Pedro L. Cascales López
Mucho o poco, según se vea, se ha escrito sobre Los Arcos “el monumento hidráulico más importante de la Huerta” según algunos; pero a la vista está que para otros, los que mandan y tienen posibles, aquellos cuyas decisiones son supramunicipales y que en teoría afectan a “toda la Huerta de Murcia”, integrada dentro de los municipios de Murcia, Alcantarilla, Beniel y la recién llegada Santomera, la existencia de este acueducto milenario, iniciado por los romanos, aumentado por los árabes y terminado por los cristianos, es algo ignorado y por lo tanto carente de valor, porque difícilmente puede valorarse lo que se ignora o que físicamente no se ve.
Acueducto de Los Arcos en una acuarela de Andrés Navarro, año 1985, colección de 46 cuadros de Pedro L. Cascales López cedida al Archivo Histórico Municipal
Hasta que llegaron los motores de cuatro tiempos Los Arcos era un rincón apartado, muy tranquilo y casi misterioso, y junto a su estructura discurría el llamado “Camino Viejo de El Javalí”, de unos dos metros de anchura, con roderas y grietas de a palmo, y profundos socavones que se interponían en el paso de peatones, bicicletas y carros pequeños sin carga, porque si iban cargados no podían superar la cuesta de subida tras pasar la rambla hacia Javalí Nuevo.
Y esa cuesta hacía que peatones sin vértigo y ciclistas con aún menos vértigo o exceso de cazalla mañanera en el cuerpo, para evitar esa pesada subida, cruzaban la rambla pasando sobre el acueducto haciendo equilibrios sobre el muro de unos cuarenta centímetros de anchura y eligiendo, a la hora de caer, los diez o doce metros hasta el fondo de la rambla o el baño asegurado en la Acequia Mayor. Había de todo.
Fotografía aérea del vuelo de Julio Ruiz de Alda en el año 1929. Instituto Geográfico Nacional
Fotografía aérea de la empresa Paisajes Españoles de fecha 18 de agosto de 1968. Puede observarse la estrechez del camino, casi una senda, una vez pasada la rambla
La acequia Mayor baja algo falta de caudal dejando al descubierto la antigua solera de la Acequia de El Turbedal. Y la coronación de ese estrecho muro era la vía de comunicación más directa entre Alcantarilla y Javalí Nuevo para peatones y ciclistas. A la izquierda, arriba, tras el tronco de un frondoso albaricoquero (albercoquero) se adivina la famosa cuesta (Agosto 1968, PLCascalesL)
Este rincón era lugar de aventuras para unos críos que todavía no estaban descerebrados y no necesitaban dárselas de “machos” pintarrajeando paredes; y también era un lugar discreto para castos encuentros de parejas. Nadie podía pensar que este entorno único acabaría siendo lo que hoy es: un espacio enterrado, despreciado, abandonado y un lugar idóneo para que los padres de los pintamonas también tiren su mísera basura.
Entre todos la mataron y ella sola se murió, dice el refrán, y esto ha ocurrido. A veces, los administradores públicos o entidades con poder de decisión, con toda su buena voluntad, realizan actos que causan graves daños de difícil o imposible reparación. Y en Alcantarilla tenemos posiblemente uno de los mejores ejemplos de esos despropósitos: la destrucción de la antigua Iglesia de San Pedro para sustituirla por el engendro con la que se le sustituyó. Que cuanto más se la mira, más duele, más daño hace a la vista. Un engendro que, pase el tiempo que pase, no provoca el que se olvide lo que antes había en ese mismo lugar. El tiempo no lo cura todo, y este caso es de esos.
Los Arcos también fueron víctima del “vandalismo” legal, y llegado un momento en que era necesario el dar fluidez a la comunicación entre Javalí Nuevo y Alcantarilla, se decidió, repito, con toda la buena voluntad, ensanchar el antiguo camino y eliminar la cuesta de Los Arcos elevando para ello la rasante de la vía y condenado por lo tanto al acueducto a su enterramiento en vida.
El daño causado por la relación causa-efecto, tan evidente ahora, no lo era tanto en aquellos momentos, ni las economías públicas eran las mismas, ni la mentalidad tampoco; y desgraciadamente, por muy pocos años, no había llegado una conciencia cultural suficiente para evitar hacer lo que se hizo, y se sentaron, sin quererlo ni imaginarlo, las bases para convertir este entorno, digno de la mejor protección, en un vertedero y en un lugar intransitable, semienterrado, escondido, y con una fábrica que se resiente cada día más de ese nocivo ambiente en que se encuentra caminando poco a poco hacia su autodestrucción. Los Arcos no tienen futuro. Van muriendo lentamente.
