viernes, 28 de junio de 2019

EL KIOSCO DE JOSÉ CÁNOVAS FÉREZ, "JOSELITO"





Juan Cánovas Orcajada
Pedro L. Cascales López


            Cada generación, cada etapa de la pequeña historia de los pueblos y ciudades, siempre han tenido una serie de protagonistas que han formado parte de esa sociedad y han impregnado todo el entorno vecinal de unas características propias sin ellos pretenderlo. Así ha sido durante siglos. Hasta ahora. Hasta que desde hace más o menos un par de generaciones todo ha cambiado. Esos aspectos sociales y humanos que daban personalidad a cada agrupación urbana y hacían posible unas relaciones y una convivencia muy estrecha entre vecinos de un determinado barrio o población, han desaparecido por completo y para siempre.
En los últimos cincuenta años hemos visto como, a causa del exponencial crecimiento demográfico, la falta de relación y cohesión vecinal, la tremenda falta de educación cívica –cuando ahora todo el mundo va a la escuela, tremenda contradicción–, las llamadas “nuevas tecnologías” que en algunos casos absorben en vano demasiados cerebros, el “todo vale por dinero o por figurar”, la continua delincuencia gratuita con sus adicciones, la desaparición de la “sabiduría popular”, y sobre todo el gran monstruo de las “necesidades creadas”, que todo se lo come, han hecho desaparecer todo un sistema de vida y de convivencia en el que evidentemente existían muchas faltas, estrecheces y problemas, pero esas cosas no estaban causadas por querer participar en una loca carrera sin final, en la que cada día hay que obtener más y más cosas de esas que nos pretenden hacer creer de manera artera e interesada que no se puede vivir sin ellas. Y esa absurda competitividad y loca búsqueda de falsas necesidades, se quiera o no, implica el que la gente de hace unos años, dentro de sus graves carencias, pero con una vida sencilla y unas normales aspiraciones, pudiese gozar de un grado de convivencia, tranquilidad y felicidad superior al actual.
            Alcantarilla no podía ser lógicamente en eso una excepción, y desde luego, la población de hoy en día no tiene absolutamente nada que ver con la de hace unas décadas. Nada. Y de forma simultánea a cómo ha cambiado su aspecto urbano, también han desaparecido esos vecinos que impregnaban de humanidad y personalidad el pueblo. Eran tenderos, taberneros, funcionarios, albañiles, barberos, obreros, oficinistas, agricultores…, personas que eran de todos conocidas y con los que se mantenía una conversación y una relación diaria en una sociedad sin casi televisión, algo de prensa, algo más de radio, y desde luego en la que nadie podía llegar a imaginarse que un día podrían hacerse esas cosas que ahora se hacen con esos artilugios que se llaman teléfonos móviles y ordenadores.
            De la mayoría de estas personas no han quedado imágenes ni datos, sólo el recuerdo mientras que vivan los que los conocieron; pero de unos pocos sí, y uno de ellos es José Cánovas Férez, “Joselito el del Kiosco” y su mujer Esperanza Marín García.

