lunes, 23 de diciembre de 2019

EL TÚNEL ROMANO DE ALCANTARILLA



Pedro L. Cascales López

            Durante más de cien años ha existido en Murcia una recalcitrante discusión sobre el grado de implicación y de las consecuencias que tuvo, o pudo tener, la ocupación romana con respecto a establecimientos de poblaciones, y sobre todo con respecto al aprovechamiento para regadíos de las aguas de los ríos Segura y Guadalentín. Y posiblemente esta situación se haya producido ante la evidente ausencia de restos arqueológicos de entidad correspondientes a época romana en la vega del Segura, así como el hecho de que la propia capital, Murcia, fuese fundada por orden de persona conocida y en una fecha concreta, muy posterior a esa época de romanización.
            Parece estar fuera de toda duda que en el valle no existió ningún asentamiento romano de entidad fuera de los posibles puestos o campamentos militares y de dos enclaves perimetrales que sí parece que alcanzaron un cierto grado de ocupación romana de alguna importancia, sin que posiblemente podamos llegar a hablar de verdaderas ciudades. Estas zonas son las de Algezares-La Alberca y la de Espinardo-Cabezo de Torres-Monteagudo, por las que además discurrían sendas calzadas que unían Elche con Lorca, Mazarrón y Begastri.
            Ahora bien, no parece creíble que Roma, que tantas y costosas obras de infraestructuras realizó, y a veces para lograr objetivos de escasa importancia, dejara pasar por alto el aprovechamiento de las aguas de un río como el Segura, que si bien presentaba un valle central de almarjales, con una topografía complicada por las avenidas dentro de su lecho, sí tenía en cambio unas amplias costeras norte y sur de tierras fértiles, de suaves pendientes, y perfectamente aptas para su utilización como suelo de producción agrícola de la que tan necesitada estaba la poblada y cercana zona de Cartagena-Mazarrón.
            A la detección de centuriaciones en las citadas zonas de Cabezo de Torres y Algezares hay que añadir las detectadas en la zona de Alcantarilla, lo que necesariamente implica, junto a la lógica más aplastante, que en estas zonas, aparte de las pequeñas agrupaciones urbanas ya mencionadas, tuvieron que existir las clásicas villas romanas ligadas a explotaciones agrícolas.

            A pesar de ser tan conocida, no está de más el reproducir, una vez más, la descripción que en el siglo XVIII realiza el canónigo Juan Lozano Santa sobre la zona de Alcantarilla:   
            “La Buznegra contigua a la citada Alcantarilla, hoy reducida a señorío de cuarenta casas y una granja, posesión de la acendrada Casa de Rocamora, ofrece monedas romanas, barros de Sagunto y otras antigüedades con abundancia. Entre las monedas descubiertas en la Buznegra sólo han llegado algunas a mi mano, y son romanas, tanto del bajo como del alto imperio.
            He visto además fragmentos de pared bien antiguos y dispersos. Su plaza tiene cuajado el suelo de barro saguntino; las reliquias y pedazos de ese barro son finos hasta lo último. Después de una lluvia el suelo brilla con la reverberación de tantos espejuelos, según informa el Vicario. Traje conmigo algunos de estos casquillos delicadamente bruñidos. Por el ocaso de esta aldea, como por el de la villa de Alcantarilla, población de cinco mil habitantes, corre la calzada romana con total rectitud y bien conservada. La sencillez de aquellos buenos labradores dice que por este camino se iba a Roma en lo antiguo. Este es el Camino Romano que parte de Cartagena para Archena, busca las inmediaciones de Caudete y Alpera corriendo a Setabi, o San Felipe, que parece su término. Vanamente se buscaría en el itinerario de Antonino.
            La Alcantarilla, casi unida a la Buznegra, nos ha rendido iguales testimonios. Es lugar nuevo, según el nombre, como también Buznegra. Pero aún que sus denominaciones sean arábigas, los vestigios del suelo deciden por lo romano.
            En efecto, desde Alcantarilla o Cantariella hasta el Puente de las Ovejas sobre el Segura, que hace su norte, y de quien dista sobre un cuarto de legua, todo es población romana. Los colladitos de su intermedio, plantío de olivos y vides, señalan la ciudad arruinada que yace bajo estas prominencias, las cuales se ven salpicadas de tejos, ladrillos y cascos de vasijas, no obstante de ser labrado frecuentemente el terreno. Barro saguntino esparcido y derramado se halla aquí, de cuya especie traje conmigo algunos cascos.
            En el mismo intermedio, no lejos del Javalí, cedió la tierra a la reja de un arado, hace como dos años, ante una hermosa y bien conservada ánfora romana. Es angosta y de cinco palmos de longitud, sobre tres dedos, y con su punta larga por remate”.

