miércoles, 5 de febrero de 2020

ANTIGUOS OFICIOS EN ALCANTARILLA - II-B

José Riquelme Marín
Juan Cánovas Orcajada


Viene de Antiguos oficios en Alcantarilla II-A



FUNDICIÓN DE HIERRO

En Alcantarilla existió una única empresa de fundición: METALURGICA “LOLINA”, situada entre la calle Estación y la calle Tranvía. Fue fundada por Don Mariano Guillén Martín, nacido en 1890 en La Unión (Murcia), y fallecido en Alcantarilla el 31 de diciembre de 1973.

Huérfano desde muy niño, toda su formación fue autodidacta. Sus nietos recuerdan un enorme mueble biblioteca repleta de libros de ingeniería industrial y de mecánica.

Al poco tiempo de finalizar la Guerra Civil, trasladó la pequeña fundición que tenía en su pueblo natal y se vino con su familia a Alcantarilla, donde creó dos empresas:    Metalúrgica y Fundición Lolina, en la calle Estación, y Fábrica de Yesos Guillén, en la Calle Carmen, en las que dio trabajo a muchos alcantarilleros.

A lo largo de su vida profesional tuvo, entre otros logros, el encargo de realizar el pararrayos del faro de Cabo de Palos, que aún persiste en la actualidad. También patentó varios inventos, como el del claxon de los automóviles, y piezas para maquinaria que se vendieron por todo el mundo.

Su hijo, Mariano Guillén Vidal, trasladó ambos negocios a Murcia en 1974, a la Carretera de  Alicante, Zarandona. Ya van por la cuarta generación.

TRABAJADORES DE LA EMPRESA

Pedro Barceló Ortuño, (1921-1997). Su primer oficio fue de carpintero en la carpintería del “Tío Viruta”, donde entró de aprendiz con 14 años. Luego se empleó en la Fundición Metalúrgica LOLINA. Aquí aprendió el oficio de Modelista; siguiendo las instrucciones de los planos fabricaba en madera el modelo usado para fabricar los moldes, que usarían para, llenándolos de hierro fundido, obtener las piezas necesarias para la fabricación de las maquinas proyectadas. Desarrollaba su trabajo en un banco de carpintero, en un lugar apartado, donde hacía los moldes para la construcción de las máquinas. Fabricaban toda la maquinaria para el montaje de una “yesera”. Además de su trabajo en la fundición, Pedro Barceló cobraba los fines de semana las facturas del molino de yeso.

Pedro Barceló Ortuño
(Foto cedida por la familia)

Barceló era el hombre de confianza de Don Mariano Guillén. Realizaba con mucha capacitación multitud de tareas: Era carpintero, modelista, fundidor, encargado, abría y cerraba la fábrica…

Al cerrar la fundición de Alcantarilla se fue a la que nueva planta que montaron en la carretera de Alicante, zona de Zarandona (1974). Allí  había fundición, taller y la yesera. Si no hacía moldes para fundir, trabajaba puliendo las piezas de fundición en el taller de maquinaria. Montaron yeseras por toda España y hasta en Marruecos. Los mismos empleados de la empresa llevaban todos los materiales y montaban toda la maquinaria de la nueva fábrica.

Se jubiló con 61 años, disfrutando de su retiro cultivando una huerta, su gran afición.

Anuncio en la revista de Semana Santa de 1952


Don Mariano Guillén Martín
(Foto cedida por la familia)

Compañero inseparable de Pedro Barceló, y aventajado alumno fue Ginés “el Socio”, apelativo cariñoso con el que solía llamarle.

Ginés Menárguez López, comenzó a trabajar en la fundición Guillén con 17 años en marzo de 1972. Estudio Formación Profesional y luego Maestría Industrial en Sanje, que no acabó, habiéndosele ofrecido la oportunidad de quedarse como Maestro de Taller en la Cooperativa que se formó.

Desde el principio de su trabajo se dedicó al horno de fundición. Era esta una tarea durísima por la escasez de medios mecánicos con que realizaban su cometido. El día anterior preparaban todos los materiales que serían necesarios para el encendido del horno. Éste era un horno vertical de 50 cm de diámetro, con un agujero en la parte inferior para extraer el hierro fundido. Echaban por tandas cinco capazos pequeños con hierro fundido, algunos lingotes de hierro de buena calidad y carbón vegetal, las tandas dependían de los moldes habilitados para rellenarlo, (tres capazos de hierro, 1 de carbón 1 lingote).

Ginés Menárguez López
(Foto Pepe Riquelme)

Junto con Pedro Barceló, a las cuatro de la mañana, machacaban el carbón para rellenar bien los espacios, con marros rompían las piezas de hierro, quitando otros minerales que podían perjudicar la pieza fundida. Realizaban 2 ó 3 operaciones de fundición al mes, aquí colaboraban todos los trabajadores. Con los modelos que Pedro Barceló había construido en madera, realizaban con arcilla el molde de las piezas que iban a fundir. Se pinchaba la parte inferior del horno y recogían en un caldero el hierro fundido, lo movían y desplazaban con un polipasto hasta la zona de los moldes, que eran rellenados. En cada hornada fundían las piezas necesarias para la construcción de un “molino de yeso”.

Cuando se habían enfriado las piezas fundidas, se rompían los moldes y se limpiaba la tierra y arena de impurezas para usarla después en otro molde; cepillaban las piezas fundidas para quitarles tierra e impurezas y pasaban al taller de montaje, donde se trabajaban con cepillo, torno, torno grande para las bridas, taladros…








¿Cómo se fabrican los refrescos?

Los refrescos se componen en gran parte de agua. Además, llevan otros ingredientes para dar resultado a la gran variedad de refrescos de distintos sabores que conocemos. Algunos de los ingredientes pueden ser zumos de frutas, sales minerales, azúcar, anhídrido carbónico (el gas), etc.

Para elaborar un refresco es importante el proceso de mezclado. La mezcla de los refrescos puede incluir anhídrido carbónico, que es lo que da lugar a las famosas burbujas de los refrescos con gas.

Las bebidas sin gas pasan por un proceso de pasteurización para garantizar su calidad y seguridad. En cambio, los refrescos con gas no necesitan ser pasteurizados porque el CO2 que contienen ya aporta propiedades conservantes y antioxidantes.

Una vez procesados, los refrescos son envasados. Después se atemperan en un proceso que sirve para ponerlos a temperatura ambiente. En el caso de las bebidas sin gas se tiene que bajar su temperatura porque la pasteurización se realiza a muchos grados. En el caso de los refrescos con gas, hay que subirla porque se envasan a una temperatura inferior a la que hay en el ambiente. A continuación, distintos departamentos verifican minuciosamente que el refresco cumple todos los controles de calidad.

Máquina productora de seltz
(Foto de autor desconocido)

Los refrescos son etiquetados debidamente, incluyendo toda la información referente a ingredientes, fecha de caducidad, información nutricional y fabricante.

Los refrescos se agrupan y ordenan almacenándolos en un entorno que garantiza su más alta calidad. Desde el almacén, se inicia la distribución para llegar a todos los rincones.

El agua carbonatada es agua que contiene ácido carbónico (H2CO3) que, al ser inestable, se descompone fácilmente en agua, y dióxido de carbono (CO2), el cual sale en forma de burbujas cuando la bebida se despresuriza. Al agua carbonatada simple se le denomina agua con gas, agua gasificada, agua de Seltz o también popularmente sifón.

Históricamente, las primeras aguas carbonatadas se preparaban añadiendo bicarbonato de sodio a la limonada. Una reacción química efervescente entre el bicarbonato de sodio y el ácido cítrico del limón produce dióxido de carbono que se libera en forma de gas (de ahí la efervescencia).

De manera industrial el agua carbonatada se prepara añadiendo ácido carbónico y dióxido de carbono en una reacción exotérmica en tanques de almacenamiento a presión para que no exista despresurización y disociación de los minerales. De este proceso sale como residuo carbonato de calcio.

Por lo general el agua carbonatada se consume combinada con bebidas alcohólicas como whisky, Campari, ginebra, vermouth o vino, aunque hay personas que la suelen consumir por sí sola. También se emplea para, añadiéndole saborizantes, producir diversas bebidas carbonatadas, como las gaseosas.

En Alcantarilla existió una fábrica que envasaba agua de seltz (sifón) y gaseosa, situada en la calle San Antonio del barrio de San Roque.

Envase de agua de seltz (sifón) La Flor de
Murcia (Foto Pepe Riquelme)

La primera marca de la empresa fue “La Flor de Murcia” y su primer propietario era D. Isidoro Sánchez. Después la empresa fue adquirida por un señor de León que tenía una marca registrada, “La Pitusa”, y a partir de ahí los productos se comercializaron con ese nombre.

Envase con la marca La Pitusa
(Foto Pepe Riquelme)

Repartían los productos en una tartana, conducida por Marcelino, por Alcantarilla y pueblos limítrofes, llegando hasta Beniaján. La tartana llevaba pintada en blanco la marca sobre la capota. Luego pasaron a repartir en una camioneta.

De los empleados de la empresa destacamos a D. Francisco Martínez Martínez, que trabajó en ella durante toda su vida laboral. Durante la Guerra Civil, lo movilizaron e hizo la instrucción en la finca Torre Guill, de donde lo mandaron directamente al frente, participando en la Batalla del Ebro, donde resultó ser el único superviviente de su compañía. Lo destinaron a otra como enfermero hasta el final de la guerra. Entonces marchó a Francia, donde estuvo en un campo de concentración. No teniendo hechos punibles volvió a España. Hizo el resto del Servicio Militar en Mallorca y, cuando se licenció, volvió a Alcantarilla donde se colocó en la fábrica la Flor de Murcia, donde estuvo trabajando hasta su jubilación a los 62 años, por imposibilidad física. Era una persona muy responsable que desempeñó todas las funciones  propias de la fabricación, con una dedicación tan especial que mereció la confianza y reconocimiento de los propietarios.

Francisco Martínez Martínez y esposa
(Foto cedida por la familia)

Envase de gaseosa La Flor de Murcia
(Foto Pepe Riquelme)







HERRADOR


Herrando un caballo
(Foto de autor desconocido)

            El herrador es la persona encargada de herrar los caballos, mulas y burros. Este oficio tuvo gran importancia en toda Europa desde la Edad Media y en Norteamérica desde el siglo XVIII hasta la revolución industrial dado el elevado número de ganado equino que había. Con la industrialización del campo y la aparición del automóvil, la ganadería equina disminuyó enormemente su número, quedando relegada principalmente a un uso ocasional de tipo deportivo o recreativo.

            En muchos pueblos el herrero era también el herrador. Sin embargo existían también herradores itinerantes que iban de pueblo en pueblo herrando aquellos animales que lo necesitaban. Era comú la existencia de “potros” en los pueblos, una estructura realizada generalmente en piedra y madera donde se sujetaban los animales para facilitar la labor del herrador.

Potro de piedra existente en la localidad de
Navalmorales (Salamanca) Foto de Ángel S. Crespo

Algunos instrumentos utilizados por los herradores son:
            El pujavante, instrumento para cortar la pezuña de las caballerías.
            La legra, herramienta para alisar la pezuña.


Pujavante y Legra
(fotos de autores desconocidos)

Limando rebabas
(Foto de autor desconocido)

Acople de herradura caldeada en la pezuña
(Foto de autor desconocido)

Herradores en Alcantarilla

En aquellos tiempos en que sus servicios eran fundamentales para el desarrollo de cualquier actividad, en la Villa de Alcantarilla existían  talleres de herrado junto al paso a nivel del ferrocarril y en otras zonas de la periferia.

-La primera estaba a la derecha subiendo antes de la barbería de la Pedrera, de Juanito. El banco de herrar lo tenían en la calle sobre la acera. Los trabajadores que recordamos eran Pepe y “Vizcaíno”. El taller pertenecía a “Las Luisas”, apodo que recibía la abuela de Pepe Mengual, con panadería frente a la plaza de Abastos de San Pedro.

-La segunda estaba cruzando el paso a nivel a la izquierda, donde antes estaba el “Estudio 3”. La llevaba Miguel Salinas, que trabajaba con el banco y la fragua en la puerta.

-En la carretera de Murcia, junto al Carril de Cascales, estaba el taller de Pedro Corbalán dedicado a herrero, herraduría y aperaor, con sus hijos Salvador, Fernando y Pedro Corbalán Cascales.

Azuela para limpiar el casco antes de volver a herrar
(Foto de autor desconocido)

Herrando nuevamente el caballo
(Foto de autor desconocido)

-En la calle Procesiones, donde luego estuvo la imprenta de Rafael, herraba “Bocanegra”.

-En la calle Solares, cerca de la calle Estrecha estuvo un herrador de la familia de los Baños.

-En la Plaza del Olmo, en la rinconada, también tuvo taller de herrar “el Vizcaíno”

-“El Culebras” estaba en la esquina de la calle Mayor y Matadero Municipal, luego jardín de Campoamor.

-El padre de Alonso Lorente Yúfera era herrero, herrador y aperaor, con taller en la calle de los Pasos, junto a la rinconá  de la taberna de la “Nena del Rincón”, desde principios del siglo XX.

-Alonso, su padre era Rafael de los Carros, familia de Elisa Vivo.

-Juan Antonio Corbalán Hernández (1928-2010), tuvo su primer taller de herraduría y aperaor en la calle Ramón y Cajal, frente al actual lavadero y supermercado de Vizcaíno. Sobre los años sesenta se trasladó a Sangonera la Seca por falta de espacio para desarrollar su actividad. Se instaló junto a las primitivas instalaciones de la fábrica de arcas y féretros de los hermanos Hernández Caballero. Lo hizo en unión de su socio Antonio Ballesta Guerrero. Realizaba todo tipo de trabajos en fragua.

Juan Antonio Corbalán
(Foto cedida por la familia)
           
 

 






EL JABÓN

Salsolakali (barrilla borde, también conocida como almajo de jaboneros, salicor de la Mancha, en Aragón, capitana, churubisco en zonas de Toledo, arrascateja en la zona de Almazán y rodadera en general. Es una planta anual de la familia de las amarantáceas, que habita terrenos arenosos de todo el mundo). Debido a su altísimo contenido en sodio (hasta el 6% de la materia sólida) solían emplearse sus cenizas en la producción de vidrio y para la elaboración de la sosa.

            La planta es erecta y no alcanza el metro de altura; muy ramificada desde la base, las ramas se curvan hacia el tallo, lo que le da un aspecto globoso. Estas son tiernas y de color verde cuando jóvenes; con la edad presentan nudos coloreados con estrías púrpuras verticales en los entrenudos, y un marcado endurecimiento. Las hojas son cilíndricas, algo más grandes en la base, alternas con un ápice espinoso.

            La ceniza de la barrilla borde se emplea desde la época bíblica para la elaboración del jabón por la alcalinidad de sus tejidos. Las fábricas de jabón lo elaboraban con aceite y lejías de barrilla, salicor y cal. Se usaba la planta seca, cuantos más años se secaba mejor jabón se obtenía. Se cultivaba en la zona de la Voz Negra.

            En 1802, con la rotura y consecuente riada del pantano de Puentes, se perdió gran cantidad de cosecha, ya seca, en la zona de la Voz Negra. La riada también destruyó 14 casas del municipio, viniéndose sus habitantes a Alcantarilla.

            La barrilla fue en un tiempo altamente rentable en la industria del jabón común para lavar.

            (Diego Riquelme Rodriguez. Revista Murgetana nº 107, pag. 67, año 2002)


Barrilla borde
(Foto de autor desconocido)


JABONEROS

            La industria jabonera tenía un régimen gremial, y en Murcia capital existe aún una calle llamada “Jabonerías”, donde estaba establecido el gremio de los jaboneros.

D. Eduardo Pagán Madrid

Anuncio publicitario de la época, con
primitiva ubicación de la calle de La Cuesta.