            En una fecha indeterminada a mediados del siglo XVII se supone que llegó a Alcantarilla un hombre llamado Lázaro Cánovas. Se ignora su procedencia, pero el nombre propio de Lázaro y el apellido de Cánovas hacen pensar, no sin fundamento, que su origen fuese Alhama de Murcia, teniendo en cuenta que el nombre de Lázaro está muy ligado a Alhama y que el apellido Cánovas era prácticamente inexistente en Alcantarilla en esa época y sin embargo sí era abundante en Alhama. Aquí solamente existían un par de familias con ese apellido, y los nombres propios, además, no son coincidentes. Lázaro Cánovas casó con María Molina, y este apellido sí que era abundante en la población de Alcantarilla en el siglo XVII.
            El matrimonio tuvo un hijo (entre otros): Juan Cánovas Molina, nacido en el año 1702 que contrajo matrimonio el día 2-8-1740 con María Contreras Cascales, nacida en el año 1699.
            Y de ellos nació Antonio Cánovas Contreras, que casó con Francisca García Mercader. La familia se emparentaba así, en muy poco tiempo, con los habitantes más antiguos de la población de Alcantarilla
            Nació después, el 25-8-1773, Luis Cánovas García, que casó el 4-10-1801, con Salvadora Huertas Hernández, nacida el día 25-6-1778; y tuvieron un hijo, Diego Cánovas Huertas el 8-10-1807, que casó a su vez el día 25-2-1830 con Francisca Martínez Carrillo (otro apellido primitivo de Alcantarilla) nacida el día 25-4-1807. A estas alturas, los Cánovas ya tenían más componentes de las familias más abundantes como eran los Contreras, Cascales, Mercader y Carrillo, que de los propios Cánovas. Y esto no había terminado, ya que Aroca también era apellido antiguo, todos antes de 1595. De los García y Martínez lógicamente no puede aventurarse nada; y los Férez y Huertas llegaron a Alcantarilla con la bonanza borbónica a principios del siglo XVIII.
            De este último matrimonio nació Ignacio Cánovas Martínez el día 7-2-1844, que casó el 21-8-1871 con María Concepción Aroca González, nacida el día 26-12-1849. Y de ahí vino al mundo Juan Cánovas Aroca el día 14-8-1888, que casó el 7-3-1915 con Salud Férez Asensio, nacida el día 16-1-1895.
            Y ya llegamos al final, puesto que de este matrimonio nacieron los siguientes hijos: en 1917 Ignacio, el 13-3-1921 Antonio, el 18-5-1924 María, el 14-7-1927 José, y el 15-1-1935 Isabel.
            Y ese José nacido en el año 1927 es precisamente el protagonista de todo esto. Es José Cánovas Férez “Joselito el del Kiosco”.

          
            José era Cánovas por parte de padre y Férez por parte de madre, y los Férez parece ser que eran todos procedentes de una sola familia que se había establecido en Alcantarilla hacia 1720, llegando ya a formar hacia el año 1800 cuatro familias que tenían todas el mismo origen.
            La madre de José era, como ya se ha dicho, Salud Férez Asensio, y su abuelo materno era Francisco Férez Lorente, casado con Isabel María de las Mercedes Asensio, y esto nos lleva a un escenario en el que nos aparece la antiguamente llamada Calle Alta y ahora Calle Jara Carrillo.
            Esta calle comenzó a formarse con un par de casas a mediados del siglo XVIII y un siglo después ya estaba totalmente edificada.



La Calle Alta según datos del Catastro de la Ensenada

            Y venimos a esta calle porque en ella vivían los abuelos de José, los citados Francisco e Isabel, y su casa era la marcada con el nº 2, pero esa calle ha tenido a lo largo de los años, a pesar de su corta longitud, sensibles alteraciones en su parcelario. Por lo tanto, para poder identificar la casa que habitó el citado matrimonio es necesario remontarnos a mediados del siglo XIX e intentar representar su parcelario en esa época para después seguir avanzando hasta los días en que habitó en ella José Cánovas Férez.

            En el padrón del año 1868 la Calle Alta contaba con las siguientes casas y familias:
            Acera de poniente:
            Nº 1 – Juan Lorente y Blasa Martínez
            Nº 3 – María López, viuda de Jara, con sus hijos
            Nº 5 – Antonio Carrillo y Catalina Giménez con sus hijos
            Nº 7 – Francisco Hernández e Isabel Ruiz con su hijo
            Nº 9 – Ignacio Sáez y María Dolores Carrillo con sus hijos y su madre
            Nº 11 – Juan Sáez y Josefa Férez con hijo y hermano
            Acera de levante:
            Nº 2 – Fernando Pérez y Ginesa Hernández con sus hijos
            Nº 4 – Francisca Martínez
            Nº 6 – Cerrada
            Nº 8 – Pedro Matías Corbalán y María Giménez con sus hijos
            Nº 10 – Francisco García y María Salud Férez con sus hijos
            Nº 12 – Cerrada

            Es decir, la calle contaba con un total de 12 viviendas, 6 en un lado y seis en otro. Y nos encontramos con un Juan Lorente, de 69 años, en la nº 1; una María Dolores Férez, viuda, de 43 años, en la nº 9; una María Salud Férez, de 40 años, en la nº 10; y una Josefa Férez, de 26 años, en la nº 11. Con estos datos intentamos reconstruir el parcelario de las casas de la calle. Y observamos que el apellido Férez lo encontramos en tres de las viviendas, así como el apellido Lorente, el mismo del segundo apellido del abuelo materno de José (Férez-Lorente).