            Los “colladitos” de los que habla Lozano no eran otra cosa que las estribaciones del Cabezo Verde y del Cabezo del Ángel, desde el actual Javalí Nuevo hasta la hoy Plaza de San Francisco en Alcantarilla, y que desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX fueron sistemáticamente allanados para plantaciones agrícolas; y en los cuales, efectivamente, se encontraban ladrillos, cerámica, monedas, vasijas, ruedas de molinos y numerosa mampostería hasta hace pocos años. Todavía hoy en día es posible encontrar por toda esta zona pequeños restos de cerámica romana en las parcelas de cultivo a pesar de haber sido tantas veces labradas y allanadas.

            Por lo tanto, está fuera de duda que esta zona de Alcantarilla tuvo una ocupación romana de carácter agrícola basada en dos factores o lugares: el amplio valle del Guadalentín, del cual se pudieron captar aguas mediante boqueras; y el más caudaloso Río Segura que no permitía este tipo de captación de aguas dada su menor pendiente y el estrangulamiento topográfico a la entrada del valle (actual zona del azud).
            Se tuvo que presentar entonces el problema de cómo abastecer de agua a las tierras fértiles de las dos costeras del valle, y ello solamente era posible mediante una captación de las aguas del Segura a una cota suficiente para que permitiera llegar a las aguas a ambas zonas del valle mediante la aplicación de la pendiente aproximada y característica del 2‰ utilizada por los ingenieros romanos.

            Y sobre esta cuestión nos aparece la descripción del egipcio al-Himyari, que en el siglo XV, siguiendo a geógrafos árabes más antiguos como al-Udri del siglo XI y a al-Edrisi, dice:   
            “En la parte derecha (del río) construyeron los antiguos un canal que sale del río en las proximidades de Qantarat Askaba (Alcantarilla) con un primer tramo excavado en la montaña con una longitud de una milla (1.437 metros) y ese canal es el que riega la parte sur de Murcia. En la parte izquierda se construyó otro canal bajo la montaña de una longitud de unas dos millas (2.874 metros) con el que se riega la parte norte de Murcia”.
            Al-Himyari dice además que “todos los regadíos abastecidos desde el río de Murcia se derivan de estos dos canales, exceptuando los que se benefician de agua elevada mediante ruedas hidráulicas o de tracción animal. Entre el lugar de estas dos perforaciones y Murcia hay 6 millas”. Si medimos en línea recta la distancia señalada por al-Himyari nos arroja la cifra de 8 km al centro de Murcia, es decir, 5´6 millas. Naturalmente al-Himyari habla en presente ya que sus escritos son copia, como ya se ha dicho, de autores muy anteriores. 

