sábado, 29 de julio de 2023

LA "FORTALEZA" DE ALCANTARILLA Y LA TORRICA

 

Pedro L. Cascales López

 

            En el anterior artículo (“Antiguos habitantes de Alcantarilla IV”) ya se apuntaba que el paraje denominado “La Torrica” merecía un apartado especial ya que reúne una serie de condiciones de carácter histórico que no tenemos en el resto del ámbito rural del término municipal de Alcantarilla, además de haber sido el único asentamiento de ese tipo de rural múltiple.

            Con lo primero que nos encontramos es con el origen de su nombre. Nada aparece sobre este lugar en las Actas Municipales (sin perjuicio de que en un futuro alguien pueda localizar una cita ignorada, lo que sería muy de agradecer).

            La tradición oral, como siempre, podría aportar algo, pero en algunos casos resulta poco creíble, en otros algo dudoso, y en otros sí que podemos encontrarnos con indicios que parecen encajar más con los datos históricos de los que disponemos.

            La denominación de “Torrica” podría deberse a una contracción nominal de edificio-apellido (cosa que no parece probable), podría también deberse a una supuesta “riqueza” territorial de su inicial propietario (algo muy dudoso por el minifundio de siempre existente), o podría tratarse de que se ligaba a la existencia de una torre en la que existían ciertas “riquezas” en forma de metales preciosos y joyas, y por último podría deberse al recuerdo secular de que en ese lugar existió una torre de un carácter muy distinto al que se daba a las antiguas casas-torres que existían en la huerta de tipo residencial y agrícola, tres de ellas conocidas y localizadas dentro del término de Alcantarilla, dos en la parte de levante del término y otra cercana a Javalí Nuevo. No parece por lo tanto que este sea su origen; no constan restos, documentación, ni referencia alguna sobre ello, por lo que se intuye que esta “torrica” era algo especial, algo de menor envergadura que la clásica casa-torre que además se designaban por el nombre de su propietario, “la Torre de…”, pero que sin embargo debió significar mucho, hasta el punto de llegar a perdurar en el recuerdo de los habitantes de la población con ese único nombre mientras que las demás no lo fueron así.

            Nos encontramos pues ante una incógnita que no podemos resolver, y esperamos que algún día algún investigador más afortunado pueda resolverlo. Por lo tanto, al no poder llegar a conclusiones tenemos que ceñirnos a tratar de encajar los datos ciertos de que se disponen y que nos llevan a aventurar una hipótesis en la que parecen encajar estos datos; pero certeza, lo que se dice certeza, no podemos tenerla.

            En el siglo XVI, reinando Carlos I, Alcantarilla era propiedad de la Iglesia que tenía a su disposición una población morisca que aportaba unas importantes cantidades de dinero al obispado. Los desencuentros y hasta enfrentamientos con el concejo de Murcia eran continuos por cuestiones de impuestos, límites, ganados y hasta por la pura y simple delincuencia. Algunos moriscos y no moriscos robaban y delinquían en Murcia y se refugiaban en Alcantarilla bajo la protección del obispo. Nada podían hacer la justicia ni los alguaciles murcianos contra el poder eclesiástico y la amenaza de excomunión.

            Este tema de los conflictos entre Alcantarilla y Murcia ha sido tratado profusamente con carácter general por varios historiadores y a ellos nos remitimos, pero dentro del relato de estos enfrentamientos y pleitos existe uno que sí que nos afecta directamente para el asunto que nos ocupa.

            El amigo Fulgencio Saura Mira publicó en la revista “Mvrgetana” nº 30 de 1969 un artículo que tituló “En torno al derribo de la fortaleza de Alcantarilla” que transcribimos en aquellos aspectos que podrían interesarnos:

            “Durante la época medieval nuestra villa formaba un recinto cerrado conforme al concepto de ciudad que dan las Partidas, entendiendo por tal 'todo aquel lugar que es cercado, de los muros con los arrabales y los edificios que se tienen con ellos'.