Fábrica de jabones Pagán

En el año 1900, Eduardo Pagán Madrid, procedente de Murcia, se instala en Alcantarilla fundando una fábrica de Jabones que ubica en la calle de la Cuesta. De este lugar pasó a edificar otra fábrica en la carretera de Alcantarilla, a finales de la segunda década  del siglo XX, entrando en sociedad con su hermano Juan Antonio. La sociedad se disuelve y Juan Antonio se instala en otra fábrica promovida por Eduardo Pagán y construida por el maestro Cánovas en la Carretera de la Paloma, actual Avda. Santa Ana, y conocida como “La fábrica del Orujo” (Industrias Pagán Clares). En esta fábrica se empezó trabajando el esparto y el orujo de la aceituna, de donde se extraía aceite, jabón y perfumes. Con los residuos del orujo se fabricaba “picón”, producto utilizado en las viviendas para encender los braseros las tardes de invierno. Estaba encargado de la fábrica el hermano José Pagán. Antonio, oriundo de Jaén, era el maestro aceitero del orujo, de donde se extraía la margarina que usaban para hacer jabón. Cuando había exceso la mandaban en un camión cisterna a una fábrica de Dos Hermanas en Sevilla. El aceite de orujo salía de la prensada como un líquido negro y pastoso, con más de 15º de acidez. En el almacén de la carretera de Murcia se mezclaba con aceite virgen de la empresa Bernal, de El Palmar, y se vendía. Como aún tenía mucha acidez, los consumidores le ponían una corteza de limón para evitar el sabor tan fuerte.

Fábrica del Orujo de los hermanos Pagán en la
Avda. Santa Ana 11-8-1973 (Fotografía Pedro L. Cascales)

En la avenida de Murcia, entre la lonja de frutas y verduras y el chalet de María Luisa Caride, tenían un almacén para la comercialización de aceite. Se encargaba de este almacén el hermano Mariano Pagán. El aceite que envasaban para posterior venta lo compraban a Antonio Bernal, de El Palmar.


Fábrica de jabones en la carretera de Murcia. La chimenea
todavía se conserva. Junio 1979 y 16-12-1981. Cascales López

Anuncio de la fábrica construida en la carretera
de la Paloma (Avenida Santa Ana)

De la calle La Cuesta se trasladaron a la
Carretera de Murcia, a la salida de Alcantarilla.

José Pagán Ocaña, hijo del fundador de la empresa 

Placa de bronce u otro material que la familia Pagán solicitó del Ayuntamiento
para colocar en el pedestal de la chimenea existente. No obtuvieron respuesta.

Pedro Zapata era el mecánico y maestro principal en la fábrica del orujo. Vivía en una casa ubicada junto a la puerta de entrada de la fábrica.

Maestro jabonero

Para el jabón siempre se empleó la conocida fórmula de ”aceite de oliva y sosa cáustica”. Se era maestro jabonero y “maestro perfumista”, un oficio antiguo y vocacional que solo pueden ejercer aquellos que tienen una sensibilidad especial. No es fácil dar con la gota justa, la esencia concreta y la combinación más acertada. Hay que tener la nariz muy educada en aromas para desempeñar con maestría esta profesión. La lista de ingredientes es interminable, como la variedad de aromas que se puede elaborar, eso sí, siempre de una manera artesanal. En el proceso no se empleaba ningún elemento en cadena, sino manualmente, con hidróxido sódico y aceite natural, y las esencias. Para que cuaje un jabón necesita un par de días, además de entre unos diez o veinte días para que se estabilice. Los hay de mil olores, según la planta o esencia usada. Asimismo, los hay también de oliva y limón. Es importante destacar la importancia del fruto del olivo para la salud. Es fundamental, en todos los sentidos, mientras el segundo ingrediente tiene cualidades que inciden en una mejora de la piel.

Jaboneros de Jaén

La despedida de la empresa del maestro jabonero en la fábrica del orujo, condujo a D. Eduardo y D. Mariano Pagán a las tierras de Jaén en busca de un sustituto. Lo encontraron en la persona de don Francisco Martín Núñez, de Alcaudete (Jaén). Lo contrataron en marzo de 1953, trasladándose con toda su familia a Alcantarilla. Como Maestro Jabonero recibió una vivienda en los terrenos de la misma fábrica, en la avenida de Santa Ana, esquina al camino de la Piedra. Francisco trabajo en la empresa hasta su jubilación en 1965, demostrando una gran competencia y capacitación en el desempeño de las tareas propias de su cargo, en la elaboración de un jabón de gran calidad, y cuando llegaron las lavadoras automáticas sacó un jabón en escamas que tuvo una gran aceptación entre las amas de casa. A título de ensayo y para uso de la familia y trabajadores de la empresa, creó un jabón de tocador perfumado muy bueno.

Francisco Martín Núñez
(Foto cedida por la familia)

Francisco Martín Jiménez, hijo del anterior, se trasladó con 12 años a Alcantarilla con su padre. En su pueblo trabajaba en una tienda de tejidos como aprendiz y recadero. Al poco de llegar a esta villa, su padre lo puso a trabajar en la fábrica para que aprendiera el oficio, y estuvo haciendo de todo.

Francisco Martín Jiménez
(Foto cedida por la familia)

Juan García Martínez, “Juan el Chico”, trabajaba como maestro jabonero en la fábrica del “orujo”. Era el encargado de la producción de jabón y orujo. Por las tardes-noches trabajaba con José Martínez de “Torraero”, en la calle Procesiones, y luego repartía y vendía el producto. Estaba de encargado de las calderas de producción y era el responsable de las mezclas del jabón y producción del orujo. Cuando cerraron la fábrica se colocó en Linasa, donde montó las calderas y mezcladoras para la fabricación de jabón. Era mecánico encargado de las reparaciones, e instruía a los nuevos operarios. Montó la línea donde se cortaba el jabón en pastillas con los cables de acero. Cuenta su hijo Manuel que se tomó tres días de vacaciones y se fueron a la huerta, donde aparecieron buscándole los jefes porque no había manera de hacer jabón ya que se “cortaba”. Trabajó en Linasa en el montaje de la torre del detergente, trayéndose de operario al que manejaba la torre en la empresa donde la compraron.

Juan García Martínez
(Foto cedida por la familia)

Antonio Herrador Herrador, cuñado de Francisco Martín Jiménez y yerno de Francisco Martin Núñez, nacido en Puente Genil en 1928, vino a ésta en el año 1953, contratado como maestro refinador del aceite de orujo.

Antonio Herrador Herrador
(Foto cedida por la familia)

Nombre de algunos productos que se comercializaron: Jabón la Mariposa, Pinta Azul, Sevillano, Verde de Orujo. Jabón en polvo para lavar: “Espumas Mil” y “La Mariposa”


La administración de las empresas se realizaba en la oficina que tenían en el bajo de la “Casa de las Columnas” a cuyo cargo estaba el hermano Eduardo Pagán. Como aún no existían los modernos medios informáticos, había una gran cantidad de administrativos, pues todos los asientos en los libros se realizaban a mano, en letra redondilla, y había que hacerla muy clara.

Diego Terol Lario trabajaba a tiempo compartido en varias empresas, como la fábrica de maderas de “Mergal”. Por la mañana trabajaba en las Torres de Cotillas y por las tardes era administrativo de Industrias  Pagán Clares en sus oficinas de la calle Mayor.

Juan Orenes Teruel trabajó de administrativo en varias empresas del pueblo: Francisco Salazar (Tejidos“Salma”), y en Industrias Pagán durante tres o cuatro años. Llevaba el Libro Mayor de la contabilidad. Controlaba la venta y cobraba el jabón y el aceite en las zonas del Campo de Mazarrón y Cartagena. Cobraba los recibos del picón que repartían por los distintos depósitos de venta del pueblo.

Juan Orenes Teruel
(Foto Juan Cánovas)

Antonio Almagro Corbalán trabajó como administrativo de la empresa en la oficina de la Casa de las Columnas con don Eduardo Pagán. Era jefe de contabilidad en aquella época don Diego Terol Lario.



Antonio Almagro Corbalán
(Foto Juan Cánovas)

Salvador Parra Barceló fue administrativo, y posteriormente comenzó a trabajar en banca, alcanzando el grado de Interventor. Trabajó en varias localidades como Albacete, Murcia: Trapería y Alameda de Colón, y Molina de Segura entre otras, coincidiendo con Juan Orenes en Molina de  Segura.










MAESTRO DE OBRAS

            Maestro mayor de obras es la denominación histórica de un oficio de la construcción, que paulatinamente fue diferenciándose del de arquitecto, del que era indistinguible hasta la Edad Moderna; mientras que se mantiene indistinguible de la denominación alarife (que a su vez se confunde con las de arquitecto y albañil).

Maestro Mateo

            El oficio propio de lo que se acabó por denominar Maestro Mayor de Obras puede detectarse en los primeros documentos históricos, como los de Egipto antiguo, donde un alto funcionario de la corte era a su vez arquitecto diseñador, director de las obras, y rendía cuentas directamente al Faraón, que le encomendaba la construcción de templos, palacios, y hasta ciudades completas.

Una obra medieval

Actualidad: Hoy día, puede conocerse al maestro mayor de obras también como “jefe de obra”, que no es necesariamente un actor en la construcción de una obra, pero sí tiene injerencia sobre todos los que actúan en ella. Su descendiente directo ha sido el Ingeniero de Edificación.

            Formación: El maestro de obras, o maestro mayor, es un técnico especializado en construcciones. Que posee una formación integral y conocimientos específicos sobre los procesos constructivos y diseño de sistemas constructivos adecuados al proyecto ejecutado.

            Funciones: El maestro mayor de obras o equivalente según los países, ejerce en funciones proyectuales, cálculo de estructuras resistentes, configuración de las instalaciones sanitarias y otras avanzadas, y también ejerce la dirección de las obras proyectadas por él mismo, o bien por otro profesional, y la representación técnica sobre dicha obra, es decir, la responsabilidad de la probidad de lo construido a favor de la empresa constructora y/o la mano de obra empleada en la construcción.

            Está capacitado para interpretar los cálculos llevados a cabo por el Ingeniero y los diseños elaborados por el Arquitecto y materializados en la obra de manera eficiente, con el menor costo, la mayor calidad y respetando los tiempos pautados.

            Conoce a la perfección las técnicas constructivas para ejecutar la obra y por ende tiene autoridad sobre todos los oficios de la construcción; a su vez es quien coordina, controla y dirige la actividad de los mismos.

EL OFICIO DE MAESTRO DE OBRAS EN ALCANTARILLA

Ha habido, desde que tenemos conocimiento de ellos, y por las noticias de sus aventajados alumnos, numerosos maestros de obras en Alcantarilla que crearon escuela a través de  los trabajadores a su cargo que iban destacando en el aprendizaje del oficio. Iban ascendiendo de categoría: peón, amasador, ayudante, oficial de primera… Desempeñando funciones cada vez de mayor responsabilidad, en el desarrollo de la obra y su terminación.

Andrés Cánovas Martínez, maestro y mentor de numerosos albañiles del pueblo, destacó por su buen hacer y la amplia labor docente que desarrolló con ellos.  Destacamos entre sus discípulos, sin que la lista sea exclusiva, a:

Maestro Cánovas (Foto cedida por la familia)

Alfonso Egidos Almela, “Canales” (1938). Empezó con el maestro Andrés a los 10 años de acompañante y peón en las obras. Siempre lo acompañaba, y lo llevaba en la bicicleta cuando el maestro se hizo mayor. A los doce años fue amasador, a los catorce ayudante. A los diecisiete años, cuando se fue voluntario a la “mili” ya era oficial. Trabajó en la obra de la casa de Joaquín de la Tienda y la terminó con Fernando Ortuño “Bocanegra”, ayudante y Pedro Valdelvira Sánchez, peón. Por su cuenta empezó en 1958, con 20 años. Le encargaron el replanteo de las obras de la Iglesia de San Pedro. Fundía los pilares de los laterales y la primera porción de los centrales, que luego continuaban otros, pues había que hacer un cajón de encofrado diferente para cada metro de subida. El arquitecto de la Iglesia era D. Enrique Sánchez Ruano.

Alfonso Egidos Almela (Foto Pepe Riquelme)

Pepe Saavedra Jiménez. Nació en 1925. Aprendió también con el maestro Cánovas. Empezó trabajando en la casa del Nuevo Rico (Alfonso Lorente Yúfera), con nueve años. Fue aprendiendo el oficio, siendo peón, amasador, ayudante y oficial. Cuando cayó enfermo el maestro Cánovas, le encargó la realización de la obra del antiguo edificio de Correos, retirándose con esta obra. Pepe trazó la escalera en forma abovedada, fundiéndola con rasillas entrelazadas. Se quedó con la obra de la Iglesia de San Pedro por decisión de la Junta de Reconstrucción, cuyo responsable era Esteban Gómez Orenes. Los primeros cimientos que se hicieron para la iglesia fueron falsos, porque había una catacumba bajo el suelo de la antigua iglesia. Los pilares, dada su forma trapezoidal ascendente se fundían metro a metro. Se trazó una línea para la crecida de cada uno de los pilares, estos empezaron con 60 cm en la base y fueron creciendo uno a uno. Los cajones de encofrado los realizó el Maestro Roque. Entre otras obras realizó la imprenta de Rafael (calle Procesiones, esquina a calle Mayor). Ya como maestro de obras del Ayuntamiento realizó las obras de ampliación del Cementerio y del nuevo Polideportivo Municipal.

En el centro de la imagen, con traje oscuro, Pepe Saavedra Jiménez
(Foto cedida por la familia)


Francisco Saavedra Jiménez. Trabajó con su hermano. En las obras del colegio y convento de la Hermanas Salesianas iba como oficial encargado. En la Iglesia de San Pedro hizo el trazado y construyó la torre. Construyó la Capilla del Cementerio municipal y levantó la Cruz monumental de ésta, usando los “Carruchones” (Polipasto) del maestro Cánovas (que luego le dejó en herencia), para levantar los enormes y pesados brazos de la cruz.

Francisco Saavedra Jiménez (Foto Pepe Riquelme)

José Sánchez Martínez, “Maestro Olivares” (1913). El apodo le vino de su madre: Josefa “la Olivera”. A los seis años, cuando murió su padre, se fue a trabajar con los albañiles. Aunque estaba libre de ir a la guerra se alistó. Lo dieron por desaparecido. No tenía posibilidades de comunicar con su madre. Un amigo tenía una radio y le pidió que radiara su nombre diciendo que estaba vivo, ya que lo daban por muerto. Aprendió el oficio con el maestro Cánovas, montando su propia empresa en 1944. Fue maestro de obras del Ayuntamiento, pero lo dejó porque no le gustaba. Entre otras obras destacadas edificó la Torreta del Ayuntamiento y la Escalera Monumental a la primera planta. Luego se fue a trabajar con los Cobarros, realizándoles todas las obras. Trabajo con Alonso Lorente Yúfera “el Nuevo Rico”, construyendo la casa en la esquina de la calle Nona con Pasos. Realizó la mayoría de las casas que Lorente Yúfera promocionaba. Edificó el panteón del Nuevo Rico, colaborando en la edificación de la Iglesia de Campoamor. Construyó el edificio donde está el Loto Azul, Pastora Caride; casa de Juan Riquelme en calle Mula. Estuvo asociado con Francisco Pacheco. Construyó el edificio del paso a nivel, donde está la farmacia. El edificio junto a la estación, donde se instaló el primer ascensor del pueblo. El Hotel Internacional en Murcia, propiedad del Nuevo Rico. A los de La Cierva les edificó un gran chalet en la Ribera, etc. Tuvo como alumnos a Bartolomé y Santos Pérez.