            Los primeros años tras la invasión árabe no fueron precisamente de normalidad entre los invasores, más bien todo lo contrario, y los enfrentamientos sin cuartel (tal y como actualmente ocurre en Arabia) entre mudaríes, instalados en la costera norte y yemeníes, instalados en la costera sur, desde luego no propiciaban el mejor escenario para poder embarcarse en obras de infraestructuras de regadío ni de cualquier otro tipo; simplemente siguieron utilizando todo lo ya existente y que había sido construido por los romanos casi mil años antes, hasta que Abderramán II y su hijo Muhammad o Mohamed I lograron imponer una etapa de normalidad que supuso la creación, no sólo de la ciudad de Murcia, sino de acequias y nuevas tierras regables a partir de la segunda mitad del siglo IX para continuar durante todo el siglo X, por lo que tanto anteriormente como posteriormente a esa etapa, los árabes seguirían sirviéndose, en las citadas zonas de Monteagudo al norte, Algezares (¿Ello?) al sur, y Alcantarilla en el trayecto, de los ya centenarios canales descritos por sus propios geógrafos como “construidos por los antiguos”.

            Todo esto es algo que desde siempre ha sido de sobra conocido por historiadores e investigadores, por lo que no se comprende el que alguno de ellos no intentase localizar las entradas de estos túneles y conformarse con copiar una y otra vez, con mayor o menor acierto, lo ya publicado por otros con anterioridad. Hay que tener en cuenta que la constatación de la existencia de esos túneles (al menos el de la margen derecha, que es el que nos interesa) acabaría de una vez con la centenaria y vana discusión sobre el origen romano o árabe de la huerta de Murcia.
            La boca del túnel existente en el azud se encuentra en el punto exacto en el que la curvatura del cauce del río favorece la entrada de agua en el mismo de forma tangencial, que sería ayudada por la presencia de una presa que sirviera para estabilizar el nivel con independencia de las subidas y bajadas de las aguas.

Foto Google Maps con la ubicación del túnel en forma
tangencial al curso del río

Boca del túnel con paredes revestidas de mortero de cal
(CascalesLópez 12/1998)

            Parece que ningún historiador conocía la entrada de ese túnel, pero muchos la conocíamos desde pequeños, y si solamente nos pudimos adentrar por él unas decenas de metros era porque el conducto se hallaba obstruido a causa de aluviones de un ramblizo que discurría sobre él y que con el tiempo había llegado a provocar una oquedad por la que se introducían los arrastres. Una vez se intentó quitar el obstáculo, pero enfocando con las linternas por la parte superior, se apreciaba que la cantidad de escombros sobrepasaban las posibilidades de 'trabajo' de que se disponía. Solamente se desenterró el esqueleto de un gran perro.
            Años después, tras conocer la descripción de al-Himyari, de manera inmediata se relacionó con el túnel que tan bien conocíamos, y todo ello se publicó finalmente en el año 2000 en el libro “Topografía y evolución urbana de Alcantarilla”, páginas 51 y sucesivas. En internet: http://www.plcascales.com/topografia-y-evolucion-urbana-de-alcantarilla/ y en 2016 en que se publicó “La presencia romana en Alcantarilla” en http://historiasdealcantarilla-murcia.blogspot.com/2016/11/la-presencia-romana-en-alcantarilla.html.  En ambos lugares pueden ampliarse datos sobre el tema que se está tratando.

Plano publicado en el libro “Topografía y evolución urbana de
Alcantarilla” en el año 2000

            Por lo tanto, hace veinte años que por primera vez se hizo público el hecho de que uno de los canales (el que afecta a Alcantarilla), descrito por los geógrafos árabes desde el siglo XI, podía pasar por el lugar en el que en la actualidad se encuentra el acueducto medieval sobre la Rambla de Las Zorreras conocido como Los Arcos, y que ese canal habría podido dar regadío a la zona de Alcantarilla comprendida por debajo de su nivel topográfico (e incluso en niveles superiores mediante el uso de artes hidráulicas), debiendo corresponder ese canal con el trazado de la hoy conocida como acequia de El Turbedal. 