            (…)
            Sin embargo con el desenvolvimiento histórico hemos de hacer notar, que este lugar de Alcantarilla se convierte en refugio de malhechores, en especial durante el siglo quince, y siguiente, los que no se podían sacar por los Corregidores de tal sitio, por cuya causa se cometían graves delitos. Tal circunstancia vino a complicarse más cuanto, a fin de defenderse, aquellos intentaban hacer una torre con ánimo de pertrecharse.
            (…)
            Por estas circunstancias, el emperador Carlos tuvo que expedir una Real Carta el 4 de mayo de 1526, dirigida al Corregidor de la ciudad de Murcia, a petición del regidor de la misma Alonso Pacheco de Arróniz, quien le pone de manifiesto que 'a una legua de la ciudad de Murcia está un lugar que se llama Alcantarilla' y que no podrán sacar los delincuentes de tal lugar por encontrarse custodiados por una fortaleza, lo que daba pie a cometer graves desavenencias. Por lo que ordena tanto al Concejo Murciano como al Deán y Cabildo de la iglesia de dicha ciudad que procedan al derribo de la misma en plazo determinado. Todo ello en los siguientes términos:
            'Don Carlos, por la gracia de Dios rey de Romanos, etc. (…). A vos, el nuestro corregidor de la çiudad de Murçia e a vuestro alcalde en el dicho ofiçio, salud e graçia. Sepades que Alonso Pacheco de Arroniz, vezino e regidor desa dicha çiudad y en nombre della, nos fizo relación por su petiçion, diciendo que a vna legua de la dicha çiudad de Murçia esta vn lugar que llama el Alcantarilla, ques del Cavildo e yglesia de la dicha çiudad, e que por ser como es juridiçion de la dicha yglesia, nuestros corregidores e justiçias no se atreven a sacar los malhechores de dicho lugar, diz que hazen vna torre e campanario con vna cassa puerta del dicho lugar, muy fuerte para thener mas lugar de defender los malhechores, para que no sean punidos ni castigados. E nos suplico e pido por merçed vos mandasemos que sy algunos delitos se fizieren feos en el dicho lugar, los pudiesedes sacar e castigar conforme a justiçia, e que no consyntiesedes ni diesedes lugar quel dicho hedifiçio se hiziese, o como la nuestra merçed fuese. (…). Porque vos mandamos, que luego que con esta nuestra carta fueredes requerido, vays al dicho lugar de Alcantarilla donde asy agora diz que se haze la dicha torre y campanario, e tomeys con vos maestros e personas que sepan de dicha obra e veades los çimientos e hedifiçios de la dicha torre e campanario, e sy tiene torres e troneras e saeteras e almenas e sy es de cal y canto o de ladrillo o argamasa o de tapia, e que anchura tiene la pared, y asy visto, sy hallaredes que lo que agora esta fecho es hedifiçio fuerte e tal que segund la horden que agora lleva en el lugar donde se faze, en algund tiempo se podría fortalecer, por manera que dello pueda venir perjuizio a la dicha çiudad e su tierra, mandad de nuestra parte, que nos, por esta nuestra carta mandamos, al dicho conçejo e al dicho dean e cavildo de la yglesia desa dicha çiudad e a otra cualquier persona que hiziere y edificare la dicha torre y campanario, que dentro de vn termino que por vos les fuere asignado e mandado derrivar e demoler, derriven e demuelan todo lo que hallaredes que por ser hedifiçio fuerte se deve derrivar e demoler de la dicha torre e campanario e sy dentro del dicho termino que asy por vos le fuere asygnado no derrivaren e demolieren lo que por vos le fuere mandado derrivar e demoler, pasado dicho termino tomedes los maestros e personas que vos bien visto fuere e derrivades e demolades, e hagades derrivar e demoler todo lo que vos hallaredes que de la dicha torre se deve derrivar e demoler a costa del dicho cabildo, e le mandedes y nos por la presente mandamos, que en ningund tiempo no labren ni hedefiquen mas la dicha torre e campanario ni otro hedefiçio fuerte alguno syn nuestra liçençia y especial mandado (…). Dada en la çiudad de Sevilla a quatro días del mes de mayo, año del nasçimiento de nuestro salvador Jhesuchristo de mill e quinientos e veynte e seys años”.