La Calle Alta en el año 1868

            El padrón de 1892 mantiene prácticamente inalterado el parcelario y enumera a los siguientes vecinos:
            Acera de poniente:
            Nº 1 – Andrés Jover Cascales
Nº 3 – Cerrada
Nº 5 – Salvador Bernal y Clara de San Isidoro con sus hijos
Nº 7 y 9 – Francisco Jara Carrillo y Josefa Carrillo Férez con sus hijos
Nº 11 – Matías Sáez Férez y Dolores Hurtado Bernal
Acera de levante:
Nº 2 – Antonio Baños Giménez y Josefa Cascales con sus hijos
Nº 4 – Juan Salinas y Carmen Garrido con sus hijos
Nº 4 – María Salud Martínez
Nº 6 – Francisca Martínez Sandoval y dos más
Nº 8 – Isabel Cascales García
Nº 10 – Andrés Aulló y Eugenia de Santa Florentina con su hija
Nº 12 – Pedro González y Antonia Hernández con sus hijos

Seguimos contando con 12 viviendas, pero la Nº 4 se ha dividido, en bajo y alto, y las nº 7 y 9 pertenecen al mismo propietario: Francisco Jara Carrillo, de 50 años, tratante, casado con Josefa Carrillo Férez, de 44 años, con sus hijos Pascual, de 27 años, subdiácono, Dolores de 18 y Pedro de 16, estudiante.
Esta familia se ausentaría el siguiente año de 1893, y el hijo citado en último lugar, Pedro, es el que posteriormente resultaría ser un conocido escritor.
Y vemos que su madre es de segundo apellido Férez, y también en la casa nº 11 vive otro Férez, Matías Sáez Férez, hijo del propietario que aparecía en el padrón anterior de 1868, Juan Sáez, casado con Josefa Férez. Parece ser que todos los Férez ubicados en esta calle deberían de ser familia.



La Calle Alta en el año 1892


Con respecto al escritor Pedro Jara Carrillo, ya que nos lo hemos encontrado en la familia Férez, no podemos resistirnos a referir, y necesariamente recordar, cuando en el año 1904, contando el escritor 27 años, ofrece al Ayuntamiento de Alcantarilla unos ejemplares de su libro Gérmenes, y el Ayuntamiento dice que no ve medios para hacer frente a ese gasto. Era alcalde Diego García López “Diego Romano”.
El escritor, que no debía lógicamente andar sobrado de medios, insiste ante el Ayuntamiento, ese Ayuntamiento del pueblo que lo había visto nacer, y que Jara Carrillo siempre llevaba por bandera. Y al final, como si de una limosna se tratara, y haciendo “rebuscados” equilibrios presupuestarios, acuerdan darle 50 pesetas (debemos saber que el gasto de papel y tinta del Ayuntamiento al mes era de 100 pesetas, y 50 pesetas significaba el sueldo de un jornalero en 11 días). La capital murciana lo trató infinitamente mejor.
Ni el escritor, ni ese alcalde podían imaginar que años después se le llenaría la boca al Ayuntamiento de Alcantarilla alabando a Pedro Jara Carrillo hasta la saciedad, haciéndole bustos de bronce, poniéndole su nombre a una calle y a una plaza, dando premios en su nombre, imprimiendo sus obras, y presumiendo por todas partes de que el escritor “era de Alcantarilla”. Eso sí, una vez que estaba  muerto. Un ejemplo perfecto de como son casi siempre las cosas y del grado de visión de algunos de los que nos administran.
Nos remitimos para este tema al Anexo de este artículo.

