todos lo apreciaban.
Se llenarían muchas páginas para poder contar la cantidad de anécdotas que ocurrieron
en ese pequeño pero gran kiosco.
La Plaza de Abastos en domingo, cuando la actividad se
detenía y los puestos y casetas cerraban hasta el lunes. Al fondo, la casa
natal del Matemático Férez. Otro Férez. Diciembre 1976. P. Cascales
La actividad mañanera en la zona de la plaza de frutas y
verduras
Agosto de 1977. P. Cascales
José en su kiosco en un momento de descanso. Febrero de
1978. P. Cascales
Los domingos era el día en que José podía almorzar en el
bar de Juan Martínez Serre “el Rada o el Cohete” entre las Calles Moncada y
Moreno. Aquí aparece con Juan Martínez y con Juan González,
dueño de “Gráficas González” de la Calle de San
Sebastián. Al poco tiempo Juan trasladaría el
bar a la Calle Mayor esquina a la Calle de la Palmera
inaugurando el bar “La Ceña”.
Marzo 1978. P. Cascales
Noviembre de 1980. Los almuerzos se han trasladado al
nuevo bar de Juan
Martínez Serre, el Bar La Ceña, en la Calle Mayor esquina
a la Calle Palmera.
En la foto José con Juan y un camarero que era de Murcia.
P. Cascales
Año 1982. Todos los Cánovas con el Alcantarilla F.C.
Antonio y José Cánovas Férez,
Juan José Cánovas Marín, Juan Cánovas Orcajada y Antonio
Cánovas Hermosilla,
hijo de Ignacio Cánovas, Policía Municipal
En el año 1983 el Ayuntamiento
decidió restaurar los dos kioscos que existían en la puerta de la Plaza de
Abastos y ello dio lugar a todo un acontecimiento que probaba el aprecio que
todos sentían hacia “Joselito”.
Durante aproximadamente un mes las
visitas y la afluencia de vecinos era continua. En el siguiente vídeo solamente
se reflejan unos veinte minutos de todo ello, pero puede dar una perfecta idea
del interés que existía en todos de que el kiosco “quedara lo mejor posible” porque
“era para Joselito”.
Pero la vida de trabajo desde crío
le pasó factura y José Cánovas Férez falleció el 23 de diciembre del año 1989 a
los 62 años. Dejaba a su mujer Esperanza y a sus dos hijos María Salud y Juan
José.
Esperanza falleció en enero de 2019
a la edad de 95 años.
Hoy la casa de la Calle Jara
Carrillo en donde vivió toda la familia es el número 6 y se encuentra
perfectamente conservada.
Cuando mi horica me llegue,
quiero morirme en mi tierra,
verla al cerrarse mis ojos
y tener mi hoyico en ella.
Oiga sonar mi guitarra
a la sombra de la parra
que sus pámpanos despliegue
como madre bendecida
y daré gusto a mi vida
cuando mi horica me llegue.
Sufrir y vencer fatigas
de las penas enemigas
que el ser pobretico encierra
y arrastrar su rudo peso;
pero con todo y con eso
quiero morirme en mi tierra.
Venir como un peregrino
dejando por el camino
mi sangre entre los abrojos
y mis pies en la vereda;
¡pero, Señor, que yo pueda
verla al cerrarse mis ojos!
Y así, abonico, abonico,
respirando el olorcico
de mi huertecica bella,
cantarle una copla en calma
para entregarle mi alma
y tener mi hoyico en ella…
“El aroma del arca”
Pedro Jara
Carrillo.
Nacido en la
Calle Alta y con
ascendientes de Férez
ascendientes de Férez
ANEXO SOBRE PEDRO JARA CARRILLO
Reproducimos
a continuación algunas de las Actas Capitulares en las que se trataron estos
temas.
Sesión
de 28-2-1904
Alcalde:
Diego García López
“Se dio cuenta de un escrito
de Don Pedro Jara Carrillo del día siete del corriente, haciendo a este ayuntamiento
el donativo de un libro últimamente editado, intitulado “Gérmenes” y solicitando
al mismo tiempo que se adquieran algunos ejemplares del mismo que pueden
dedicarse a premios para los niños de las Escuelas Públicas, sirviendo al donante
como una subvención para su marcha a Madrid. La Corporación Municipal acordó
aceptar dicho donativo y que pase el escrito a la Comisión de Hacienda para que
informe”.
Tenía
que estar desbordada de trabajo la Comisión de Hacienda, ya que tardó un mes y
medio en emitir un informe de unas tres o cuatro líneas.
Sesión
de 17-4-1904
“Nuevamente se dio cuenta de
la instancia de Don Pedro Jara Carrillo de 7 de pasado mes de febrero, y el
presidente de la Comisión de Hacienda a cuyo informe pasó por acuerdo de 28 del
mes indicado, en nombre de sus compañeros, manifestó que no ve medios hábiles
para conceder a dicho Sr. la gracia que solicita de adquirir ejemplares de su último
libro “Gérmenes”, porque teniendo este gasto el carácter de voluntario, si bien
sea de poca consideración, y no habiendo recursos bastantes en el presupuesto
para atender a los obligatorios, y de estos a los de pago inmediato e
inexcusable, claramente se deduce la responsabilidad para los individuos de la
Corporación según lo prevenido en el Real Decreto de 23 de diciembre de 1902 si
por atender al primero se desatendieran los segundos. Vista esta manifestación
de la Comisión de Hacienda, el ayuntamiento acordó que no ha lugar por ahora a
la gracia que solicita Don Pedro Jara Carrillo”.