            Tras esta explícita descripción, el también apreciado amigo Salvador Frutos Hidalgo en su libro “El Señorío de Alcantarilla” publicado en el año 1973, y también en su segunda edición del año 1999 “Historia de Alcantarilla”, incide en lo anteriormente citado por Saura Mira, relatando el contexto histórico en el que nos encontrábamos en aquellos años:

            “De luchas y desorden, de naufragio de la autoridad, se aprovecharon los elementos más indeseables de la sociedad para volver al bandidaje y a los delitos, que tanto habían proliferado en otras épocas. Alcantarilla era un  buen refugio para ellos, pues aquí no podían entrar los justicias de Murcia, que desde el siglo anterior había quedado perfectamente aclarado que sólo la Iglesia de Cartagena, como señor del lugar, tenía jurisdicción civil y criminal sobre la aldea. Las fechorías que cometían los alcantarilleros en término de Murcia no podían ser castigadas más que por el Cabildo, y ante él tenían que reclamar los alcaldes de Murcia. Esto llevaba consigo una pérdida de tiempo, con el consiguiente alargamiento de las causas, y que las autoridades eclesiásticas no tuvieran el mismo interés que las municipales en sancionar a unos delincuentes que, al fin y al cabo, eran vasallos suyos. Amparados en esta semi-impunidad, los alcantarilleros tuvieron la osadía de construir una torre para defenderse de los alguaciles y justicias murcianos cuando éstos se decidieran por ir a apresarlos a la propia Alcantarilla”.

            En aquellos momentos (faltaban todavía 20 años para que la primitiva Alcantarilla fuese destruida por una riada) la población se encontraba entonces junto al río y Camino Real de Murcia a Andalucía.

Ubicación de la antigua Alcantarilla (P. Cascales L.)

            Conocemos por lo tanto que la construcción de una torre fue una realidad, pero no tenemos su ubicación, por lo que no hay más remedio que recurrir a intentar introducirnos en el pensamiento de sus constructores: el uso que le iban a dar, sus comunicaciones, su situación ni cerca ni lejos de la población, su disponibilidad de agua, su alejamiento de la zona inundable del Guadalentín y la visibilidad del entorno para prevenir cualquier ataque.

            Veamos cada caso.

            1.- Está claro el uso para el que se edifica la torre: defensa ante los alguaciles y justicias que podían venir de Murcia y tener un lugar de refugio y acopio de los botines de sus robos.

            2.- La torre debía encontrarse cercana a vías de comunicación, con un apropiado acceso y facilidad de paso de carromatos, quedando excluida el interior de la población tanto por discreción como por falta de lugar, como por la propia descripción contenida en el documento: “el lugar donde se faze”.

            3.- Sin embargo, no debía estar muy alejada de la población, en donde residían sus familias y en un determinado momento podrían recibir ayuda contra los justicias o un rápido y anónimo refugio entre las casas del poblado, recordemos lo de su ubicación: a “puerta de dicho lugar”, pero a la vez también necesitaban una cierta seguridad de no ser observados en el manejo de sus botines ante las miradas indiscretas ya que evidentemente no todos los habitantes de la aldea aprobarían sus acciones. Hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de los habitantes de Alcantarilla no eran delincuentes sino honrados agricultores y arrieros.

4.- La disponibilidad de agua para personas y animales era fundamental, y ello nos lleva a que debía encontrarse por debajo de la cota por la que discurría la cequeta con sus numerosos brazales.

            5.- No podían haberla edificado en la zona que secularmente se conocía que podía verse inundada por las avenidas del Río Guadalentín.

            6.- La visibilidad de todos los caminos circundantes era fundamental para detectar la presencia con una cierta antelación de los justicias murcianos. Lógicamente, por lo tanto, hay que excluir la zona sureste del término de Alcantarilla colindante con el de Murcia, ya que esa cercanía podía significar que si se producía una intervención rápida de la justicia de Murcia, ésta podría no ser detectada a tiempo.

            Y desde luego, no es creíble que la casa, torre y campanario no fueran edificados con total ignorancia del obispado. Una construcción así, de unos 10 metros de altura, posiblemente hecha con tapial, no podía pasar desapercibida, sino que más bien pudo ser hasta alentada por la autoridad de Alcantarilla, es decir, la Iglesia, y de ahí el posible pretendido “camuflaje” de la casa como “ermita” y la torre como “campanario”, ya que ese tipo de construcciones defensivas estaban totalmente prohibidas. Es lo lógico.

