miércoles, 14 de octubre de 2020

LOS CEMENTERIOS DE LA VILLA

 

Pedro L. Cascales López

Juan Cánovas Orcajada

 

Dedicado a Luis Hurtado Descalzo, que no pudo acabar su trabajo sobre la historia del cementerio (†) y a David Sánchez Rosique, ambos funcionarios del Ayuntamiento, que durante muchos años ejercieron la labor de gestionar el cementerio de Alcantarilla; así como al oficial mayor Joaquín Martínez López (†) que tanto se interesó y cuidó de todas las cosas del cementerio

También hay que hacer mención y agradecer las facilidades encontradas en el Archivo Histórico Municipal en la persona de su archivera María Rosa Gil Almela, a fin de poder efectuar la búsqueda de la oportuna documentación, sin lo cual no hubiera sido posible el realizar estas páginas 

 

            Tras el traslado de la población en el año 1545, y la construcción de la nueva Iglesia de San Pedro, los enterramientos se fueron realizando tal y como era costumbre en aquella época, junto a los muros de la Iglesia; y así, el tramo de la actual Calle de las Ánimas, entre la Calle Mayor y Calle de San Pedro a espaldas de la Iglesia, era conocida como “Calle del Osario”, figurando con esta denominación hasta mediados del siglo XIX.

            Además, para personas pudientes que sí podían pagarlo, la propia Iglesia contaba con una cripta bajo el altar mayor (que todavía existe, aunque cegada) en donde recibían sepultura ese reducido número de alcantarilleros.

 

Detalle del plano de 1756 realizado según los datos aportados por el Catastro del Marqués de La Ensenada, con el lugar de enterramiento anexo a la iglesia. PLCascalesL

 

            Pero la población de la villa iba en aumento, y tras su notable incremento a lo largo del siglo XVIII, ese pequeño cementerio resultaba ya absolutamente insuficiente para poder albergar más sepulturas, por lo que de forma continuada era necesario el tener que hacer exhumaciones e ir trasladando los restos a un osario sin poder respetar unos espacios de tiempo razonables, lo que causaba el lógico malestar entre los familiares de las personas allí enterradas.

            La situación presentaba ya, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, un serio problema para las autoridades municipales que se veían, con toda la razón, continuamente demandadas por los habitantes de Alcantarilla.

Ante este grave y acuciante problema, se optó en el año 1812 por una solución de compromiso, sin aspiraciones de futuro, que fue el solicitar a los Padres Mínimos del Convento de San Francisco de Paula autorización para poder proceder al enterramiento de los habitantes de Alcantarilla en un lugar ubicado dentro de unos terrenos cercados con un sólido muro y que eran propiedad del convento, compensando a sus propietarios con una cierta contraprestación económica. Parece ser que una primera idea de enterrar a los fallecidos “en una zanja” dentro de la inconclusa Iglesia del convento no prosperó.

La ubicación exacta de esta zona de enterramientos no la conocemos, pero es lógico deducir que estaría situada en un lugar que reuniera dos condicionantes: una, que estuviese alejada del convento; y dos, que el terreno a ocupar fuese el de más escaso valor o rentabilidad agrícola, y por lo tanto, por encima del nivel de las aguas de las aceñas con las que se regaba una buena parte del llamado “Huerto de los Frailes”, es decir, estaría situado en la parte más alta del cercado y al norte de la cañada que desde la actual estación del ferrocarril desembocaba en el Río Segura pasando por el citado Huerto y bajo el acueducto de la cequeta.

Supuesta ubicación del lugar de enterramiento de los alcantarilleros, desde principios del XIX hasta el último tercio de este citado siglo. Plano de 1756 según el Catastro de La Ensenada y foto aérea de Google Maps

 

            Desde luego, estaba en los ánimos del Ayuntamiento el construir un cementerio, pero la que hoy tan pomposamente se llama “tesorería municipal” era en aquellos años de principios del XIX un “estuche de telarañas municipal”. Se había soportado una guerra contra los franceses que había tenido además una incidencia muy directa en el Ayuntamiento con la quema de sus archivos; corrían tiempos muy problemáticos de gobierno y desgobierno, existía una primera Constitución muy difícil de aplicar, el bandolerismo reinaba en los caminos, los problemas de todo tipo se acumulaban y el hambre y las enfermedades se cebaban en las poblaciones. 

            Y así, bajo este clima, el 4 de julio del año 1820 se reúne el Ayuntamiento para debatir sobre el grave problema de la falta de un lugar en donde sepultar a los fallecidos, porque el emplazamiento del Huerto de los Frailes, que venía utilizándose desde el día 10 de mayo de 1812 ya no había podido seguir siendo usado desde primeros del año 1816 por la negativa de los Padres Mínimos a ello, en base a que ni se les había pagado lo acordado por la Junta de Sanidad, ni se habían realizado las oportunas obras de un cercado adicional, por lo que “cuantos cadáveres se enterraban, en el momento eran comidos por perros y zorras”. Ante esa situación se había recurrido al cura párroco así como al obispado para que se promoviese la construcción de un cementerio, pero todo había sido en vano; y ya desde el día 9 de abril de 1816 se estaban enterrando a los difuntos en el llamado “Hosario”, junto a la Iglesia parroquial, que se encontraba absolutamente “repleto de fragmentos de difuntos”, por lo que materialmente era imposible seguir haciendo enterramientos allí ni aun en el caso de desenterrar a unos para enterrar a otros.

            Debió intervenir el cura párroco, que intercedió a su vez ante el obispo para hacerse cargo de la construcción del tan necesario cementerio. Y así, este anónimo cura, con la ayuda del obispado y sobre todo de los vecinos del pueblo que aportaron su mano de obra, construyó un cementerio que fue bautizado de El Salvador sobre unos terrenos cedidos por la familia García de la Cuesta (que más tarde emparentaron con los González-Conde), muy posiblemente a instancias del Obispo de la Diócesis.

            No se conoce la fecha de la construcción ni los detalles de la misma, pero todo esto es algo que se podría localizar en los archivos eclesiásticos. En todo caso, esa construcción debió realizarse aproximadamente hacia el año 1830, ya que al guardar silencio las Actas Capitulares significa que el problema de los enterramientos había desaparecido, porque en caso contrario, las protestas de los vecinos habrían tenido eco en los documentos municipales.
            El lugar elegido, junto al Camino Real de Madrid, que partía de la hoy Plaza de Jara Carrillo y también desde la Calle Mayor, por las Calles de La Nona y Cruz para los carruajes, se encontraba en la suave ladera del Cabezo del Calvario, luego llamado de las Cuevas de la Estación, muy cercano, por lo tanto, al lugar de enterramiento situado en el Huerto de los Frailes, por lo que el traslado de restos se simplificaba bastante, a pesar de lo cual, los traslados se mantuvieron hasta el año 1870. El terreno escogido presentaba una escasa pendiente de solamente unos dos metros en sentido norte-sur, lo que tuvo que facilitar sin duda las labores de nivelación.
 

Ubicación del cementerio en un plano de altimetría. PLCascalesL

Imágenes comparativas. A la izquierda el cementerio tal y como se contempla en la foto aérea de Julio Ruiz de Alda del año 1929 (Instituto Geográfico); y a la derecha superposición de los límites del citado cementerio sobre una fotografía actual (Google Maps). Se puede observar que el cementerio ocupaba lateralmente desde mitad del Cuartel de la Guardia Civil hasta la mitad del segundo bloque de viviendas protegidas. También parece evidenciarse que la construcción del ferrocarril, hacia 1860, obligó a ocupar una zona triangular en la esquina noroeste del recinto. La desaparición de 14 años de Actas Capitulares, entre 1860 y 1873 impide conocer el detalle de esas obras

            No vuelve a hablarse del tema del cementerio en las Actas Capitulares hasta pasados 60 años, cuando se dice que en Alcantarilla se construyó un cementerio junto al antiguo Camino de Castilla hoy Calle de Madrid hacia la tercera década del siglo XIX.

En la sesión del 7 de agosto de 1892, siendo alcalde Diego García “Romano”, se manifiesta:

El Sr. Alcalde (Diego García “el Romano”) manifestó: “Que esta Corporación Municipal se había ocupado diferentes veces de los asuntos relativos al Cementerio de esta villa, y que en la actualidad estaban encargados de velar por la buena conservación, higiene y salubridad del mismo los Sres. Don Tomás Montoya y Don Eduardo Cortina, Teniente Alcalde y Concejal respectivamente. Pero que a pesar de cuanto al particular se había hablado, nunca se había llegado a dar solución a las cuestiones pendientes, cuales son: la exacción de los derechos impuestos a los enterramientos, y lo que es más principal, a quien pertenecía dicho recinto.
            Los Sres. Concejales quedaron enterados de lo expuesto por el Presidente y se abrió amplia discusión sobre los dos extremos que abraza dicha exposición.
         Después de emitirse diferentes pareceres y de tomar cuantos antecedentes se creyeron del caso, tanto de personas antiguas cuanto de los Archivos Parroquial y Municipal, se acordó consignar como ciertos los extremos siguientes:
Primero.- Que el terreno que hoy ocupa el Cementerio fue donado al pueblo para dicho objeto y la cerca se hizo por prestación personal entre los vecinos, sin que costara dispendio alguno a los fondos municipales ni a los parroquiales; de forma que el Cementerio puede decirse con entera verdad que es del pueblo y para el pueblo.
Segundo.- Que bajo este punto de vista no han podido nunca exigirse derechos sobre los enterramientos, no existiendo otra exacción que la que personalmente llevaba el encargado o conserje, que era el de diez reales en cuerpos mayores y seis en menores por el trabajo material de la apertura de fosas.
Tercero.- Que siendo exclusivamente un Cementerio Católico, cabe afirmar que está bajo la inmediata inspección de la autoridad eclesiástica, por lo que a su carácter de recinto sagrado se refiere, así como en lo referente a la higiene y salubridad lo está bajo la tutela de la autoridad civil.
Cuarto.- Que debiendo atenderse a la conservación del edificio, así como a la reparación de sus muros, ha sufrido varias modificaciones la exacción de los derechos de apertura de fosas, unas veces cobrándolas directamente el sepulturero, como ya va dicho, otras cobrándose por encargados nombrados por el Sr. Cura Párroco y por el Ayuntamiento, y otras, por último, haciendo esta exacción el mismo Cura.
Quinto.- Que Comprendiendo el Ayuntamiento la necesidad de la conservación y reparación del Cementerio, venía consignando hacía ya bastantes años en sus presupuestos una cantidad en calidad de sueldo para el encargado de cinco reales diarios, con el fin de que el producto del arbitrio sobre fosas se invirtiera, como viene haciéndose, en las reparaciones y en amortizar la deuda que existía, de las que se habían llevado a cabo en tiempo del Sr. Cura Don José Ferrer (q.e.p.d.)”.

            Pero como todo esto había venido practicándose sirviendo únicamente de norma la buena fe y celo de las personas que se habían puesto al frente de la administración de los fondos del Cementerio, con el fin de darle forma, el Ayuntamiento por unanimidad acordó:

“Nombrar una Comisión compuesta por el Sr. Alcalde presidente y de los individuos de que antes se ha hecho mención, quienes asistidos por el Sr. Secretario invitarán a una reunión al Sr. Cura Párroco y al Coadjutor Don Alejo Montoya, que es el administrador de los fondos del Cementerio, autorizándoles, PRIMERO: Para revisar las tarifas, no admitiendo otras que las sancionadas por la costumbre, y éstas bajo el solo punto de vista del trabajo material que cuesta la apertura de fosas. SEGUNDO: Para convenir en la forma y manera de administrar en lo sucesivo los fondos del Cementerio. TERCERO: Para acordar la inversión que ha de dárseles, que no puede ser otra que la de atender a su reparación. Una vez solventadas de común acuerdo estas cuestiones, se someterán al Ayuntamiento para su definitiva aprobación, procediéndose entonces al nombramiento de la Junta de Cementerio de la que formarán siempre parte el Sr. Alcalde presidente y Cura Párroco, un concejal del Ayuntamiento y dos vecinos designados por éste, y otros dos por la autoridad eclesiástica.
            También acordaron consignar los Sres. Concejales que este estado de cosas debe considerarse interino y hasta tanto no se construya un nuevo Cementerio, en cuyo caso no regirá nada de lo hecho hasta aquí, sino que únicamente habrá que atenerse a lo legislado para esta clase de construcciones, debiendo percibirse los emolumentos por quien haga los gastos y esté encargado de su conservación”.