[Llegados a este punto, con mucho pesar del que esto suscribe, pero ante la necesidad de desmentir y desenmascarar a quienes publican falsedades en esas llamadas “redes sociales”  autodenominándose “historiadores”, y que precisamente hace poco tiempo, a pesar de conocer sobradamente todo lo anteriormente publicado sobre el túnel del azud, y diciendo que siguen esos 'indicios', resulta que ahora 'han descubierto' el túnel al que ellos llaman 'La Alquibla' (cuando en realidad esa acequia se hizo mil años después), manifestando, entre otras lindezas, que 'tras varios intentos y con la ayuda del arqueólogo (eso 'viste' mucho) Juan Antonio Rodríguez localizamos (podían haberme preguntado dónde estaba, digo yo) el nacimiento de esta longeva acequia de prácticamente hace 1.000 años (esa 'acequia' resulta que tiene 2.000 años). Fue un auténtico placer redescubrir y ver esta 'lumbrera vieja' (¿qué?). Fue un gran descubrimiento para nuestra historia'.
Tanta idiotez, ignorancia y cursilería no serían merecedoras de la más mínima atención si no fuese por el daño que se hace a personas de buena fe, e incluso por los apoyos que les llegan a otorgar entidades públicas y privadas. Y lo que aquí se relata es sólo un simple ejemplo de su trayectoria.
Y para terminar, necesariamente, y con sumo desagrado, porque no es de esa clase el que esto suscribe, pero los hechos a veces te obligan, se reproducen a continuación unas pocas frases contenidas en una larga carta que un gran historiador medievalista de Murcia tuvo la deferencia de enviar al que esto suscribe tras la publicación del libro “Topografía y evolución…” en el año 2000: “Un trabajo espléndido, extenso y denso (…) un estudio en profundidad que bien puede clasificarse de decisivo (…) cartografía, planos y fotografías ayudan mucho al mejor conocimiento de cuanto expone con precisión y seguridad”. Don Juan Torres Fontes a Pedro L. Cascales López. 23-11-2001]

            Don Juan Torres Fontes, que tanto se interesaba por Alcantarilla y que tanto ayudó al amigo Salvador Frutos Hidalgo en la redacción de su libro “El Señorío de Alcantarilla” en el año 1973, estudió una serie de documentos de finales del siglo XIV en los que existen unas frases, que a primera vista pueden resultar enigmáticas, como que “los herederos de El Turbedal sólo riegan cuando éste viene crecido”, o “esta acequia solamente lleva agua cuando el río viene crecido”, y estos hechos se fueron repitiendo de manera esporádica hasta los inicios del siglo XVI.
            Es decir, había un heredamiento que solamente regaba de El Turbedal cuando este llevaba agua. Cuando a éste “le entraba el agua”. En caso contrario no podía regarse. Entonces, si ese canal no gozaba de un curso de agua constante, ¿para qué hacerlo? La respuesta no puede ser otra que la presa o azud, que en su día construyeron los romanos, ya estaba casi o totalmente destruida, por lo que para que el agua pudiese alcanzar la cota de entrada al túnel dependía únicamente de que el Segura subiese su nivel, es decir, que existiesen avenidas importantes.

Toma de las aguas del túnel y situación de la hipotética
presa o azud romana

            Porque todos sabemos que El Turbedal “nace” unos metros antes de la actual noria, por lo que esa acequia depende de la acequia Mayor de La Alquibla y su caudal no tenía motivos para venir o dejar de venir crecido, y menos depender del caudal del río. Ahora bien, ¿y si eso no era antes así?, ¿y si durante un tiempo ambas acequias fueron independientes? Esa hipótesis explicaría los datos contenidos en la documentación encontrada por Torres Fontes; y algo más importante, que la descripción de al-Himyari sobre los túneles del azud nos llevaría directamente a considerar que la acequia de El Turbedal era el canal o acequia a cielo abierto que era la continuación del túnel que partía desde el río y que llevaba sus aguas hasta la zona de Algezares-La Alberca pasando antes por el espacio de la actual Alcantarilla. Esta acequia de El Turbedal tiene además un trazado rectilíneo que no coincide con los sinuosos trazados de las acequias árabes, coincidiendo además sus medidas con las del túnel del azud.