            En todo caso, la palabra “fortaleza” parece que le viene un poco grande a esa construcción, ya que por quien la hizo y para lo que la hizo, esta construcción debía tener una altura, como ya se ha dicho, de unos 10 metros (tres plantas), con una base de unos 7 a 8 metros de lado, y desde luego no debía contar con almenas (aunque la hayamos dibujado con ellas) y sí podría contar con algunas aspilleras o ventanucos por donde disparar (amenazar más bien). Y la casa anexa, supuesta y falsa ermita, sería una pequeña construcción de adobe comunicada interiormente con la torre y serviría en parte de cuadras. O sea, que la construcción debía de ser “una torrica”, aunque al concejo murciano le interesaba presentar ante el emperador Carlos I el edificio como una grande, sólida y fuerte construcción: o sea, una fortaleza.   

Reconstrucción supuesta de lo que pudo ser la llamada “fortaleza de Alcantarilla”, con un barracón adosado con cubierta de sisca o carrizo para poderle prender fuego en caso de necesidad (P. Cascales L.)

            Teniendo en cuenta estos factores, la única zona que reúne todos estos requisitos es la situada entre la cequeta y la acequia del Turbedal, y aquí nos encontramos precisamente con un lugar que de siempre ha sido conocido como “La Torrica”. ¿Coincidencia? ¿Error de interpretación? Todo es posible, pero los indicios están ahí.

Entorno de la antigua Alcantarilla en el que se representan todos los factores anteriormente tratados y que nos lleva a delimitar una zona que cumple con todos los condicionantes y que se señala en tono rojizo. Dentro de esta zona se encuentra el antiguo caserío denominado como La Torrica (P. Cascales L.)

            Todo esto se conocía desde hace muchos años, pero se consideraba que no era suficiente para, al menos, lanzar la idea de que este nombre de La Torrica podía proceder de la torre construida a principios del siglo XVI y derribada por orden del emperador Carlos I.

            Pero ha surgido algo: desde hace un cierto tiempo, en un edificio cercano comenzó a aparecer un socavón de aproximadamente un metro de diámetro que día a día ha ido a más, sin que pudiera darse explicación alguna sobre este hecho. Se han consultado todas las fotografías aéreas desde la primera de 1929 realizada por el gran Julio Ruiz de Alda; se ha preguntado a los vecinos sobre la existencia de cualquier pozo, hoyo de basuras, pozo ciego…, en vano, nadie absolutamente nadie podía dar explicación alguna y han negado el conocer nada especial en ese lugar, y hay que tener en cuenta que hasta hace pocos años todo este terreno era pura y simple huerta. Y somos muchos los que lo conocimos así. No había explicación.

Socavón que paulatinamente se va agrandando (P. Cascales L.)

            Ante esta situación, y el peligro que podría suponer la existencia de ese socavón, que lentamente se va agrandando, se decidió acudir al amigo radiestesista (zahorí) Ramón Castejón Sánchez, cuya experiencia y sensibilidad cerebral le permite detectar alteraciones en el subsuelo incluso sin varillas ni otra ayuda, y hasta es capaz de hacer detecciones circulando dentro de un vehículo. Él fue quien con toda exactitud, punto y profundidad (2,20 m), nos dijo donde estaba la solera del túnel romano para canal de riego de hace 2.000 años. Puede verse:

 2019 – Artículo nº 23. El túnel romano de Alcantarilla. 16 páginas. En: 

                Así, el día 12 de julio de 2023, Castejón detectó sobre el socavón una anomalía de un metro de anchura a siete metros de profundidad. Pero la sorpresa vino cuando al desplazarse hacia ambos lados de dicho socavón siguió detectando la misma oquedad o anomalía, adentrándose ya en las edificaciones colindantes por ambas partes.

            Una vez en la calle seguimos el trazado desde la Calle Mula o Ramón y Cajal hasta La Torrica, manteniéndose la profundidad, unos 7 metros, y la anchura, 1 metro.