            Y llega el año 1894, en que ocurrió un hecho que nos narra el recordado amigo Diego Riquelme Rodríguez publicado en la Revista Fiestas de Mayo de 1980, y que por su indudable interés reproducimos íntegramente:

“El antiguo cementerio que hoy ocupa el actual matadero municipal, se denomina EL SALVADOR y el acta que hemos encontrado en uno de esos viejos legajos que de vez en cuando nos proporciona algún dato interesante, comienza diciendo: 'Despojo injusto de la Administración del cementerio del Salvador de esta Parroquia (se refiere naturalmente a San Pedro) a cargo del párroco de la misma'.
Ocurrió en febrero de 1894, los señores D. Juan Saavedra Alburquerque, D. Emilio López Palacios, D. Diego García López, D. Luis Carrillo Arnaldos, D. Juan Hidalgo Pagán, D. Antonio Bermejo y D. Alejandro Moreno, el primero como alcalde que lo era a la sazón y los demás señores como personas influyentes en la población, manifestaron al que entonces era cura propio D. José Pérez Alarcón, que entregase el libro de la administración o de cuentas del cementerio al Ayuntamiento, ya que se había acordado que las licencias de enterramientos las libraría el municipio, incautándose de la administración aboliendo todo derecho sobre los susodichos enterramientos. El cura protestó 'de tan injusto despojo' y dio conocimiento al prelado de la pretensión de dichos señores, que éste a su vez se dirigió al Gobernador quien hábilmente no hizo mucho caso al obispo, dando largas al asunto para no disgustar al alcalde omitiendo la más de las veces contestar a las comunicaciones del mitrado. El cura invocó la posesión inmemorial desde su fundación que siempre tuvo a su cargo y bajo tutela como entonces era de derecho, ya que los feligreses depositaron en la parroquia la dirección y administración del recinto sagrado haciendo por concurso de todo el pueblo las obras de cerramiento y ensanche, incluyendo la capilla que había del Cristo del Consuelo. Y sigue diciendo el escrito: 'Nada se escuchó, y como el objeto era librarse del pago de todo canon por enterramientos, según se venía guardando desde hace muchos años, tomó parte el pueblo a favor de la pretensión del alcalde y demás señores referidos y hubo de ceder ante la actitud amenazadora de muchos mal aconsejados y cuyas pasiones pronto se ponen al servicio de las malas causas'.
Desde aquella fecha, el cura sólo se circunscribió a dar papeleta de enterramiento en lugar sagrado a los que fallecían en la religión católica. Y de todo esto deducimos dos cosas. La primera que el antiguo cementerio no siempre fue municipal y la segunda que en realidad al pueblo le daba lo mismo que le cobraran los enterramientos la parroquia que el Ayuntamiento, de cualquier manera había que pagar por los nueve palmos de tierra que se dice que necesitamos para descanso de los restos mortales de los que tanto discutimos si eran galgos o podencos”. 

Del contenido de la documentación aportada por Diego Riquelme se podría deducir que el Ayuntamiento de Alcantarilla, en connivencia con el Gobernador Civil, expolió a la parroquia de Alcantarilla y a un donante benefactor, un terreno sobre el cual se había construido y utilizado durante unos 60 años un cementerio, pero como anteriormente se ha visto, esto no fue exactamente así.

De todas maneras, llama la atención que el obispado no recurriese a la intercesión de la familia González-Conde, donante de los terrenos, posiblemente por necesitar ya en esa fechas el cementerio costosas reparaciones que no podían ser sufragadas con el simple cobro de las tasas por enterramientos y resultar, al fin y al cabo, un suelo sacralizado, que no podía tener otro uso.

 
        Ahora bien, de haber recurrido el citado Obispo a los donantes, posiblemente la historia hubiese sido muy distinta, ya que si la familia González Conde les había donado el terreno hacia 1830, estos donantes tenían que haber sido los padres de Diego González-Conde y González-Valverde (Bullas 1840 – Madrid 1913), Marqués de Villamantilla de Perales, Senador vitalicio desde 1893 a 1913. Presidente de la Junta de Hacendados y del Partido Conservador. Diputado y Senador por Murcia y Gentilhombre de Cámara del Rey Alfonso XII. Si el Obispo hubiera comunicado a este señor que un Gobernador Civil de provincia y unas personas influyentes de un pueblo, querían arrebatarle a la Iglesia algo que sus padres habían donado, aunque no se hubiera realizado documento de donación, algo por otra parte no muy extraño; y este señor, como es lógico, hubiera tomado cartas en el asunto, todavía estarían pidiendo disculpas y haciendo reverencias el Gobernador y los ediles de Alcantarilla.

            Pero parece que el obispado simplemente “dejó pasar el asunto”, aunque lo que sí se produjo fue un gran daño para Alcantarilla al desaparecer, en manos de las “personas influyentes”, el libro “del que fue despojado” el párroco con todas las anotaciones de gastos y enterramientos llevados a cabo en el cementerio. Una vez más, documentos básicos de la historia de la Villa acaban en las manos de los de siempre, y de ahí, también como siempre: a la basura.
El 29 de octubre de 1906 el Ayuntamiento ya acuerda cobrar unas tasas por enterramientos.
No obstante, este tema, no acabó en ese año de 1894, sino que volvió a resucitar en el año 1952 y posteriores. Volveremos a él en su momento. Por lo pronto, desde el año 1894, el cementerio de El Salvador pasó a ser de facto propiedad municipal.

Sólo un mes después de la anexión municipal, en marzo de 1894, ya tenemos que el Ayuntamiento asume gastos en el cementerio:

“También manifestó el Sr. Presidente que por efecto de las continuas lluvias de estos pasados días, se había derruido la pared-muro del Cementerio nuevo que da al Poniente, habiéndose denunciado por el sepulturero que estaba tan al descubierto que podían entrar toda clase de animales. En vista de esta manifestación, el Ayuntamiento acordó por unanimidad declarar de urgencia este asunto y que al efecto se constituya en el acto en aquel lugar sagrado la Comisión de Policía urbana y rural, y con vista de lo apremiante del caso disponga lo necesario para que se proceda al levantamiento del muro. A este efecto se encargará de los trabajos necesarios al dependiente José Guzmán Montes.
También se dio cuenta de otra comunicación del Sr. Gobernador Civil de la provincia del 14 del actual en la que manifiesta que el Ilmo. Sr. Obispo de esta Diócesis le ha dado conocimiento de un oficio del Sr. Cura de esta villa, haciéndole presente que a pesar de las gestiones que ha venido practicando ante esta alcaldía, Juez y personas influyentes de la localidad para que se reconozca su autoridad gubernativa y administrativa en el Cementerio de esta villa, insiste este municipio en hacerlo suyo; sobre cuyo extremo pide informes dicha superior autoridad. El Ayuntamiento se enteró del contenido de la citada comunicación, y después de una amplia y detenida disensión, por unanimidad acordó consignar:
Primero: Que el Cementerio de esta villa es propiedad del Pueblo y para su disfrute y aprovechamiento, no habiendo pertenecido ahora ni nunca a la fábrica parroquial, la cual jamás ha hecho desembolso alguno para su construcción y conservación.
Segundo: Que bajo este punto de vista está bajo la inmediata inspección y autoridad del Ayuntamiento como representante del Pueblo, no ejerciéndose por la autoridad eclesiástica otras funciones que las que le corresponden como recinto sagrado.
Tercero: Que no habiendo tenido el Ayuntamiento antes de ahora conocimiento oficial de las cuestiones que hay pendientes sobre el Cementerio, no ha podido insistir en el propósito de hacerlo suyo, pues siempre lo ha considerado de la propiedad del Pueblo, en cuyo sentido no hay exactitud en la manifestación hecha por el Sr. Cura.
Cuarto: Que con vista de estos acuerdos, de los antecedentes que haya en el archivo y de los demás que puedan adquirirse relativos a este asunto, se conteste por la alcaldía al Sr. Gobernador, siempre insistiendo en que el Cementerio es municipal y que son ilegales cualesquiera arbitrios que sobre enterramientos haya impuesto el Sr. Cura de esta Iglesia”.

            En agosto, el Ayuntamiento continúa con las reparaciones en el cementerio:

“El Sr. Presidente manifestó que por el encargado del Cementerio de esta villa se le había hecho presente la necesidad de hacer trabajos extraordinarios para el arreglo de los varios cuarteles de que se compone, relleno de socavones, extensión de tierras para evitar los malos olores, y limpieza y desbrozamiento de todo el recinto. Que dicho cuidado había estado en el anterior año a cargo del Sr. Cura de la Iglesia Parroquial, pero que existiendo una cuestión pendiente de resolver sobre cual de la autoridad civil o eclesiástica había de ser la encargada de la administración del citado Cementerio, y estando en el día de hoy el Ayuntamiento, a él incumbía su entretenimiento, limpieza y conservación. Los Señores Concejales quedaron enterados de lo expuesto por el Sr. Alcalde, y por unanimidad acordaron: Autorizar al mismo encargado del Cementerio José Navarro López para que busque los braceros necesarios para el arreglo de aquel lugar sagrado, dándole también las órdenes oportunas para que exija de las familias de los fallecidos que reciban sepultura en el mismo, una arroba de cal que será metida sobre el ataúd al tiempo del enterramiento. No existiendo consignación en el presupuesto municipal para sufragar los gastos de Cementerio, toda vez que está pendiente de resolución la cuestión de derecho, los Sres. Concejales acordaron también que los que ocurran con motivo de la limpieza antes conocida se sufraguen con cargo al capítulo de Imprevistos, mediante la presentación y aprobación de la oportuna cuenta de dicho encargado”.

“Manifestó el Sr. Presidente que por el encargado del Cementerio José Navarro López, se le había presentado la cuenta de los gastos ocasionados en el arreglo del Cementerio, relleno de socavones, limpieza y entierro de restos humanos, importando treinta pesetas, y hallándola conforme fue aprobada, acordando su abono al mismo para su distribución entre partícipes”.

            Estas reparaciones siguieron en meses posteriores de octubre y noviembre:

“El Concejal Segundo Teniente de Alcalde Sr. Fuentes, como presidente de la Comisión de Policía urbana, manifestó que en las diferentes visitas giradas al Cementerio municipal de esta villa había observado, en el departamento destinado a Cementerio Civil, que se hallaba en muy mal estado las lomeras de sus muros, que estos estaban carcomidos, haciendo además falta de una puerta de entrada que tuviera consistencia. El Ayuntamiento tomó en consideración la moción hecha por el Sr. Fuentes, y por unanimidad acordó que inmediatamente se proceda a hacer las reparaciones por él indicadas, dando encargo y comisión al dependiente de este Ayuntamiento José Guzmán Montes, y haciéndose las obras, y haciéndose las obras por administración mediante su poca entidad. Y no existiendo consignación en el presupuesto ordinario para esta clase de gastos se acordó también sufragarlos con cargo al capítulo de Imprevistos”.

“Habiéndose suscitado diferentes dudas respecto a la forma en que han de hacerse los enterramientos en el Cementerio de esta villa, y correspondiendo la administración del mismo a este Ayuntamiento como en la actualidad se viene haciendo, se acordó autorizar a la Comisión de Policía urbana para que redacte y presente a la Corporación un proyecto de Reglamento para dicho Cementerio”.

            En febrero de 1895 se recibe una comunicación del Gobierno Civil:

“A la circular del Sr. Gobernador Civil de la provincia del 8 del corriente relativa a si en los Cementerios católicos existe algún local destinado para el enterramiento de los que mueren fuera de la Iglesia Católica, se acordó por la Alcaldía se le conteste afirmativamente por lo que respecta al de esta villa”.