La nueva carretera de Javalí Nuevo sentenció a Los Arcos. ¿Dónde están esos arcos? Parece que asoma la parte alta de su estructura como pidiendo ayuda y poder respirar un poco (Feb. 1978 PLCascalesL)
Y contra esta muerte lenta, a la que de vez en cuando se le da algún empujón cercano a la eutanasia, trabajan algunas asociaciones con una lucha incansable en la que se van dejando su tiempo, su estado emocional y su dinero, con una labor digna de todo elogio. Consiguen algo, pero siempre es cosa temporal, el enfermo cíclicamente se hunde en recaídas cada vez más fuertes. El mal no acaba de extirparse. Y una de dos, o se extirpan las causas de la enfermedad o digamos adiós a Los Arcos. No hay medias tintas.
Estado actual de Los Arcos. Esto es lo que hoy se ve. Este es “el mejor monumento hidráulico de la Huerta de Murcia”, Así está (Fotos Google Maps)
Los Arcos se ocultan tras terraplenes de una carretera y una maraña de vegetación. El abandono y la desidia son patentes (Foto Google Maps)
Y en contraposición a todo esto nos encontramos todo lo contrario: llega un nuevo alcalde y, dentro de sus competencias (en Los Arcos, sin embargo, entran varias), materializa el viejo sueño de Diego Riquelme, Mariano Ballester y muchos alcantarilleros, de desenterrar el acueducto de la cequeta cegado por los abancalamientos que se realizaron en los siglos XVII y XVIII; y además, el citado alcalde Joaquín Buendía Gómez se interesa, demostrándolo con hechos, por la historia de Alcantarilla. Hace cuatro días nadie podía soñar que esto ocurriera, llevábamos ya demasiados años castigados por algo que cínicamente llamaban “cultura” cuando no era más que una burda mezcla de politiqueo, ignorancia y sectarismo del tres al cuarto pero que ya de paso servía de pesebre a unos cuantos fieles elegidos.
Los Arcos tienen solución, y esa solución no es ni complicada ni demasiado costosa, y significa además una solución definitiva, una solución que cambiaría por completo el aspecto de todo este entorno.
Bastaría con cambiar el trazado del actual camino desplazándolo hacia el oeste y retirar por completo el existente, despejando y sacando a la luz toda la arcada, adecentando el entorno con pasos peatonales hasta el río. Esa imagen, junto a la de la noria y su acueducto, ahora milagrosamente salvado, sería otra nueva e importante imagen de Alcantarilla y de toda la Huerta.
Trazado de la nueva variante sobre plano catastral. Se trata de terrenos incultos, abandonados, y minifundios, cuya gestión de compra, compensación o expropiación no pueden ser ni costosa ni problemática
Fotografía con el trazado de la variante y la zona de protección (Foto Google Maps)
Quien tiene que resolver este problema, y hacerlo ya, porque el deterioro avanza exponencialmente, son varias entidades públicas. En este caso el Ayuntamiento de Alcantarilla poco puede hacer, pero sí puede hacer, y mucho, a nivel personal, su actual alcalde, porque ya que ha demostrado su interés y su decisión por las cosas Culturales e Históricas de Alcantarilla (con mayúscula), quién mejor que él para ser el motor de arranque que ponga en marcha a las entidades que tienen que resolver el problema. O se hace, o Los Arcos mueren.
Estamos cansados de las construcciones faraónicas realizadas por los políticos de aquí y de allá buscando solamente su miserable ego y tirando a la basura decenas y decenas de millones de euros conseguidos mediante subvenciones europeas y no europeas o impuestos de los ciudadanos. En España podría hacerse un largo recorrido turístico para visitar los abandonados esqueletos de tanta conducta miserable con tanto dinero tirado.
Y sin embargo aquí nos encontramos con algo único que de verdad hay que salvar, con algo que dio origen a la Huerta de Murcia, con algo que es solucionable con únicamente las sobras de lo que se derrocha en otros sitios. Solamente falta la voluntad, el querer hacerlo, el buscar subvenciones, el involucrar a las entidades con competencia en el tema; en resumen: en querer hacerlo. Y la solución expuesta es la única viable, tanto económicamente como en una gran rentabilidad cultural. No estaría de más, mientras tanto, reflejarlo en la revisión del Plan General de Ordenación Municipal.
Dinero hay, alcalde también. Se hará.
Construcción del acueducto en época romana (Lámina del libro de pronta aparición “Historia Ilustrada de Alcantarilla”, de Pedro A. Rodriguez Hurtado)
Relacionado con este acueducto puede consultarse:
http://historiasdealcantarilla-murcia.blogspot.com/2016/11/la-presencia-romana-en-alcantarilla.html
http://historiasdealcantarilla-murcia.blogspot.com/2019/12/el-tunel-romano-de-alcantarilla.html
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