            En el año 1994, con motivo de las obras de entubamiento de la acequia Mayor, se realizaron unos estudios arqueológicos de urgencia en el acueducto sobre la Rambla de Las Zorreras a cargo del profesor D. Manuel López Campuzano que concluyeron con certificar el origen medieval de las estructuras estudiadas. Esto es algo sobre lo que desde luego no puede existir duda alguna. Ahora bien, este estudio no pudo ser todo lo exhaustivo que hubiese sido deseable, y así, el profesor D. Antonio González Blanco detectó bajo la obra medieval restos de estructuras de otro acueducto más antiguo que no pudo ser excavado ni estudiado.
            Además, la propia obra medieval presenta incógnitas sobre las que no incidimos ahora porque ya fueron publicadas en 2016 y a ello nos remitimos, en cuanto a que todo parece indicar que ese acueducto medieval contenía dos canales: uno para la Alquibla y otro, en cota superior, para otro canal cuyas dimensiones coinciden exactamente con las del túnel del azud, siendo ambos cauces unidos en una época indeterminada.

Sección del acueducto según datos del profesor López Campuzano.
Se aprecia la existencia de dos acueductos diferentes para diferentes
acequias así como un tercero, posiblemente para desviar las aguas
en caso de roturas. Se aprecia igualmente que debería haber existido
un muro de separación entre ambas acequias que tuvo que ser derruido.
La sección del llamado acueducto de El Turbedal coincide con la sección
del túnel de el azud

Fotografía de la Alquibla sobre el acueducto de Los Arcos.
A la izquierda aparece una plataforma a mayor altura que la solera
de la acequia y que además no tiene continuidad una vez
sobrepasado el acueducto (CascalesLópez 8/1968)

            Seguían pues apareciendo sólidos indicios que confirmaban lo dicho por los geógrafos árabes, y en el año 2001, un año después de publicar el supuesto trazado del túnel, se iban a iniciar unas obras en la que fue fábrica de conservas de Gambín, en Javalí Nuevo, término de Alcantarilla, por lo que este autor le advirtió a su promotor y amigo José Javier Gambín Murcia que se observase en la cimentación de la obra si aparecía algo anormal, ya que según los cálculos realizados, el túnel del azud debía pasar por esa zona y a una profundidad que oscilaría entre los 6 y los 8 metros.
            Pues bien, “milagrosamente”, porque así hay que considerarlo, uno de los estrechos sondeos geotécnicos realizados en el solar el día 25-4-2001 detectó “una oquedad” entre los 5´70 y los 7´25 metros, es decir, de 1´55 metros de altura. La misma altura que tiene el túnel del azud.

Hojas del estudio geotécnico en los terrenos de la antigua fábrica
de conservas de Gambín

            Teníamos la entrada en el azud, teníamos los indicios aportados por el profesor González Blanco en el acueducto, y ahora teníamos también un punto exacto, coincidente en planta y en sección, en el que estaba probado que existía una “oquedad”. Y uniendo la base de esa oquedad con la base o solera del túnel del azud nos daba una pendiente del 2´4‰, y si continuábamos esa pendiente hasta el acueducto nos conducía exactamente a la solera de mayor altura de ese acueducto. Y esa pendiente estaba dentro del margen habitual utilizado por los técnicos romanos.