Llegamos a 1897 y el alcalde Diego García López, el día 30 de mayo, informa a la Corporación de los trabajos que había encargado al conserje del cementerio José Navarro López desde el comienzo de año, que habían consistido en la limpieza del recinto, las cavas de los cuarteles y la adquisición de herramienta así como unas espuertas, suponiendo todo ello un gasto de 42 pesetas y estimando que no habrían más gastos en el resto del año.

En el año 1898 se procedió a realizar por el Instituto Geográfico el plano del término municipal y su deslinde con Murcia, y en uno de sus itinerarios topográficos quedó representado el cementerio de El Salvador. Desarrollo gráfico del cuaderno de itinerarios PLCascalesL

La situación financiera del Ayuntamiento, de los Ayuntamientos, en estos años, era realmente precaria. Sus ingresos eran mínimos, el nivel económico de la población era en su gran mayoría de casi pobreza, y aunque existían varios habitantes propietarios de tierras o de comercios que podían ostentar un cierto desahogo económico, con ello no bastaba para mantener una administración, aunque fuese mínima, y menos prestar servicios a los ciudadanos. Se llegó a dar el hecho irrepetible y que hoy nos puede parecer increíble –con razón–, de que dos o tres alcaldes de esos años llegaron a poner dinero de su bolsillo para efectuar algunas obras públicas muy necesarias.

Dentro de este contexto, el cobro de unas simples tasas era muy importante para el Ayuntamiento, por lo que con fecha 28 de octubre del año 1906 se implanta, entre otros, un nuevo impuesto consistente en el cobro de unas tasas para los enterramientos a realizar en el cementerio de El Salvador (al igual que cobraba la Iglesia y el pueblo se quejaba), calculando que con estas medidas generales de subida de tasas podría mantenerse el Ayuntamiento sin tener que recurrir a préstamos externos de complicada devolución.

El 5 de enero de 1908 es una fecha importante porque por primera vez, de una forma oficial, el alcalde Diego García López pone sobre la mesa la necesidad de construir un nuevo cementerio de la villa con las condiciones de higiene y capacidad que la normativa exigía. Hay que tener en cuenta que ya desde el año 1886 las autoridades sanitarias habían ordenado la clausura del recinto existente, pero claro, una cosa es querer y otra poder, y ya hemos visto que para el Ayuntamiento el construir un nuevo cementerio con sus propios medios se mostraba poco menos que como una quimera. 

El tema del cementerio adquirió pues, una importancia extraordinaria, ya que se trataba de la obra de más envergadura y compleja a la que el Ayuntamiento se había enfrentado, por lo que durante todo este mes de enero de 1908, se puso en marcha toda la menguada maquinaria municipal para acometer el reto: “Se trajo a la vista la legislación que rige en esta materia, quedando enterados los señores concejales de que había necesidad de hacer un Proyecto en forma autorizada por Perito facultativo; como quiera que para ello se requería la adquisición de terreno en sitio conveniente, se acordó nombrar una Comisión para que elija dicho terreno dentro del término y lo proponga al Ayuntamiento para incoar el expediente de expropiación. Quedan designados como componentes de esa comisión el Sr. Alcalde, los Concejales Don Francisco Riquelme Giménez y Don Antonio Soler Cámara, el Cura Párroco Don José Agino Guerra, el médico municipal Don Pedro Legaz Pérez, el farmacéutico titular Don José María Pérez Calahorra, los cuales darán cuenta de su misión a la mayor brevedad” (26-1-1908).

La comisión comenzó su investigación para localizar el terreno idóneo para la construcción del cementerio, presentando el 24 de mayo a la Corporación dos posibles ubicaciones: una, junto a la carretera de la Puebla de Don Fadrique, en el sitio de La Coroneja, unos terrenos propiedad del cura D. Ginés García Hurtado, procedentes de una Capellanía que usufructuaba, y que estaban situados a más de un kilómetro de la población, siendo de secano y poco productivos; y otra, en el llamado Camino de la Silla, a casi la misma distancia y con las mismas características del anterior, por lo que estaban seguros que el precio debía de ser entre ambos muy similar y no muy alto.

Vistas las dos opciones, se optó por los situados en la carretera de la Puebla de Don Fadrique por pertenecer a la Capellanía aunque estuviesen en usufructo del citado sacerdote D. Ginés García Hurtado. Como técnico de las obras se decidieron por el arquitecto José Antonio Rodríguez Martínez, residente en Murcia; y se acordó además incoar el oportuno expediente de expropiación forzosa por si acaso la Capellanía pusiese objeciones.

Pero los trabajos para lograr un nuevo cementerio no podían hacer olvidar el día a día del antiguo y sus continúas necesidades, las de siempre: aseo y limpieza, herramientas, cuerdas, espuertas y unas reparaciones en la casa del conserje, en la ermita (en donde estaba el Cristo del Consuelo) y, como siempre, en el muro de cerramiento. Todo ello hasta donde alcanzara el dinero previsto para el año 1908. 

En la sesión del día 12 de julio de 1908 el alcalde Diego García López presenta a la Corporación el proyecto redactado por el arquitecto Juan Antonio Rodríguez Martínez con los planos, memoria, presupuesto y pliego de condiciones facultativas y económicas del cementerio. En esta documentación se detalla que la superficie total del recinto es de 16.362 metros cuadrados, dividida en parcelas grandes para panteones, medianas y pequeñas, fosas-nicho, fosas sencillas y fosas generales para adultos y párvulos. La capacidad total del recinto es de 4.252 cadáveres; y tras consultar Archivo Parroquial y Registro Civil en el último decenio con referencia a las defunciones producidas en la población, se deduce la cifra de 125´4 enterramientos anuales, por lo que en teoría el nuevo cementerio podía ser operativo durante más de 30 años sin necesidad de producir exhumaciones. Mientras tanto, se urge al alcalde para que el cementerio de El Salvador se mantenga limpio mientras que no se clausure.   

            El día 24 de noviembre del año 1909, una Real Orden del Ministerio de la Gobernación aprueba los planos y demás documentos contenidos en el expediente para la construcción del nuevo cementerio, autorizando al Ayuntamiento para que ejecutase las obras, por lo que ya había que centrarse en el correspondiente expediente de expropiación forzosa para conseguir los terrenos.

            Sin embargo, un par de meses después, el alcalde informa a la Corporación que la comisión se había trasladado a los terrenos durante el mes de enero (de 1910) y habían observado que próximos a los terrenos elegidos existían otros que presentaban mejores condiciones y posiblemente un mejor precio, pero que no habían continuado las gestiones ya que el expediente estaba aprobado y podían existir problemas al efectuar un posible cambio, por lo que se debía consultar al arquitecto si era posible ese cambio.

            La comisión citó al arquitecto, y en el mes de marzo, se trasladaron al nuevo terreno elegido, no hallando inconveniente en el cambio, ya que se encontraba a la misma distancia del pueblo, tenía accesos, y solamente había que comprobar que el subsuelo tenía características adecuadas para el fin a que se destinaba, faltando únicamente conocer quién era el propietario de los terrenos y hacer unas catas para comprobar la idoneidad del subsuelo. Tras hacer esas oportunas catas en el mismo de marzo de 1910, resulta que existen diversos “bancos de piedra”, por lo que el alcalde Francisco Riquelme Giménez dice que se comunique al arquitecto director de la obra. No volvemos a tener referencia alguna sobre este tema.  

            El 17 de julio de 1910 el citado alcalde Francisco Riquelme Giménez, informa a los concejales que el Gobernador Civil le había comunicado la autorización para construir el nuevo cementerio en el lugar denominado “La Coroneja”, de acuerdo con los planos y condiciones presentadas, por lo que se debía proceder a la adquisición de los terrenos mediante un expediente de expropiación, siendo el propietario el mismo cura D. Ginés García Hurtado anteriormente citado, para lo que se nombra perito de la tasación del valor del terreno a Juan Antonio Vigueras Córdoba, perito agrónomo natural de Nonduermas.

            El 8 de enero del siguiente año de 1911 se da cuenta de que el perito ha tasado el valor de los terrenos en 525 pesetas (unos 3 euros de ahora) siendo su extensión de 46.965 metros cuadrados, uniéndose dicho informe al expediente y continuando con el procedimiento, por lo que la Corporación autoriza al alcalde para la realización de la correspondiente escritura ante el notario de la villa Manuel Hernández Muñoz (antepasado, entre otros, de la familia “Magritas”, de larga tradición notarial), que se llevó a efecto el día 12 de abril; y una vez realizado el trámite, se le comunica al perito que proceda a amojonar el terreno. 

            Se presentaba entonces el delicado asunto de la financiación de las obras, por lo que había que realizar una subasta pública para adjudicarlas al mejor postor. Y para sufragar estas obras, que se tenían que cubrir mediante la venta de parcelas y terrenos para enterramientos, se acuerda celebrar una reunión general en el Ayuntamiento citando a “todos los vecinos pudientes del pueblo” a fin de invitarles a que adquiriesen parcelas y terrenos.

            La reunión se señala para el día 25 de mayo de 1911, y en ella muchos vecinos muestran su interés en la adquisición de parcelas y sobre todo su satisfacción porque por fin se logre el que Alcantarilla cuente con un cementerio digno y acorde con la importancia y necesidades de la población.

            Se procedió seguidamente a iniciar la subasta para la adjudicación de las obras, con un importe tipo de 19.271´10 pesetas (116 euros), apareciendo su preceptiva publicación en el Boletín Oficial de la Provincia de fecha 19 de agosto y nombrando al Síndico de la Corporación José Pérez Ortiz para que asista a la subasta. Pero llegado el día, resulta que nadie se presenta, y la Corporación acuerda señalar una nueva fecha para dicha subasta, por lo que volvemos otra vez al Boletín Oficial y se señala la fecha del día 4 de noviembre. Y de nuevo la subasta queda desierta, aunque sí hay que abonar los honorarios del notario Manuel Hernández Muñoz, 154 pesetas, que preceptivamente había acudido en las dos ocasiones.

Ante esta situación, la Corporación acuerda dejar sobre la mesa el expediente y dar un plazo de quince días por si pudiese surgir algún interesado, y de no ser así, solicitar al Gobernador Civil la excepción de la subasta, algo que, tal y como se sospechaba tienen finalmente que llevar a cabo al no presentarse ningún interesado durante ese plazo de quince días, por lo que quedaba abierto el poder contratar directamente desde el Ayuntamiento al constructor de las obras.

Mientras, había que seguir atendiendo los gastos del antiguo cementerio de El Salvador, y el conserje del mismo José Navarro López, presenta la cuenta de gastos del año 1911 sobre herramientas, apertura de fosas y limpieza, por la cantidad de 42´75 pesetas; a lo que hubo que sumar, en el mes de abril del ya nuevo año de 1912, otra factura de 8´50 pesetas por acerar azadas y picos y adquirir dos astiles nuevos, todo ello a cargo del herrero Francisco Sevilla. 

Con fecha 14 de junio de 1912 por fin contesta el Gobernador Civil, accediendo a lo solicitado por el Ayuntamiento sobre realizar la contratación directa para ejecutar las obras del nuevo cementerio.

Con respecto al cementerio viejo, el dependiente del Ayuntamiento Gerónimo Manzanera presenta los gastos ocasionados en la reconstrucción y limpieza del pozo de agua próximo, así como otros gastos en herramientas, ascendiendo la primera a la cantidad de 101´50 pesetas y 30´26 pesetas la segunda. En el mes de octubre de ese mismo año también hace constar el conserje de que existe peligro de derrumbe de buena parte de los muros de cerramiento, por lo que el alcalde le autoriza a que acuda a cualquiera de los dependientes del Ayuntamiento para hacer las obras necesarias de consolidación y evitar el peligro; y realizadas esas obras, su importe asciende a 68´50 pesetas, presentando otra nueva cuenta antes de final de año por importe de 71 pesetas por la reparación de desperfectos de los muros. 

Con fecha 7 de diciembre de 1913 el alcalde da cuenta de la necesidad de comunicar al arquitecto director de las obras del nuevo cementerio, José Antonio Rodríguez, que con carácter de urgencia realice el correspondiente replanteo de la obra del cementerio para al menos poder hacer la cerca exterior y poder tomar acuerdo sobre si la obra se realiza por administración o por concursos parciales.