Sigamos.
En el año 1915 se trasladan a vivir a esta Calle Alta Juan Cánovas Aroca “el Enero” y Salud Férez Asensio “la Avilesa” cuando contaban 26 y 22 años de edad respectivamente instalándose en el nº 11 de la calle.
Ya en esta calle, en el nº 10, vivían sus suegros y padres respectivamente Francisco Férez Lorente y su mujer Isabel María de las Mercedes Asensio con sus otros hijos, Vicente, Francisco, Mateo, Antonio, Isabel y Luz Férez Asensio. Los Férez tenían de profesión el pastoreo de ganados.
La familia Cánovas-Férez comienza a aumentar, y tras tener los dos primeros hijos, Ignacio (1917) y Antonio (1921), deciden dejar la casa nº 11 de la Calle Alta y trasladarse a la Calle Raso nº 6, y allí será donde nazcan los siguientes hijos, María (1924), José (1927) e Isabel (1935).
Mientras tanto, la familia Férez-Asensio sigue viviendo en la Calle Alta, y se supone que acudirían a lavar ropa y vajilla al cercano lavadero de la cequeta, ubicado en el actual cruce de las calles Antonio Soler y Ramón y Cajal; y también es probable que fuesen de los primeros clientes del Horno de Monete, inaugurado en el año 1924 en la Calle de San Roque, cuando el sueldo medio de un jornalero era de 4 pesetas al día (días trabajados, sin contar los de fiesta), y el kilo de pan estaba en las 0,7 pts., el arroz también a 0,7 pts., los garbanzos a 1,2 pts., las judías a 1 pts., el azúcar a 2 pts., el tocino salado a 5 pts., la butifarra a 5 pts., la longaniza a 5,5 pts., las morcillas a 2 pts., y los blancos a 7 pts. (Actas Capitulares).
Sin embargo, Alcantarilla, como todas las poblaciones de la Huerta de Murcia tenía la ventaja de que sus habitantes, o bien eran propietarios de alguna parcela de huerta, o bien tenían a algún familiar o amigo que la tenía, y eso significaba el poder tener acceso a hortalizas y frutas a un coste razonable. Esto mitigaba mucho una necesidad que sí se hacía patente en otros lugares.




En la primera y segunda década del siglo XX la Calle Alta sufre un profundo cambio al desaparecer varias de sus viviendas y repararse y modificarse otras. En concreto, en el lado de poniente todo indica que se realiza una elevación de planta en las viviendas nº 5 y 7, así como que la nº 1 se une con la nº 3 y se construye un nuevo edificio, mientras que en la parte de levante se observa el cambio más importante al derribarse cinco viviendas, desde la nº 2 a la nº 10, y se construye en su solar una nave para actividad comercial. En la fotografía aérea realizada por Julio Ruiz de Alda en el año 1929 queda perfectamente reflejado ese cambio.

  
            La construcción de esta nave significa que en la parte de levante, en la que existían seis viviendas, solamente queda ahora una, la antigua nº 12 que pasa a ser la nº 2; y en la parte de poniente, la casa nº 9 parece dividirse en dos partes, por lo que ese lateral pasa de tener 6 viviendas a tener 7.

            La familia Cánovas-Férez sigue viviendo en la Calle Raso hasta el año 1935, tras nacer su última hija, Isabel, momento en el cual se trasladan de nuevo a la antigua Calle Alta que ahora ya se llamaba, desde el 8 de marzo de 1926, Calle del escritor Pedro Jara Carrillo, ocupando el nº 2 (antiguo nº 12), el mismo edificio en el que vivía la familia Férez-Asensio (sus padres) ya solamente con sus hijos Luz y un recién nacido, José, ya que los demás hijos habían ido abandonando la casa paterna. Y los Cánovas-Férez ocuparon posiblemente la planta alta de la vivienda con sus hijos Antonio, María, José e Isabel, ya que el mayor, Ignacio estaba en Málaga como futbolista siendo conocido como “Lángara”.

            Así, en el padrón del año 1935 tenemos:
            Acera de poniente:
            Nº 1 – Vicente Matencio y Encarnación Guillamón con sus seis hijos
            Nº 3 – José Guillamón y Candelaria Hernández con sus hijos
            Nº 5 – Francisca Pacheco, viuda de Cascales, con sus hijos
            Nº 7 – Cerrada
            Nº 9 – Jesús Fernández e Isabel Férez con sus hijos
            Nº 11 – Francisco Tolmos y Catalina Hernández con sus hijos
            Nº 13 – Santiago Hernández y Luisa Martínez con sus hijos
            Acera de levante:
            Nº 2 – Francisco Férez e Isabel Asensio con su hija y nieto
            Nº 2 duplicado – Juan Cánovas Aroca y Salud Férez con sus hijos

            Tenemos a Isabel Férez Montesinos, de 38 años, casada con Jesús Fernández Molina, también de 38 años, viviendo en la casa nº 9; y nos encontramos en la casa nº 2 a Francisco Férez Lorente, de 74 años, casado con Isabel Asensio García, de 70 años, que viven con su hija Luz, de 32 años y con un hijo de esta, José, de 1.
            Esta casa estaba anteriormente habitada por Pedro González y Antonia Hernández, por lo que debió efectuarse una compraventa o permuta a finales de la segunda década del siglo XX, según debe constar en el Registro de la Propiedad, y debió ser así, porque ese mismo edificio fue después ocupado (al parecer en la planta alta) como ya hemos visto, por la hija de Francisco e Isabel, Salud Férez Asensio, de 41 años, casada con Juan Cánovas Aroca, de 46 años, con sus hijos Antonio, de 15 años, María, de 12, José, de 9, e Isabel, de 1.