Escalinatas del Ayuntamiento (Fotos Pepe Riquelme)

Enrique López. Nació en la calle Procesiones. Entró a trabajar con 13 años con el maestro “El Mohino” en 1942, con un jornal de 5 pesetas diarias; a los 17 ya era ayudante de “maestro”. A los 21 oficial con tres ayudantes a su cargo: un amasador, un peón ayudante y un oficial ayudante. Como ganaba muy poco se estableció por su cuenta. No iba la cosa bien y volvió con su maestro, que lo recibió encantado. Luego empezó solo, otra vez, e hizo un par de casas; levantó la cabeza y siguió luchando hasta situarse. Es famosa su frase de ánimo: ”Vamos, nene…” En el año 1971 hizo pisos, seis viviendas en la calle Sevilla, compro un solar con proyecto por 150.000 pesetas de la época; él mismo hizo las vigas de la obra…

Enrique López (Foto Pepe Riquelme)

Materiales usados: Empleaban cal hidráulica, arena, cal común, piedra y ladrillo. Los andamios los hacían con palos y tablones amarrados con sogas. A los 25 años se cayó de un andamio. Los precios de una obra por aquellos tiempos se repartían en: un 80% para materiales y un 20%, mano de obra.

Pedro Hernández Guillamón, “el Peseta”. Trabajó de albañil toda su vida, pasando por todas las categorías del oficio, hasta llegar a maestro de obras con su propio equipo. Comenzó con “el Mohino” construyendo chimeneas, y luego montó su propia empresa. Participó, como otros muchos maestros, en las obras de demolición y edificación de la nueva Iglesia de San Pedro. Hizo muchas obras significativas en el pueblo, como la fábrica de Paco Gómez, al final de la calle de los Pasos con el Mohino. Luego formó sociedad con “el Patillas” y construyeron  casi todas las casas del barrio de “la cequeta”.



Operarios de las cuadrillas de Pedro Hernández Guillamón
“el Peseta”, a finales de la década de los cincuenta y principios
de los sesenta del pasado siglo. (Fotos cedidas por la familia)

Pedro Pacheco Sánchez aprendió el oficio de su padre Francisco Pacheco. Cuando terminó su carrera se hicieron cargo de la empresa sus hijos Francisco y Pedro. Realizó la construcción del edificio que sustituyo a la “Posada de Viruta”, el edificio del jardín de la Constitución, donde está el Bar “la boca te lía”, el edificio de la calle Mayor donde estaba la sastrería de José  Menárguez. Su hermano Jesús  se dedicaba a construir chimeneas industriales.

Pedro Pacheco Sánchez (Foto Pepe Riquelme)


Francisco Sandoval Almagro, “el Gato” (1926-2007), albañil toda la vida, empezó su andanza profesional con Francisco Pacheco. Desde 1948 hasta 1963 trabajó en todas las escalas, desde peón a oficial. Formó sociedad, durante poco tiempo, con Pepe Saavedra y el Porras, en el año 1973.

Posteriormente formó sociedad con Alfonso Egidos, “el Canales”, hasta su muerte. Edificó todo tipo de viviendas, desde unifamiliares, chalets a bloques, tales como la de Marcos de la tienda, Miguel Pagán, Manolo de los tebeos. En Murcia edificaron por la Gran Vía, Capuchinos, la Fama, el cine Rosi. En el pueblo edificaron por todos los barrios. Su buen hacer creó escuela.

Francisco Sandoval Almagro “el Gato” (Foto cedida por la familia)

Pedro Munuera Barqueros, “el Patillas”, (1920). De joven fue “tejero”, toda su familia lo era en el barrio de las Tejeras. Lo dejó y el resto de su vida fue albañil. Trabajó con “los Gatos” y edificó por todo el pueblo. Posteriormente fundo la empresa “los Patillas” dedicado a la venta de materiales de construcción. Se jubiló en 1985, y los hijos y yernos se quedaron con el negocio, hasta su disolución, estableciéndose por su cuenta particular algunos de ellos, que aún continúan con la actividad.

Pedro Munuera Barqueros “el Patillas” (Foto cedida por la familia)

Con el paso del tiempo, y la mayor envergadura de las obras, hubo algunas asociaciones temporales de todos los maestros de obras herederos de estos Maestros principales:

Maestro Olivares + Francisco Pacheco
El “Porras” +Pepe Saavedra.
El “Porras” +Pepe Saavedra.+Paco “El Gato”
Maestro Canales+Paco “El Gato”


Otros maestros de profunda raigambre en el pueblo fueron:
José García Ponce “El Mohino”
Pepito Ortuño, “el del Rojo” (de la calle Cartagena)
José “El Chispas” (oficial)
El “Porras”
Maestro Aliaga. Se dedicó a hacer obras en el barrio de Campoamor
Bartolomé y Santos Pérez

Cuadrilla de operarios construyendo el alcantarillado de la Base Aérea.
Mediados de marzo del año 1956. La cuadrilla era de Sangonera la Verde,
El empresario era Antonio Puig, el oficial a cargo era José Almela, y Enrique
Ortuño era el ayudante. (Foto cedida por Enrique Ortuño)

Capilla en el Cementerio Municipal para el Cristo del Consuelo, construida por
el maestro Francisco Saavedra. Fotografía realizada en el año 1959.
(Archivo Municipal de Alcantarilla)

Casa de Alonso Lorente Yúfera, el Nuevo Rico, construida por el maestro
Olivares. Fotografía realizada por Pedro L. Cascales López en 1978. 







Marchante/Tratante de ganado en Alcantarilla

            Se denomina tratante de ganado a la persona dedicada a comprar animales para posteriormente proceder a su venta, mediante contrato verbal, obteniendo por ello un beneficio.

            El tratante se dedicaba a recorrer los pueblos, o acudían a ferias en busca de animales listos para ser sacrificados, llevándolos a otros lugares, vendiéndolos a los carniceros que posteriormente los sacrificaban para venderlos en sus tiendas. También se dedicaban a los animales de herradura, es decir, asnos, mulas y caballos, al estilo de compraventa de vehículos de ocasión, llevando de un lugar a otro, animales de carga que compraban y vendían. Ha sido este un trabajo muy habitual entre los castellanos y actualmente entre los gitanos. El trato de ganado es uno de esos oficios que con el paso de los años ha desaparecido de los pueblos.

Marchantes ojeando el mercado.

            Dicen los que han practicado el oficio, o los que lo han padecido, que “para ser tratantes había que tener unas características muy especiales como capacidad de persuasión, labia que se diría ahora, apreciar la calidad del ganado sin mostrar interés, temple para no calentarse, etc.” Al margen de esas aptitudes, lo que nosotros vamos a intentar reflejar en las siguientes líneas son aspectos relativos al día a día de ese oficio.

¿Cómo era el día a día de un tratante de ganado de aquella época?
            Se pasaban  el día fuera de casa comprando o vendiendo el género. Contaban con una especie de cartera de clientes con los que se tenía relación más periódica y que por lo general te llamaban cuando necesitaban tus servicios.

            Hacia los tratantes había cierta admiración y respeto, solía ser un oficio familiar que se transmitía de padres a hijos. A los mercados acudían ganaderos con el deseo de vender. Comprador y vendedor iban informados de los precios antes de entrar en trato. El vendedor por lo general pedía una cantidad superior a la del mercado, y el comprador enumeraba los defectos del animal ofreciendo una cantidad menor. Se revisaban las bestias en busca de algún defecto, se les miraba la boca para conocer su edad, y luego se tocaban para ver su grado de mansedumbre.

Comprador examinando la mercancía

            A veces el comprador se retiraba para hacer otros tratos; mientras tanto el vendedor también se informaba si era buena la oferta que le había hecho. El comprador volvía, y vuelta de nuevo al regateo hasta que llegaban a un acuerdo y el trato se cerraba con un apretón de manos que tenía más validez que un contrato, no había vuelta atrás, entre ellos se conocían y si alguno faltaba a su palabra “podía ir dejando el oficio”.

Trato cerrado

            Los tratantes se pateaban los caminos y eran una fuente de información de primera mano de lo que pasaba en el mundo.

Marchantes/Tratantes de ganado en Alcantarilla
El Centro de reunión  de los tratantes estaba localizado en La Posá Viruta.

A la derecha, la Posada Viruta
(Foto Juan Usero 19-2-1965)

Desde los principios del siglo XX, la compra y venta de mulas, caballos, burros, ovejas, cabras, porcino e incluso bueyes para las carretas y arados, fue un negocio floreciente, pues la fuerza con la que se movía cualquier clase de transporte, las tareas de la huerta y el campo se hacían, básicamente, con animales. La riqueza de una casa se media por los pares de mulas que tenían. Desde Murcia se exportaba al resto de España y Francia toda clase de este ganado, cuya carne era muy apreciada.

Como consecuencia de este negocio se movía toda la economía del pueblo. Hay que tener en cuenta que en Alcantarilla había muchos carreteros: los Porras, los Perales, los Soler (Mariano y Alejo), que utilizaban gran cantidad de bestias. Había familias con grandes extensiones de terreno y necesitados de estos animales: Los Menárguez, los Alburquerques (frailes), los Rosiques, los de Blas el Boyo, los Galicia, los Petrolos, los Morunos (Antonio), los Pipas, los del Curita, los Perlas, los Mendoza.

Los Guindillas que iban a por el vino a Jumilla en su carro con una “reata” de 3 ó 4 mulas. Los panaderos para repartir el pan, Abizanda, los Sáez Vivo. Y toda una serie de pequeños campesinos y agricultores para los cuales este medio de transporte les era imprescindible. Así que alrededor de estas bestias vivían; los gitanos que las esquilaban, el talabartero (Matías) que hacía y arreglaba los arreos, los herradores (Miguel), los aperadores que hacían y arreglaban carros (Corbalán, “los Gatos”), los artesanos del esparto para hacer capazos, sarrias con las que se transportaba toda clase de utensilios…

El Guindilla con una reata de cuatro mulas
(Reproducción realizada por Juan Cánovas
a una fotografía de la familia)

En Alcantarilla había grandes marchantes. El más fuerte, que se movía por toda España, era Don Sebastián Hernández Jara, apodado “el de la Morena”. Llevaba el negocio, junto a un hermano. Las cuadras las tenían en la calle Tropel y en Campoamor en una cuadra corral que tenía junto al chalet de “Melgar”. Fallecidos él y su hermano, el negocio lo llevó su hijo Pepe, Don José Hernández Pérez, “Pepe el de Sebastián”, que amplió el negocio a la compra y venta de toros para la carne. Pepe fue un gran caballista y conocedor del negocio, recorriendo toda España, sobre todo Andalucía en busca de ganado. Su cuadra era famosa, llegando a haber más de cien mulas alguna vez.

Era un espectáculo los frecuentes traslados de ganado para embarcarlos en vagones en la estación de RENFE para ser trasladados a cualquier lugar de España. Con el trabajaban los “Macarios” (Pepe y Ángel) y Perico “Piti”, que movían las bestias con gran maestría. Era conocido en todas las ferias de ganado de España. Cualquier lugareño con necesidad de ganado acudía a él y las bestias las vendía unas veces al contado y otras las facilitaba para la tarea, sobre todo en el verano, y una vez recolectada la cosecha, se las pagaban. Hoy, el negocio, sobre todo el de los toros, lo lleva el hijo de Pepe, Sebastián y su hijo mayor…”la dinastía sigue”.

Estación de Ferrocarril de Alcantarilla en 1966.
Foto Archivo Municipal de Alcantarilla.

Otro marchante de bestias famoso fue Don Antonio Romero, “El tío Antón”, abuelo de Don Jesús Riquelme. Sus cuadras y vivienda las tenía en un edificio anexo al antiguo Ocaso, que daba a la calle Mayor y a la calle Nona. Después de él llevó el negocio su yerno, pero con él se terminó, ya que sus nietos tomaron otros derroteros.

Don Antonio Romero
(Foto cedida por la familia)

En la calle Madrid existió otro marchante, Joselito, que tenía tres hijos. Sacaban con motivo de las fiestas muy buenos y bellos caballos, pero al morir el padre se acabó el negocio. Las cuadras las tenía frente a la consulta del pediatra Don Cástulo Sanabria.

Otros marchantes famosos fueron “los Regueras”. Eran dos primos. El mayor fue Pedro Aroca Martínez “Perico el Reguera”, que tenía las cuadras en la calle Huertos, en el Ranero, y en el paraje del Carril de los Menchones, junto a “Flachos”, ”Majos”… El otro primo fue Mateo Martínez, ”Mateo el Reguera”, cuyo negocio evolucionó a la compra y venta de caballos de monta. La cuadra la tenía en la huerta junto a la de su primo, en la casa familiar, donde tenía un gran picadero. Una vez fallecidos el negocio terminó.

Ya más tarde y esporádicamente Luis el Perales también se dedico a la compra y venta de bestias, él y sus hermanos fueron carreteros. A finales del siglo XX nos encontramos a Pepe Caballero, Paco de Ginés (Voz Negra); Paco López, Pepico del Club Herradura sobre todo caballos de monta. Antonio Pujante era tratante en ganado caballar y vacuno, con lechería propia.

Antonio Pujante
(Foto cedida por la familia)

Este negocio dio de comer a muchos gitanos, que hicieron de él su medio de vida, fue muy famoso en hacer de intermediario de tratos y vender sus propias bestias, un gitano que apodaban “El Pirubiro”. Su hijo, Pepe el Pirubiro, que vivía en Campoamor, tenía unas manos especiales para domar caballos y un pico fenomenal para venderte como buena cualquier bestia. Otro gitano famoso en la venta de mulas fue Mariano “El Carujo”.

Antonio Hernández Hernández “el Rosquilla”
(Foto cedida por la familia)

Hubo en Alcantarilla muchos más tratantes dedicados a otra clase de ganado: bovino, porcino, ovino, caprino, destinado al aprovechamiento de su carne; así Juan Rodríguez, “El Moratalla”, además de tener la carnicería trataba de la compra y venta de “cherros” (novillos). Al ganado porcino se dedicaban, entre otros: Antonio Hernández, “El Rosquilla”, Francisco Sandoval Bermúdez, Padre de Pedro y Francisco Sandoval Aroca, “Los Gatos”, etc.



Francisco Sandoval Bermúdez y sus hijos Pedro y Francisco
Sandoval Aroca, “los Gatos” (Fotografías cedidas por la familia)

Dibujo al natural del pintor Ángel Martínez Rodríguez, cedido al
Archivo Municipal de Alcantarilla por África Martínez.

Agradecemos a Diego Guzmán su inestimable ayuda en la aportación de datos y elaboración de este trabajo.

Hemos encontrado, en nuestra labor de investigación, unos documentos que desconocíamos existieran, y que, una vez restaurados podemos mostrar.

            Se trata de una Guía de circulación para animales semovientes (Caballos, mulas, asnos) expedida por una sociedad de seguros, y un Certificado de Compra-Venta. Estos documentos debían ser portados obligatoriamente por el arriero o carretero que hiciera uso del animal, para poder mostrarlos ante la autoridad que los exigiera.

            La Guía de Circulación está extendida por la Sociedad de Seguros “La Mundial” en julio de 1944, y en ella se consignan todos los datos particulares de la bestia como edad, alzada, color de la capa, raza, y lugar donde lleva el dibujo del hierro con que está marcada. Por este documento quedaba asegurada. En el reverso del mismo constaban los sucesivos cambios de dueño, y así sabemos que después de salir de Utrera y pasar por otros dos dueños andaluces, en el año 1946 llegó a Alcantarilla adquirida por Pedro Martínez Domingo que se la vendió a José Ballesta Martínez “el Guindilla”.




Guía de circulación, anverso y reverso
(Propiedad de Juan Jiménez Almela)

            El Certificado de Compra-Venta que tenemos a la vista corresponde a la segunda transacción, efectuada en noviembre de 1944 en Olvera, provincia de Cádiz, y en él consta que se compró por Cuatro mil pesetas, una fortuna para la época, pero una buena inversión para los arrieros de entonces que aún transportaban las mercancías con tracción animal.


Certificado de Compra-Venta
(Propiedad de Juan Jiménez Almela)










CARNICEROS Y MATACHINES

A lo largo del tiempo ha habido y existido en muestro pueblo, Alcantarilla, buenas carnicerías, en las cuales los propietarios desarrollaban todo el proceso productivo; eran ganaderos,  tratantes de ganado o compraban ellos mismos las reses. También se encargaban de sacrificarlas. Nuestra villa contó con Matadero Municipal desde principio de la década de los 40 del pasado siglo. Su primer emplazamiento fue en la Avenida Calvo Sotelo (hoy calle Mayor), donde actualmente disfrutamos del jardín de Campoamor.