            A partir de ese momento, y de acuerdo con lo que se estaba comprobando, existía una conexión entre La Torrica y la citada Calle Mula, y vino a la memoria el caso de la Torre de Alcantarilla. ¿Podíamos encontrarnos ante un túnel de escape desde esa torre al camino de Mula u otro lugar en caso de asedio? Y también recordamos ahora antiguos comentarios de que en una casa de La Torrica, al hacer unas obras, se habían encontrado muchas monedas y joyas, aunque ese asunto se llevó con un gran mutismo, y posiblemente fuera algún albañil en alguna taberna el que pudo hablar de más. Esto es algo que de pequeños oímos bastantes de nosotros que todavía vivimos. Pero pasó el tiempo y la cosa se fue olvidando, porque además, es de suponer que obviamente nadie iba a ir a preguntarle al propietario si eso era o no era cierto.

Trazado del túnel u oquedad detectada (contiene agua por las filtraciones) entre la Calle Ramón y Cajal y La Torrica (Google Maps)

Algunos de los puntos detectados por Ramón Castejón Sánchez (en amarillo) y explicándole el modo de detección al Jefe del Servicio de Cultura del Ayuntamiento Juan Antonio Martínez López (P. Cascales)

            También nos ha venido a la memoria, y siendo esto algo recordado además con toda exactitud por la siempre residente en La Torrica doña Ana María Férez Peñalver, viuda de don Pedro López Menchón, con su hijo Jesús López Férez, que cuenta como a mediados de los años 50, el propietario de las tierras de la parte de poniente de la actual Calle Sevilla (por cierto, habría que revisar en las Actas el porqué se llama esa calle así, porque no parece que sea por la ciudad de Sevilla), Miguel Cascales Sánchez, propietario también de la fábrica de conservas situada en la Calle de La Cuesta, trajo de Alhama al zahorí Miguel González Montalbán para intentar localizar cualquier venero de aguas para usarlas en el baño de maría de los botes de conserva.

            La búsqueda detectó la existencia de agua en un punto determinado del camino que hoy se corresponde con la esquina de las calles Sevilla y Mariano Ballester (puerta de la que luego sería casa de doña Paquita). Se hizo el correspondiente taladro y afluyó un caudal suficiente de agua, por lo que se construyó la oportuna caseta y se comenzó la extracción, pero a los pocos días el agua dejó de fluir, por lo que el pozo fue cegado y la caseta derribada.

Lugar en el cual se hizo el pozo, en la esquina de la Calle Sevilla con la del pintor Mariano Ballester (entonces todo era huerta y la Calle Sevilla era un carril de 2 metros de anchura que solamente conducía a La Torrica)

Reproducción del cartón original del catastro del año 1958, realizado por el Instituto Geográfico y Catastral, en donde aparece grafiada la ubicación de la caseta del motor (Instituto Geográfico Nacional)

            El asunto se olvidó entonces, pero ahora, 60 años después, algo que no se entendió en aquellos momentos podría tener una explicación: El supuesto manantial detectado no era tal, sino que debería tratarse de agua acumulada por filtraciones a lo largo de los siglos en un túnel y ello podría explicar su rápido agotamiento.

            Como anteriormente se ha expuesto, ¿nos encontramos ante un túnel construido para escape desde la torre-fortaleza en caso de asedio y que podría acercar a los fugitivos, tanto a varios caminos como al lugar protegido y sagrado como la ermita de San Roque? Un túnel que se encuentra detectado a una profundidad de entre 6/7 metros y con una anchura alrededor del metro. Un túnel que ahora, de nuevo, tras pasar el tiempo, se debe encontrar lleno de agua.

            Y hasta aquí podemos llegar, solamente una excavación podría despejar la incógnita, pero la zona ya está casi totalmente edificada (sólo quedan libres un par de solares en La Torrica), y una excavación en la vía pública, plagada de servicios, es algo inviable, cuando además nos encontramos ante algo de un interés histórico relativo. En los dos solares que quedan sí podría hacerse una excavación a bajo coste y sin afectar a ningún servicio.

Solares bajo los cuales discurre en diagonal el supuesto túnel a unos 6/7 metros de profundidad

            La Torrica presenta pues esta incógnita, acrecentada por su singular ocupación humana desde hace varios siglos, algo que no ha ocurrido en ningún otro lugar de Alcantarilla, por lo que merece una descripción específica de la zona, encontrándose señalada como un lugar que secularmente fue elegido para asentamiento por su excelente ubicación, su cercanía a la primitiva Alcantarilla y su leve elevación topográfica sobre el entorno.

