miércoles, 28 de septiembre de 2016

RESTAURACIÓN DEL PLANO DE AMOJONAMIENTO DE 1728


Pedro L. Cascales López
 
Nota preliminar: En estos apuntes siempre me refiero al término municipal existente antes de la ampliación del año 1987. 

            Durante la dominación musulmana, Alcantarilla era una alquería más de la huerta de Murcia sin ningún tipo de autonomía administrativa o política. Se supone que existía ya como tal asentamiento musulmán en el siglo VIII o IX, pero no es citada históricamente hasta el siglo XII por al-Idrisi. Posiblemente su ubicación, en un lugar estratégico, no fue sino una continuación de primitivos asentamientos romanos.
Cuando un lugar reúne las características topográficas y de comunicaciones que reunía el solar de la antigua Alcantarilla, sus orígenes suelen siempre remontarse a ocupaciones mucho más tempranas.
            La primitiva Alcantarilla estaba situada en un lugar privilegiado, cruce de caminos y junto a la desembocadura del Río Guadalentín en el Río Segura.

            Presento un hipotético plano del espacio territorial de aquella Alcantarilla de hace 1.000 años, con su única acequia, obra romana de el Turbedal, que mediante un túnel traía el agua desde el Azud, así como los usos de su espacio jurisdiccional; y todo ello caracterizado por ser cruce de caminos, con su puente de madera sobre el Segura y la afluencia de un Guadalentín siempre amenazante pero controlado, como el Segura, mientras que los sotos estuvieron libres de ocupación agrícola.
En aquellos años, los restos de civilizaciones anteriores todavía debían de ser visibles sobre el terreno.


            En el año 1125 Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Navarra (1104-1134), en sus correrías contra los musulmanes pasa por Alcantarilla con tropas aragonesas, normandas y bearnesas.
            Entre los años 1172 y 1227 Alcantarilla se encuentra bajo dominio almohade.
            Entre los años 1227 y 1237 reina en Murcia ibn-Hud.
            En el año 1243 se lleva a cabo la capitulación de Alcaraz y las tropas castellanas ocupan Murcia como protectorado de Castilla bajo el mando de Fernando III el Santo.
            En el año 1251 Alfonso X el Sabio entrega Alcantarilla a la Orden de Alcántara y se lleva a cabo el primer amojonamiento como territorio administrativamente independiente. Es de suponer que este primer amojonamiento, del que no se tienen datos concretos, sería respetado en las sucesivas entregas de la aldea. Esta posesión de la Orden de Alcántara supuso el nacimiento de Alcantarilla como una entidad con un territorio, luego término administrativo independiente y topográficamente definido, hasta el año 1987 en que fue ampliado.
           En el año 1261 Alcantarilla deja de ser de la Orden de Alcántara y pasa a la corona.
En el año 1264 ocurre la sublevación musulmana.
En el año 1265 Jaime I de Aragón entra en Murcia y visita Alcantarilla.
En el año 1266 Castilla toma Murcia pero no la devuelve a la Orden de Alcántara, sino que queda, dentro de la partición entre cristianos y musulmanes, en la zona mudéjar regida por el rey Muhammad ibn-Hud.
En el año 1270 Alfonso X el Sabio entrega en donación Alcantarilla a su esposa Doña Violante: “A la Reina la alquería que dicen de Alcántara con dccxxxv tahúllas que hacen cci alffabas (renta)”.
Alfonso X evitó por todos los medios el entregar grandes extensiones de suelo en el Repartimiento para evitar el florecimiento de poderes excesivos, pero evidentemente ese no era el caso de la reina, por lo que esta excepción, manteniendo los límites de la aldea que en su día se entregó a la Orden de Alcántara, supuso el que hoy en día exista Alcantarilla, realizándose el segundo amojonamiento en el año 1272.
En el Repartimiento aparece la medida agraria de la tahúlla, sin duda heredera de la taudiyá árabe, y aunque esta medida no era uniforme y variaba según poblaciones, no parece que dentro de la huerta de Murcia sufriera muchas variaciones, si es que existían. Como tampoco parece probable que cuando se regularizan estas medidas en la Ordenanza de 6 de septiembre de 1570, la medida de la tahúlla que se establece variara mucho de la ya existente, señalando esta Ordenanza como tahúlla un cuadrado de 40 varas de lado, es decir, 1600 varas cuadradas equivalentes a 1117,9661 m2, prácticamente 1118 m2.
Por lo tanto, podemos considerar que las 735 tahúllas donadas a la reina tenían una superficie de unos 821.730 m2.
Pues bien, si tenemos en cuenta que el riego se realizaba a base de algaydonales, es decir, que la fuerza de la gravedad era condicionante, solamente podía existir regadío en el territorio situado a levante de las acequias de la Alquibla y Turbedal, y cuando medimos esa superficie nos arroja una superficie de unos 850.000 m2. Y si descontamos el terreno ocupado por el cauce del Río Guadalentín, la cifra es prácticamente de 820.000m2. Y esto no puede ser una coincidencia.
 