(Foto de autor desconocido)

Dos décadas más tarde sería desmontado piedra a piedra y vuelto a edificar en la calle Madrid, en el solar que existía del antiguo cementerio del Salvador, aunque sólo estaría funcionando para esas funciones otra década, hasta que Mercamurcia centralizó esos cometidos a partir del año 1973.

(Foto Juan Cánovas)

Una vez realizado el sacrificio, y ya en sus establecimientos, despedazaban la canal repartiendo cada parte según el producto al que iba destinada, elaborando toda la gama de embutidos que eran la delicia de los consumidores. Cada carnicero tenía una especialidad que sobresalía sobre las demás, no había fórmulas secretas… pero ese punto de sabor que cada uno de ellos daba, los distinguía. Algunos tenían puesto en la plaza de abastos, que pasaba de padres a hijos, y otros tenían local  independiente.

Había una serie de matarifes en el pueblo que les ayudaban, aparte de dedicarse a la realización de las matanzas caseras. Citaremos los más conocidos, sin que sea la relación completa:

José Almagro Riquelme, Pepe “el Rambla”, aprendió el oficio de su padre Juan y su tío Ignacio, que eran matarifes. Pepe trabajaba fuera de la temporada de matanza en la fábrica de maderas de Mergal. Mataba en las casas particulares de la localidad y en los pueblos de alrededor; Sangonera, Barqueros, Javalí Nuevo, etc., y por las casas de la huerta y campo. También trabajaba para las tiendas del pueblo, tales como la Lázara; Juan Antonio Riquelme (Plaza Jara Carrillo); Dávila, en Martínez Campos; Julio el Rasquija; Emilio Fernández “el Manchego”, y algún otro. Tenía de ayudante a Pablo Sánchez Portillo (ahora en Mercamurcia), y también le acompañaba y porteaba su yerno Francisco Menchón.

Pepe “el Rambla y los Torraeros
(Foto cedida por la familia)

Su técnica de matanza consistía en abrir el cerdo por el espinazo en vez de por la barriga, después de haberle cortado la cabeza. Tenía tanta habilidad en su elaboración de embutidos, que lograba sacar a la perfección el sabor que deseaban en cualquiera de las casas donde mataba. Para la salchicha: Se molía la carne, magra y tocino, y se amasaba a mano con anís seco, pimienta en grano y pimienta molida. Según iba añadiendo, lo cataba e iba agregando más o no. Para la longaniza: Magra y tocino al cincuenta por ciento. Se añadía a la masa ajos picados en el mortero con vinagra y pimentón. Para las morcillas: Cebolla, tocino, piñones, pimienta y sangre.

Como capador se atrevía con cualquier clase de animal de crianza, tales como el pavo, pollo, marrano…

Dionisio y Gabriel Martínez López, “Los Matachines”, hijos y ayudantes de Juan Martínez Lorente. Trabajaron con Joaquín Martínez (con tienda en la calle Mayor), Paco de la Tienda (también en la calle Mayor), Fuentes, Jerónimo Orenes (en la esquina de la calle Cuartel), José Otálora (en la avenida Calvo Sotelo). Posteriormente abrieron establecimiento propio en la calle Mayor, junto al Bar Paquito.

Dionisio y Gabriel Martínez López
(Foto cedida por la familia)

Antonio Gil Teruel (1930), nació en la Ribera de Molina. La familia materna era de Alcantarilla. Su abuela, Teresa Faura Vivo, tenía tres molinos harineros en la Ribera, Las Torres de Cotillas y Molina de Segura. Por aquella época lo conocían como Antonio “El Molinero”. Su madre era María Jesús Teruel Faura.
En enero de 1968  ingresa en el Ayuntamiento de Alcantarilla como chofer, se encargaba desde transportar al Alcalde a hacer todo tipo de portes. Lo destinan como chofer de reparto del Matadero Municipal, y allí aprendió el oficio de matarife. Desde ese momento actuaba como matarife y transportista, repartiendo por las plazas de abastos y las tiendas del pueblo. Era muy forzudo, portando a hombros media canal de  ternera, y muy trabajador, llegando a ser premiado por el Pleno Municipal a instancias de sus compañeros. Falleció en el año 2019. Referimos, como anécdota, que tuvo un esguince y se le dio de baja médica. Para hacer su trabajo designaron un chofer y dos hombres encargados de hacer el reparto de la carne, para que cubrieran su puesto durante el tiempo que estuvo de baja.

Antonio Gil Teruel
(Foto cedida por la familia)

Francisco Montoya Pujante. Trabajó durante más de 40 años en las actividades relacionadas con la industria chacinera con Pepe de Joaquín: compraba los cerdos por las casas de la huerta y localidades cercanas y los transportaba en el “carretón”. A veces también eran porteados por “El jardinera”. Se encargaba de hacer el reparto de los productos, y colaboraba en la elaboración de los embutidos, y en el almacén de salado de los jamones de la calle San Sebastián.



Eusebio Ramón Gázquez López, “Ramón”, familiar lejano de los propietarios de la panadería Gázquez, nació en La Puebla de Don Fadrique (Granada). Llegó a Alcantarilla en el año 1957 y se instalaron en un barracón que alquilaron en la Torrica al Bolero. Su padre había comenzado a trabajar con el “Rojo el Flacho”. En la Puebla era herrero, y en los ratos libres se dedicaba a castrar el ganado. Ramón lo acompañaba y fue aprendiendo el oficio. Enterados de su habilidad como capador y matarife,  Pepe y Joaquín le dieron trabajo allá por el año 60. Realizaba todas las actividades propias de una fábrica de embutidos,  castraba el ganado,  sacrificaba, despedazaba, hacia embutidos, curaba y  secaba los jamones propios y ajenos…



Eusebio Ramón Gázquez López “Ramón”
(Fotos cedidas por la familia)

Se le declaró una invalidez permanente  en el año 1979 y acabo su actividad laboral. Manuel, su hijo, le acompañaba en la moto en las jornadas de castración de los animales. Estaba muy relacionado con los veterinarios don Juan Hurtado y don Felipe Andreu.

Juan Rodríguez Sáez, “El Moratalla”. Heredó la profesión de su padre, Jesús Rodríguez Martínez, venido de Moratalla y que se estableció en nuestra villa en el primer cuarto del siglo XX. Empezaron primero en Campoamor y más tarde se establecieron en un puesto de la Plaza de San Pedro. Después le sucedió su hijo “Toni”, Juan Antonio Rodríguez Gambín, actual “Presidente de la Asociación de Placeros de San Pedro”. Se han dedicado siempre a la cría y compraventa  de ganado; su especialidad son ternera (“añojos”), la cría, la matanza y la venta de cabrito y cordero, y la elaboración de toda clase de embutidos…

Jesús Rodriguez Martínez “el Moratalla”
(Foto cedida por la familia)

Juan Rodriguez Sáez “el Moratallero” y su esposa.
(Foto cedida por la familia)

Pedro Domingo Tormos, (1931) era futbolista profesional. Jugando en el Alcoyano y en el Jerez de la Frontera, era muy bueno y lo quería fichar el Barcelona, pero su tío, Antonio “El Manco”, madridista acérrimo, se opuso y no lo dejo fichar. Un giro de rodilla con la bota clavada en el césped le impidió seguir jugando al futbol, padeciendo varias operaciones para poder andar. Su madre tenía tres puestos en la plaza y se estableció en uno de ellos cuando se murió su abuelo. Se caso en 1959, y su mujer, la comadrona Carmita, le ayudaba en el puesto. Desarrollaba todo el proceso: compraba ganado, lo transportaba, sacrificaba y hacía los embutidos. Era muy escrupuloso en el manejo de la carne, desplegando una gran limpieza en la zona de matanza, con cubos de agua donde entraba y salía continuamente para lavarse las manos después de trastear en las reses. Se jubiló en los años noventa y le sucedió su hijo Pedrito que se dedica a la venta al por menor en la plaza y tiene otra empresa de distribución de carnes al por mayor.

Pedro Domingo Tormos y su hijo Pedro
Domingo Cascales (Foto Pepe Riquelme)

Joaquín Martínez Navarro, N.C.R. Fábrica de embutidos y jamones. Comenzó la actividad Joaquín en la primera década del siglo XX. La continuaron sus hijos Domingo, casado con Angelita; Pepe, casado con la Sebas, y Lola, casada con Santiago Jover. Al no tener nietos varones que se hicieran cargo del negocio, éste se cerró. La tienda y fábrica estaba ubicada en la calle Mayor 50.

Tienda de Joaquín Martínez Navarro
(Foto cedida por la familia)

La materia prima para la industria (los cerdos), los compraba Paco Montoya. Éste hacía de corredor por las casas de la huerta alcantarillera y pueblos limítrofes. Los huertanos pudientes, en su vivienda particular criaban, aparte del cerdo para consumo propio, otro cerdo que luego vendían. A ese segundo marrano le llamaban “la paga extra”. Los cerdos eran transportados por “el Piquitos” con un carretón. Paco Montoya y Ramón ayudaban en las tareas de la fábrica, auxiliados por otros como Dionisio y Gabriel, “los Matachines”. Los embutidos los hacían Pepe y Ramón, con especialidades tales como: “Queso de cerdo” (actualmente “Chiquitos”), hecho con carne de cabeza y demás recortes provenientes de la limpieza; el butifarrón de morcón y blanco; imperial, salchicha, longaniza, y un largo etcétera.


Pedro López Cascales, el continuador de la “saga”. El negocio lo empezó su abuela Rosa Martínez Mercader, con un puesto en la Plaza de Abastos.







Su abuelo Pedro López Ortuño se dedicaba a comprar ganado, y le acompañaba desde muy joven su hijo Francisco López Martínez, “Paco de Rosa”. La abuela vendía en la plaza en el puesto que tenía a continuación de su tío Pedro Domingo. Ellos compraban el ganado y lo sacrificaban, realizando también los embutidos. “Paco de Rosa” se hizo cargo del negocio cuando se casó, regentándolo hasta el año 1988 en que se jubiló. Desde entonces lo lleva su hijo Pedro, que trasladó el establecimiento a la Calle La Cruz, donde sigue funcionando.

Pedro López Cascales
(Foto Juan Cánovas)

Francisco Martínez Vicente, “Paco de la Tienda”, se estableció junto con su hermano Rafael en una tienda a nombre de Perico Lacal en el local del cine, donde trabajaba su padre. Cuando Pedro Lacal vendió el cine a la Empresa Iniesta, se establecieron los dos hermanos en un bajo de la Calle Mayor. Luego su hermano Rafael tomó otro rumbo y el continuó solo con el negocio. A su jubilación siguió con el negocio su hijo Rafael hasta el año 2001. Elaboraban toda clase de especialidades, pero yo tengo que resaltar la “longaniza” con un sabor tan rico y especial, que yo no podía esperar que se secara y me la comía recién hecha, “virtud” que sigo conservando.

Francisco Martínez Vicente, “Paco de la Tienda”
(Foto cedida por la familia)

La saga de los Navarro comienza cuando Francisco Navarro García, de Fuente Álamo, venía a vender ganado al Plano de San Francisco en los albores del siglo XX. En uno de esos viajes conocería a la alcantarillera que fue su mujer, y con la que tuvieron cuatro varones y una hembra, una vez aposentado en nuestra villa. Dos de los hijos fueron tratantes de ganado al por mayor, y los otros dos (Francisco y Sabino), se dedicaron a la carnicería y chacinería.

A finales de los años 30 del pasado siglo, se establecen en el edificio que había en el lugar que posteriormente se conoció como Estudio 3 (hoy clínica dental) los hermanos Francisco y Sabino Navarro Domingo. Comienza la década de los 50 cuando deciden abrir nuevo negocio en la plaza de abastos, quedando Sabino en el primer emplazamiento y trasladándose Francisco al nuevo lugar.

Carnicería Paco Navarro. Desde el primer momento se dedicó a carnicería, fábrica de embutidos del país y charcutería fina. El cerdo, principal materia prima para esa elaboración, era conseguido en aquellos tiempos en las pedanías cercanas (San Ginés, Era Alta, Puebla de Soto, La Raya, Pedriñanes, etc.), donde se criaban cerdos en casa para venta y para matanza de Navidad. Los novillos, por el mismo sistema, se conseguían de los lecheros, entonces en gran abundancia en nuestra huerta. Los cabritos y corderos tenían que ser comprados en los mercados de ganado organizados en Huércal Overa (Almería) los lunes, o los martes en Puerto Lumbreras; también había otro mercado los miércoles en Lorca. Si no se había conseguido ganado en ninguno de esos mercados para el suministro de la semana, aún quedaba el mercado de Alcantarilla que se celebraba en jueves. Para las poblaciones lejanas había que salir a las 2 o 3 de la madrugada, para hacer la compra todavía de noche y tener tiempo de regresar y abrir puntualmente el negocio.

José Cánovas “Joselito”, primero por la izquierda,
en el patio del matadero de la Avda. Calvo Sotelo.
(Foto cedida por la familia)

El ganado se trasladaba al Matadero Municipal, que se encontraba en la avenida Calvo Sotelo, donde hoy está el jardín de Campoamor, y de él se ocupaba José Cánovas Férez “Joselito”, matarife de la casa, al que echaba una mano Antonio “el bullas”, esposo de “la Patita”, con taberna abierta en la calle Ramón y Cajal. Este Matadero Municipal fue trasladado entre los años 1963-64 a la calle Madrid, al lugar que ocupaba el primer cementerio de nuestra villa, hasta que imperativos sanitarios clausuraron todos los mataderos de ese tipo y aquellos sistemas ancestrales de sacrificio de ganado. Ahora los edificios del mismo sirven como almacenes de Obras y Servicios del Ayuntamiento. Joselito se jubiló anticipadamente a los pocos años del referido traslado.

“Joselito” y unos compañeros.
(Foto cedida por la familia)

Para la elaboración de los productos, y para su distribución, se trasladaban al bajo situado en la calle Eusebio Martínez número 14 (antes calle la Cuesta), donde otros profesionales en unión del mencionado José Cánovas, fabricaban los embutidos. Antonio Iniesta Martínez, José Alcaraz Castillo, y alguno más. En ese mismo bajo se sacrificaban las aves que se compraban en la recoba, y se vendían después en el puesto de la plaza.

Francisco Navarro Domingo tuvo como continuador de su negocio a su hijo Francisco Navarro Mengual que, apenas pudo, ya estaba ayudándole en las tareas del negocio y en los viajes de adquisición de ganado.

Francisco Navarro Mengual
(Foto Juan Cánovas)

A los 64 años, y por motivos de salud, dejó la regencia a su hijo, hasta que éste, llegado el momento, dejó definitivamente el negocio por no tener continuador para el mismo.

Carnicería Sabino. Quedó en el emplazamiento inicial cuando separaron rumbos los dos hermanos. Después Paco Navarro Asensio trabajó desde los 12-14 años con su padre. Mataba y despedazaba, todas las especialidades las elaboraban ellos mismos. Actualmente con Paco trabajan sus hijos Sabino, en el mostrador, y Marcelino en la elaboración de los embutidos. Sus especialidades son cordero y cabrito, también cerdo y ternera. Sus embutidos son famosos: blanco, butifarra, pastel, morcilla (de las más ricas catadas), salchicha y longaniza fresca, chorizos dulces y picantes, imperial, sobrasada. Jamones y lomos propios…

Interior de Carnicería Sabino
(Foto Juan Cánovas)









MECÁNICO INDUSTRIAL

            La ingeniería mecánica es la rama que estudia y desarrolla las máquinas, equipos e instalaciones. Dentro de la mecánica existen diversos apartados que se complementan para planificar y llevar a buen fin un determinado proyecto.

            El trabajo del delineante consiste en elaborar planos técnicos sobre cómo construir un producto o estructura.

            El tornero es el que fabrica piezas mecánicas, mediante el uso de tornos, que le permiten mecanizar, roscar, cortar, taladrar, cilindrar, desbastar y ranurar piezas de forma geométrica por revolución.