La Calle Alta en el año 1935

  



Alzados de las fachadas de poniente y levante de la Calle Alta, ahora Jara Carrillo



Solar de la antigua casa nº 13 de la Calle Jara Carrillo haciendo esquina
Con la Calle Padre Damián, antigua del Convento. 1984-85. Foto “Rogelio”.
Archivo Histórico Municipal

Esquina de la Calle Jara Carrillo con la antigua del Convento, ahora Padre
Damián. Esta casa todavía permanece. Es la única junto con la entonces nº 2
(ahora 6) que era el domicilio de los Férez-Asensio y los Cánovas-Férez. 1984-85.
Foto “Rogelio”. Archivo Histórico Municipal



Esquina de la Calle Jara Carrillo con la de Ramón y Cajal o Mula, en donde
Estaba la taberna de “La Patita”. 1984-85. Foto “Rogelio”. Archivo Histórico Municipal



Almacén construido a finales de los años diez o principio de los veinte. Hace
esquina de la Calle Ramón y Cajal o Mula con la de Jara Carrillo. A la izquierda, al fondo,
la casa de los Férez-Asensio y los Cánovas-Férez. 1984-85. Foto “Rogelio”.
Archivo Histórico Municipal

José comenzó pronto a trabajar duro, cuando todavía estaba en una edad más propia de estar jugando que de otra cosa. Se instruyó como matarife y comenzó a trabajar con el carnicero Francisco Navarro que tenía un puesto en la Plaza de Abastos y un local para preparar la carne en la Calle de La Cuesta (ahora Eusebio Martínez) junto a su domicilio.
José era el encargado de ir al matadero municipal a preparar y recoger la carne para llevarla hasta el almacén y allí acabar de disponerlo todo. En el trabajo solía ayudarle Antonio “el Bullas”, marido de “la Patita”, que tenía una célebre y concurrida taberna en la Calle Mula esquina a la Calle Jara Carrillo, así como Antonio Iniesta Martínez, José Alcaraz Castillo, y otros.
 
Matadero Municipal en la hoy Calle Mayor, antigua Calvo Sotelo, Jardín de Campoamor. Este matadero fue inaugurado el 23 de enero de 1935 y estuvo en funcionamiento hasta el año 1963
en que se trasladó a la Calle General Sanjurjo, ahora Calle Madrid, hasta que las normas
sanitarias decretaron su cierre. En la actualidad el edificio es utilizado por los servicios
municipales de obras. Archivo Histórico Municipal

En el patio del matadero. Al fondo, la Iglesia de La Asunción

En la Calle Mayor, junto a la puerta de San Sebastián de la Iglesia



En el matadero



En el matadero




En el lateral de la Plaza de Abastos, en la Calle Matemático Férez, antes Calle Sin Salida


Un día conoció a Esperanza Marín García, oriunda de Alcázar de San Juan, que trabajaba en la casa de Alonso Lorente Yúfera “el Nuevo Rico”, situada en el cruce de las calles Mayor, General Mola (hoy Nona) y Pasos.



Casa de Alonso Lorente Yúfera. Marzo 1983. P. Cascales

La boda se celebró el día 25 de abril del año 1955, siendo padrinos el hermano del novio, Antonio, y su mujer Isabel.



Los novios salen de la casa de la Calle Mayor para dirigirse a la Iglesia. Esperanza del brazo
de su cuñado Antonio y José con su cuñada Isabel


Característica fotografía de la Alcantarilla de aquellos años. Los novios
se dirigen a la Iglesia bajando por la Calle Mayor. Primero el padrino Antonio
Cánovas con la novia, seguidos por el novio y su cuñada Isabel. Están cruzando
la Calle de las Eras y tras de ellos se encuentra la casa de Gabriel Cobarro 