Con respecto a la delimitación del resto del terreno donado a la reina hay que tener en cuenta que nuestro actual punto de vista difiere sustancialmente del punto de vista aplicable en aquello años. En aquellos momentos eran elementos fundamentales unos aspectos que a nosotros se nos pasarían hoy por alto: las pendientes del terreno, sus características, su orientación, las ramblas y ramblizos, el tipo de suelo, la vegetación… todo ello eran factores ligados al suelo productivo y eran decisivos a la hora de señalar jurisdicciones, pero este suelo no se contabilizaba a efectos de cabida de la propiedad si no generaba renta efectiva, algo que no resulta extraño si tenemos en cuenta que este criterio ha estado presente hasta bien entrado el siglo XX. Hay miles de ejemplos, pero como estamos en Alcantarilla, veamos un ejemplo de Alcantarilla. El Cabezo de Las Aguas, también llamado Cabezo Verde o Cabezo del Pimiento o Cabeza de la Corneja, la cota más alta de Alcantarilla con 115 m; pues bien, este cabezo contaba con una superficie de más de 100.000 m2, pero en título registral solamente contaba con unos 9.000 m2 (lo que ocupaba un ramblizo con olivos), pero ojo, añadía: y “vertientes propias”. Lo mismo podemos considerar, salvando las distancias, para la donación a la reina doña Violante.

Cuando se realizó la cesión a la Orden de Alcántara, aquellos que delimitaron el territorio partieron de la base de unos factores y criterios fijos: el molino sobre la acequia de la Alquibla, la alineación marcada en sentido norte-sur de los márgenes de los cultivos de regadío, el antiguo camino alternativo de Lorca o Camino Hondo, las vertientes recayentes a la zona de regadío y el Río Segura.
Así, comenzando en el molino sobre la acequia, se discurre hacia el sur siguiendo las alineaciones de los márgenes de los bancales hasta llegar al antiguo camino de Murcia a Lorca por la margen derecha del Río Segura. Una vez en ese camino, la línea discurre por él hacia poniente hasta llegar frente a una elevación de terreno, muy visible, situada hacia el norte. Se sigue esa alineación y se pasa por cabezos de suaves pendientes y amplias vaguadas, dejando a la derecha unos cabezos de vertientes más pronunciadas que mandan las aguas hacia levante mientras que a la izquierda el parcelario colindante está formado por márgenes paralelos que discurren desde los cabezos al norte, hasta el Río Guadalentín al sur, con un trazado muy característico. Esta alineación se sigue hasta llegar a terrenos más llanos y se enfila entonces hacia poniente con una línea que engloba los ramblizos que afluyen a la Rambla de Las Zorreras o de Los Arcos y la propia rambla; incluso, la línea de demarcación se aprecia forzada para poder abarcar algunos de estos ramblizos. Llegados al río, se sigue por su ribera hasta llegar a terrenos de Puebla de Soto o del doctor Cascales en los que, con el mismo criterio que el empleado al partir del molino, pero añadiendo además la utilización de acequias menores existentes, se llega al punto de partida.

La representación esquemática de la jurisdicción con curvas de nivel de equidistancia 10 metros es muy expresiva de cómo se abarcan esos cabezos más abruptos y se consigue así que sus aguas queden dentro del territorio de la aldea, formando todo un conjunto equilibrado en el que se combinan los cabezos, los ramblizos, la tierra de labor y la tierra de regadío. 


Y con referencia a las alineaciones de los márgenes de los cultivos, resulta muy interesante su distribución geográfica y temporal, siendo todo ello una referencia de su origen histórico. En el plano que aporto a continuación tenemos las diferentes orientaciones del abancalamiento de la primitiva Huerta de Murcia en función de su época, de la altimetría y del factor río.