            El mecánico ajustador se encarga del ajuste de piezas de precisión con pequeños montajes simples y del desbarbado, o eliminación de virutas por métodos electromecánicos, función que depende de la tipología de piezas y de la disponibilidad de materiales y de herramientas para el trabajo que deben llevarse a cabo.

            El mecánico fresador domina una máquina-herramienta llamada fresadora, que mecaniza con una herramienta rotativa de varios filos, que se llaman dientes, labios o plaquitas de metal duro, que ejecuta movimientos en casi cualquier dirección de los tres ejes posibles en los que se puede desplazar la mesa donde va fijada la pieza que se mecaniza. La aplicación más frecuente del fresado es el aplanamiento, que tiene por objetivo conseguir superficies planas. Para el aplanamiento se utilizan generalmente fresas de aplanar de plaquitas intercambiables de metal duro, existiendo una gama muy variada de diámetros de esas fresas.

Cuando acabó la Guerra Civil nos encontramos en Alcantarilla con unas industrias conserveras y madereras que daban empleo a varios miles de personas, pero había una escasez total de talleres para la fabricación y reparación de maquinaria que demandaban esas industrias, y muchas otras de menor importancia que comenzaban su aventura.

La Base Aérea de Aviación y la Fábrica de La Pólvora del Javalí Viejo, durante la contienda habían tenido una gran cantidad de mecánicos, de todas las especialidades arriba señaladas, que se dedicaban a la reparación y construcción de las piezas dañadas de los aviones de la Base Militar, y de las máquinas de la fábrica. Al quedarse sin empleo se colocaron donde pudieron. Tres trabajadores de la Fábrica de la Pólvora, dos torneros y un mecánico ajustador, junto con otro mecánico de Aviación, fueron empleados en la recién instalada empresa de COMAIN, allá por los años 40, donde crearon una escuela no oficial, de aprendices, enseñando a los jóvenes que entraban a la empresa. Allí aprendían una especialidad y trabajaban, dando lugar al nacimiento de las industrias de construcción de maquinaria de la villa de Alcantarilla.

Talleres COMAIN: Construcción Maquinaria Industrial

Estaba situada frente a la estación de ferrocarril de Alcantarilla. El Gerente propietario era Don Juan López Ferrer. Don Juan tenía una industria textil. Era dueño de la empresa de venta de maquinaria y herramientas “Vigaceros”, en Murcia, y propietario de la finca el Aguilucho.

Los aprendices tenían un periodo formativo que iba de dos a cuatro años, dependiendo de la capacidad de cada uno de ellos. Trabajaban y al mismo tiempo aprendían diversas materias como: diseño, planificación, manejo de tornos, fresadoras, taladro, sierra, ajuste. Los aprendices, luego trabajadores, se colocaron en las mejores empresas de la localidad y provincia después del cierre de Comain.

Cerradora de botes de conserva
(Foto de autor desconocido)

Anuncio de Talleres Comain en revista
de Semana Santa de 1952.

Como maestro estaba José González Cuadrado, que posteriormente montaría su propio taller  en la Carretera de la Puebla de Soto. Le sucedió como encargado Antonio Lax.

En la empresa diseñaban y construían todo tipo de máquinas para la fabricación de cualquier producto. Fabricaban prensas con una potencia de presión que iba desde las 5 Tm. hasta las 80, pasando por 10, 15,25. La estructura de las prensas variaba en función de la potencia. En los talleres se fabricaban todas las piezas, menos las de fundición. Las más pequeñas las hacían en Fundición Guillén, y las mayores en Fundición Iniesta, de Barriomar (Murcia). Las montaban con todo el despiece, cigüeñal, motores…

Ubicación de Talleres Comain. Foto Paisajes Españoles,
Año 1965 (Pedro L. Cascales López)

Fabricaban taladros de pie completos, fundían los “nazarenos” en Guillén, base +columna + nazareno (columna porta-brocas). Los taladros se medían por el tamaño de las brocas, desde 2 hasta 32 de diámetro.

Prensa excéntrica de 5Tm.
(Foto de autor desconocido)

Construían máquinas para rastrillar el esparto. El yerno de Don Ángel Galindo Caballero, Alonso, inventó una máquina que por medio de unos peines de púas cepillaban los manojos de esparto.

Plaquita pegada en las deshuesadoras Comain
(Foto Juan Cánovas)

La plaquita litografiada que se observa en la página anterior, la llevaban adheridas todas las máquinas deshuesadoras de melocotón que se fabricaron en los talleres Comain, y que estaban protegidas bajo patente. Las fotografías se han obtenido de una unidad que estuvo instalada en la desaparecida fábrica de Conservas Cascales.


Cortadora y deshuesadora de melocotón propiedad de
Pedro L. Cascales López (Fotos Juan Cánovas)

En la parte superior derecha se puede ver una línea de prensas excéntricas para estampación, impulsadas todas ellas por un solo motor y poleas transmisoras.

Fotografía de autor desconocido

En la parte inferior, vista parcial de taller mecánico, con torno, fresadora y taladro vertical.

Fotografía Juan Cánovas

Trabajadores:

José Juan Jiménez Herrero (1929). Empezó a los 15 años con un contrato de aprendizaje de 4 años. Como tenía mucho interés aprendió rápidamente el oficio y lo nombraron oficial de 3ª, y a los dos años, oficial de 2ª. Su especialidad era la de Mecánico Ajustador. Tras 18 años trabajando aquí, se jubiló por enfermedad.

José Juan Jiménez Herrero (Foto Pepe Riquelme)

Emilio Escobedo era una persona muy equilibrada con gran dominio de la proporción. Propietario de una gran biblioteca fue un lector empedernido, hasta sus últimas horas. Hábil conversador y comunicador influía positivamente en la gente joven. Tenía un gran espíritu de iniciativa empresarial, con una amplia visión del producto a producir. Emilio entró como aprendiz de tornero en Comain con 15 años. Luego tuvo que ir al servicio militar, que hizo como voluntario en la Base de Alcantarilla, donde sirvió como mecánico en Parque y Talleres. Cuando se licenció lo volvieron a admitir en Comain, donde con Pepe Gonzálvez, tornero como él, fueron preparando el germen de lo que el futuro sería su gran empresa.

Marcharon a Cataluña a ver una Feria de Maquinaria. Mientras visitaban la muestra copiaron una prensa con troquel que podía hacer de una vez 15 ó 21 tapones corona, con potencia de 80 Tm. La fabricaron en los talleres y la vendieron a la empresa Gómez Hermanos. Luego fueron a Alemania y compraron la máquina de hacer el tapón de porcelana y plástico de las gaseosas. Copiaron los moldes y la montaron, haciéndola funcionar mejor. Cambiaron el alambre del tapón, que se oxidaba, por otro de acero inoxidable que vendieron por toda España y Europa.

Emilio Escobero
(Foto cedida por la familia)

Francisco García Ferrer, (1937), de niño entró de aprendiz en la carpintería de Esteban Gómez. Como no le gustaba lo dejó a los quince días, y cuando cumplió los catorce años entró de aprendiz  en la escuela taller de Comain, donde fue su maestro Don José Juan Jiménez Herrero, del que guarda un cariñoso recuerdo por las enseñanzas que le impartió y el trato tan amable que les dispensaba a los alumnos. De la escuela salió como oficial de 2ª en la especialidad de Mecánico Ajustador. En aquella época era gerente de la empresa don Ricardo Carpio Perona, que vivía en el chalet de Don José Precioso. Estuvo trabajando en Industrias Anfra, la empresa de Antonio y César Marín. Después se marchó con Emilio Escobedo. Pasó una temporada en Alemania, y cuando regresó siguió en la empresa de Escobedo y Gonzálvez hasta su jubilación.

Francisco García Ferrer
(Foto Pepe Riquelme)

Escobedo y  Gonzálvez, Construcción de maquinaria

Emilio Escobedo, tornero en Comain, se estableció por su cuenta junto con Pepe Gonzálvez, tornero también. Después se marchó con ellos Pepe Hernández, que hacía los moldes de cerámica, aunque siguió manteniendo su colaboración y amistad con Comain.

Comienza la empresa su andadura en 1957. Emilio se despidió y empezó a organizar la empresa; Pepe se quedó en Comain y con su sueldo subsistían los dos; cuando la empresa empezó a funcionar, Pepe se incorporó. Luego se les asoció Mariano Escobedo, hermano de Emilio, que era contable en Muebles Guerrero; primero empezó como administrativo de la empresa y luego como nuevo socio.

Mariano Escobedo
(Foto cedida por la familia)

En los inicios funcionó como taller de reparación mecánica, pasando posteriormente a la fabricación de prensas, así como utillaje, troqueles y moldes para la fundición de piezas para el sector de maquinaria conservera, y fabricación de maquinaria para la conserva.

Anuncio en revista de Semana Santa de 1964

Después iniciaron una nueva línea fabril en el sector contraincendios, construyendo las carcasas metálicas de los extintores. Esta nueva actividad empezó a crear problemas a la empresa, pasando por dificultades económicas. Pese a ello mantuvieron hasta el final de su actividad la fabricación de maquinaria conservera.

José González Cuadrado - Fábrica de Maquinaria

Procedía el fundador, como otros especialistas, de la empresa Comain. Se estableció en la carretera de La Puebla de Soto, nº 11, en una gran nave con multitud de máquinas y una gran grúa que desplazaba la pesada maquinaria que producían.

La empresa se dedicó desde el principio, y casi en su totalidad, a la construcción de prensas de distintos tonelajes, desde las 5 a las 150 toneladas de potencia.

Las piezas para la construcción de las prensas venían en bruto desde la fundición de Guillen, y aquí las preparaban “rebabándolas” y montándolas.

Hubo una época en la que fabricaron hornillos de petróleo, de esos con cuatro patas que tenían una mecha de algodón, y que empezaron a sustituir la leña en las cocinas de las casas.

Trabajadores:

Manuel García Ferrer, (1929), trabajo como agricultor hasta los 29 años que contrajo matrimonio. Entonces se colocó en el taller de Cuadrado. Aquí empezó a trabajar como pintor. Como las piezas no venían de la fundición preparadas para montarlas, su tarea comenzaba rebabando las piezas, luego con un aspirador quitaba la tierra y la arena que venía de la fundición, le daba una capa de imprimación, para que no se oxidaran, masillaba y lijaba, con un aspersor las lavaba y limpiaba, le daba una buena capa de pintura al “nazareno”, (columna donde iba montada toda la estructura de la prensa), y terminado el montaje, daba la última capa de pintura a la máquina.

Manuel García Ferrer
(Foto Pepe Riquelme)

Prensa de 50Tm. Construida por Talleres Cuadrado,
exhibida en una rotonda del Polígono Industrial Oeste.
(Foto Juan Cánovas)


Francisco Pintado García (Paco el Grande), (1927), vivía en el camino de La Puebla de Soto, en la margen izquierda de la acequia de Barreras. Empezó a trabajar en la huerta con 10 años, se casó a los 33 y un año después se fue a trabajar con Cuadrado. Entro de pintor, como ayudante de Manolo García. Luego lo pusieron en la “Mandrinadora” de mecánico. (era la mandrinadora como un torno, pero más grande), un torno que sube y baja, con una mesa en forma de cruz que era móvil en cuatro direcciones, se le hacía girar y se iban haciendo y rematando los taladros interiores de las piezas.

Francisco Pintado García, “Paco el grande”
(Foto Pepe Riquelme)

Luego se marchó a Industrias Anfra, con Antonio y César Marín, donde hacían estampaciones metálicas y envases de plástico. Entre otros productos hacían las tapas del Cola-Cao.

Francisco Pintado manejando una fresadora, cuando
trabajaba en Industrias Anfra. (Foto Juan Cánovas)

En el museo de la huerta se encuentran varios arados y vertederas hecha en fundición y madera, realizados por Francisco Pintado y Diego Jover “Bocanegra”, que trabajaba en la fragua de Cuadrado.

Desde que se jubiló se dedica a sus aficiones: la madera, hacer “plateras”, la pintura…

Ana María Barceló trabajando en una prensa excéntrica
en Industrias Anfra, en el año 1977 (Foto Juan Cánovas)

SANJE

“El Instituto de Enseñanza Secundaria Sanje, ha sido una escuela de aprendizaje en todas las ramas de la mecánica industrial. En sus inicios era un Centro de Formación Profesional regido por la Compañía de Jesús. Dentro de la formación global impartida estaba la Formación Profesional: Oficialía y Maestría. Las Ramas Técnicas tenían tres grandes naves taller: Química; Mecánica, Automoción y Soldadura; Electricidad y Electrónica. El Taller de Mecánica tenía estas especialidades: Ajustadores, Torneros, Fresadores, Soldadores y Mecánicos de Automoción. Todos los grandes profesionales de la ingeniería mecánica actuales se han formado en este Instituto. Gran parte de los ingenieros de mecánica e industriales han cursado aquí estudios en el Ciclo superior de Formación Profesional. (Agradecemos la información de este apartado a Don Antonio Sánchez, Profesor y Exdirector de Sanje)”.







EL MERCADO DE GANADOS

Creación del Mercado de Ganados de Alcantarilla

En el primer tercio del siglo XIX, en el marco único de la plaza del Convento de San Francisco de Paula, porque era la más amplia y al mismo tiempo la más céntrica que en la villa existía entonces, comenzó a funcionar un mercado de frutas y verduras, comestibles y todo tipo de utensilios. Tal fue su crecimiento, que se vino a bien regular dicho mercado, solicitando permiso al Gobierno Civil de Murcia, que aprobó el reglamento del mismo por Real Orden de 18 de febrero de 1835. Se designó para las bestias y ganado de todas las especies la “plazuela” del Convento y sus agregados; para las aves, la de la calle de Mula.

Pasado el tiempo, y viendo el beneficio económico y social que éste daba a la Villa de Alcantarilla, en sesión del Ayuntamiento celebrada el 12-11-1882, se debate crear otro  mercado semanal, el de ganados, considerando la situación de la Villa como centro comercial, a lo cual ha contribuido la situación topográfica del pueblo, atravesado por las líneas férreas de Albacete a Cartagena y carreteras de Murcia a Granada y Puebla de Don Fadrique.

Una semana más tarde, el 19 de noviembre se reúne el Concejo de la Villa, donde el alcalde informa de la creación del nuevo mercado, que recibe la entusiasta aprobación de los señores concurrentes, que ofrecen su colaboración para la iniciativa que promete muchos beneficios para la localidad.

Se procedió acto seguido a designar los sitios en que han de colocarse  las diferentes clases de ganados que concurren al mercado, que quedó de esta manera:

1º.-El ganado caballar, mular y asnar se colocará en toda la calle de Mula, y trayecto que existe desde la desembocadura de la calle de la Amargura hasta su final por la parte de Poniente.
2º.-El ganado cabrío y lanar, en la calle del Cementerio, Salitre y Convento, en esta última desde la travesía de la del Cementerio hasta la de Madrid.
3º.-El vacuno en el resto de la calle del Cementerio y Camino de Cotillas.
4º.-El de cerda en el sitio que hoy se halla establecido, o sea, “Salida de  San Francisco”

Finalmente se acordó establecer varias estacas en las paredes de las casas donde ha de colocarse el ganado caballar, mular y asnar, prometiendo todos en la medida de sus fuerzas apoyar el éxito de esta institución.

Foto Archivo Municipal de Alcantarilla.

Se hace extensivo su uso a toda clase de ganados, sin tributo ni gravamen de ninguna especie, el cual empezará a funcionar el miércoles 6 de diciembre de 1882. Se editan folletos para repartirlos por los pueblos y provincias limítrofes.

(Pedro Montesinos Ortuño, La  Gaceta de Alcantarilla nº 5, 2002)


Ubicaciones del Mercado de Ganados

Con el aumento de la población y la buena marcha de la economía, el emplazamiento del Mercado de Ganados en su emplazamiento primitivo se encuentra limitado por la falta de espacio.