            El matrimonio se fue a vivir a la Calle de la Cruz, a un piso de la casa de Eloisa Cobarro, ahora nº 33, y casualmente en ese mismo piso había tenido lugar veinte años antes un hecho tan poco habitual como conocido y único en la historia de Alcantarilla: un avión se había estrellado contra ese piso.
            Ocurrió en los primeros meses de la Guerra Civil, cuando llegaron a la base militar de Alcantarilla varios pilotos rusos que pronto despertaron recelos con su aire de superioridad entre los pilotos españoles, lo que dio lugar a que un piloto llamado Alfredo Cervera les retara a hacer un “looping” sobre el pueblo. Nada menos.
            Buscaron una calle suficientemente ancha y sin obstáculos y se dispusieron a llevar a cabo semejante disparate. El desafío consistía en meterse con el avión en la calle y a continuación tirar de palanca para hacer una circunferencia completa y volver a pasar por la calle. Perfecto, o eso creían ellos. Pero una ráfaga de viento de levante procedente de San Roque desplazó el avión de Alfredo Cervera hacia la izquierda y lo hizo meterse de lleno en una casa. El morro en una habitación, el piloto en otra, las alas sobre el tejado, las ruedas ni se sabe, y los habitantes de la casa, incluso un crío pequeño, perplejos sin llegar a entender qué había pasado. Nadie resultó herido aunque parezca imposible, posiblemente porque San Roque se arrepintió en el último momento de haber mandado esa ráfaga de viento.
            Alfredo Cervera estuvo pilotando toda la guerra tanto bombarderos Natacha como cazas Polikarpov. Luego vivió en Alcantarilla con su familia toda su vida. Tras el cambio político se le reconoció el grado de coronel. Daba gusto hablar con él. Era un buen amigo y era apreciado por todos.
             Sobre este hecho puede consultarse el artículo de Luis Martínez Mira en el número 7 de la "Gaceta de Alcantarilla" de octubre de 2002.

 

Montaje fotográfico sobre el accidente de Alfredo Cervera. La avioneta De Havilland
Tiger Moth va derecha a su destino: la chatarra. Y Alfredo Cervera derecho a
una fuerte reprimenda. Y lo peor fue que encima los rusos se estuvieron riendo
hasta que se cansaron

            El trabajo de matarife era duro y eso resintió la salud de José que no tuvo más remedio que dejarlo por consejo médico. Pero era joven y quería y necesitaba trabajar, por lo que pensó solicitar la instalación de un kiosco-cantina en la puerta de la Plaza de Abastos, junto al ya existente de “La Mariquita” que estaba centrada en el asunto de la mercería.
            Se hicieron las oportunas gestiones, ayudado por el que había sido su jefe, Francisco Navarro, y para el año 1967 José ya comenzó a trabajar, y con bastante éxito, ya que en aquellos años la lonja de pescados se realizaba en la misma puerta de la Plaza de Abastos, en la madrugada, y evidentemente no faltaba la clientela.
            José consiguió además un punto de venta de prensa diaria, y todo ello unido, dio lugar a que el pequeño kiosco tuviese una afluencia de parroquianos que ya la habrían querido para sí afamados locales del pueblo. Ahora bien, de poco habría servido todo esto si José no se hubiera ganado a la gente. Todo habría durado dos siestas. Pero José, “Joselito”, se sabía granjear el aprecio de todos y todos lo apreciaban. Se llenarían muchas páginas para poder contar la cantidad de anécdotas que ocurrieron en ese pequeño pero gran kiosco.

La Plaza de Abastos en domingo, cuando la actividad se detenía y los puestos y casetas cerraban hasta el lunes. Al fondo, la casa natal del Matemático Férez. Otro Férez. Diciembre 1976. P. Cascales 


La actividad mañanera en la zona de la plaza de frutas y verduras
Agosto de 1977. P. Cascales

José en su kiosco en un momento de descanso. Febrero de 1978. P. Cascales


Los domingos era el día en que José podía almorzar en el bar de Juan Martínez Serre “el Rada o el Cohete” entre las Calles Moncada y Moreno. Aquí aparece con Juan Martínez y con Juan González,
dueño de “Gráficas González” de la Calle de San Sebastián. Al poco tiempo Juan trasladaría el
bar a la Calle Mayor esquina a la Calle de la Palmera inaugurando el bar “La Ceña”.
Marzo 1978. P. Cascales



Noviembre de 1980. Los almuerzos se han trasladado al nuevo bar de Juan
Martínez Serre, el Bar La Ceña, en la Calle Mayor esquina a la Calle Palmera.
En la foto José con Juan y un camarero que era de Murcia. P. Cascales