            En el año 1437, las disputas entre Murcia y Alcantarilla por la posesión de las Salinas llamadas de Sangonera, así como el cobro de diversos impuestos, dio lugar a realizar un tercer amojonamiento que es el primero en el cual se marcan, nombran y construyen mojones. Precisamente las disputas existentes hasta ese momento entre concejo murciano y obispos venían producidas por la no existencia de delimitación física alguna.

            El buen amigo Salvador Frutos Hidalgo, que es quien estudia y publica este documento, considera que es posible que el término fuese anteriormente mayor y que este amojonamiento fue una componenda entre partes, algo que también considera algún que otro autor, pero esto, como ya se ha expuesto razonadamente más arriba, no parece haber sido posible: los testigos eran demasiados para que hubiese podido existir una alteración tan grande de jurisdicciones que hubiese dado lugar a que las Salinas, tan distantes de Alcantarilla (casi unos siete kilómetros desde el actual paso a nivel), pasasen sin más a Murcia y que la todopoderosa Iglesia se callase. Más bien pudiera haber ocurrido, dados los antecedentes sobre el comportamiento de los obispos, que no dudaban en aplicar la excomunión a quién perjudicase mínimamente sus intereses económicos, que éstos durante años, y con la tremenda fuerza de su autoridad, usurparan algo tan rentable e importante como eran unas salinas.

            La venta de Alcantarilla por parte de Felipe II a Lázaro de Usodemar dio lugar a que el año 1581 se realizase el cuarto amojonamiento.
            Llegamos al año 1728 en que se realiza el quinto amojonamiento, y esta vez lo realizan agrimensores y se realiza un plano del mismo. Un plano que es el primer documento gráfico de la historia del término de Alcantarilla y que veremos más adelante.
            En el año 1820, con la llegada del período llamado “Constitucional”, se crearon algunos ayuntamientos y se modificaron los límites de otros. Alcantarilla creyó que había llegado el momento de conseguir su ya entonces anhelada ampliación del término municipal, e incluso llegó a realizarse un amojonamiento con esa ampliación, el sexto amojonamiento, pero la vuelta del absolutismo llevo con ella la anulación de todos los actos realizados.
            El Instituto Geográfico y Estadístico lleva a cabo en el año 1897 el levantamiento de la delimitación del término de Alcantarilla por primera vez con aparatos topográficos dando lugar al séptimo amojonamiento.
            La ampliación de término municipal conseguida siendo alcalde Francisco Zapata Conesa dio lugar a realizar la última delimitación u octavo amojonamiento en el año 1988.
            El día del amojonamiento, 25-02-1988, yo estaba en excedencia en el ayuntamiento, pero se me llamó desde el Instituto Geográfico Nacional para que, a nivel particular y como conocedor del terreno les auxiliara en la demarcación, lo que no fue muy del agrado del entonces ínclito alcalde Pedro M. Toledo Valero, lo cual evidentemente es un honor. Estas imágenes son de aquel día.



            Estos han sido los amojonamientos realizados en la demarcación de Alcantarilla hasta el día de hoy, aunque posiblemente en algún legajo todavía no localizado pueda algún día localizarse algún amojonamiento desconocido o datos que completen los ya conocidos.