            Ya en 1868 en los libros parroquiales encontramos la denominación específica de “La Torrica” y la existencia de seis familias y siete edificaciones (el padrón de 1867 no diferencia La Torrica del resto del diseminado, pero casi todos los datos coinciden).

Hoja de los libros parroquiales con la relación de habitantes

LA TORRICA (Libros de la Iglesia)

Francisco Martínez – 46 años

Josefa Martínez – 37, s.m.
Antonio – 7
María – 4
Francisco, hijastro – 16

José Vivancos – 51

María Manzano – 46, s.m.
María Dolores – 19
María – 16
Josefa – 13

José Manzano – 68

Catalina Tomás – 72, s.m.

Juan Menárguez – 67

Pretola Idalgo – 66, s.m.
María Aurora – 31

Gertrudis Cascales – 80, viuda

Casa cerrada

Cayetano Chumillas – 38

María Rodríguez – 32, s.m.
José – 1

            El plano de delimitación y amojonamiento de 1898 realizado por el entonces Instituto Geográfico y Estadístico marca en La Torrica la casa de Antonio Martínez Albaladejo, y parece que existe un error, ya que debe tratarse de Antonio Martínez Martínez, hijo de Francisco y Josefa. Hay que hacer constar que este plano no refleja todas las edificaciones sino solamente la esquina de la más cercana, usada como punto topográfico de referencia.

Desarrollo de los itinerarios topográficos del plano de 1898 (Instituto Geográfico Nacional), y actualización (P. Cascales L.)

            En el año 1923 se realiza el catastro de rústica en el que solamente aparecen como construcciones las situadas en la parte izquierda del camino, ocupando parte de las parcelas nº 29, 30 y 31, así como se detecta un barracón en la nº 50

Catastro de rústica del año 1923 realizado por el Instituto Geográfico y Estadístico (Instituto Geográfico Nacional)

            En el año 1929 el aviador del Plus Ultra, Julio Ruiz de Alda (asesinado en agosto del 36 en la Cárcel Modelo de Madrid), realiza un vuelo fotográfico de la cuenca del Segura (en placas de cristal, estando muchas de ellas perdidas o deterioradas). En esta fotografía ya aparecen edificadas las parcelas nº 32 y 34, así como se aprecia que el barracón de la nº 50 parece haberse aumentado de tamaño.

Fotografía de Ruiz de Alda en 1929 (Instituto Geográfico Nacional). Todo el entorno era huerta, y abajo a la derecha, por encima de las naves de la antigua fábrica de conservas del notario don Manuel Hernández Muñoz (antepasado, entre otros, de todos los “Magritas”) se aprecian los restos del muro del que se supone el hospital creado por Lázaro de Usodemar y que contaba, dicho muro, con numerosos huecos de ventanas tapiados (ver fotografía más adelante del 16-12-1981 – 2ª)

            En el año 1958 el Instituto Geográfico y Catastral realiza un nuevo catastro de rústica que fue editado en 1960. En él nos encontramos que a las edificaciones anteriores se les han añadido otras en las parcelas nº 168 y 181 y se ha agrandado la construcción de la nº 180. También aparece (como ya hemos visto anteriormente en los cartones originales) el pozo realizado en la nº 167, de Miguel Cascales Sánchez, y que aparece señalado con una “c”, aunque el lindero de poniente es erróneo ya que su lindero era paralelo al camino (actual Calle Sevilla) tal y como prueban las fotografías aéreas. Errores normales de los antiguos catastros.

            Se observa con respecto al anterior de 1923 que existe bastantes transmisiones de propiedades, y ya en éste nos aparece en la nº 175 Diego Sáez Guirao “El Moruza”, conocido y competente maestro de obras. En la nº 181 Jesús Férez Ponce, padre la anteriormente citada Ana María “Anita”. En la nº 179 Josefa Sandoval Lisón, la madre de Francisca Martínez Sandoval, que luego sería la maestra del barrio: “Doña Paquita”. La nº 176 ya es de la citada doña Paquita Martínez Sandoval que además compra a Miguel Cascales Sánchez una parcela contigua, senda y brazal por medio, y edifica su casa que todavía permanece en la esquina (aún no aparece en este catastro de 1958). La antigua parcela nº 32 del año 1923 también pasa a su propiedad fundando en ella su célebre escuela, mientras que en su parcela nº 176 existe hoy en día el célebre Bar La Ganga de José García y su mujer Carmen. La familia Menchón sigue manteniendo hasta hoy sus parcelas al final del barrio e incluso se han emparentado con vecinos de ellos.   