A
los pocos días insiste Jara Carrillo al darse cuenta de que se ha adoptado un
acuerdo forzado y rebuscado, que resultaba poco sostenible administrativamente, y
presenta un nuevo escrito; y entre líneas se adivina que algo tuvo que pasar en
estos días para que se presentara ese nuevo escrito y para que la Corporación
Municipal cambiara de opinión e hiciera “el esfuerzo y cometiera la infracción”
de acceder a lo solicitado por el escritor. Alguien tuvo que intervenir.
Posiblemente algún mensaje desde Murcia le llegó al ínclito alcalde Diego
“Romano”.
Sesión
de 1-5-1904
“Nuevamente se dio cuenta de
la instancia de Don Pedro Jara Carrillo solicitando se adquieran por este Ayuntamiento
cierto número de ejemplares titulados “Gérmenes” que pueden servir de premio a
los niños de las Escuelas Públicas y al solicitante de ayuda para costear los
gastos de impresión. La Corporación Municipal teniendo en cuenta que el citado
Don Pedro Jara Carrillo es hijo de este pueblo, y que ha tenido la atención de
dedicar uno de dichos ejemplares, y visto el parecer de la Comisión de Hacienda,
acordó gratificarle con cincuenta pesetas que le serán abonadas con cargo al
material de oficina, y que los ejemplares del libro equivalentes a este precio
se destinen a premios de los niños de las Escuelas Públicas”.
Donde
dije “digo”, digo “diego”, en unos quince días el Ayuntamiento cambia
radicalmente de opinión y accede a algo que anteriormente manifestaba que poco
menos podía costarle la cárcel al alcalde y concejales. Así eran las cosas
antes y siempre lo han seguido siendo.
Pasaron
unos pocos años y el Ayuntamiento cambió de alcalde, y esta vez ya el tono es
diferente. Parece que muchas cosas han cambiado.
Sesión
de 10-7-1910
Alcalde:
Francisco Riquelme Giménez
“Se dio cuenta de una carta
de siete del corriente acompañando un ejemplar de su último libro titulado “El
libro de las Canciones” que dedica a este Ayuntamiento su autor Don Pedro Jara
Carrillo en testimonio y gratitud como hijo de este pueblo. La Corporación
Municipal quedó agradecida a este acto de deferencia acordando darle las más
expresivas gracias y que se influya con los vecinos y personas pudientes de esta
villa para que adquieran ejemplares de la obra del Sr. Jara Carrillo”.
Pasaron
unos años y la muerte le sobrevino al escritor cuando todavía era bastante
joven, 50 años (11-12-1876 / 4-10-1927); y en esta ocasión el acuerdo municipal
estaba a años luz de aquel acuerdo del año 1904 que anteriormente hemos visto.
Esta
es la transcripción de esa acta de la Comisión Permanente Municipal del
Ayuntamiento de Alcantarilla.
Sesión
de 6-10-1927
Alcalde:
Ángel Galindo Caballero
“El Sr. Alcalde manifestó
que ayer le sorprendió la notificación de la muerte del insigne poeta, gloria y
cantor de Murcia Don Pedro Jara Carrillo, preclaro hijo de esta villa, y tan
pronto tuvo noticias de la llorada muerte del gran vate, cursó a su señora
madre un telegrama notificándole en nombre del Ayuntamiento y de la población
su justo dolor, así como asistió una representación de este municipio a su
entierro que tuvo lugar ayer tarde.
Que nunca con mayor motivo
que ahora puede decirse que Alcantarilla pasa por uno de sus más acerbos dolores
al perder a un hijo como el Sr. Jara Carrillo, que era una figura nacional y el
genuino representante de la hermosa región murciana a la que cantó con versos
admirables paseando en triunfo el alma popular murciana por todos los pueblos
del habla castellana, y este Ayuntamiento, haciéndose eco del unánime sentir de
la población, debe a su juicio levantar esta sesión en señal de duelo y transmitir
a la anciana madre de Don Pedro Jara Carrillo el pésame de Alcantarilla por la
muerte de su inolvidable hijo.
Los señores tenientes de
alcalde se adhirieron en un todo a las manifestaciones del Sr. Alcalde
acordando levantar esta sesión en señal de duelo, transmitir a la madre del Sr.
Jara Carrillo el pésame de la población y facultar y autorizar cumplidamente al
Sr. Alcalde para asociarse a cualquier clase de homenajes que sin duda alguna
Murcia iniciará para perpetuar la memoria del maravilloso cantor de nuestra
huerta”.
Angel
Galindo, José María López Leal y Mariano Abizanda
Terminamos estas páginas mostrando
el agradecimiento por las facilidades dadas antes, ahora y futuras, por la
responsable del Archivo Histórico Municipal Doña María Rosa Gil Almela.
Facsímil del libro de Actas Capitulares correspondiente
a la sesión de la Comisión Permanente del día 6-10-1927
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