A mediados de la década de los treinta del pasado siglo, el Ayuntamiento inicia la construcción de un Mercado en el paraje denominado Cabezo Verde, junto a las vías del ferrocarril, quedando paralizado a causa de la contienda civil.

Proyecto de Mercado de Ganado de 1939
(Archivo Municipal de Alcantarilla)

Una vez acabada ésta, y siendo alcalde de la villa Don Ángel Galindo Caballero, se redacta nuevo proyecto en octubre de 1939, y en 0ctubre de 1940 es inaugurado oficialmente. Se dictan las ordenanzas y se fijan las tarifas para el mismo: Por derecho de entrada y ocupación de corral los días jueves y viernes, 0,25 pesetas por cabeza de ganado. Por derechos de báscula, 0,05 pesetas por cabeza. Por embarque o carga en el muelle, 0,10 pesetas. Por descarga o desembarque, 0,10 pesetas. (Existía un muelle de carga con tres alturas para embarcar el ganado en los vagones especiales de transporte de animales vivos).

Mercado de Ganados en 1940
Foto Archivo Municipal de Alcantarilla

Fotografía aérea de Pedro L. Cascales López, publicada
en su libro “Alcantarilla entre el cielo y la tierra”

El Mercado de Ganado, a lo largo de los años tuvo varias modificaciones, con nuevas instalaciones y establos, adecuándolo a las directrices del Inspector Provincial Veterinario.

En marzo de 1952, el Ayuntamiento acordó: que el Mercado de reses de cerda que se celebraba todos los miércoles en la Plaza del Convento se trasladara al edificio municipal destinado a Mercado de Ganados, pues la Plaza del Convento se encontraba mal instalada, produciendo molestias al vecindario, malos olores y perturbación en el resto del mercado de frutas y hortalizas, mientras que en el Mercado de Ganados tenía todas las ventajas y las instalaciones adecuadas para su perfecto funcionamiento. Así mismo el mercado de reses vacunas que también se celebraba los miércoles de todas las semanas en las posadas de la población, se debía efectuar igualmente en el Mercado de Ganados, como sitio ad-hoc para ello, así como el mercado de caballerías.

1965 – En la acera de la derecha aún se ve la entrada
a la Posada del Tío Viruta. 1956. (Foto Juan Usero)

En los años 80, el Ayuntamiento trasladó la Lonja de Pescados, (que realizaba las subastas en la calle Mayor, frente a la Plaza de Abastos de San Pedro), a la parte trasera del Mercado de Ganados, que ya había cedido otra parte importante de terreno para la estación de Inspección Técnica de Vehículos.

Foto Archivo Municipal de Alcantarilla

Plano del Mercado de Ganados sin datar.
Archivo Municipal de Alcantarilla

Fotografía de Pedro L. Cascales López, publicada
en su libro “Alcantarilla entre el cielo y la tierra”.
En primer término se aprecia la Lonja del Pescado, y
detrás la estación para Inspección Técnica de Vehículos

Estación de Ferrocarril en el año 1966. A la derecha,
el muelle para la descarga de ganados.
Foto Archivo Municipal de Alcantarilla

Como la citada Lonja de Pescados fue creciendo en importancia, el lugar que ocupaba y el edificio que la albergaba también lo hizo, obligando al Ayuntamiento a cerrar el Mercado de Ganado en ese lugar y cambiarlo de ubicación. Se construyó uno nuevo detrás del Cementerio Municipal, con fácil acceso desde la carretera hacia Mula y conexión con la autovía.

Mercado de Ganados detrás del Cementerio,
Junto a la Autovía (Foto Juan Cánovas)
Llegó un momento en que el Mercado de Ganado tuvo que echar el cierre por inactividad.
Los tiempos cambiaron, y tanto la administración, como los sindicatos agrarios como las cooperativas dijeron lo mismo. Fue doloroso pero era mejor tomar una decisión como esa que seguir ignorando una realidad que le costaba cada año a las arcas del Ayuntamiento entre 20.000 y 30.000 euros de mantenimiento.
Motivos socioeconómicos, normativos y sanitarios al parecer hicieron absolutamente inviable reflotar la actividad del mercado de ganados, puesto que, si los ganaderos no querían llevar el ganado al Mercado, no se les podía obligar, así como tampoco a las cooperativas.









MOSAISTAS – FÁBRICAS DE LOSAS

Antonio Navarro Marcos, hijo de Teresa Marcos Guirao, comadrona oficial de Alcantarilla, era oriundo de Redován (Alicante), y montó allá por el año 1927, una fábrica de mosaicos y piedra artificial en la calle de Las Losas, cercana a la estación de ferrocarril. A su muerte le sucedió su hijo Antonio Navarro Manzanera, que en ese momento tenía 14 años, cesando la actividad cuando se marchó a cumplir el servicio militar.

Llegaron a tener 6 prensas manuales de “Timbre”. Trabajaban seis oficiales en la producción; en el cuarto de mezclas había dos (polvo, pasta y respaldo) Para retirar las cajas de las losas las metían primero en la balsa para humedecerlas y luego, empapadas, las llevaban a orearse.

Tenían dos líneas de fabricación, la de mosaicos en la calle Las Losas, y la de piedra artificial en la calle de la Cruz. En esta segunda fabricaban zócalos, fachadas, escaleras, dinteles, portales… Junto a la segunda fábrica tenían el almacén y exposición, en un bajo comercial propiedad de Don Domingo Cobarro, junto al actual horno del “Guerrita”.

Antonio Navarro Manzanera
(Foto Pepe Riquelme)

Después de la Guerra Civil, trabajaban  entre  55 y 60 operarios, fluctuando el número a lo largo de los años, según la demanda.

Trabajó como maestro Francisco Sáez Pérez “el Voltetas”, experto en la elaboración de piedra artificial, y su hermano Pedro, técnico  en la fabricación de mosaicos y muy buen mecánico. Los dos hermanos, al cierre de la empresa se colocaron en la fábrica de “Jacinto”

Entre los trabajadores de la empresa estaban “los Charandeles, ”los Rasquijas” (Joaquín y Julio), “el Puebla” (hijo de la Facunda), “los Campesinos”, Ginés “el Pollo del agua salada”, que vivía entre la ceña y el río… y muchos otros cuyo nombre no recordamos.

Anuncio publicado en el año 1956

La fábrica de “Jacinto” estaba situada en la Calle Turbinto (Hoy Maestro Roque) esquina a la Calle Mula. La empresa fue fundada por Don Jacinto Alcaraz, oriundo de Totana, y por Don Pedro Almagro. A efectos fiscales la empresa se denominaba Pedro Almagro y Cia. Con Don Jacinto vino también Santiago Segismundo Tudela Martínez, padre de José Antonio y Segismundo Tudela Lorca, trabajando los tres a lo largo del tiempo en la empresa, cuya apertura data del año 1934. Los fabricantes de mosaicos y piedra artificial se denominan mosaistas.

Jacinto Alcaraz
(Foto de autor desconocido)

A lo largo del tiempo los productos de esta empresa dejaron por todo el pueblo una amplia muestra del buen hacer de todos los implicados en la elaboración de los mismos.

Durante los años que se mantuvo la actividad fabril, fueron muchos y buenos los obreros que dejaron huella de su profesionalidad, imposible enumerar a todos.

Como responsable de los encargos de los clientes estaba Policarpo López “Poli”. Él se desplazaba a realizar mediciones para escaleras, dinteles y terrazos. El administrador de la empresa era Jesús Riquelme Rodríguez, hermano del que fuera alcalde de la villa desde 1960 a 1970, Don Diego Riquelme Rodríguez.

Jesús Riquelme Rodríguez
(Foto cedida por la familia)

Había siete máquinas de prensa para mosaicos en fábrica, cuatro de ellas eléctricas y tres de tirón. Llegó a tener más de 40 trabajadores, entre ellos a los hermanos Cano, Perico “el Botones”, Pedro “el Charandel”, Juan Moreno Hernández, Antonio Buendía, Pedro José Cabrera Tudela, Ramón Corona, José López Riquelme “el Topo”, Rafael Roncero Guirado, Santiago Céspedes Sansano, José Martínez Jara (padre) y José Martínez (hijo), José Martínez Romero, Joaquín Cárceles, Isidoro López y Antonio López (padre y hermano de Policarpo), y Antonio Cascales “el Martos”, que era un personaje muy popular, que entretenía a los compañeros cantando durante toda la jornada, pues tenía una buena voz para ello. Bordaba la “Romería loreña”.

Antonio Cascales “el Martos”


Pedro José Cabrera Tudela
(Foto cedida por la familia)

El trabajador de la derecha es José López Riquelme
“el Topo”. (Foto propiedad de José Antonio Tudela)

La fábrica tenía dos almacenes, uno en la calle Raso esquina a calle Cartagena, y otro en Murcia cerca de la Plaza de toros.

De izquierda a derecha: José Antonio Tudela, José Martínez (hijo,
y Rafael Roncero Guirado (Foto propiedad de José Antonio Tudela)

En la foto posan Pedro y José Martínez Romero, y están fabricando
la losa “Las Margaritas” (Foto de autor desconocido)
1.José Martínez (hijo). 2.José Martínez Romero. 3.José
Martínez (padre). 4.Rafael Roncero Guirado. 5. (…).
6.Joaquin Cárceles. 7.José López Riquelme “el Topo”.
(Foto de autor desconocido)

De izquierda a derecha: Antonio López, Isidoro López
y Pedro Sáez Pérez (Foto cedida por familiares)

Los materiales terminados eran repartidos en la zona por José Soto, que vivía en la calle San Sebastián. Usaba un carro con base de tablas y la parte de abajo con aguaderas. Protegían los materiales con paja de arroz.


Con este tipo de carro era con el que repartía José Soto los
Productos fabricados en la empresa Pedro Almagro y Cía.
(Foto de autor desconocido)

Trabajadores de la fábrica de Jacinto, colaborando como
voluntarios en el derribo del viejo templo de San Pedro en
el año 1961. El primero por la izquierda es Policarpo López.
(Fotografía de autor desconocido)

Por los años 60, Maximino García Soto y Segismundo Tudela Lorca montaron otra fábrica. Contrataron a siete trabajadores de la de Jacinto, y más tarde formaron una cooperativa. Los estatutos los redactó un tal “Michel”, que trabajaba en las oficinas de “Mergal”. Comenzaron su andadura en el Camino de la Silla.

Anuncio publicado en el año 1966

La fábrica de Jacinto, Pedro Almagro y Cia., cerró sus puertas en el año 1971.

Un poco de historia.

            La losa de cerámica es cualquier baldosa hecha de arcilla y han sido fabricadas desde hace más de 4000 años. Se han encontrado en las ruinas de Babilonia, en las pirámides y en las ruinas de antiguas ciudades griegas. En aquel tiempo fueron hechas a mano. La arcilla era aplanada, luego cortada a la forma deseada y secada bajo el sol o al horno.

            Más tarde, este método fue mejorando haciendo moldes de madera. Fueron talladas en relieve para aplicar sangría a un patrón en la arcilla. Después de secado, la impresión fue presentada.

            El acristalamiento se produjo en diferentes momentos y en diferentes culturas. Los egipcios utilizaron un esmalte azul hecho de cobre muy desde el principio, mientras que el esmalte chino se produjo en la Dinastía Shang-Yin (1523-1208 a.C.)

La fabricación contemporánea.

            El proceso cerámico comienza con la selección de las materias primas que deben formar parte de la composición de la pasta, que son fundamentalmente arcillas, feldespatos, arenas, carbonatos y caolines.

            En la industria cerámica tradicional las materias primas se suelen utilizar, por lo general, tal y como se extraen de la mima o cantera, o después de someterlas a un mínimo tratamiento. Su procedencia natural exige, en la mayoría de los casos, una homogeneización previa que asegure la continuidad de sus características.

            Le sigue después el proceso de amasado, que consiste en el mezclado íntimo con agua de las materias primas de la composición de la pasta, y con esto se consigue una masa plástica fácilmente moldeable por extrusión.

            El procedimiento predominante de conformación de las piezas es el prensado en seco (5-7 % de humedad), mediante el huso de prensas hidráulicas. Este procedimiento de formación de pieza, opera por acción de una compresión mecánica de la pasta del molde, y representa uno de los procedimientos más económicos de la fabricación de productos cerámicos de geometría regular.

            El sistema de prensado se basa en prensas oleodinámicas, que realizan el movimiento de pistón contra la matriz por medio de la compresión del aceite, y presentan una serie de características como son: elevada fuerza de compactación, alta productividad, facilidad de regulación y constancia en el tiempo del ciclo de prensado establecido.

            El esmaltado consiste en la aplicación por distintos métodos de una o varias capas de vidriado con un espesor comprendido entre 75-500 micras en total, que cubre la superficie de la pieza. Este tratamiento se realiza para conferir al producto cocido una serie de propiedades técnicas y estéticas, tales como: impermeabilidad, facilidad de limpieza, brillo, color, textura superficial y resistencia química y mecánica.

Construcción de una losa. Paso primero: Se toma la plantilla o trepa del dibujo que se quiere realizar
.


Paso segundo: Se rellena el espacio con los colores elegidos.



Paso tercero: La parte trasera de la losa se rellena con áridos para la sujeción de la misma en las labores de albañilería.



Paso cuarto: Se prensan todos los materiales.




Moldes para las losas:



Productos de la fábrica de Jacinto que aún podemos admirar:

Dintel y portal de Octaviano Garrido
(Foto Juan Cánovas)

Losas en la casa de María “la Palmeras”
(Foto Pepe Riquelme)

Escalera en la casa del Maestro Cánovas
(Foto Pepe Riquelme)


Losas en la vivienda de la Farmacia Menárguez
(Fotos Juan Cánovas)

Soportal de las antiguas oficinas de El Ocaso
(Foto Juan Cánovas)

Mosaico en la vivienda de Isabel Sánchez
(Foto Pepe Riquelme)

Balcón en vivienda de la Calle Ramón y Cajal
(Foto Juan Cánovas)


Mosaicos en la vivienda de Isabel Sánchez
(Fotos Pepe Riquelme)

Portal de piedra artificial en la Calle Mayor
(Foto Pepe Riquelme)

Escalera de piedra artificial en la Calle Carros
(Foto Pepe Riquelme)


Dintel y portal en la Calle Rosario
(Foto Pepe Riquelme)

Fachada, dintel y portal de casa Franco
(Foto Pepe Riquelme)

Nuestro agradecimiento a José Antonio Tudela Lorca por los datos aportados para la realización de este trabajo.

José Antonio Tudela Lorca
(Foto Juan Cánovas)









EL OFICIO DE PANADERO

            Un panadero es el artesano cuyo oficio es hacer pan; también se aplica a la persona que vende el pan y sus derivados. Vamos a centrar este trabajo en las pequeñas panaderías independientes, principalmente negocios familiares. Todas ellas especialistas en tipos particulares de productos que luego enumeramos.

            El pan ha sido un alimento fundamental durante una gran parte dela historia del hombre, como lo atestiguan diversos documentos de cada época, con una presencia muy destacada en las creencias religiosas, en la literatura o en la pintura, así como en las expresiones coloquiales y hasta en el erotismo. Su origen e historia siempre ha dado lugar a las más diversas leyendas, atribuyéndose a los egipcios de hace seis milenios el aprovechamiento de las cosechas silvestres (trigo, cebada, mijo, etc,) y las primeras hornadas de pan. Las tecnologías para su elaboración han evolucionado a lo largo de los siglos, conservando el pan el carácter de alimento por excelencia.

            El ofocio de panadero ha contado con el respeto social y la protección del poder, pues la falta de este alimento o su encarecimiento han originado no pocos disturbios sociales.

            En nuestro país, desde tiempo ancestral, todo el pan comido era elaborado artesanalmente para uso propio o de la comunidad, lo que requería un gran número de molinos en funcionamiento.

            Sin embargo a lo largo del siglo XX, y sobre todo en la década de los años 40, se fue perdiendo esta práctica que fue sustituida en algunos casos por la entrega de trigo a las panaderías, cada vez más industrializadas, a cambio de recibir el pan. No deja de ser destacable que varias décadas después, el pan de siempre, el artesanal, “el de Tahona”, sea de nuevo demandado y se reinicie su elaboración conservando los aspectos fundamentales de los métodos tradicionales.