A tal efecto, el citado arquitecto realiza el replanteo de la cerca colocando una serie de estacas que definen perfectamente el perímetro del recinto, acordando el Ayuntamiento el día 21 realizar las obras por concurso, formando a tal efecto una comisión integrada por los concejales Antonio Pérez García y Mariano Soler Barceló para redactar el pliego de condiciones que debía regir para la adjudicación del concurso, habiéndose de celebrar el mismo el día 29 de enero de 1914 de diez a once de la mañana, al que se presentaron los maestros albañiles Juan Pacheco Pellicer y Damián Bernal Munuera (*), ambos de la localidad, resultando la oferta del primero más ventajosa que la del segundo, por lo que la Corporación acuerda adjudicar las obras para la realización del muro exterior del cementerio al citado maestro Juan Pacheco Pellicer [(*) este Damián Bernal fue el promotor-constructor, que algunos años después, podemos decir que fundó el actual Barrio de Campoamor construyendo varias manzanas de viviendas. Fueron las primeras. Lo hizo a lo largo de una calle trazada por él y llamada inicialmente “Calle Bernal”, pasando después a ser “Calle de La Fuente” por haberse instalado en ella una fuente para los vecinos cuando llegó a la población el servicio de aguas potables].

Tras esta adjudicación, en el mes de marzo de este año de 1914, comienzan las obras, siendo los pagos a efectuar por el Ayuntamiento de carácter mensual; y no contando con dinero, se acuerda que se proceda a vender parcelas a aquellos propietarios que prometieron comprarlas en la reunión que se había celebrado al efecto, por lo que se convoca otra reunión para el día 19 de abril citando a todos ellos. Celebrada la reunión con la asistencia de un buen número de personas se realizó la venta de más de veinte parcelas y se apalabraron muchas otras. Urgía dinero para poder pagar al contratista de la obra. 

El 4 de julio el alcalde Francisco Vivo López manifestó que creía de utilidad y hasta de necesidad que el Ayuntamiento poseyera una caja fúnebre, aunque modesta, donde fueran conducidos al cementerio para su enterramiento, tanto los pobres de solemnidad, cuyas familias no tenían medios de proveerse de una caja en que depositar los restos de cualquier familiar, como los transeúntes a quienes sorprendía la muerte en el pueblo, como recientemente había ocurrido; y en vista de lo expuesto se ordenó la construcción de una, cuyo coste según el recibo que presentaba, era de 15´50 pesetas.

Así mismo comunicó que las obras de construcción del muro exterior del nuevo Cementerio estaban próximas a ser finalizadas; y como era urgente abrirlo al servicio público, dada la situación de colapso de enterramientos en el cementerio viejo, se imponía la necesidad de nivelar el terreno cercado a fin de señalar las calles, paseos y los demás sitios que habían de ocupar las parcelas que se vendiesen a particulares, las fosas-nicho, y los demás departamentos que constaban en el plano, por lo que se comunicó al arquitecto que procediera a estudiar el menor coste posible de esa nivelación de los terrenos, así como que existiendo apalabradas un número considerable de parcelas para particulares, se les proveyera a estos de sus correspondientes títulos, exigiéndoles el pago de ellas para poder atender con estos fondos el coste de las obras ejecutadas por el concursante D. Juan Pacheco Pellicer según las certificaciones que expidiera el arquitecto director.

En el mes de julio ya estaba terminado el muro exterior a falta de su enlucido y la colocación de la puerta de entrada, por lo que se consideraba necesario el proceder al replanteo interior del recinto, marcando las oportunas calles y nombrando cada una de ellas; y como quiera que estos gastos no estaban comprendidos en el presupuesto: o sea, cuerdas, estacas, hitos, jornales, carros, labranza del terreno y su “trajillado” (traíllado), se acordó abrir una nueva cuenta de gastos para cubrir todo ello. Con referencia a los nombres de las calles se faculta al alcalde para que consulte con el cura párroco D. Sotero González de Lerma a fin de que aporte los nombres de los santos más populares y de mayor devoción en el pueblo a fin de dar su nombre a las diferentes calles del cementerio.

También se procede a redactar el Reglamento para Régimen Interior y Administración del recinto, entre el alcalde Francisco Vivo López, el secretario Juan Hidalgo Pagán y el párroco de la Iglesia, remitiendo una copia del mismo al Obispo y otra al Gobernador Civil, dando este último su visto bueno tras aportar algunas correcciones legales, y quedando todo aprobado el día 10 de octubre de este año de 1914.

Título de propiedad (nº 36) expedido por el Ayuntamiento a Josefa Egea Gómez el día 9 de septiembre de 1914 y ubicación de la parcela. Firma el talón el alcalde Francisco Vivo López, el secretario Juan Hidalgo Pagán y el síndico Alonso Lorente. Este título tiene su interés ya que en esta parcela se produjo el primer enterramiento del nuevo cementerio en esta citada persona Josefa Egea. A continuación trataremos el tema de esta familia.

Llega el año 1915, y el día 27 de enero se procede a la bendición del nuevo cementerio municipal de San Pedro Apóstol de Alcantarilla por parte del cura párroco, con la autorización del obispo de la diócesis, estando presente el alcalde y los concejales del Ayuntamiento que quisieron asistir al acto; levantándose la correspondiente acta y quedando abierto al público el recinto. 

El primer enterramiento que se llevó a cabo en este nuevo cementerio fue el de Josefa Egea Gómez. Josefa era sobrina política de José Toral, nacido hacia el año 1804, y tenían el domicilio en el nº 20 de la Calle de la Cuesta, en su final, lindando con la casa del cura D. Ginés García Hurtado que daba a la Calle Mula; era una amplia casona de dos plantas que contaba en la parte trasera con un gran huerto por el que discurría la cequeta y en el que existían grandes plátanos y palmeras. Esta casa había sido el domicilio de José Jara García que mandó un grupo de guerrilleros que combatió a los franceses y posteriormente a los liberales, llegando a ser nombrado mariscal de campo por el general Narváez. Murió en Madrid a donde se había trasladado a vivir.

Los Toral pertenecían a una familia procedente del noroeste de España que habían venido primero a Murcia y posteriormente se instalaron en Alcantarilla. Aquí vivía José Toral, viudo, al cuidado de su sobrina, más de treinta años menor que él, había nacido el 25 de noviembre del año 1838, y una sirvienta. José Toral era propietario además, entre otras fincas, de una casa y tierras junto a la acequia de La Daba y El Azarbón (a unos treinta metros al norte del actual Mesón La Rueda). A la muerte de José, su sobrina, hacia el año 1900, vendió la casa de la Calle de la Cuesta a Eduardo Pagán, procedente de Murcia, para una industria de jabones, vendiéndola éste a su vez a Juan Antonio López Martínez (el promotor de la casa del jardín) que construyó un gran edificio para envasado de aceites en 1918, que finalmente fue adquirido por el marido de su sobrina Resurrección, Miguel Cascales Sánchez en el año 1935 para ampliación de su fábrica de conservas vegetales. 

Tras vender la casa de la Calle de la Cuesta, Josefa Egea se instaló en una casa de la Calle Mayor frente al Ayuntamiento (en este lugar se encuentra hoy el Juzgado de Paz), siendo conocida en la población como Josefa o Pepa "Toral", en relación con el apellido de su tío José con el que tantos años había vivido y al que había heredado. Josefa falleció el día 26 de enero del año 1915, a los 77 años, y era hija de Leandro y de Catalina. Y como no tenía descendencia sus bienes los heredó su buen amigo el secretario del Ayuntamiento Juan Hidalgo Pagán, que también sin descendencia, legó estos bienes a su sobrino José Pérez de Tudela Hidalgo.

El cementerio ya estaba cercado, pero los gastos eran superiores a los ingresos por la venta de parcelas, y los pagos al contratista habían de realizarse según iba evacuando certificaciones el arquitecto director de la obra. También el alcalde presentó la cuenta de los gastos realizados en jornales, así como los derivados de la utilización de carros y caballerías empleados en “emparejar” el terreno, apertura de las calles, poner los hitos para la división de parcelas y demás, siendo autorizado para ello en las sesiones de 9 y 16 de julio de este año de 1915, ascendiendo la cuenta presentada por el maestro albañil Juan Pacheco Pellicer a 672´86 pesetas. La deuda ascendía ya a 1.839´05 pesetas y se acordó satisfacer la cantidad de 500 pesetas a cuenta. 

            Pero con la inauguración del cementerio y la esperanza de vender parcelas, no acababan los problemas económicos para el Ayuntamiento; y además surgió de inmediato algo que posiblemente no se había tenido en cuenta o se había minimizado: la necesidad de que existiesen con urgencia fosas-nicho y fosas generales “para la clase proletaria” en aquellos lugares en los que el arquitecto ya lo había previsto, por lo que en el mes de noviembre de este año de 1915, se acuerda construir 6 nichos y 2 fosas generales, contratando el trabajo por administración y colocando al frente de todo ello al dependiente del Ayuntamiento José Guzmán Montes, que debía llevar el control de jornales y de materiales. Estas obras importaban, sólo para 4 nichos, la cantidad de 90 pesetas, además de jornales para la apertura de fosas generales, acerado de picos y herramientas, espuertas, maromas, lías y “una cruz grande de madera pintada en negro para tan sagrado lugar”.

            En la sesión municipal del 13 de mayo del año 1916, el alcalde Juan Antonio López Martínez informa a los concejales de la necesidad de contar con un caudal suficiente de agua para las necesidades del nuevo cementerio, para lo que sería oportuno el realizar un pozo. El concejo ve oportuno y necesario lo expuesto y se acuerda ejecutar esa obra encargando de la misma al dependiente del Ayuntamiento José Guzmán Montes para que lleve el control de gastos.

            A final de año, el oficial de la secretaría Alfredo Abellán da cuenta de los ingresos obtenidos con la venta de parcelas en el cementerio, resultando en el tercer y cuarto trimestre unas entradas de 161 pesetas (lo que no puede decirse que fuese muy alentador).

            También el alcalde expone que para el nuevo año de 1917 se había previsto el crear la plaza de conserje para el viejo cementerio de El Salvador, dotada con una gratificación anual de 188 pesetas, proponiendo para la misma a la persona que lo era en ese momento del cementerio de San Pedro, José Navarro López, quedando por lo tanto vacante la plaza de conserje en el nuevo cementerio, dotada con 550 pesetas. Continua el alcalde manifestando “que no le guiaba otro móvil que el de dotar al nuevo cementerio de un conserje de energía para los diversos trabajos que se requieren en tan sagrado lugar, ya que el que lo venía desempeñando, por su edad, estaba incapacitado para ello”. La Corporación considera acertada la propuesta y se nombra como conserje del nuevo cementerio de San Pedro a Francisco Ortega Giménez (que no estaría mucho tiempo en su cargo).

            No obstante, era necesario el terminar la casa para el citado conserje, cuya construcción se encontraba paralizada y que se hallaba ubicada a la izquierda de la puerta de entrada y adosada al muro de cerramiento del cementerio.

            Dos años después, el 22 de junio de 1919, estando ya en el cargo de conserje otra persona, Lorenzo Castillo Provencio, presenta su renuncia ante el alcalde Antonio Pérez García argumentando el estar muy mal de salud y no poder realizar el trabajo satisfactoriamente. La Corporación acuerda que mientras que no se provea esta plaza, se haga cargo de ella el conserje del cementerio de El Salvador, “tal y como ya en otras ocasiones se ha efectuado”. ¿Qué pasaba por las noches en el cementerio?

            En septiembre de 1921, José López Capdepón, eminente científico, que tenía su casa natal en la hoy llamada Casa de Cayitas, solicita una parcela en el terreno destinado a Cementerio Civil y que se le dote de una puerta ya que se encontraba la zona tabicada con ladrillo, a todo lo cual se accede por parte de la Corporación.