            Veamos ahora lo referente al plano de 1728 y los motivos de haber sido necesaria una restauración.
El plano de amojonamiento del año 1728, quinto amojonamiento, al que anteriormente he aludido, es sin duda una doble joya, cartográfica e histórica.
            Fue llevado a cabo entre los días 14 y 15 de noviembre del año 1728 y los detalles del mismo pueden consultarse en el libro “Topografía y evolución urbana de Alcantarilla”, pág. 100 a 107, en www.placascales.com.
            Era el primer amojonamiento realizado por técnicos y además se realizaba un plano del mismo. Un plano que numeraba los mojones, midiendo la distancia entre ellos e incluso, en las zonas de terreno abrupto, especificaba el tipo de medida, si era ajustada al terreno o si era “cuerda por alto”, es decir, reducida al horizonte.
            El plano presenta una escala gráfica en varas castellanas y en este apartado no se entiende que algunos autores como Salvador Frutos o Alejo García, que recoge al anterior, desmerezcan un poco el plano y manifiesten que el “plano no tiene escala”. Sin duda un error explicable al no copiar Salvador en su día las leyendas del plano o bien al ceñirse a transcribir posibles publicaciones anteriores poco fiables sin tener en cuenta directamente la fuente.
            Tiempo les costó a los agrimensores cobrar su trabajo valorado en 600 reales, ya que tardaron más de un año en cobrar, no solamente lo realizado sobre el terreno, sino el dibujo de los dos planos realizados, uno para el ayuntamiento de Murcia y otro para el ayuntamiento de Alcantarilla.
            Pero el plano depositado en Alcantarilla tuvo mal final, ya que fue consumido por el fuego junto a todos los archivos municipales cuando las tropas francesas los quemaron en el año 1813 en represalia por haber albergado la población a las tropas del general Freire un año antes; esto según versión oficial, pero la realidad parece ser otra, ya que, esta versión de la venganza francesa por algo realizado un año antes y además con un reducido margen de maniobra por parte de los habitantes de Alcantarilla, no parece justificable, mientras que sí parece más creíble el hecho de una represalia por no entregar los suministros que los franceses exigían, lo que condujo a que en fechas posteriores varios franceses acabasen en el fondo de los pozos de algunas casas, especialmente en las cercanas a la cequeta.
            A principio de la década de 1950, Miguel Cascales Sánchez –mi padre– adquirió una casa en la Calle Palmera para ampliación de la fábrica de conservas, y en la parte trasera de la casa existía un pequeño pozo en el que, al agrandarlo, aparecieron restos humanos y objetos pertenecientes a tres personas que, tras las oportunas investigaciones, resultaron corresponder a soldados franceses de la Guerra de la Independencia. Ese pozo estaba en un sótano sin luz, tras las calderas, tenía unos 3 metros de diámetro y un pequeño brocal de unos 60 centímetros. Y yo, que había escuchado varias veces esta historia, no me acercaba a él ni atado.
            En la ilustración siguiente se marca en color amarillo la citada casa sobre fotografía de 1948 de la Academia General del Aire y de 1965 de la empresa Paisajes Españoles. Antes de ser derribada la casa y posterior a ello cuando ya formaba parte de la fábrica.


            Las primeras noticias que tuve de este plano de amojonamiento fue al verlo en la portada de un libro de fotografías de López sobre la provincia de Murcia publicado en la década de los cincuenta, eso me hizo buscarlo en el Archivo Municipal de Murcia y, con los más “modernos medios técnicos” existentes en ese momento –papel seda y un lápiz–, realizar una copia que luego pasé a una cartulina y dibujé a color. Era el año 1965 y este dibujo se encuentra en el Archivo Municipal de Alcantarilla (algo descolorido por la luz, eso sí). Al año siguiente realicé una copia en papel vegetal lo que permitió obtener algunas copias, en blanco y negro. Lo que había entonces.
            Salvador Frutos cuando escribió el libro sobre “El Señorío de Alcantarilla” calcó también el plano –bastante bien por cierto– sobre el año 1972, y también en blanco y negro y sin las leyendas, lo que posiblemente le indujera al error de decir que no tenía escala.
En el año 1980 realicé una serie de fotografías en color con la idea de hacer un nuevo dibujo más exacto y fiel que el ejecutado quince años antes, pero al final deseché la idea porque el resultado no sería tan fiel como se quería.
Este plano llamaba la atención de los que lo descubrían en el archivo, tanto por su perfección, como por su interés histórico, e incluso por su colorido, por lo que fue reproducido en algunas publicaciones como la Historia de la Región de Murcia o el libro de Fulgencio Sánchez Riquelme sobre el Catastro de la Ensenada en Alcantarilla.
Yo seguía con mi manía de obtener una copia en color lo más fidedigna posible, por lo que se manejaron varias soluciones, pero ninguna resultaba aceptable ni posible. La fotografía no nos daba la resolución necesaria, y el fotocopiarlo era muy complicado y podía causarle daños al plano.
De todas maneras, ante la imposibilidad de obtener algo mejor, pensé obtener una fotografía con una máquina de placas, pero cuando me personé en el archivo me encontré con la desagradable sorpresa de que entre una funcionaria y el entonces concejal de “cultura” González Barnés habían enmarcado ese plano y se lo habían llevado al Museo de la Ciencia, a la vista de todos y sobre todo a la vista de la luz asesina de cualquier documento.
Yo estaba entonces escribiendo “Topografía y evolución urbana de Alcantarilla”  e hice mención al disparate que se estaba cometiendo, aparte de decirlo verbalmente a los funcionarios del archivo municipal.
Después ya no volví a ver el plano.