Recordamos  que cuando éramos jóvenes nos enseñaban que había que hacerle la señal de la cruz antes de cortarlo con cuchillo, nunca a mano, y besarlo cada vez que caía al suelo.

Panaderos en nuestro pueblo:

Pedro Manuel Martínez Martínez, “Manolo el Panadero”, nació en 1910 en Vélez Blanco provincia de Almería, hijo de Pedro Manuel Martínez Motos y Esperanza Martínez Merlos. Vivió en Vélez Rubio, en Lorca y finalmente en Alcantarilla, en la calle Palmera n.º 3, debido a que sus padres regentaban las posadas de parada y pernocta de la diligencia Granada-Barcelona de estas tres localidades.

Pedro Manuel Martínez Martínez
“Manolo el panadero”
(Foto cedida por la familia)

Con 15 años de edad comienza a trabajar en el adoquinado que por aquella época se realizó en la calle Mayor de Alcantarilla. Poniendo adoquines, la señora Juana la Marcelina  le preguntó si quería ser panadero y trabajar en su establecimiento, y al día siguiente comenzó a trabajar para ella. El joven Manolo mostró su capacidad de aprender y espíritu de trabajo, logrando en solo un año ser maestro de pala.

Años después, Manolo es contratado en la panadería de Doña Eloísa Vivo. Se casó con María Dolores Martínez Hernández (de Los Placetas) en 1931. Fruto de este matrimonio fueron sus cinco hijos, Pedro, Emilio, Jacobo, Cristóbal y Antonio.

Poco antes de la Guerra Civil comienza a trabajar en la panadería “El Guerra”, que estaba en el Lugarico (Javalí Viejo). Terminada la contienda, desde Intendencia de la base militar aérea de Alcantarilla, lo fueron a buscar por su afamada reputación profesional.

El matrimonio se decide a comenzar su propio negocio, simultaneado con el trabajo para el ejército, y compran en 1940 una casa a “la Sota” por 13.000 reales  en la calle Solares nº 7. Trajo el agua a la calle Solares para poder producir en más cantidad. También construyó un nuevo horno, realizado por “Jesús el Mairoco. Adquirió una artesa grande de hasta 100 kg de harina, y un cajón de grandes dimensiones, realizado por Fernando Ortuño.

En el año 1946 deja de trabajar para Intendencia. El negocio prospera, le ayudan sus hijos en el horno, que ya era tienda de comestibles también. Reparten pan por el municipio de Las Torres de Cotillas y sus pedanías. A principio de los años 50 adquirió una maquina amasadora en hierro fundido y con cuatro palas, con un motor de gasoil de arranque por polea.

Repartiendo pan con la furgoneta
(Foto cedida por la familia)

Destacaba de su creación profesional: “El pan Carrasqueño”, que eran hogazas de 5 Kg de trigo, creciente, levadura, agua y sal. Era destacada la actividad en época de vísperas de Navidad. Fue célebre su pan con aceite, empanadas y sus recetas en dulces como cordiales, mantecados, polvorones, tortas de “recao”, monas de pascua, bizcochos, magdalenas o pan de higo.

Otra oferta de negocio fueron “los Tostaderos”, en especial el que había al final de la calle Procesiones. Allí se tostaba en el horno cebada para convertirla en malta para el café; garbanzos que pasaban a ser deliciosos torraos, pipas, almendras y todo tipo de frutos secos.

Domingo González Mengual, panadero por línea materna (de Dolores Mengual Guzmán). El padre de Dolores tuvo una panadería en Albudeite. Domingo, tras terminar los estudios a los trece años, decidió aprender el oficio de panadero con su tío de la Media Legua, Juan Mengual. Para ir al trabajo lo hacía andando desde Alcantarilla. Cuando Domingo contrajo matrimonio, compró la panadería que está cerca de la Plaza de Abastos de Campoamor. Fue cogiendo clientela y empezó a repartir pan con una Isocarro por los alrededores. Logró un gran incremento de las ventas.

Elaboraba un pan artesanal en horno de leña, de gran aceptación. Tenía varios empleados: el maestro de pala y dos ayudantes más, su padre echaba una mano haciendo pan, y su mujer despachando. Compraba harina de gran calidad. Según su hija Carmina, todos los Menguales de Alcantarilla son familia y la mayoría panaderos. Durante la Navidad las mujeres elaboraban los dulces de Pascua, eran días de mucho ajetreo, los domingos también llevaban las mujeres los asados para hacerlos en el horno. Domingo fue un gran aficionado a la música, dominaba el clarinete, fue director de  banda, escribía comparsas para las fiestas, etc.

Francisco y Salvador Mengual Pérez aprendieron el oficio en la panadería familiar, sita en la calle del Puente, de Javalí Nuevo. La fundó su abuelo Francisco Mengual Martínez en 1893. Luego la continuó su padre Salvador Mengual Vivo (cuya madre era familia de los Vivo de Alcantarilla, de lo Alto de Pacún).

Salvador Mengual Pérez
(Foto Pepe Riquelme)

Francisco Mengual Pérez cumplió el servicio militar en Marina, embarcado en el destructor “Almirante Valdés”, de la 21ª escuadrilla de destructores. La tripulación de la nave era de 290 marineros. En ese buque sirvió el Rey Don Juan Carlos I en su paso por la Escuela Naval de Marín.

Francisco Mengual Pérez
(Foto Pepe Riquelme)

Por su profesión de panadero, a Francisco le encargaron el servicio de panadería del buque. Con él vamos a repasar las etapas del proceso de elaboración del pan, que son: amasado, división, boleado, formado, fermentación, reposo y horneado.

Amasado: Se trata de mezclar de forma homogénea los ingredientes básicos; agua, harina, sal y levadura, hasta formar una masa flexible y elástica.

División: Consiste en cortar y pesar la masa en partes homogéneas.

Boleado, reposo, fermentación: Se deja la masa un tiempo hasta doblar su volumen. Se hace una doble fermentación.

Horneado: La masa continúa inflándose hasta que se alcanzan los 55ºC. Internamente se forma la miga, y a medida que aumenta la temperatura, la corteza se endurece y adquiere un tono dorado.

Francisco Mengual preparando la harina para hacer la masa
del pan, a borde del destructor donde cumplió la mili en el
año 1963 (Foto propiedad de Francisco Mengual)

Francisco cortando la masa para hacer los bollos. A su derecha
un compañero eñiendo la masa. (Foto propiedad de Francisco Mengual)

Amasando una barra grande. A este proceso se le llama
eñir el pan. (Foto de autor desconocido)

Reposo, fermentación
(Foto de autor desconocido)

Metiendo el pan en el horno
(Foto de autor desconocido)

Francisco sacando pan del horno del navío
(Foto propiedad de Francisco Mengual)

La hornada cocida y preparada para su venta
(Foto de autor desconocido)



Horno de Salvador Mengual, en calle Ramón y Cajal
(Foto Juan Cánovas)

Los hijos de Francisco y Salvador se establecieron en Alcantarilla. Isidoro sucedió a Francisco, teniendo despacho de venta detrás de Cayitas. Salvador también sucedió a su padre, con establecimiento en la calle Ramón y Cajal, junto a la Boquera.

José Mengual Jiménez, es el último panadero de la saga que comenzó con su abuelo José Mengual Gómez, familia de los Caride. A su abuela la apodaban “Las Luisas” y era la propietaria de la herraduría junto al paso a nivel. José sucedió a su padre, combinando la panadería con la confitería, hasta su jubilación cuando se cerró el horno,

Horno del Pozo, situado en la calle de los Pasos, nº 18. Fue fundado a principios del siglo XX por Enrique Marín López, le sucedió su hijo Antonio Marín Marín, nacido en 1936; a éste, a los doce o trece años, y terminada la EGB, le ayudaba su hijo Enrique Marín López, que se hizo cargo del horno a la jubilación de su padre hasta la actualidad. Destacamos entre las sabrosas empanadillas y las ricas madalenas, el pan rústico amasado a mano y bien horneado que es un regalo para los sentidos.

Obrador Horno del Pozo
(Foto Pepe Riquelme)

Panadería de “El Pon”, comenzó con Manuel Martínez Rodríguez, instalado en el último tercio del siglo XIX. A principios del siglo XX se hizo cargo del horno su hijo Francisco Martínez Guzmán, “Paco el Pon”. En los años 70, su hijo Andrés continuó con la panadería hasta su fallecimiento en accidente de coche en 1981.

Triciclo para el reparto del Pon
(Foto de autor desconocido)

Panadería María la Marcelina. En los años 20 del pasado siglo, la instaló Luis Mengual de la Cruz, que lo llevaba con su hija Aurora Mengual. Sobre 1950 se hizo cargo del horno su hermano Diego Mengual con su mujer María Martínez Díaz, “La Marcelina”. Continuó con el horno su hija Juana, casada con Diego Guirao. Luego le sucedió su hijo Juan, hasta que jubilado ya, ahora lo regentan sus hijos Juan Carlos y Diego Guirao Cabrera.

Obrador panadería, con Juan Carlos y Diego Guirao
(Foto Pepe Riquelme)

Horno de doña Eloísa Vivo. Desde antes de la contienda civil, funcionaba el horno de doña Eloísa Vivo, situado en la esquina de la calle Mayor con calle Eras. Aparte del horno y el despacho para venta del pan, existía en los bajos del caserón familiar una tienda de ultramarinos y un despacho de venta de aceite, cuyo almacén estaba en la calle de los Carros. Trabajó en tiempos, como maestro de Pala, “Manolo del Horno”, que con su buen hacer aumentó la parroquia de la panadería.

Panadería “El Monete”. Empezó con Antonio Ortiz Manzanera, oficial de la panadería del “Pon”, y se estableció en 1924. El apodo le vino del gorro blanco que usaba, bonete, cambiando la “B” por “M”, igual a “Monete”. Le sucedió su hijo Pedro Ortiz Meseguer, casado con Dolores Menárguez (hija de la Paca del Juez), que regentaba una alpargatería en el horno. Continuó con la panadería su hijo Antonio Ortiz Menárguez, hasta su reciente jubilación.



Panadería “el Mamaito”. Fue fundada en la primera veintena del siglo XX por Antonio Valverde Izquierdo, apodado “el Mamaito”. Posteriormente trabajaba con él su hijo Manuel Valverde García, a cuya muerte se hizo cargo del horno su mujer María Tovar Castañeda.

Panadería Manolo Sicilia. La fundó Manolo Sicilia Marín, natural de Cartagena, en  la plaza del Aire (ahora de San Roque). Su hijo, Manolo Sicilia Pérez, gran acordeonista, siguió con el negocio hasta su jubilación.

Anuncio de la panadería de Manuel Sicilia de 1956

Horno del Parreño. Lo llevaban Senador Baños García y su esposa Salud Sánchez, luego se le cambió el nombre al horno por el de “Horno de Senador”. En el obrador trabajó como maestro de pala, y durante muchos años, Adolfo García Pérez, natural de La Ñora, y que también repartía el pan por la mañana en bicicleta, con una sera adaptada al portaequipajes. Cuando se acumulaba el trabajo, le auxiliaba en el reparto Bernardo, yerno de Senador y jugador de fútbol admirado por la afición de la época.

Senador Baños
(Foto de autor desconocido)

Adolfo García, maestro pala en el horno de
Senador Baños (Foto Juan Cánovas)

Daniel Marín Sánchez y su mujer Presentación Mengual Jiménez, que era la panadera, tenían el horno de panadería y confitería en la calle Ruiz Carrillo nº 11. Los abuelos paternos de Pepe Marín, “el de los Billares”, vinieron de Cartagena a trabajar a nuestro pueblo a principios del siglo XX, y tenían el domicilio familiar en la misma calle del negocio, en un piso encima de donde estaba instalada la Caja de Ahorros. Sus abuelos maternos, José Navarro y Maravillas Jiménez, también se aposentaron en Alcantarilla. José era capataz de telefónica. Vivían enfrente, en la esquina de la calle Mayor con la calle Ruiz Carrillo. Así fue como se conocieron Prudencio Marín Mengual y Amor Navarro Jiménez, y contrajeron matrimonio. Prudencio Marín siguió trabajando en la empresa familiar como panadero y maestro confitero. Les encargaban la celebración de las bodas del pueblo y de los alrededores; transportaban las tortadas, las “pastas”, las bebidas y todo lo del menú en varias tartanas. Prudencio era un excelente maestro confitero. Aprovechando sus conocimientos en la fabricación de dulces, lo contrataron en la fábrica de Hero para la fabricación de la carne de membrillo, mermeladas, etc.








El “Perrogordo”

            Hubo una época en España, posterior a la Guerra Civil, en la que las economías familiares estaban muy quebrantadas, dicho con el tono más caritativo. Cualquier necesidad perentoria no podía ser solucionada por la falta de “posibles”.

            Como siempre ha sucedido con el ingenio español, espontáneamente surgió una figura que se expandió por todo el territorio nacional: el vendedor ambulante a plazos.

            La venta ambulante es una antigua actividad comercial que hunde sus raíces en los buhoneros medievales y se va adaptando, lentamente, a los cambios comerciales que se producen en Europa a lo largo del siglo XX. La encontramos, en el periodo autárquico, como el mejor medio de abastecimiento para aquellas localidades en las que el pequeño número de habitantes no permite rentabilizar el comercio fijo. La mayoría de los comercios adoptaron este sistema de venta a plazos, con mucho éxito para los vendedores, y problemas solucionados para los compradores.

Antonio Tovar Ruiz
(Foto cedida por la familia)

            Como modelo de esa profesión, ya desaparecida, nos centraremos en una familia que marcó una época en nuestra ciudad y en los pueblos y pedanías limítrofes. Los Tovar.


Tarjeta de identidad de la Unión Postal
Universal (Cedido por la familia)

El iniciador de la saga fue Antonio Tovar Ruiz, malagueño natural de Cajiz, una pedanía de Vélez-Málaga, nacido en 1900, que se estableció en Alcantarilla iniciada la década de los años 30 del pasado siglo, procedente de Águilas, donde tenía comercio al público de tejidos. En él tenía una colección de cartelitos impresos indicadores del artículo que se ponía a la venta, y el precio del mismo.

Tienda en Águilas en el año 1030
(Foto cedida por la familia)


Fichas con nombres y precios de artículos
utilizados en la tienda (Cedido por la familia)

Acudió a la llamada de su hermana Cecilia, que ya estaba instalada aquí, con un gran establecimiento en la calle La Cruz, en el lugar donde hoy se encuentra la Floristería Antonia, frente al desaparecido Bar Alcázar. Antonio al llegar se instaló con su familia en la calle Madrid, y posteriormente se trasladaron a la calle San Sebastián.

Cecilia ya había iniciado el sistema de venta de artículos para el hogar, haciendo mercados semanales en varios pueblos como Caravaca, Murcia, Alcantarilla y Beniaján, y el cobro a plazos de las ventas semanalmente, ya que en nuestro pueblo había más de sesenta fábricas y talleres abiertos, que pagaban a sus empleados y empleadas por semanas, generalmente el sábado por la tarde. El domingo era el día fijado por el cobrador para pasar, casa por casa, a realizar el cobro del plazo estipulado.

Ficha de venta de Cecilia Tovar
(Cedida por la familia)

Para la realización de esos cobros, se utilizaba un sistema de ficha de control doble, una en poder del cobrador y otra en poder del cliente. El cobrador llevaba la suya en un bloc de fichas intercambiables. El cliente mostraba la suya, y en uno de los rectángulos de los que estaba dividida la citada ficha, el cobrador trazaba una diagonal anotando en la parte superior la fecha, y en la parte inferior la cantidad cobrada, repitiendo la operación en la ficha del cliente. Detrás de ambas fichas quedaban anotados los artículos comprados y la suma total a pagar.