Año 1982. Todos los Cánovas con el Alcantarilla F.C. Antonio y José Cánovas Férez,
Juan José Cánovas Marín, Juan Cánovas Orcajada y Antonio Cánovas Hermosilla,
hijo de Ignacio Cánovas, Policía Municipal

            En el año 1983 el Ayuntamiento decidió restaurar los dos kioscos que existían en la puerta de la Plaza de Abastos y ello dio lugar a todo un acontecimiento que probaba el aprecio que todos sentían hacia “Joselito”.
            Durante aproximadamente un mes las visitas y la afluencia de vecinos era continua. En el siguiente vídeo solamente se reflejan unos veinte minutos de todo ello, pero puede dar una perfecta idea del interés que existía en todos de que el kiosco “quedara lo mejor posible” porque “era para Joselito”.




            Pero la vida de trabajo desde crío le pasó factura y José Cánovas Férez falleció el 23 de diciembre del año 1989 a los 62 años. Dejaba a su mujer Esperanza y a sus dos hijos María Salud y Juan José.
            Esperanza falleció en enero de 2019 a la edad de 95 años.
            Hoy la casa de la Calle Jara Carrillo en donde vivió toda la familia es el número 6 y se encuentra perfectamente conservada.



  
Cuando mi horica me llegue,
quiero morirme en mi tierra,
verla al cerrarse mis ojos
y tener mi hoyico en ella.

Oiga sonar mi guitarra
a la sombra de la parra
que sus pámpanos despliegue
como madre bendecida
y daré gusto a mi vida
cuando mi horica me llegue.

Sufrir y vencer fatigas
de las penas enemigas
que el ser pobretico encierra
y arrastrar su rudo peso;
pero con todo y con eso
quiero morirme en mi tierra.

Venir como un peregrino
dejando por el camino
mi sangre entre los abrojos
y mis pies en la vereda;
¡pero, Señor, que yo pueda
verla al cerrarse mis ojos!

Y así, abonico, abonico,
respirando el olorcico
de mi huertecica bella,
cantarle una copla en calma
para entregarle mi alma
y tener mi hoyico en ella…

“El aroma del arca”
Pedro Jara Carrillo.
Nacido en la Calle Alta y con 
ascendientes de Férez



ANEXO SOBRE PEDRO JARA CARRILLO

Reproducimos a continuación algunas de las Actas Capitulares en las que se trataron estos temas.

Sesión de 28-2-1904
Alcalde: Diego García López
“Se dio cuenta de un escrito de Don Pedro Jara Carrillo del día siete del corriente, haciendo a este ayuntamiento el donativo de un libro últimamente editado, intitulado “Gérmenes” y solicitando al mismo tiempo que se adquieran algunos ejemplares del mismo que pueden dedicarse a premios para los niños de las Escuelas Públicas, sirviendo al donante como una subvención para su marcha a Madrid. La Corporación Municipal acordó aceptar dicho donativo y que pase el escrito a la Comisión de Hacienda para que informe”.

Tenía que estar desbordada de trabajo la Comisión de Hacienda, ya que tardó un mes y medio en emitir un informe de unas tres o cuatro líneas.

Sesión de 17-4-1904
“Nuevamente se dio cuenta de la instancia de Don Pedro Jara Carrillo de 7 de pasado mes de febrero, y el presidente de la Comisión de Hacienda a cuyo informe pasó por acuerdo de 28 del mes indicado, en nombre de sus compañeros, manifestó que no ve medios hábiles para conceder a dicho Sr. la gracia que solicita de adquirir ejemplares de su último libro “Gérmenes”, porque teniendo este gasto el carácter de voluntario, si bien sea de poca consideración, y no habiendo recursos bastantes en el presupuesto para atender a los obligatorios, y de estos a los de pago inmediato e inexcusable, claramente se deduce la responsabilidad para los individuos de la Corporación según lo prevenido en el Real Decreto de 23 de diciembre de 1902 si por atender al primero se desatendieran los segundos. Vista esta manifestación de la Comisión de Hacienda, el ayuntamiento acordó que no ha lugar por ahora a la gracia que solicita Don Pedro Jara Carrillo”.

A los pocos días insiste Jara Carrillo al darse cuenta de que se ha adoptado un acuerdo forzado y rebuscado, que resultaba poco sostenible administrativamente, y presenta un nuevo escrito; y entre líneas se adivina que algo tuvo que pasar en estos días para que se presentara ese nuevo escrito y para que la Corporación Municipal cambiara de opinión e hiciera “el esfuerzo y cometiera la infracción” de acceder a lo solicitado por el escritor. Alguien tuvo que intervenir. Posiblemente algún mensaje desde Murcia le llegó al ínclito alcalde Diego “Romano”. 