            También se recibe en las mismas fechas otra instancia de Juan Pacheco Pellicer solicitando que se abonen las 500 pesetas que se le adeudan de acuerdo con las certificaciones realizadas por el arquitecto Juan Antonio Rodríguez entre los años 1916 y 1921. 

El 14 de abril del año 1922, siendo alcalde Pedro Cascales Vivancos, el encargado del cementerio presenta una nota sobre las necesidades que existían en el cementerio de San Pedro Apóstol: arreglo de la puerta exterior, poner puertas a los apartados, arreglar el pozo que no tenía agua y hacer un aljibe para el conserje, lo que se consideraba de extrema necesidad por la distancia que había que recorrer para poder abastecer a su casa de agua, acordándose el construir uno con una capacidad de 7.000 cántaros, que podría costar unas 600 pesetas, quedando el alcalde autorizado a hacer el contrato y ejecutar las obras. En el mes de julio de este año de 1922 también se colocó la puerta de entrada al Cementerio Civil, con un coste de 125 pesetas.

Y de nuevo se volvió al tema de las paredes del cementerio viejo, que amenazaban derrumbarse, ascendiendo su reparación a 52´50 pesetas.

En noviembre ya se había construido el aljibe y su coste ascendió a 989´40 pesetas, a lo que hubo de sumarse los gastos de limpieza y saca de tierras del cementerio por valor de 240 pesetas.

Son habituales desde ya hace tiempo, las solicitudes de traslados de restos desde el cementerio de El Salvador al nuevo de San Pedro Apóstol, y siempre se había tratando de meros trámites siempre y cuando se cumpliesen los plazos sanitarios pertinentes. No obstante, ahora se advierte progresivamente en las actas la aparición de una burocracia política empalagosa, inútil, y perjudicial para los vecinos, que perdurará durante aproximadamente una década y complicará innecesariamente el traslado de los restos de familiares al nuevo cementerio.

 

En el año 1923 se realizó el plano catastral de rústica de Alcantarilla apareciendo por vez primera el nuevo cementerio en la documentación. Repr. PLCascalesL

El alcalde Pedro Cascales Vivancos informa a la Corporación, con fecha 23 de septiembre de 1923, que con motivo de no existir ninguna fosa general abierta en el cementerio había dado orden de abrir una para poder atender los enterramientos, ascendiendo el gasto a 243 pesetas. También se dio cuenta del pago de 13 pesetas realizado al carretero de la población Rafael Fernández por haber trasladado al Depósito Judicial el cadáver de Francisco Zarco, que había sido arrollado por el tren correo en la estación de la villa el día 9 de septiembre pasado. 

Ya en el año 1925, en la sesión del día 8 de octubre, el alcalde Ángel Galindo Caballero informa que el plano del cementerio se encuentra en muy malas condiciones de conservación debido a su continuo uso, proponiendo que se saquen nuevas copias y que un original se conserve en un cuadro para de esta manera evitar su deterioro. Las copias se encargan a Manuel Ochán de Murcia, en total seis planos, por un importe de 78 pesetas.

El piloto del “Plus Ultra” Julio Ruiz de Alda, asesinado en agosto de 1936 en Madrid, realizó el año 1929 un vuelo fotográfico de la cuenca del Río Segura para la Confederación Hidrográfica, obteniendo esta fotografía del nuevo cementerio de San Pedro Apóstol. Foto Instituto Geográfico Nacional

En el año 1933 se construye en la parte noroeste del cementerio el osario. Y llega el que habría de ser convulso año 1936, comenzando ya esas convulsiones en el cementerio en el mes de febrero, cuando: “El Sr. Garrido dice que el sepulturero del Ayuntamiento, Miguel González Alarcón, le había denunciado que el Concejal y primer Teniente de Alcalde D. Francisco Díaz Plaza, durante el mes de agosto pasado en que por permiso del Sr. Alcalde, desempeñando accidentalmente la alcaldía, había ordenado arrancar una verja que existía cercando una parcela en el viejo Cementerio de El Salvador y trasladándola al Cementerio Municipal la colocó en una parcela de su propiedad o de la propiedad de un hijo del Sr. Díaz Plaza. Que el valor aproximado de la referida verja es el de unas trescientas pesetas, habiendo entregado el Sr. Díaz al mencionado sepulturero cinco pesetas en concepto de propina, según expuso. Como quiera, sigue diciendo el Sr. Garrido, que tales hechos tienen cierta gravedad, en cumplimiento de su deber como Concejal que ha recibido la denuncia lo pone en todo conocimiento de la Corporación Municipal para que ésta resuelva lo que estime más acertado, lamentando mucho tener que efectuarlo por tratarse de un compañero. El Sr. Alcalde estima que debe abrirse una información para depurar lo que haya en el asunto. El Sr. Alemán también es partidario de la información propuesta por el Sr. Presidente, y a tal efecto propone al Concejal D. Luis Sánchez García como Juez Instructor del expediente que con dicho motivo ha de abrirse, acordándose así”. Parece que los ánimos se caldeaban ya para lo que se avecinaba, aunque hay que reconocer que este titular también podría encajar muy bien en la actualidad.

Y el afectado por la denuncia se defiende: “Se dio lectura a un escrito suscrito por Don Francisco Díaz Plaza en el que manifiesta que en el expediente que se le sigue por el traslado de una verja desde el viejo Cementerio de esta Villa, le interesa aclarar determinados conceptos, en evitación de que se adoptaran resoluciones que afectasen a un tercero que no puede ser juzgado por no haber sido oído y que pudiera llevar aparejado un daño difícilmente reparable sin beneficio para nadie, que cuanto tiene relación con el traslado de la verja referida nada afecta al que suscribe, puesto que es su hijo Don Francisco Díaz Cortina el propietario de la misma, y quizá por su mayoría de edad no tiene con el exponente más vínculos que los derivados del parentesco; que por consecuencia de la tramitación del expediente ha podido enterarse que los principales motivos por los que se ha incoado se derivan de no haberse observado determinadas formalidades administrativas, entre ellas la de la necesaria autorización municipal y el ponerse en duda la propiedad de dicha verja para su libre disposición por parte de su referido hijo, sin que esto afecte para nada las consecuencias de dicho expediente, en el que ni siquiera ha sido oído, no ha tenido inconveniente alguno en facilitarle, para que pudiera presentarlo al Ayuntamiento, el recibo suscrito por un familiar de la persona que figuraba en el enterramiento del Cementerio y a cuya suscripción concurrieron dos testigos, y en el que se justificaba que por su título, que no es este el lugar apropiado para discutir ni examinar, ya que ello no parece ser incumbencia de un Concejo, sino de los Tribunales de Justicia, había adquirido dicha verja, con lo queda debidamente esclarecido dicho extremo; que en el otro aspecto referente al de la autorización municipal para el traslado de la verja, su referido hijo afirma que si procedió a realizarlo fue porque estimó que se había encargado de cumplir con dichas formalidades quien le transmitió la propiedad y por eso no se ocupó en el caso de interesar por su parte una autorización, pero que si esto solo la dificultad que puede presentarse, está dispuesto a subsanarla e incluso a abonar aquellos arbitrios que estén en vigor y que le sean legalmente exigibles, por lo que suplica que teniendo por presentado dicho escrito con el recibo que acompaña, se sirva el Ayuntamiento resolver en el sentido de autorizar mediante el pago de aquellos arbitrios exigibles, el traslado de la verja, propiedad de su referido hijo. Al citado escrito se acompaña un recibo por el que D. Francisco Díaz Cortina ha satisfecho a D. José Fernández la cantidad de cien pesetas por el importe de una verja. El Sr. Alemán dice en nombre de la minoría de Izquierda Republicana que representa, que para formar un juicio exacto exponga el Sr. Juez Instructor de dicho expediente, el estado en que se encuentra, pues dijo que se transitaría rápidamente. El Sr. Sánchez García dice que no cree que el Sr. Alemán haya tenido intención de molestarle con su intervención anterior, manifestando que espera cuando se dé cuenta del expediente, resplandezca su actuación. Sigue manifestando que el expediente se haya terminado, no habiendo sido traído ya al salón de sesiones porque el Alcalde anterior Sr. López Menárguez le rogó no lo presentara para poder ser estudiado. El Sr. Alcalde dice que tiene que hacer la aclaración que él no ha impedido el que venga el expediente al orden del día. El Sr. Alemán dice que no ha tenido propósito de molestar en lo más mínimo al Sr. Sánchez García, constándole el celo desplegado en la instrucción del expediente, y que hallándose éste terminado, según asegura el Sr. Juez del mismo, entiende que no debe ser admitido el escrito presentado por el Sr. Díaz Plaza. El Sr. Hernández Aráez muestra su conformidad con lo manifestado por el Sr. Alemán, en nombre de Minoría Socialista, y el Sr. Carpena dice igualmente que se halla en un todo conforme con lo propuesto, por lo que se acuerda en definitiva no admitir el escrito presentado por el Sr. Díaz Plaza”. Sin lugar a dudas, resulta evidente que los efluvios del Congreso de Diputados habían llegado ya a Alcantarilla. 

Poco antes de comenzar la Guerra Civil, el día 4 de marzo de 1936 parece que el cementerio de El Salvador ya había sido totalmente desalojado de restos después de haber acordado el Ayuntamiento la llamada monda del mismo. Ya era un terreno desacralizado que quedaba disponible para el municipio. Pero su historia, como luego veremos, no había terminado todavía.

El 8 de abril de 1936, con una España ya sin rumbo, y siendo alcalde Jesualdo Pérez Carrillo, el concejal Carpena, a propósito del paro obrero, propone: “Que intervenga el Municipio sobre los patronos industriales y propietarios para la colocación de todos los obreros en los diferentes trabajos particulares. Que el Municipio lleve a cabo en gran escala obras de urbanización tales como arreglo de calles y aceras, arreglo inmediato de las aceras de la Calle Mayor, desmonte del Cementerio Nuevo; la abolición de los alquileres para los parados durante todo el tiempo que dure el paro; suspensión de contribuciones y toda clase de gravámenes y cargas fiscales que pesen sobre los obreros en paro forzoso; reconocimiento por el Municipio del Comité de Parados; Intervención directa y efectiva del Comité de parados en todos los asuntos oficiales del Municipio y del Estado que les interese, como Bolsa de Trabajo, Oficina de Colocación Obrera, etc. Subsidio de tres pesetas diarias a todo obrero en paro forzoso a cargo del Estado, Municipio y grandes propietarios. Distribución de leche…”. Y así indefinidamente. De estas declaraciones se desprende que en el cementerio de San Pedro (ahora llamado Nuevo) existían todavía zonas que no habían sido niveladas, cosa lógica, y que por lo tanto podía ser un lugar en el que poder generar jornales. ¿Pero, lamentablemente, de dónde saldría el dinero para todo?

Con la llegada de la Guerra Civil, el cementerio fue protagonista en sus muros del único hecho luctuoso que vivió la población durante la contienda. Pero llegó la paz, y aunque lentamente, la vida fue volviendo a la normalidad, y para entonces el cementerio necesitaba una ampliación. Los cálculos del arquitecto Juan Antonio Rodríguez cuando hizo el proyecto del cementerio habían sido que serviría para “más de treinta años”, y desde su inauguración en el año 1915 habían transcurrido sólo 25, si bien, Alcantarilla había crecido más de lo previsto, sus industrias y comercios atraían a muchas personas de otros lugares, y además se había venido produciendo entre esta población una tendencia a la compra de suelo para edificar panteones familiares (tradición que también ha llegado hasta hoy con un crecimiento exponencial), algo que no había sido previsible en los momentos iniciales, dando lugar a una cierta distorsión en los cálculos que entonces se hicieron, por lo que el contar con nuevo suelo en el cementerio era en esos momentos una perentoria necesidad.

Por ese motivo, el alcalde Ángel Galindo Caballero decide proceder a una ampliación del cementerio municipal ocupando terrenos en la parte norte del recinto ya existente. Pero lamentablemente no tenemos los detalles de esa ampliación. A lo largo de los años, personas con cargo público o con acceso a los archivos municipales, se han ido apropiando en diferentes fechas de los libros de Actas Capitulares. Así, nos falta la documentación entre 1860 y 1873, justo cuando se produjo la importantísima llegada del ferrocarril, y también nos faltan los libros entre los años 1940 y 1944, aparte de otras fechas sueltas.