Catastro de rústica del año 1958 realizado por el Instituto Geográfico y Catastral (Instituto Geográfico Nacional)

A partir de aquí, ya solamente podemos aportar una selección de fotografías, algunos datos y los últimos planos de la zona, pudiéndose así observar en detalle cómo ha sido la evolución de la zona en estos años.

6-12-1965. Doña Paquita ya tiene su casa frente a su escuela; la Calle Sevilla se va completando con las ventas de Miguel Cascales, y en primer término nos aparece la fábrica de conservas de Manuel Hernández con su chimenea (detalle ampliado de una fotografía de mayor tamaño, P. Cascales L.)

26-11-1966. La Calle Sevilla se va colmatando y se encuentra en construcción un edificio para viviendas, algo importante en esos momentos. A la derecha se observan los restos del muro del supuesto hospital (detalle ampliado, P. Cascales L.)

18-8-1968. En esta foto vertical pueden apreciarse los edificios existentes (detalle ampliado, Paisajes Españoles)

Detalle del plano aereofotogramétrico de la zona a escala 1/2.000 (1 cm = 20 m) con vuelo de finales de 1972 y dibujo de principios de 1973 (Archivo Histórico Municipal, restaurado P. Cascales L.)

Catastro de urbana del Ministerio de Hacienda realizado por el alcantarillero funcionario de ese Ministerio, Agustín Pineda Enríquez en 1973. Existe en La Torrica un total de 10 viviendas, apreciándose alturas, patios, cuadras y porches (restaurado P. Cascales L.)

11-8-1973. Doña Paquita ya ha construido una pequeña cochera en su huerto de limoneros colindante con su casa (detalle ampliado, P. Cascales L.)

11-8-1973. En el camino que discurre hacia la acequia del Turbedal, a la derecha, junto a un gran olmo se encuentra la aceña (todas las aceñas tenían colindante, por la parte del mediodía, un árbol para dar sombra a personas y caballerías en los momentos de descanso). La calle Lorenzo Pastor ya está llegando al brazal, quedando la última casa, en la parcela nº 168 de Ginés Hernández Mora, con la fachada orientada a levante, lo que obligaría a su cambio hacia la calle, hacia poniente (detalle ampliado, P. Cascales L.)

11-8-1973. Aquí se aprecia mejor la cochera de doña Paquita, rodeada de limoneros y hoy en el mismo cruce de las calles Sevilla y Mariano Ballester, mientras que en la citada Calle Sevilla solamente quedan tres solares (todos ellos eran similares, unos 8 metros de fachada por 25 de fondo). En La Torrica, el tono de las tejas de las cubiertas delata la antigüedad de las edificaciones (detalle ampliado, P. Cascales L.)

Febrero de 1978. Casas de Diego Sáez en La Torrica y en la actualidad (P. Cascales L.)

Marzo de 1978. La Calle Sevilla entonces y ahora. Al fondo, el caserío de La Torrica con la cochera y la escuela de doña Paquita. Todo el huerto de limoneros de la derecha del camino ya ha sido talado (P. Cascales L.)

Marzo de 1978. Fachadas de La Torrica (P. Cascales L.)

Junio de 1979. Ya se está construyendo el edificio de seis plantas en la esquina de las calles Sevilla y Mariano Ballester. El antiguo barracón o casa de Menchón ha sido reemplazado por una nueva edificación. La apertura de la Calle pintor Mariano Ballester ya llega a la cequeta y a los almacenes de Miguel Cascales. El edificio que hace esquina de esa nueva calle con la luego denominada Médico Antonio Soler también se encuentra en construcción. La casa de la parcela de Ginés Hernández Mora ya ha sido adaptada a la nueva calle Lorenzo Pastor (detalle ampliado, P. Cascales L.)

16-12-1981. La Calle Mariano Ballester sigue avanzando y para pasar la cequeta hay un pequeño puente, y en los almacenes de Cascales ya se está construyendo un bloque de viviendas, formando la Calle Médico Antonio Soler. La cimentación del primer bloque pasada la cequeta está marcada en el terreno. El huerto de doña Paquita sigue intacto por el momento (detalle ampliado, P. Cascales L.)