Sesión de 1-5-1904
“Nuevamente se dio cuenta de la instancia de Don Pedro Jara Carrillo solicitando se adquieran por este Ayuntamiento cierto número de ejemplares titulados “Gérmenes” que pueden servir de premio a los niños de las Escuelas Públicas y al solicitante de ayuda para costear los gastos de impresión. La Corporación Municipal teniendo en cuenta que el citado Don Pedro Jara Carrillo es hijo de este pueblo, y que ha tenido la atención de dedicar uno de dichos ejemplares, y visto el parecer de la Comisión de Hacienda, acordó gratificarle con cincuenta pesetas que le serán abonadas con cargo al material de oficina, y que los ejemplares del libro equivalentes a este precio se destinen a premios de los niños de las Escuelas Públicas”.

Donde dije “digo”, digo “diego”, en unos quince días el Ayuntamiento cambia radicalmente de opinión y accede a algo que anteriormente manifestaba que poco menos podía costarle la cárcel al alcalde y concejales. Así eran las cosas antes y siempre lo han seguido siendo.

Pasaron unos pocos años y el Ayuntamiento cambió de alcalde, y esta vez ya el tono es diferente. Parece que muchas cosas han cambiado.

Sesión de 10-7-1910
Alcalde: Francisco Riquelme Giménez
“Se dio cuenta de una carta de siete del corriente acompañando un ejemplar de su último libro titulado “El libro de las Canciones” que dedica a este Ayuntamiento su autor Don Pedro Jara Carrillo en testimonio y gratitud como hijo de este pueblo. La Corporación Municipal quedó agradecida a este acto de deferencia acordando darle las más expresivas gracias y que se influya con los vecinos y personas pudientes de esta villa para que adquieran ejemplares de la obra del Sr. Jara Carrillo”.

Pasaron unos años y la muerte le sobrevino al escritor cuando todavía era bastante joven, 50 años (11-12-1876 / 4-10-1927); y en esta ocasión el acuerdo municipal estaba a años luz de aquel acuerdo del año 1904 que anteriormente hemos visto.
Esta es la transcripción de esa acta de la Comisión Permanente Municipal del Ayuntamiento de Alcantarilla.

Sesión de 6-10-1927
Alcalde: Ángel Galindo Caballero
“El Sr. Alcalde manifestó que ayer le sorprendió la notificación de la muerte del insigne poeta, gloria y cantor de Murcia Don Pedro Jara Carrillo, preclaro hijo de esta villa, y tan pronto tuvo noticias de la llorada muerte del gran vate, cursó a su señora madre un telegrama notificándole en nombre del Ayuntamiento y de la población su justo dolor, así como asistió una representación de este municipio a su entierro que tuvo lugar ayer tarde.
Que nunca con mayor motivo que ahora puede decirse que Alcantarilla pasa por uno de sus más acerbos dolores al perder a un hijo como el Sr. Jara Carrillo, que era una figura nacional y el genuino representante de la hermosa región murciana a la que cantó con versos admirables paseando en triunfo el alma popular murciana por todos los pueblos del habla castellana, y este Ayuntamiento, haciéndose eco del unánime sentir de la población, debe a su juicio levantar esta sesión en señal de duelo y transmitir a la anciana madre de Don Pedro Jara Carrillo el pésame de Alcantarilla por la muerte de su inolvidable hijo.
Los señores tenientes de alcalde se adhirieron en un todo a las manifestaciones del Sr. Alcalde acordando levantar esta sesión en señal de duelo, transmitir a la madre del Sr. Jara Carrillo el pésame de la población y facultar y autorizar cumplidamente al Sr. Alcalde para asociarse a cualquier clase de homenajes que sin duda alguna Murcia iniciará para perpetuar la memoria del maravilloso cantor de nuestra huerta”.
Angel Galindo, José María López Leal y Mariano Abizanda


            Terminamos estas páginas mostrando el agradecimiento por las facilidades dadas antes, ahora y futuras, por la responsable del Archivo Histórico Municipal Doña María Rosa Gil Almela.


 
Facsímil del libro de Actas Capitulares correspondiente
a la sesión de la Comisión Permanente del día 6-10-1927














                

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