Pasaron los años y la solución vino al fin de la mano de la nueva tecnología y de la archivera municipal de Murcia María Ángeles Jover Carrión, que mandó escanear este plano junto con el de Espinardo. Por fin teníamos una reproducción fiel de la que se podían sacar copias perfectas, de manera que con el plano en un “lápiz” y más contento que un ocho, lo metí en el ordenador y lo abrí.
¿Y qué vi? Pues un auténtico desastre. Durante los años en los cuales el plano había estado expuesto a la luz, los colores y buena parte de la rotulación se encontraban muy deteriorados. Ya no existía aquel plano que llamaba la atención de quién lo veía. Ahora lo único que existía era una mancha grisácea difícil de ver y mucho más de leer. El primer plano que existía de Alcantarilla había sido destruido de una manera estúpida precisamente por las personas que estaban obligadas a conservarlo y a las que se les suponía una mínima formación sobre la documentación que estaban manejando.
El primer impulso, a sabiendas de la inutilidad de este tipo de escritos, fue el hacer un escrito al alcalde. 
             



            Hablé el caso con María Ángeles Jover y acordamos, puesto que teníamos el escáner y no era necesario tocar el original, la posibilidad de intentar recobrar esa imagen original habida cuenta de que se contaba con la copia que se había hecho en el año 1965 y las fotografías del año 1980, en el primer caso podía recuperarse la rotulación y en el segundo el colorido.
            Se pensaron varias soluciones, y al final se impuso la solución digital con los citados apoyos de la copia y de las fotografías.
            Durante bastantes días se fue restaurando árbol a árbol y letra a letra, siempre manteniendo su trazado original e incorporándole igualmente los colores originales. También había que reparar la parte inferior izquierda de la orla o marco que en su día había sido cortada para alojar el plano en el legajo.
            El resultado, conforme se avanzaba en el trabajo, era muy alentador y se iba descubriendo poco a poco el aspecto inicial de este plano realizado hacía casi trescientos años; y cuando todo estuvo finalizado nos encontramos con un plano exactamente igual al inicial, y del cual se podían sacar cuantas copias se quisiesen. Después de cincuenta años desde que hice la primera copia, se obtenía el objetivo y el plano se había salvado, primero de los franceses, y luego de los incompetentes. Y el Archivo de Alcantarilla, sus habitantes, podían contar con “su” plano.

            A continuación muestro algunas imágenes comparativas del antes y el después de la restauración del escaneado.




            El plano sin embargo también tiene sus fallos. Posiblemente el más importante es el trazado de la acequia de La Daba, que lo señala por la margen derecha de la acequia de Barreras cuando la toma se encuentra en el lado izquierdo, en los mismos Arcos, por lo que ese trazado es erróneo en un corto tramo hasta llegar más o menos a la altura del actual Museo de la Huerta.
            En cuanto a los caminos, parece que sitúa un poco más al norte el camino de Lorca en el punto en el que éste abandona el término municipal, y separa los caminos de Mula y de Pliego a la altura más o menos del actual desvío, posiblemente porque existiesen dos caminos a Mula, uno más al norte y otro más al sur que es el que señala el plano. El situado más al norte, que pasaba a espaldas de la almazara de D. Ginés (hoy calle perito agrícola Juan López) ya aparece en documentación del siglo XIX como “camino viejo de Mula”.
            De una manera o de otra ambos trazados se hacían coincidentes a la altura de la actual Sanje.
            No señala tampoco el plano la importante rambla del Potrox o de los Cascales, que se une a la de Las Zorreras (o de Los Arcos) poco antes de llegar a los mencionados Arcos, posiblemente porque ya entonces su cauce podía tener cierto uso agrícola. Y tampoco hace mención a la noria y su acueducto, posiblemente por lo trabajoso de su ubicación.
            Se echa también de menos en el plano una mayor definición del casco urbano de la población, pero hay que reconocer que estamos ante un plano de amojonamiento y no de Alcantarilla, y ya demasiado hicieron los agrimensores rellenando todo el espacio interior del término municipal. Sería pedir mucho, pero resulta inevitable querer tener más datos.
            Por último, hay que agradecer la imagen que ofrece del entonces llamado “Convento de La Salud”, en donde comenzaron los frailes Mínimos, y que no era otra cosa que lo que quedaba de la primera iglesia de Alcantarilla del siglo XIII, junto al Puente de Las Pilas, que sobrevivió a la inundación del año 1545, con lo que se certifica, si es que era necesario aún más, la ubicación de la primitiva alquería árabe de Qantara Asqabach.



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