16-12-1981. La Calle Sevilla ya está completamente ocupada en su acera de poniente. Abajo puede apreciarse como los tapiados de las ventanas del muro del supuesto hospital de Lázaro de Usodemar se han desplomado dejando claramente a la vista la serie de huecos para ventanas. En la época de la construcción de este supuesto hospital se consideraba fundamental la ventilación de las salas (detalle ampliado, P. Cascales L.)

En la redacción del Plan General Municipal de Ordenación se considera La Torrica como suelo urbano consolidado y se incluye en la zona 2b (cuatro plantas)

Marzo de 1983 y en la actualidad. Entrada a La Torrica. A la izquierda la escuela de doña Paquita y a la derecha la casa en los terrenos de los Martínez Sandoval (P. Cascales L.)

Marzo de 1983. Sobre la silueta de las antiguas casas del barrio aparece la silueta amenazante de las grúas para la construcción. No tardarían en llegar (P. Cascales L.)

1986. La Comunidad Autónoma realiza un plano de Alcantarilla a escala 1/500 (1 cm = 5 m) que nos permite dibujar, a línea de trazos, la Calle Mariano Ballester y la prolongación de la Calle Sevilla. Puede verse como la cochera de doña Paquita queda en el centro de la calle y su antigua escuela sufre un importante retranqueo. La casa de Diego Sáez “El Moruza” y colindante ya han sido derribadas, apareciendo en el plano como solares. La antigua imagen del barrio va desapareciendo por completo, quedando únicamente el antiguo trazado del primitivo camino de acceso a las casas como vial peatonal

Sobre una fotografía actual se ha dibujado la que era cochera de doña Paquita y parte de su escuela, con el pequeño tejado que vertía hacia poniente. Y en lo que eran sus limoneros, un edificio de 4 plantas alberga en sus bajos el Bar La Ganga (P. Cascales L.)

Diciembre del 2001 y actual. La Calle Mariano Ballester antes y después de su definitiva apertura. En la foto antigua, en la parte derecha, la puerta de la escuela (P. Cascales L.)

Marzo del 2002 y actual. Junto a la casa de doña Paquita discurría un brazal que bajaba de la cequeta y un paso de regantes de 5 palmos (P. Cascales L.)

10-11-2002. La parcela de limoneros, ya abandonada, resiste al avance de edificaciones. Entre ellos aparece la cochera y ya el paso de la Calle Mariano Ballester llega hasta él. En La Torrica se ha construido un edificio junto al solar de Diego Sáez. El edificio de la escuela todavía sigue intacto mientras que la acera de levante de la Calle Sevilla sigue de solar, con la sola existencia del edificio realizado anteriormente a esquina de la Calle Mariano Ballester (P. Cascales L.)

8-11-2004 y actual. Ya ha desaparecido el huerto y se ha derribado el edificio de la escuela, pero sigue resistiendo la pequeña cochera. La Calle Mariano Ballester está a punto de abrirse al tráfico así como proceder a la prolongación de la Calle Sevilla (P. Cascales L.)

Y llegados a la actualidad. Todo ha cambiado mucho en pocos años. La zona está totalmente urbanizada y solamente quedan algunos solares como consecuencia de la crisis de la construcción, porque la zona es de las mejores de Alcantarilla, cercana a la Calle Mayor, Iglesia, Ayuntamiento, Correos, transportes, comercios, bares… y ahora posiblemente con una Comisaría de la Policía Nacional, algo que todavía no está hecho gracias a la clase de casta política que el pueblo soberano elige, tal para cual (Foto Google Maps)

            Esta pequeña historia acaba por ahora, y casi seguro que no veremos su final, pero si se edifica en los solares que todavía existen, por la propia seguridad de la construcción, sería interesante el que se hiciera alguna cata para evitar cualquier cedimiento de la estructura. Es lo más sensato y barato, especialmente si se realizan aparcamientos subterráneos, algo que no se ha hecho hasta ahora en las edificaciones ejecutadas bajo las cuales se supone que discurre el túnel, por lo que el peligro ha sido menor, aunque como ya hemos visto, el suelo ya ha cedido en un punto y a nivel de la calle.  

 

 

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