Libro de fichas
(Cedido por la familia)

Aspecto externo de la encuadernación de las fichas
(Cedido por la familia)

En bastantes ocasiones se entregaba un vale al cliente, para que directamente fuese a comprar al comercio de Murcia la prenda o artículo que precisaba, que después pagaría en cómodos plazos a la familia Tovar.


Ficha de negocio de José Tovar (anverso y reverso)
(Cedida por la familia)

Los Tovar se suministraban en varios comercios de la capital, tales como la ferretería Meseguer, en la calle Correos, donde se surtían de todo lo referente a utensilios de cocina (sartenes, ollas, perolas, cazos, etc.), y el Trust de las medias, donde adquirían tejidos y confecciones.




Con Antonio Tovar Ruiz trabajaron varios de sus hijos: Bernardo, Francisco, Antonio, pero el único que siguió con el negocio hasta su desaparición a finales del siglo XX, fue José Tovar Castañeda, que al principio abrió una tienda con Riquelme del pescado, en un local frente al desaparecido Cinema Iniesta, y cuando lo dejaron, el abuelo Tovar Ruiz siguió un tiempo en ella. Entonces José se dedicó plenamente a la venta ambulante a plazos, con una licencia fiscal de “venta ambulante de retales”.

José Tovar Castañeda
(Foto cedida por la familia)

El apodo de “Perrogordo” le viene a la familia porque, al cobrar “fiao”, en aquellos tiempos tan difíciles de posguerra, como se ha visto más arriba, algunos artículos costaban veinticinco céntimos de peseta, algo inimaginable para los tiempos actuales, pero que entonces daba para mucho. El entregar semanalmente al cobrador diez céntimos, un perrogordo como popularmente se conocía a aquella moneda, fue lo que terminó denominando a los Tovar con ese apelativo cariñoso.

Moneda de diez céntimos “Perrogordo”,
acuñada en el año 1945.

Antonio Tovar, nieto del iniciador de la saga
(Foto Juan Cánovas)

Nuestro agradecimiento por los datos aportados a Antonio Tovar, nieto del iniciador de la saga, y miembro de la tercera generación, aunque su papel en la profesión se limitó, en su juventud, a echarle una mano a su padre José y recorrer las pedanías cercanas realizando cobros en su nombre.









Taller de Alfarería
 en el Museo de la Huerta de Alcantarilla

Durante siete generaciones, la familia Bellón de Totana (Murcia) ha trabajado la arcilla para elaborar recipientes de primera necesidad en la vida cotidiana. Su tradición como familia de alfareros se remonta a 1790, cuando se asentaron en el paseo de “Las Ollerías”.



Bartolomé Bellón Andreo nació en 1948. Su padre legó el oficio a él y a su hermano Diego, incorporándose años más tarde su hijo José María.



En los años 80 del siglo XX comenzaron una nueva línea de trabajo: la especialización en recreaciones de cerámicas antiguas. Primero, aquellas inspiradas en la cultura ibérica; luego la griega, poco después la Argárica… Pronto llamaron la atención del mundo científico y empezaron a colaborar con museos, centros universitarios y con los comisarios de exposiciones españolas e internacionales. Incluso han estado vinculados con el mundo del cine, como la serie documental “Memorias de España”.





El Oinokoe  que se mostró en la exposición homenaje a D. Daniel Serrano Várez, fue una copia idéntica realizada por los hermanos Bellón hasta que llegó de Murcia el Oinokoe auténtico.


Actualmente, con el objetivo de preservar y aficionar a los jóvenes en el arte de la cerámica, participan e imparten mensualmente un taller de iniciación a la cerámica, a jóvenes y menos jóvenes, en las instalaciones del Museo de la Huerta de Alcantarilla, el tercer domingo de cada mes.

Enseñan a los jóvenes la técnica del barro, su manejo, como mantenerlo húmedo, manejo del torno, modelado de una vasija sencilla, como desprenderla de la masa, colocarla a secar… Luego los jóvenes ponen a secar su obra y la decoran con los dibujos correspondientes según la época y la cultura original de la pieza. 



Fotografías realizadas por Juan Cánovas













TEJEROS EN ALCANTARILLA

El lugar  de "Las Tejeras" se encuentra al sur del pueblo de Alcantarilla, en la zona  de influencia del río Sangonera, cuyos desbordamientos han sido frecuentes a lo largo de la historia. En la última riada de 1973, el agua llegó hasta la misma calle Independencia. Las seculares inundaciones han dejado  una profunda capa de arcilla proveniente de la sedimentación de las aguas. Esta arcilla ha sido utilizada desde tiempos pasados para la fabricación de tejas, ladrillos, adobes, etc. Salvados de la urbanización, se pueden ver por la zona  algunos bancales con tres o cuatro metros de vaciado por la extracción de la arcilla.

Prácticamente, todos los pueblos o asentamientos tenían un lugar donde fabricar sus tejas y ladrillos. Debido a las dificultades para el transporte, la "fábrica" de tejas se hacía allí donde estaba la arcilla, y para esto se necesitaba una tierra apropiada y el agua de una fuente. Aquí, en Alcantarilla, no había fuente  pero teníamos la “cequeta” con el agua de la rueda. Tierra y agua.

En las Tejeras hubo tres familias, relacionadas entre ellas, que trabajaron en distintos yacimientos de arcilla: Antonio  Munuera  Mengual, “El Tejero” por antonomasia.

Antonio Tejero Mengual “el Tejero”
(Foto cedida por la familia)

Su mujer, Francisca “La Roja” por su pelo rubio, tomó el mando a la muerte del marido muy joven.

Francisca “la Roja”
(Foto cedida por la familia)

Tenía una empresa familiar donde trabajaban sus  hijos: Tomás, Francisco, Antonio y Pedro Munuera Barqueros (Pedro tenía el apodo de “El Patillas”).

Pedro Munuera “el Patillas”
(Foto cedida por la familia)

Trabajaban el barranco que se formó detrás de las escuelas parroquiales, actual ermita de la Virgen de la Paz. Por la mañana llenaban una pila de 2 por 1´5 metros con agua y tierra, y amasaban el barro pisándolo con los pies descalzos. Cuando estaba fluido, lo sacaban a puñados y llenaban los moldes, donde hacían ladrillos macizos o tejas de cañón. Repartían los productos en un carro por los pueblos de alrededor: La Puebla de Soto,  La Ñora,  el Javalí Viejo y Nuevo, donde les hicieran un encargo.

Los Munuera
(Foto cedida por la familia)

Otro grupo era el del Tío Francisco (Francisquillo) el Tejero, que fue también sereno en el pueblo (el único que hubo).

También tuvimos a Juan García Munuera, del Bar la Tejera. Trabajaba todo el bancal que circunda el bar y el taller de cerrajería, donde a través de la cerca se puede observar el vaciado del terreno. Hace unos años todavía se podía ver al fondo del bancal los restos del horno de cocción.


Bancal en hondonada, debido al vaciado que se hizo del terreno
para la fabricación de ladrillos y tejas (Fotos Pepe Riquelme)

Proceso de fabricación

Cuando se tenía la pasta deseada, ésta se metía en moldes de acuerdo a la pieza final. Si se querían ladrillos, la pasta se metía en unos cajones de madera sin fondo que se colocaban encima de una mesa o en el suelo. El extremo superior se rebañaba con unas maderas, dejando sólo el espesor del cajón. Después se sacaba el molde.

Moldeando un ladrillo macizo
(Foto de autor desconocido)

Fabricación expuesta al sol para el secado
(Foto de autor desconocido)

Con las tejas se hacía de forma similar. Existían unos moldes con forma de teja y con unos marcos de un centímetro alrededor. El moldeador espolvoreaba ceniza mezclada con arena fina en el fondo, y después ponía una capa de un centímetro por el molde. El sobrante lo retiraba con sus propias manos tratando de darle un espesor homogéneo.  En algunas tejas antiguas se puede ver la marca de los dedos de los moldeadores. Finalmente se extraía la pieza de arcilla.

Teja cañón con sus medidas estándar

Preparando la arcilla para el molde
(Fotos de autor desconocido)

Una vez cocidas se dejaba al horno enfriar con las piezas en el interior. Cuando se enfriaban ya estaban listas para usarse con los métodos de construcción de la época, bien en tejados o en paredes.

Horno de coción tradicional
(Foto de autor desconocido)

Distintos tipos de aparejos en la colocación de ladrillos
(Foto de autor desconocido)

Cerámica de Esteban Romero López. Fotografía
realizada por Pedro L. Cascales López en 1973.

Anuncio de la cerámica de Esteban Romero
en las revistas de Semana Santa de los años 50

Cuando se acabó la fabricación artesanal, muchas personas del barrio se emplearon en la cerámica de Esteban Romero. Los Munuera se fueron adaptando a otros oficios, pero uno de sus descendientes siguió con los materiales de construcción, esta vez como almacenista.

Antonio Munuera Plaza
(Foto cedida por la familia)

Detalle de la espadaña en la Iglesia de San Bernardo,
Oropesa (Toledo) Foto de autor desconocido

Los nuevos materiales de construcción, en su mayoría
son ecológicos, y utilizan componentes reciclados
(Foto de autor desconocido)

Lo último en materiales es el ladrillo cerámico,
fabricado en impresoras 3D.
(Foto de autor desconocido)




 


 
LA TRASHUMANCIA

            Trasladar los ganados desde las llanuras y valles fértiles a las sierras vecinas para garantizar el alimento en verano, ya era costumbre en las primitivas tribus ibéricas. Según el profesor Don Miguel San Nicolás del Toro (Jefe del Patrimonio Artístico de la Región de Murcia) la trashumancia nació en la Región de Murcia en el Neolítico (conferencia impartida en el Casino de Alcantarilla el 18 de marzo de 2017). La misma actividad, aunque en sentido contrario, era practicada por los ganaderos de la montaña, bajando sus rebaños durante el invierno a los valles cálidos.

Foto de autor desconocido

            Ese movimiento estacional de rebaños denominado “Trashumancia” fue la mejor fórmula para rentabilizar espacios despoblados durante la Edad Media.

            A partir de principios del siglo XII se tiene noticia de leyes que regulaban esta práctica mediante la cual los pastores desplazan el ganado a la búsqueda de pastos mejores en lugar de organizar la producción de forrajes. De los documentos históricos se intuye incluso como en el siglo XV fuese uno de los mayores capítulos de entradas en reinos como el de España, en virtud de las tasas de explotación de los pastos que fueron introducidas. Hoy en día desde los satélites podemos todavía leer imágenes e imaginar cañadas completas o lo que de ellas queda: esas inmensas vías verdes, auténticos “silenciosos ríos de hierba” que se utilizaban como caminos para desplazar los rebaños, las piaras y las manadas de una zona a otra.

            A mediados del siglo XIII existían ya reuniones de pastores y ganaderos para resolver pleitos y asuntos comunes, reuniones que eran conocidas con el nombre de “Mestas”. Alfonso X, Alfonso XI y los RR. CC. se distinguieron por el apoyo prestado al “Honrado Consejo de la Mesta de Pastores”. Hacia la mitad del siglo XVI se llegó a alcanzar la cifra de 3 millones de cabezas. Dada la importancia de la Mesta en la economía castellana, su organización era muy compleja. Estaba formada por los llamados Hermanos de la Mesta; pertenecían a ésta unos 3000 ganaderos. El conjunto de los ganados de los asociados en la Mesta era “la cabaña real”.



            Procedentes de los agostaderos de las sierras y Meseta hasta los invernaderos de la dehesa del sur y levante, los ganaderos castellanos discurrían por lugares de paso denominados “Cañadas Reales”, de 76 metros aproximadamente de anchura. Habían de pasar obligatoriamente por “Los Puertos Reales”, lugares de pago del impuesto real denominado “De Servicio o Montazgo”. Tres eran las cañadas reales más importantes: La Leonesa, La Segoviana, y La Conquense-Manchega, de la que la Región de Murcia era lugar de término.

            Los concejos garantizaban el abastecimiento de pasto para los ganados locales y foráneos. Los ganaderos forasteros o “Barreños” debían atravesar la dehesa a través de una cañada destinada para este paso, donde no podían pernoctar más de una noche. En determinados puntos de la región de los que todavía se conservan ventas, posadas, casas de labor, corralas en ruinas… tenían lugar detenciones obligadas de ganado y sus cuidadores.

Ganado trashumante por la Puerta de Alcalá de Madrid
(Foto de autor desconocido)

            Los rebaños o cañadas funcionaban mediante tres estamentos jerárquicos denominados: rabadanes, pastores y zagales. Los perros de los pastores, que les ayudaban en la conducción, eran muy apreciados y protegidos, teniendo derecho a la misma cantidad de comida que el pastor.

            Al frente del gobierno de la Mesta estaba “el Alcalde entregador Mayor”. En el 2º escalón, “los alcaldes entregadores”. En el tercer escalón “Los alcaldes de la Mesta” o “alcaldes de cuadrilla”. También había contadores y respectores que cuidaban de la hacienda de la Mesta.

Las cañadas reales

            La Cañada Real Conquense hacia Murcia es una vía pecuaria de largo recorrido, la Vereda de Belén o de Barqueros, pasaba por la pedanía alhameña de El Berro y fue muy utilizada para trasladar los ganados desde Murcia hasta las sierras de Segura y Cazorla, donde se aprovechaban los pastos de primavera y verano. La Vereda tenía dos ramales que se usaban en el sentido de ida y vuelta, según unos u otros usaban los siguientes pasos:

Malvariche-Promayor (Prado Mayor – Las Morras – El Pocico, hacia la Fuente Cequicas.

Fuente la Higuera – Prochico – Barranco de Valdelaparra – Fuente Cequicas.

Juntas las dos descendían por las Huertas y Despeñaperros a Gebas, donde había una gran fuente, Mojón (está todavía). De aquí salían las veredas a Mula, Alhama y Alcantarilla.

Desde El Berro, por el Barranco de la Mojonera a los Quemados y de allí a Carmona, donde se juntaba con la de la Azcarapa, dirigiéndose al Campo de Cartagena y a la dehesa del Mar Menor.

Ganado trashumante a su paso por Barqueros
(Foto de autor desconocido)

            En Murcia existían dos grandes dehesas: una en el Campo de Cartagena y zona del Mar Menor y otra que se extendía entre Molina de Segura y Fortuna. En el Campo de Lorca existía otra dehesa. Alcantarilla era paso obligado, contando con dos ramales, como la Cañada y el Cordel de los Valencianos. Los ganados que iban buscando el Puerto de la Cadena pernoctaban en la zona de Cayitas donde había una fuente con agua abundante y buenos pastos.

            Entre diez y quince días empleaban los ganaderos y sus reses en recorrer los términos de Murcia, Mula, Pliego, Bullas, Cehegín y Caravaca de la Cruz para adentrarse en aquellas sierras.

            Un total de 19 vías pecuarias forman un complejo entramado por todo el municipio de Murcia. Son 221,5 kilómetros de recorrido, casi el 10% de las de toda la Región, y ocupan 646,8 hectáreas, algo más que el Parque Municipal del Majal Blanco. Sin embargo, su estado actual es muy preocupante, debido al decrecimiento de la actividad ganadera trashumante y del desarrollo de otras actividades socioeconómicas que han ocupado el territorio tradicionalmente destinado a la ganadería. El desarrollo urbanístico, la instalación de industrias, el crecimiento del regadío y el trazado de viales han sido los factores que más han contribuido al deterioro de las vías pecuarias del municipio de Murcia. Este es el caso de la Cañada Real de Torreagüera, desaparecida en gran parte por ocupaciones de todo tipo cuando en realidad debería contar con una anchura superior a 75 metros y una longitud de 23 kilómetros.

            (“Murcia, Claves del Pasado”: Antonio J. Mula y Juan Martínez)

1 comentario:

  1. estupendo,me recuerda mí infancia soi hijo del pueblo y nací en la calle Procesiones si digo el nombre de mí abuelo José Ortuño Soto(a podado el mazo) mi abuela Carmen Martínez Sánchez (la mairroca) vendía en la plaza de abastos. os doy las gracias en general por recordar mí infancia

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