Desconocemos si la intención de estas personas que se llevaron los libros (y sin duda mucha documentación que falta), lo fue con intención de hacerlos desaparecer, si hubiese sido así, nos encontraríamos ante un comportamiento miserable y canallesco que ha causado un gran daño a la historia de la población. Y esos libros podrían encontrarse ahora olvidados, o no, en cualquier casa, o bien puede hacer mucho tiempo que acabaron en el vertedero. Queremos pensar que no hubo mala fe y que solamente se los llevaron de forma momentánea, y después, por diversas causas, olvidaron devolverlos. Dados los años transcurridos, es lógico pensar que los autores habrán fallecido. Hay por lo tanto que hacer un llamamiento a quién o quienes pudiesen encontrar libros municipales de actas en cualquier lugar, que sin dudarlo un momento los entreguen en el Archivo Municipal de Casa de Cayitas. Y que si alguien sabe que existe en su casa cualquier documentación antigua, lo comprueben. Pudiera ser que entre esa documentación se encuentren los libros de actas. Sería un acto digno que merecería el mayor agradecimiento por parte de todos.  

Lo que sí puede certificarse es que a finales de los años sesenta, cuando en compañía del secretario Fulgencio Saura Mira hicimos un inventario y clasificación de los libros de Actas, todos esos ya faltaban. Y nadie en el Ayuntamiento sabía nada, por lo que la desaparición era antigua.

Ángel Galindo Caballero, a pesar de los críticos momentos económicos en que se encontraba el Ayuntamiento tras una guerra civil, y por ello teniendo incluso que aportar él personalmente ayuda económica, llevó a cabo la necesaria ampliación que constaba con una superficie aproximada de 8.970 metros cuadrados. Esta ampliación coincide en el tiempo con la solicitud del cura párroco al Ayuntamiento de que se construya un Cementerio Civil dentro del recinto general a fin de que “en él se puedan inhumar los cadáveres de los que mueran fuera del seno de la Iglesia”.

A pesar de su deficiente definición, esta fotografía realizada por la fuerza aérea norteamericana el día 1 de agosto de 1946, permite detectar la ampliación del cementerio así como en dónde se ubicaban los primeros panteones, existiendo un acceso arbolado exterior al cementerio, con la casa del conserje ubicada todavía a la izquierda de la puerta de acceso y adosada al muro La línea de término con Murcia es la línea de color amarillo. Foto Instituto Geográfico Nacional

            Tras los primeros años de la posguerra vino el consiguiente crecimiento económico y vino también un cambio en el concepto de ayuntamiento; y estos ayuntamientos, que venían arrastrando funcionamientos y maneras más propias del siglo XIX que del XX, comenzaron a cambiar. Ya no se llevaba a una sesión de la Corporación si había que acerar o no un pico o que si había que pagar un dinero por transportar un cadáver. Por lo tanto, las actas de plenos y permanentes contienen menos información detallada sobre los acontecimientos de las poblaciones. Y en lo que nos ocupa, la historia del cementerio deja de ser esa historia del día a día que ya quedaba muy lejana pasando a ser una historia más global.

            Llegamos al año 1952, siendo alcalde Fulgencio Pérez Almagro “Melgar”, y nos encontramos con un hecho curioso que enlaza con lo que ya vimos en el año 1894 cuando el Ayuntamiento se hizo cargo del cementerio de El Salvador en contra del cura párroco y del obispado.

            En febrero de este año visita al citado alcalde Fulgencio Pérez Almagro el letrado Antonio Zayas Lidón, quien en nombre del obispado le manifiesta que los terrenos que ocupó el cementerio viejo pertenecían a ese obispado, por lo que lo ponía en su conocimiento a fin de poder llegar a un acuerdo amistoso y no verse obligados a interponer un procedimiento judicial.

            Ante ello, el alcalde le manifestó que de acuerdo con los antecedentes obrantes en el Ayuntamiento se consideraba que dichos terrenos eran propiedad municipal, por lo que se entendía que no había lugar a ninguna reclamación. Y así finalizó este primer contacto obispado-ayuntamiento sobre este asunto. Pero no acababa aquí el conflicto.

            Así, este asunto se reinició unos meses después cuando el Obispo dirige un oficio al Ayuntamiento el día 9 de octubre de ese año solicitando de nuevo la devolución de los terrenos del cementerio viejo, por lo que el tema se lleva a la sesión plenaria del día 7 de noviembre de 1952 en estos términos:

“Se dio cuenta de una comunicación del obispado de Cartagena en la que se manifiesta que los terrenos en que estaba construido el cementerio viejo fueron donados a la Iglesia por los antepasados de la familia González Conde para construcción del citado cementerio. Que la Iglesia construyó en los citados terrenos el cementerio en el que se han estado efectuando enterramientos hasta la construcción del nuevo cementerio de esta villa y que después de la monda del viejo, el Ayuntamiento se ha apropiado de los tan referidos terrenos, interesando el obispado sean restituidos a la Iglesia dándole posesión de ellos.

Los Sres. Concejales quedaron enterados del presente oficio del Obispado de Cartagena y por unanimidad acordaron que se entregue todos los antecedentes que existan en este Ayuntamiento referentes a dicho escrito, al letrado de Murcia Don Federico Jover González, para que emita un dictamen sobre dicha cuestión”.

Y en la sesión del día 6 de diciembre, se da cuenta del dictamen del abogado:

            “Se dio lectura íntegra al dictamen presentado por el abogado Don Federico Jover González, de Murcia, respecto a la posibilidad que tiene de prosperar un pretendido derecho de propiedad de la Iglesia sobre el antiguo cementerio municipal de esta villa. Del mencionado dictamen se desprende que vistos y examinados los antecedentes referentes a este asunto resulta que si es cierta la existencia de la donación a favor de la Iglesia de que habla el Sr. Obispo en su escrito de nueve de octubre pasado dirigido a esa alcaldía, siempre que conste y pueda mostrar la certeza y validez de la misma a efectos de reivindicación, dichos terrenos pertenecen a la Iglesia, por no haber transcurrido aún el tiempo necesario para poder darse la usucapción o prescripción extraordinaria a favor de este Ayuntamiento, pues dicho tiempo deberá empezar a contar a partir del cuatro de marzo de 1936, fecha en que se ordenó la monda de cadáveres, porque a partir de entonces fue cuando dejó de ser cosa sagrada y bien público y por tanro susceptible de ser adquirido por usucapción o prescripción ya que no se puede aplicar la usucapción ordinaria de diez años por carecer esta Corporación de unos requisitos exigidos para poder darse, cual es el de probar el justo título por el que se poseen los terrenos.

            Entiende también el abogado que la donación indicada por el Sr. Obispo es un poco dudosa cuando nada de ella consta en el Registro de la Propiedad, debiéndose tener en cuenta además, que los primeros titulares de la finca en el Registro, no llevan el apellido González Conde, y en esas primeras inscripciones ya consta la existencia del cementerio enclavado en la finca, por lo que de haber sido objeto de donación el terreno del cementerio debió hacerla persona de apellido distinto a González Conde.

            Si por el contario, tal donación a favor de la Iglesia no existiese o fuese nula con arreglo a derecho, no cabe duda que dichos terrenos no podrán ser reivindicados por el obispado.

            Los Sres. Concejales quedaron enterados del precitado dictamen así como de la contestación que el letrado, Sr. Jover, aconseja dar al obispado en el sentido de expresar que los terrenos del antiguo cementerio son propiedad del Ayuntamiento y siempre lo fueron, conforme le consta al obispado por comunicación dirigida por conducto gubernativo en marzo de 1894.

            Discutido ampliamente este asunto por la Corporación Municipal, unánimemente se mostró completamente conforme con el dictamen del abogado Don Federico Jover González, acordando mantener inexorablemente el criterio de sostener a toda costa y donde sea preciso que los terrenos en los que estuvo emplazado el cementerio viejo son propiedad del municipio”.

            El siguiente movimiento del Ayuntamiento es inscribir en el Registro de la Propiedad los terrenos, y así, el 15 de junio de 1953 el alcalde Fulgencio Pérez Almagro inicia un expediente para inscribir los terrenos del antiguo cementerio de El Salvador en el Registro de la Propiedad como pertenecientes al Ayuntamiento de Alcantarilla bajo el siguiente epígrafe: “Solicitando la inscripción de un solar, ocupado antiguamente por el cementerio viejo, ya secularizado, de esta población en el Registro de la Propiedad a nombre de este Ayuntamiento”.

            Y así, el citado alcalde dice: “CERTIFICO: Que el actual solar en donde estuvo construido el Cementerio, ya secularizado, de ésta población se halla situado en la calle del General Sanjurjo, antes Madrid, sin número, de ésta Villa,
             Que el mencionado terreno fue cedido gratuitamente para construir en él el cementerio de la población, por los propietarios del mismo hace más de cien años, sin que se hiciera constar ésta cesión documentalmente, habiendo sido construida la fábrica del Cementerio, Capilla y demás anejos por éste Ayuntamiento, quien desde el año de 1894 vino administrándolo directamente, hasta su secularización.             Actualmente el repetido solar se halla sin edificar, para ser aprovechado para servicios municipales.   
            Firmado: Fulgencio Pérez Almagro, alcalde. Francisco Martínez, secretario”.

Certificado expedido por el alcalde Fulgencio Pérez Almagro para inscribir en el Registro de la propiedad el solar del antiguo cementerio de El Salvador a nombre del Ayuntamiento. Archivo Histórico Municipal de Alcantarilla

Acompaña, entre otros documentos, otro certificado expedido por el secretario del Ayuntamiento Francisco Martínez Rodríguez (padre de Joaquín Martínez López citado al inicio) en el que dice: “Que en el inventario de los bienes que integran el Patrimonio de este Ayuntamiento, aprobado por la Comisión Municipal Permanente figura, entre otros, el siguiente, cuya propiedad trata de tiempo inmemorial.   

Un solar sobre el que estuvo construido el Cementerio Viejo de esta población, ya secularizado, de una extensión superficial de seis mil ochenta y dos metros cuarenta y nueve decímetros cuadrados (6.082´49 m2) que linda frente con la calle de su situación, derecha entrando camino viejo que conduce a Javalí-Nuevo, izquierda fábrica de Don José López Martínez y espalda terrenos de la R.E.N.F.E. 

Su valor según el expresado inventario es el de cien mil pesetas, y no tiene cargas.
         Y para que conste y surta sus efectos en el Registro de la Propiedad de Murcia para la inscripción del repetido solar, expido la presente, con el Vº Bº del Sr. Alcalde, en Alcantarilla a veinte y tres de enero de mil nueve cientos cincuenta y tres”. Volveremos a analizar este vidrioso asunto más adelante. El terreno quedó inscrito en el Registro con fecha 17 de septiembre de 1953.

El temerario y aventurado golpe legal llevado a cabo por el Alcalde Fulgencio Pérez Almagro con la burda operación de inscribir el terreno ocupado por el cementerio en el Registro de la Propiedad a sabiendas de la falsedad e ilegitimidad de este acto resulta patente; El mismo Alcalde reconoce y certifica que: “Que el mencionado terreno fue cedido gratuitamente para construir en él el cementerio de la población, por los propietarios del mismo hace más de cien años, sin que se hiciera constar ésta cesión documentalmente”. Por lo que nunca perteneció al Ayuntamiento; y por lo tanto, legalmente, una vez desacralizado ese cementerio, el suelo debía retornar a sus legítimos propietarios. Y esto se sabía. Lo reconoce el propio Alcalde Fulgencio Pérez Almagro y desde luego lo sabía el Secretario del Ayuntamiento Francisco Martínez Rodríguez. 