Sección del trazado general del túnel

            El demostrar de forma definitiva la existencia de ese túnel y canal romano pasaba por localizar, entre el punto del sondeo geotécnico y el acueducto, una serie de puntos en que se detectara bien el túnel o bien restos de un canal.
            De localizar esos puntos, y efectuar la oportuna excavación, quedaría probada la existencia de ese canal construido por los romanos que abastecería de agua a la zona de Algezares-La Alberca y desde luego a la zona de Alcantarilla, siendo además esta zona de Alcantarilla la que tuvo que recibir las aguas en primer lugar, dado que el canal de la margen izquierda era más largo y más lento de construir, tanto por la longitud del túnel como por la necesidad de salvar con acueductos las diferentes ramblas y ramblizos de la costera norte, por lo que podría afirmarse que en Alcantarilla, con riego de un canal llamado hoy Turbedal, nació la Huerta de Murcia, y ello unos 1000 años antes de que los árabes iniciaran su propia red de acequias.

            Ahora bien, los terrenos sobre los cuales había que intentar buscar indicios sobre el paso del canal eran suelos de minifundio en plena producción de agrios y generalmente cercados, por lo que no era posible el realizar ningún tipo de búsqueda.

            Pero pasaron los años, y los que eran cuidados huertos pasaron a ser tierras abandonadas cubiertas de maleza, por lo que ya parecía posible el intentar localizar algún indicio del paso del túnel y/o el canal. Para ello se había unido con una línea recta el punto del sondeo geotécnico con el acueducto de Los Arcos, y se recurrió a un sistema rápido, sin costes y no agresivo para ninguna propiedad como es la radiestesia. Así, el día 7-4-2019 el experto radiestesista y amigo Ramón Castejón Sánchez, al que en ningún momento se le dijo qué se buscaba, detectó una serie de anomalías a lo largo de la línea que se le indicó que siguiera, aunque esas anomalías no coincidían todas ellas exactamente con la línea recta que unía la oquedad detectada en el sondeo geotécnico con el acueducto, llegando a existir una variación máxima de 12 metros en una de ellas.
            En cada detección invertía el sentido de la búsqueda y así se encontraba con que la anomalía que detectaba tenía aproximadamente 1,50 metros de anchura en cada punto analizado, señalando además la profundidad a que se encontraba, coincidiendo esa profundidad con la calculada previamente en una sección realizada en la que se consideraba que el canal discurría de forma recta, algo que él ignoraba.

El radiestesista o zahorí Ramón Castejón Sánchez marcando los
puntos en los que detectó anomalías en el subsuelo

            Con estos datos fue posible trazar sobre plano el presumible canal romano, que presenta una suave curva antes de encarar la zona del acueducto de Los Arcos, así como una sección de ese trazado que permite conocer en cada punto la profundidad a la que supuestamente debe encontrarse, y también conocer los tramos correspondientes de canal a cielo abierto y de túnel.

Trazado del canal

Sección del trazado del canal

            Existían datos más que suficientes para poder considerar que nos encontrábamos ante el canal romano descrito por los árabes, pero hacía falta una prueba final que era el obtener datos, en cualquiera de los puntos detectados, de que por ahí había discurrido un canal de agua.
            Ello habría sido posible realizando una simple cata del suelo en la zona de canal abierto a fin de no afectar de ninguna manera a la estructura del posible túnel, pero las gestiones personales realizadas en Patrimonio fueron absolutamente inútiles y descorazonadoras. No interesaba el tema.
            Pero ese tema sí que resultaba de una gran importancia, no solamente para Alcantarilla, sino también para la historia de la huerta de Murcia, porque probaría su origen romano, por lo que se recurrió al Ayuntamiento de Alcantarilla, en la persona de su alcalde Joaquín Buendía Gómez, a fin de poder efectuar una cata del terreno fuera de la zona en que pudiese existir túnel a fin de no dañar posibles estructuras y en un lugar en el que durante centenares de años ya había sido allanado y cultivado por los propietarios de las tierras. Se consideraba que a pesar de esos allanamientos y cultivos, si había existido por la zona el paso de una acequia o canal, los estratos del suelo lo delatarían. Y cualquier cata que se hiciese de ninguna manera podía afectar a yacimiento arqueológico alguno, porque entre otros motivos, no estaba probada su existencia.