El Ayuntamiento jugó entonces con la baza de la prescripción de la inscripción: 2 años; pero en los primeros días de 1955, antes de cumplirse ese plazo, José María González Soriano, Procurador de los Tribunales, en nombre y representación de Joaquín González-Conde y García y hermanos, cuyos antepasados habían cedido el terreno para construir el cementerio para Alcantarilla, dirigió escrito al Ayuntamiento reclamando la devolución de los mismos una vez que ese suelo había sido desacralizado: “ya que los antepasados de sus representados toleraron se efectuaran enterramientos en dicho sitio, pero que después de la clausura del Cementerio les pertenece dicho terreno, interesando que por el Ayuntamiento se adopte el acuerdo de reconocer a sus representados como propietarios del repetido terreno”. 

Era ya alcalde de Alcantarilla Juan Martínez Beltrán, que recogiendo el testigo de su antecesor en el cargo, y posiblemente, no dudando de los supuestos derechos municipales sobre los terrenos del Cementerio Viejo, y teniendo sobre la mesa el proyecto para la construcción de una Casa-Cuartel para la Guardia Civil en esos terrenos, encargó al Letrado Asesor del Ayuntamiento Federico Jover González que realizase un nuevo dictamen sobre el caso; el cual evacúa con fecha 2 de febrero.

En este escrito, el técnico, sin duda consciente de que el Ayuntamiento carecía de soporte legal alguno para apropiarse de los terrenos, no puede evitar en sus razonamientos el incurrir en falsedades, manipulaciones y flagrantes contradicciones, aunque, para salvar la cara, en aquellos puntos más delicados en los que no puede presentar prueba alguna, emplea el “opinamos”, “pensamos”, “se me facilita”, “creemos”, etc.

Entresacamos los párrafos de su escrito que presentan un mayor interés: 

“El solar sobre el que se hallaba establecido el cementerio viejo de Alcantarilla, al desafectarse en el año 1936 del fin de interés público que tuvo, dejó de ser bien público para convertirse en terreno de propiedad particular, bien de la Iglesia, o bien del Municipio, según que el Cementerio hubiese sido parroquial o municipal”. Impecable exposición legal. 

“Creemos que el cementerio fue municipal y, por consiguiente, que los terrenos del viejo, después de clausurado, pertenecen al Ayuntamiento de Alcantarilla, cuya opinión deducimos de los antecedentes que se nos han facilitado”. Todos los antecedentes de gastos e incluso inscripción registral son posteriores a 1894.

“En cuanto a la transmisión de la propiedad de los terrenos donde se edificó, no constan antecedentes de haberse realizado a favor de la Iglesia ni del Municipio. Es evidente, no obstante, que dicha transmisión (compraventa, donación, expropiación, etc.) tuvo su realidad. El Excmo. y Rvdo. Sr. Obispo de la Diócesis, en su comunicación de 9 de Octubre de 1952 nos habla de la existencia de una donación de dichos terrenos a favor de la Iglesia realizada por la familia González Conde”. Queda patente que el municipio no aporta antecedente alguno de legitimación de propiedad.

“En los asientos del Registro de la Propiedad relacionados con la finca donde radicaba el viejo Cementerio no consta tal donación, –y tampoco que los mencionados terrenos hayan sido nunca propiedad de la familia González Conde–, por lo que, al admitir que es cierta dicha donación, creemos que, tal vez, pueda referirse a finca distinta, o que la donante se atribuyó una facultad que no tenía. Sobre quien construyera el Cementerio, tampoco nos constan antecedentes”. La donación pudo ser perfectamente verbal y no tiene porqué aparecer registrada. En cuanto a la familia González-Conde, evidentemente la donación no la hizo esta familia, sino la familia García de la Cuesta, hecho conocido por el letrado que en su escrito, sin darse cuenta, llega a hablar de “la” en vez de “él”, como así también conocía el letrado que Diego González-Conde y González-Valverde era el marido de Juana García de la Cuesta y Ruiz de Monsalve, hija de la donante de los terrenos. Por lo tanto, los hijos de este matrimonio María Fuensanta, Rosario, Diego y Joaquín González-Conde y García, los ahora demandantes, eran herederos legítimos de esos terrenos por parte de su abuela materna. El mismo letrado pone en su informe: “TÍTULO.- Fue adquirido por Doña Juana García Ruiz de González Conde, como heredera en usufructo durante su vida, por testamento de Doña Dolores García Ruiz de fecha 5 de Diciembre de 1884”. ¿No se había dado cuenta que pone: “García Ruiz de González Conde? ¡Y era ya inscripción 6ª!

            Algo muy interesante y que no podemos conocer, aunque debe constar en los archivos de RENFE (papeles de la antigua MZA), es que en el caso de que se hubiese expropiado o pagado parte del recinto del cementerio para colocar la vía férrea, sería muy importante el saber a quién se pagó y demás detalles del expediente. Nadie habla de ello. Podría ser otra prueba más de las ya existentes.

Y respecto a que “sobre la construcción del cementerio no constan antecedentes”, cabe preguntarse cómo podía haber sido posible que si el Ayuntamiento llevaba a sesión los gastos de afilar un pico no llevara a ninguna sesión la construcción de nada más y nada menos que un cementerio.

“Así pues, en cuanto a su origen, si bien no existen pruebas concretas, los indicios que poseemos nos muestran, como más probable, que en nuestro caso es Municipal”. Desde luego cuando el señor letrado habla de indicios se debe de referir a la familia González Conde y no al Ayuntamiento. Debe ser sin duda un error de la secretaria al copiar el escrito.

“En 18 de Marzo de 1894, consta que el Ayuntamiento en la sesión correspondiente a dicho día, que el cementerio es propiedad del pueblo para su disfrute y aprovechamiento no habiendo pertenecido ahora ni nunca a la fábrica parroquial, la cual no ha hecho desembolso alguno para su construcción ni conservación, estando bajo la inspección y autoridad del Ayuntamiento”. Según el letrado “alguien” donó al “pueblo” el terreno para el cementerio, y lo construyó bajo la “inspección y autoridad del Ayuntamiento” aunque no exista acuerdo ni documentación municipal alguna sobre ello. Queda patente el interés que en este año de 1894 tenían las personas “influyentes” de que el cura párroco les entregara el libro de construcción, gastos y enterramientos del cementerio.

“En la hipótesis de que el Cementerio hubiese sido construido por la Iglesia –cosa que hemos anotado como improbable–, llegaríamos a la conclusión de que, al menos en el año 1894, el cementerio fue municipalizado, perdiendo la Iglesia su jurisdicción sobre el mismo, excepto en lo relativo a sus funciones sagradas”. Claramente dice que en el año 1894 el cementerio fue “municipalizado”, luego antes no lo era.

“Teóricamente, según hemos razonado, el Ayuntamiento de Alcantarilla, como propietario de los terrenos que ocupara el viejo cementerio, tiene derecho a realizar en ellos las obras proyectadas. No obstante, si tenemos en cuenta la inscripción registral que ha llevado a cabo de los mismos el 18 de Septiembre de 1953 y que esta inscripción lleva aparejada la protección, frente a tercería, pasados los dos años, según el artículo 207 de la Ley Hipotecaria, recomendamos, como práctico, el que se espere al 18 de septiembre de este año para dar comienzo a las obras indicadas, en evitación de que las mismas, si se comienzan antes, originen reclamaciones que, cuando menos, llevan aparejadas, con los consiguientes gastos, molestias y pérdida de tiempo”. El letrado le dice al Ayuntamiento que los terrenos del antiguo cementerio son suyos pero “que por si acaso” se espere unos meses para iniciar las obras (del Cuartel de la Guardia Civil). Lo que no les dice el letrado es el peligro en el que se encuentran ante una posible doble inscripción de una finca realizada además con conocimiento y presunta mala fe.

Pues bien basándose en este dictamen, el Ayuntamiento remite al Procurador José María González Soriano el siguiente oficio con fecha 30 de abril de 1955:

“La Comisión Permanente de mi Presidencia, en sesión celebrada el día 27 del actual, después de darle cuenta del informe que fue solicitado del Letrado Asesor de este Ayuntamiento, respecto al escrito presentado por V. en representación de Don Joaquín González Conde y otros, solicitando se le reconociera la propiedad de los terrenos en los que estuvo enclavado el Cementerio de esta Villa, acordó por unanimidad desestimar, por infundado, el pretendido derecho de propiedad  que sobre dichos terrenos alegaba tener.

Lo que participo a V. para su conocimiento, con la advertencia de que contra dicho acuerdo puede interponer el recurso de reposición que señala el artículo 377 de la Ley de Régimen Local, dentro del plazo de quince días, a contar de la notificación, como trámite previo de los demás recursos que procedan”.


            Y aquí acaba la historia del primitivo cementerio de Alcantarilla, el Cementerio de El Salvador, después de tantas disputas y tantos comportamientos poco entendibles, y sin entrar en qué es más conveniente, si un cementerio parroquial o un cementerio municipal, cada población tendrá su opinión según las circunstancias de cada una. Aquí en Alcantarilla la municipalidad del Cementerio puede decirse que fue un gran éxito y dice mucho a favor de todos los que intervinieron en que ello fuese posible.

            En el Archivo Histórico Municipal no consta documentación alguna con referencia a que fuese recurrido el acuerdo municipal por parte de la familia González-Conde, a pesar de que tenía muchas posibilidades de haber ganado en los tribunales, lo que induce a pensar que debió de existir un acuerdo amistoso entre familia y ayuntamiento; y posiblemente uno de los condicionantes de ese acuerdo fuese que el ayuntamiento no especulase con los terrenos, lo que evidentemente no ocurrió, ya que los mismos fueron destinados a Casa Cuartel de la Guardia Civil, a Matadero Municipal y a viviendas sociales.

            Puede decirse que todos los alcaldes siempre habían prestado una especial atención al nuevo cementerio, y más o menos culminadas ya las obras de fábrica principales de ese cementerio de San Pedro Apóstol, el interés se volcó entonces en urbanizar y decorar el recinto.

            Juan Martínez Beltrán entre los años 1955 y 1956, promovió el ordenar calles, el ornato de avenidas, la colocación de bordillos, la construcción de una sala de autopsias, la repoblación de arbolado y el traslado de la casa del conserje frente a la entrada, invirtiendo 76.000 pesetas en todo ello, adecuando además una nueva zona de enterramiento con un coste de 300.000 pesetas. El concejal delegado de cementerio en aquellos años era José Martínez-Abarca que era la persona que dirigía todos estos trabajos.

            Hacía tiempo que existía en un amplio sector de la población el deseo de restituir la imagen del Cristo del Consuelo, que antiguamente se encontraba en una pequeña ermita en el cementerio de El Salvador, y que en la guerra esta imagen fue quemada, troceada y tirada a un vertedero, e instalarla en el nuevo cementerio de San Pedro Apóstol. De este sentir se hizo eco el alcalde Juan Martínez Beltrán que inició las gestiones para llevar esto a cabo, y así, en la Semana Santa del año 1955 anunció lo siguiente: “¿Por qué no construir una Capilla donde se rinda culto al Señor del Consuelo, que de siempre tuvo bajo su amparo a nuestros muertos en el viejo Cementerio, y que no fue llevado al actual por una política laica, hoy por ventura desarraigada? La milagrosa imagen del Crucificado debe volver junto a los sagrados restos de nuestros antecesores y para que, en su día, acompañe y acoja a los que todavía, por voluntad divina, no hemos rendido el postrero y decisivo viaje”. Dicho esto se comenzaron a hacer las oportunas gestiones de restauración, proyecto y construcción de una pequeña capilla en el cementerio, culminando todo ello tres años después como más adelante veremos.

Diez años después de realizar los norteamericanos la fotografía anterior del año 1946, el día 3 de mayo de 1956, realizaron un nuevo vuelo y de él podemos extraer y conocer la situación del cementerio. Tampoco esta fotografía tiene una resolución óptima, pero permite detectar el incremento de panteones a lo largo del eje central del recinto, la desaparición del arbolado en el camino de entrada y su ensanche, y el traslado de la casa del conserje, el famoso “Perales”, padre, y su hijo Miguel Férez del Cerro, ubicándola frente a la puerta de entrada y dejando de esta manera todo el muro frontal libre de obstáculos. Foto Instituto Geográfico Nacional 

            El diseño para la llamada “capilla” del Cristo del Consuelo fue encargado al arquitecto Víctor Bernal Beltrí y la obra fue realizada por el maestro Francisco Saavedra que ya había intervenido en la construcción de la Iglesia de San Pedro y del Convento de las HH Salesianas. Curiosamente, para poder subir las pesadas piezas de cantería, Saavedra utilizó los polipastos (“carruchones”) del maestro Cánovas, que al final se los dejó en herencia. No obstante, aunque en los planos del proyecto las dimensiones de la cruz son las adecuadas, se produjo un fallo a la hora de su construcción, ignorándose quién fue el protagonista. Lo cierto es que las proporciones de la cúspide de la cruz con relación a los brazos o el travesaño no es la correcta, y ello incide negativamente en el efecto óptico.

La capilla tuvo un coste de 101.904´99 pesetas (unos 600 euros de ahora) y el traslado del Cristo del Consuelo a su nuevo emplazamiento se llevó a cabo el día 2 de noviembre de 1958 (Revista Semana Santa 2018, María Rosa Gil Almela y Miguel López García). En el año 1960, Juan Martínez Beltrán acabó su mandato realizando una repoblación de arbolado en el cementerio, quedando el recinto en muy buenas condiciones tras las diversas obras de acondicionamiento que había realizado.

Capilla del Cristo del Consuelo a la entrada del cementerio actual y en el centro del primitivo. Revista Semana Santa de 1959


26 de noviembre de 1966. Vistas del cementerio y su entorno. Y ese entorno se veía negativamente afectado por la construcción de unas naves para la Escuela Profesional SANJE entre los muros del recinto y la carretera de Mula. La línea amarilla delimita el término de Murcia. Fotos PLCascalesL

            Siendo ya alcalde Diego Riquelme Rodríguez, en la sesión celebrada el día 22 de febrero del año 1967 se acordó el solicitar, entre otros, un crédito de 600.000 pesetas para la adquisición de unos terrenos para la ampliación del cementerio de San Pedro Apóstol, pero cuando ya se había obtenido ese crédito y estaba pendiente su empleo, resulta que con fecha 10 de abril de 1969 el alcalde da cuenta a la Corporación, sobre esa cuestión, que era necesario solicitar el cambio de utilidad de ese dinero para dedicarlo a las obras de fábrica de esa ampliación, ya que los hermanos Cobarro Yelo habían cedido de forma gratuita el suelo, con una extensión aproximada de 12.900 metros cuadrados.

            Necesariamente hay que hacer aquí una breve alusión a este alcalde, que procedente de la Organización Sindical, tenía una clara inteligencia natural, unas dotes de gestión poco habituales, tremendo respeto hacia todos, amabilidad sin límites, infinidad de contactos y amigos y una probada honradez. Durante su mandato llama la atención la cantidad de obras que llevó a cabo y que cambiaron Alcantarilla: pavimentación de calles (fastidiando a los críos que no podían llenarse de barro, ni hacer un “guá”, ni “escalabrarse” tirándose piedras), colocación de alcantarillados, Plaza de Abastos de Campoamor, Lonja de Pescados, nuevas redes de aguas potables, nuevo alumbrado público, Centro de Reconocimiento de Vehículos, Campo Polideportivo y piscina, escuelas y viviendas para maestros, Sección delegada del Instituto Cascales, Escuela San Jerónimo de Formación Profesional, depuradora de aguas potables de Cabezo Verde, nueva red para agua potable desde la Contraparada, ampliación y mejora del mercado de ganados y matadero municipal, Casa Cuartel de la Guardia Civil, creación de la galería de retratos de alcaldes y personas ilustres de la villa, construcción de viviendas sociales, Plan de Ordenación de la Huerta, proyecto de la nueva Casa Sindical y Centro Cultural, ambos en el solar del antiguo Cuartel de la Guardia Civil, aparte de las infinitas cosas del día a día a las que podemos llamar “pequeñas”. Y para finalizar, para distraerse: hizo el Museo de la Huerta.

            Con fecha 3 de octubre de ese año de 1969 la Corporación municipal acuerda: “Primero: Declarar comprendido en el número 1 apartado c del artículo 311 de la Ley de Régimen Local la obra de ampliación del Cementerio Municipal comprensiva de cercamiento, explanación, dotación de arbolado y zonas verdes, así como trazado de calles y parcelas de ampliación, cuyo presupuesto se ha fijado en 600.000.- pesetas; y que se realice por el sistema de administración directa para imprimirle a ello la deseada celeridad, todo bajo la dirección del Sr. Arquitecto Municipal. Segundo.- Que se haga manifiesto a los Sres. Cobarro Yelo el agradecimiento de la Corporación por la donación de los terrenos que lindan con el Cementerio”.

            De esta manera se llevó a cabo la segunda ampliación del cementerio de Alcantarilla, que llegaba ya con sus muros a los límites con Murcia. A partir de este momento, cualquier posible ampliación se mostraba muy complicada. También el Ayuntamiento llevó a cabo la delimitación y urbanización del primer aparcamiento frente a la fachada principal, entre ésta y la carretera de Mula.

Fotografía aérea de la compañía Geofasa hacia 1970, a punto de iniciarse las obras de ampliación. Ya se encuentra urbanizado el aparcamiento y la entrada al cementerio 

Y aquí, de manera recalcitrante y última, nos vuelve a aparecer de nuevo el fantasma del antiguo cementerio de El Salvador. El 20 de septiembre de 1972, el alcalde Fulgencio Pérez Artero, hijo del también alcalde Fulgencio Pérez Almagro que repetidamente ha sido anteriormente citado, solicita al Registrador de la Propiedad del nº 1 de Murcia un certificado sobre el solar del antiguo cementerio en el que conste que la inscripción de esa propiedad lo fue según certificación “en la que se contenía la circunstancia de que estos terrenos eran propiedad municipal de tiempo anterior a su inscripción”, para poder efectuar su cesión al Patronato Provincial de la Vivienda a fin de construir en ellos viviendas sociales. Con ello, los antiguos terrenos del cementerio de El Salvador ya se encontraban totalmente ocupados.


El triángulo formado por la ampliación de suelo del cementerio acoge inmediatamente numerosos panteones. La línea amarilla es el término de Murcia. Foto 11-8-1973 PLCascalesL

Dos años después de la imagen anterior, en el año 1975 la ampliación de suelo está ya casi colmatada, lo que puede dar idea de la demanda de parcelas existente, de forma paralela al crecimiento de la población. La línea amarilla marca la división con Murcia. Foto Instituto Geográfico Nacional

Junio de 1979. Vista del cementerio con el hoy pequeño aparcamiento en primer término, y las naves de SANJE entre los muros del cementerio y la carretera. Al fondo la línea amarilla marca los límites con Murcia. La ampliación realizada por Diego Riquelme se encuentra ya colmatada. Foto PLCascalesL

            Habían pasado apenas 15 años desde la ampliación llevada a cabo por Diego Riquelme, que había tenido su freno en la línea de demarcación con Murcia, por lo que las necesidades no habían sido cubiertas, y llegó a la alcaldía Francisco Zapata Conesa; y nos encontramos con un alcalde que, uno de los problemas con los que se encontró (ampliación de término y Plan de Ordenación aparte) cuando llegó a la alcaldía en el año 1979 fue la demanda de suelo en el cementerio municipal. Pero al contrario de otras veces, en las que el cementerio había podido ampliarse solventando solamente problemas financieros, ahora esa posibilidad ya era secundaria, ahora el problema consistía en una línea infranqueable de delimitación municipal con el Ayuntamiento de Murcia y el proyecto de una autopista que discurría junto a los muros del cementerio.

            En esos momentos estaba sobre la mesa la (larga y tediosa) negociación de la ampliación del término municipal de Alcantarilla; y de llevarse esta a cabo, tal y como se esperaba, la zona colindante al cementerio era una de las que sin duda pasarían a Alcantarilla. Era una esperanza. Pero todo era incertidumbre. La negativa de Murcia a cualquier acuerdo retrasaba y hacía peligrar cualquier ampliación. Y entonces el alcalde Francisco Zapata decidió actuar de forma contundente ante un problema que nos hacía recordar y retroceder a lo ocurrido cien años atrás, cuando existía aquella falta de suelo para enterramientos.

            Los propietarios de los terrenos colindantes con el cementerio, en el término de Murcia, eran los hermanos Cobarro Yelo, pero ya todos habían fallecido, por lo que hubo que ponerse en contacto con sus herederos, en este caso sus viudas, para plantearles la posibilidad de adquisición por parte del Ayuntamiento de los terrenos necesarios para una gran ampliación del cementerio. Los contactos fueron rápidos y los resultados muy esperanzadores, ya que la propiedad se encontraba dispuesta a vender al Ayuntamiento el suelo que fuese necesario para la ampliación que se pretendía hacer del cementerio y a un precio simbólico, muy por debajo de su valor de mercado.

            Se realizó la compra y casi inmediatamente, sin más trámites, el Ayuntamiento comenzó a construir el muro de cerramiento esperando de un momento a otro la aparición del Ayuntamiento de Murcia y del Ministerio de Obras Públicas para paralizar las obras. A finales del año 1985 ya estaba el recinto preparado para poder construir los primeros panteones, y en pocos meses todo el espacio se llenó de construcciones. El peligro había pasado, ya nadie podía parar aquello. El Ayuntamiento de Murcia guardó silencio y el MOPU trasladó la autovía unos metros hacia poniente. Algo más de dos años después, el día 25 de febrero de 1988 se hacía la delimitación de la ampliación de término de Alcantarilla y esos terrenos ya pertenecían legalmente a este municipio.      

Las obras de cerramiento de la nueva ampliación ya están realizadas y comienzan a construirse rápidamente los primeros panteones. A la derecha se ve el arbolado de la parte del cementerio correspondiente a la ampliación realizada por Diego Riquelme y el sendero por donde discurría en esos momentos el límite municipal con Murcia. Por lo tanto, los panteones que se están construyendo se encuentran en la demarcación del Ayuntamiento de la capital. Faltaban dos años para que este suelo fuese de Alcantarilla. Febrero de 1986, Foto PLCascalesL

11 de octubre de 2002. El nuevo recinto ya está prácticamente colmatado de panteones. Parece ahora oportuno el contemplar la posibilidad de accesos y aparcamientos en la parte norte-oeste. Foto PLCascalesL

            Han transcurrido los años, y el cementerio ha pasado de sus casi 17.000 metros cuadrados iniciales a casi 80.000, su superficie se ha multiplicado por lo tanto por cuatro. El tiempo dirá qué actuaciones requerirá el recinto en un futuro. Actualmente, posiblemente sea necesario un nuevo acceso por su parte de poniente ya que la distancia desde la entrada inferior a la parte alta es de casi 300 metros. Ya se verá.

            Hemos recorrido a grandes rasgos todas las vicisitudes que se produjeron con las zonas de enterramiento desde el traslado de la población en el año 1545 hasta poder llevar a cabo la construcción de un nuevo y definitivo cementerio para Alcantarilla en aquellos principios del siglo XX. Seguro que entonces, ninguno de los protagonistas que lo llevaron a cabo podía pensar que solamente cien años después, las dimensiones de aquel recinto iban a ser las que ahora son, pero es que la población de Alcantarilla ha crecido de forma exponencial; y en estos últimos cien años lo ha sido ocho veces más que todo lo que había crecido desde el nacimiento de esa población, es decir, desde hace unos 1.200 años.

Comparativo del recinto primitivo de 1915 y las sucesivas ampliaciones

 

Comparativo sobre fondo actual de esas ampliaciones

            El primitivo recinto del año 1915 contaba con unos 16.500 m2. La primera ampliación del año 1940 (alcalde Ángel Galindo Caballero) tenía unos 9.000 m2. La segunda ampliación del año 1970 (alcalde Diego Riquelme Rodríguez) unos 13.000 m2. Y la última realizada (alcalde Francisco Zapata Conesa) unos 40.500 m2. En total, el cementerio de San Pedro Apóstol de Alcantarilla cuenta actualmente con una superficie de unos 79.000 m2.

Plano esquemático del cementerio. Ayuntamiento de Alcantarilla

 

 

 

 

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