Trazado del túnel, del canal y el lugar de la cata

            Si en esa cata se encontraba algún tipo de estrato que probara ese supuesto, ya existiría base para ponerlo en conocimiento de Patrimonio a los efectos que fuesen oportunos, mientras que si no se encontraba rastro alguno, el asunto tendría que ser archivado a esperar tiempos mejores. Pero aún así, se tenía la plena convicción de que el canal romano pasaba por ahí, y que Alcantarilla había sido el inicio de la huerta de Murcia.

            El apoyo de la alcaldía fue total, y tanto las concejalías de Cultura como la de Patrimonio, así como las gestiones del jefe del Servicio de Obras con el propietario de los terrenos, que no fueron fáciles, permitió que el día 26-11-2019 una retroexcavadora pudiese buscar en el punto señalado, en el que, a un máximo de profundidad de 2.50 metros, deberían hallarse restos sedimentarios de un paso de aguas.

El alcalde Joaquín Buendía Gómez con Pedro L. Cascales López
preparando la marcación del punto para iniciar la exploración
(Foto: A. Franco. Ayuntamiento de Alcantarilla)

            Tras avanzar unos metros de margen sobre la marca realizada en el suelo, en donde deberían aparecer los rastros sedimentarios, la pala, que hasta ese momento solamente había extraído arcillas, comenzó a “arañar” un suelo arenoso de granulometría gruesa y blanquecina, mezclado con pequeños cantos rodados propios de un cauce fluvial, que abarcaba sobre metro y medio de anchura por unos 5-10 centímetros de altura según las zonas, y todo ello exactamente a la profundidad de 2,50 metros prevista. Claramente nos encontrábamos ante la solera de un paso de aguas que desde luego solamente podía proceder del Río Segura. Pero no solamente aparecían estos sedimentos, sino que entre el metro y los dos metros y medio de profundidad aparecían abundantes restos de mortero de cal con cantos rodados similares a los existentes en la boca del túnel del azud, a la vez que la capa de arcillas existente sobre esa capa de arena presentaba una compactación menor que la de los laterales y una mayor disgregación en terrones una vez sacada a la superficie, lo que probaba su menor cohesión y grado de humedad.

Momento en que la pala detecta un suelo de arena gruesa y blanquecina
mezclada con pequeños cantos rodados (Foto: A. Franco. Ayuntamiento de Alcantarilla)

Sección de la zanja con indicación de la anchura del canal,
los dos tipos de arcillas y la arena extraída junto a
pequeños cantos rodados (CascalesLópez)

Estrato de sedimento de arena gruesa blanquecina con cantos rodados
con una anchura media de 1,50 metros y una altura de 5-10 cm. (CascalesLópez)

Restos de mortero de cal y cantos rodados aparecidos en la cata
realizada (CascalesLópez)


            A todos los indicios y pruebas aportados a lo largo de este escrito se aporta ahora el que se considera definitivo, y es que en el punto que se había marcado y a la profundidad que también se había calculado, ha aparecido un claro sedimento de arena de río y cantos rodados que solamente pueden proceder de un curso de agua fluvial, es incompatible con el tipo de sedimentos que le rodean, y su anchura, de 1.50 metros, coincide con la anchura del túnel existente en el azud, por lo que no es aventurado el asegurar que los geógrafos árabes no mentían y que los romanos construyeron un túnel que desembocaba en una canal, actual acequia de El Turbedal, que llevaba el agua hasta Algezares regando primero las tierras de Alcantarilla, la primera huerta de Murcia.
            Es de desear que Patrimonio proceda a desenterrar el túnel, que pueda cartografiarse, y que de esa forma quede definitivamente probado todo lo que en este escrito se ha expuesto. No es un simple hallazgo, es algo fundamental para la historia de Murcia.


Acequia de El Turbedal, primitivo canal romano,
junto al tablacho de El Azarbón,
en lo que hoy es calle de Mariano Ballester
(CascalesLópez – Marzo 1976)